Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son de J.K Rowling todo lo que no reconozcan es mío.
Summary: Scorpius Malfoy no sabía que pasaría cuando decidió aceptar esa misión, no podía imaginarse que ese día raptaría a la chica que le traería más de un dolor de cabeza y que juntos emprenderían una búsqueda mas allá de sus límites.
Rating:M
Género:Romance/suspenso
¡Hola todos!, les traigo un nuevo fic. Primero que nada es de realidad alternativa, ósea que ninguno de los personajes cuenta con magia, segundo, el que quiera puede pasarse por mi blog a ver el tráiler del fic y otras cosas que iré agregando más adelante y tercero espero que les guste y me dejen tanto su opinión como críticas constructivas, nos leemos.
Aquí les dejó el link del blog: http:/ eldiamantedelarosafanfic. blogspot. com / (unan los espacios)
Capítulo I :
El inicio del plan
1-
-¿Desean algo señoritas?-las interrumpió el mayordomo.
Rose Weasley se detuvo en seco y lentamente se bajó los anteojos rosa chicle de montura cuadrada. Luego con una sonrisa arrogante señaló al vaso que reposaba junto a ella en una mesa.
-Queremos más limonada-pidió con una voz irritante al mismo tiempo que jugaba con uno de los mechones de su cabello perfectamente peinado. Las dos chicas que estaban recostadas a ambos lados de la pelirroja asintieron de inmediato en confirmación.
El mayordomo se apresuró a tomar la bandeja bajo la atenta mirada de las chicas y a alejarse a grandes zancadas por el borde de la piscina. Sobre la cual se reflejaban como en un espejo los brillantes rayos de sol capaces de sofocar a cualquiera. Nadie podía negar que el verano del 2022 era uno de los más calurosos vividos en Londres.
-Debes broncearte más Diana, pareces un cadáver-criticó Rose ajustándose los anteojos de sol y recostándose nuevamente sobre la reposera. La rubia cambió la mueca falsa que pretendía ser una sonrisa por una expresión de disgusto. Sin embargo no dijo nada, nunca le reprochaban nada a la pelirroja porque sabían que saldrían perdiendo, después de todo ser su amiga tenía más de un beneficio que no estaban dispuestas a perder.
-Rose tiene razón-la apoyó la muchacha que estaba a la izquierda, sin quitarle los ojos de encima a su computadora personal de última generación.
La pelirroja ni se inmutó, no tenía otro interés que admirar su reciente manicura.
-¿Puedes creer que Andrew Taylor rompió con su novia de nuevo? –habló en voz alta Elizabeth vocalizando cada palabra para resaltar la importancia del asunto, por supuesto que el parecer retrasada tenía un propósito, la atención de Rose, algo muy difícil de conseguir.
-Sí, la semana pasada rompió con Sally Baker porque ella tenía…-
-¿Por qué no vienes con él a mi fiesta de cumpleaños?-propuso Rose ignorando a la chica rubia que la veía con aversión por el hecho de haberla interrumpido.
-Seria genial, voy a invitarlo hoy mismo-reconoció ella con un chillido agudo más propio de una cacatúa que de un ser humano.
-¿Les conté que ya tengo el vestido perfecto para la fiesta?-añadió Rose enderezándose para volver a colocarse protector solar en su bronceada piel.
¿Cómo es?-la interrogaron expectantes ambas chicas con los ojos encendidos de emoción, sabían con seguridad que sería un vestido muy especial, después de todo no se cumplían veinte años todos los días.
-Es un Dior hecho a medida pero no les diré detalles porque va a ser una sorpresa-presumió la muchacha con una risa completamente fingida. Pero sus amigas no lo percibieron y continuaron viéndola con admiración, todas deseaban ser como ella y no era un secreto. Su vida era perfecta, era hermosa, extremadamente rica y por si fuera poco era la chica más famosa en su círculo social. A donde quiera que fuera atraía cientos de miradas ya sea por su apariencia o por su muy peculiar personalidad. Porque si había algo más llamativo en esa pelirroja que su ropa de diseñador era su aura de misterio, perfectamente camuflada por su actitud caprichosa y su arrogancia desmedida. De todas formas, ¿qué se podía esperar de la hija de un multimillonario empresario?
-Nosotras compramos un Valentino pero de seguro no es ni la mitad de bello que tu vestido-comentó Diana sin apartar sus ojos verdes de la pelirroja, era más que evidente que esperaba un agradecimiento por aquel comentario tan halagador. Pero de los labios de Rose Weasley no salió nada de eso, sino que con su típico egocentrismo esbozó una sonrisa diplomática a modo de respuesta.
-Supongo que tus padres te regalaran otro descapotable-asumió Elizabeth cerrando el computador y arreglándose los múltiples cabellos que se colaban por su rostro. Rose automáticamente recordó su accidente en aquel Audi, estaba demás aclarar que ella había negado toda culpa después de impactar contra otros coches cuando estaba estacionando en el centro comercial. Sus padres habían creído ciegamente sus palabras y habían demandado a los propietarios de los otros vehículos, los cuales seguramente estarían en prisión gracias a la extensa deuda. Pero eso para la pelirroja era una insignificancia, desde que tenía su chofer privado a su disposición había dejado atrás ese suceso algo vergonzoso.
-No lo creo, quizás me regalen algún celular de rubíes u otro avión privado- Rose cambió rápidamente de tema, todavía con los labios fruncidos, no le gustaba que otros mencionaran el accidente y no lo disimulaba en lo absoluto.
-¿No prefieres los zafiros?-preguntó la muchacha rubia algo confundida. La futura anfitriona de la fiesta alzó las cejas y rió amargamente.
-Por supuesto que no, todos los saben Diana, mis joyas favoritas son los rubíes-la corrigió sarcásticamente, esos datos eran imprescindibles para cualquier que tuviera mínimo contacto con ella y no paraba de repetirlos gustosa. Elizabeth fulminó con la mirada a Diana, no era normal cometer tal falta frente a la pelirroja.
-Sí claro, lo siento-se apresuró a arreglar la de cabellos dorados enderezándose y enredando la punta de su cabello con un dedo.
El ambiente quedó en completo silencio, ni la rubia ni la de cabellos oscuros se animaban a reanudar la conversación al contemplar la cara de evidente disgusto de la Weasley.
-Les conté que mi fiesta va a tener una estatua de mi misma en hielo, en medio de la pista de baile-presumió ella retomando la charla-al final mi padre logró con sus contactos que viniera Blue Laser a tocar en vivo- la cara de las chicas se deformó en autentica sorpresa, esa reconocida banda de Pop/Rock no tocaba muy a menudo en vivo, y que lo hiciera en el cumpleaños de Rose era prácticamente una excepción a la regla.
La pelirroja sonrió con satisfacción al notar lo impresionada que había dejado a sus amigas, adoraba esa sensación de superioridad, seguramente cultivada desde su más tierna infancia por sus permisivos padres que solo le brindaban lo mejor de lo mejor.
-Olvidé mencionar que…-una tos gruesa interrumpió a la pelirroja en su faceta de infinita presunción, por lo cual su rostro adquirió tonalidades pálidas ante la evidente falta de respeto.
-Siento la interrupción Srta. Weasley, les traje sus limonadas-Rose le lanzó una mirada asesina al mayordomo que seguía firme ante esa intimidación tan directa-Su padre me dijo que quiere hablar con usted en el despacho-anunció, luego de depositar la bandeja con tres suntuosos vasos llenos de aquella bebida helada sobre la mesa. La pelirroja se cruzó de brazos y frunció la nariz con disgusto, odiaba que su padre la llamara a su despacho por fines sin importancia, por ejemplo, la vez pasada quería preguntarle si había decidido ir a la universidad, esos eran asuntos que no le interesaban en lo más mínimo.
-Dile que hablaremos más tarde, quiero continuar con mi bronceado-añadió ella distendiéndose un poco y dándole un delicado sorbo a la limonada para refrescar su ardiente garganta. El mayordomo se tensó y con algo de incomodidad volvió a hablar.
-Él insiste en que es un asunto urgente Srta. Weasley-persistió con una expresión mortalmente seria, estaba acostumbrado a tratar con esa chica y sabía que lo último que se podía hacer era mostrar debilidad.
Rose bufó molesta, sabía que si no acudía tendría un sermón a la hora de la cena y ya tenía planeada una cita con su manicura ni bien acabara la comida, era consciente que necesitaba descansar para su próxima fiesta y no le iba a negar a su cuerpo unas merecidas ocho horas de sueño. Se levantó enseguida de la reposera y se colocó la bata rosa que descansaba a sus pies. Luego, todavía refunfuñando, caminó en dirección a la mansión con un humor de perros, no le gustaba que le cambiaran los planes.
Atravesó el enorme vestíbulo con total familiaridad, ignorando el lujo y la opulencia que la rodeaban, eso era algo natural para alguien de su posición. Las colosales arañas de cristal, los muebles de madera tallada, las alfombras de terciopelo y las paredes del más fino mármol eran lo mínimo con lo que contaba aquella mansión. Desde allí se internó en un laberinto de corredores y sin vacilar por un segundo entró por una fornida puerta de madera, sin siquiera tocar antes.
Una amplia habitación apareció ante sus ojos azules, allí habían unos pequeños sillones rodeando a una mesa de café, un escritorio de madera tallada junto al cual reposaba una silla de escritorio, un mini-bar y una terraza directamente conectada a los jardines. Ese lugar no era nada más y nada menos que la oficina de trabajo de Ronald Weasley, el cual no escatimaba para nada en lo que se refería a lujos. La pelirroja enseguida diviso a su progenitor y se paró justo frente a él antes de comenzar a hablar.
-¿Qué es lo que necesitas padre?-lanzó con despecho la muchacha, enfrentándolo con fiereza, muy pocos tenían el coraje de enfrentarse a él de esa forma, no sólo por su enorme tamaño sino que gracias a sus millones en el banco la mayoría prefería no tenerlo de enemigo. Su actitud intimidaba a cualquiera menos a su hija y a su esposa. Sus ojos azules brillaban inteligentemente y su sonrisa misteriosa era desafiante hasta el punto de hacer estremecer hasta a sus propios empleados.
Ronald Weasley estaba cómodamente sentado sobre uno de los sillones de piel, en una mano sostenía su vaso con Whisky y con la otra el diario matutino. No se esperaba que su hija pudiese llegar tan pronto, y tras unos segundos en los que mantuvo el silencio decidió acabar lo que quedaba en su vaso.
Luego lo dejó a su lado delicadamente.
-Siéntate-ordenó con voz grave haciéndole señas para que Rose se ubicara en uno de los sillones frente a él. La pelirroja sin dejar de refunfuñar obedeció y se cruzó de brazos mostrándole lo disconforme que se sentía-Te voy a comentar un aspecto muy importante, como sabrás es tradición en nuestra familia el contraer nupcias a los veinte años-Los ojos de la chica se abrieron sorprendidos y de pronto contemplaron a su padre con una completa confusión-mañana es tu cumpleaños y quería decirte que ya elegí un buen prospecto para ti-acabó el adulto acomodándose en el sillón y colocando una expresión mas rígida que el hierro. Se esperaba cualquier reacción en su hija pero estaba decidido, quisiera o no, ella se iba a casar, era por el bien de todos, por su bien y por el bien de la compañía.
-¿Con quién?-musitó débilmente la muchacha con una de inocencia que casi nunca se veía reflejado en su rostro cubierto de maquillaje. Por un momento había olvidado toda aquella molestia, y la curiosidad había tomado su lugar.
Ron sonrió imperceptiblemente al notar que su hija no parecía estar en desacuerdo con su decisión, desde ahora todo sería más fácil.
-Se llama Nicholas Hamilton, es hijo de uno de mis socios más importantes-informó este sin perder de vista los ojos de su primogénita, cada vez que hablaba le gustaba que lo vieran a los ojos, y con ella no haría la excepción.
Rose estuvo unos instantes intentando asociar ese nombre pero ninguna imagen le llegó a la mente, no había conocido a ese chico en ninguna de las reuniones sociales a la que estaba acostumbrada a asistir. Ni siquiera se lo habían presentado sus múltiples amigas, las cuales siempre solían dejarle elegir primero en materia de chicos. Todo era demasiado extraño.
-No lo conozco ¿vive en Inglaterra?-corroboró ella intentando resolver esa interrogante.
-No, estuvo estudiando economía en una universidad Alemana pero decidió volver al país al graduarse con honores y me pareció que sería un excelente partido para ti-aclaró el hombre poniéndose de pie y acercándose hasta su escritorio con calma. Allí retiró una hoja de papel de su vieja impresora, la cual era un vejestorio, ya casi nadie empleaba el papel, todo era virtual en esa nueva era de la tecnología. Pero se podía decir que el señor Weasley con sus cuarenta y un años era chapado a la antigua y conservaba ciertas costumbres. Entonces caminó hasta su hija y se la tendió en silencio. Ella la tomó de golpe y sus ojos realizaron automáticamente un escrutinio a la fotografía que estaba plasmada en vivos colores sobre ese papel.
-¿Es él?-quiso confirmar Rose algo shockeada por la imagen, ese chico parecía un modelo sacado de revista y no un universitario recién graduado, algo no encajaba.
-Así es, lo conocerás esta noche en tu cena de compromiso-añadió su padre con seriedad regresando hasta su escritorio en donde tomó asiento en una mullida silla de cuero.
-¿No es demasiado pronto?, me parece que te estás apresurando demasiado padre, ni siquiera lo conozco…-
-Tendrán toda la vida para conocerse-la cortó tajante indicando que no quería mas replicas-se casaran en un mes-.
La cara de Rose era de desconcierto total, nunca se esperó que su vida fuera a cambiar tanto en tan poco tiempo, esa misma noche conocería al tal Nicholas con el que estaría casada por el resto de su vida. Siempre había esperado casarse con algún príncipe azul después de que este la rescatara heroicamente de algún accidente inesperado, como en los muchos cuentos que solía leer de niña. Pero la realidad era diferente a la de aquellos libros de fantasía, ella no podía enamorarse de su alma gemela o esperar despertar a la mañana siguiente con el beso de su verdadero amor, ella debía casarse con un desconocido, aunque no lo quisiera.
-Debes de creer que soy algún tipo de pedazo de carne para exponerme a un matrimonio arreglado como hace más de cien años-expresó la muchacha con resentimiento, la ira comenzaba a tomar el control en su cuerpo poco a poco. Su progenitor hizo una mueca ante su comentario venenoso pero no se inmutó en lo más mínimo. Es más, estaba preparado para afrontar esa situación a la perfección, al igual que lo hacía con sus múltiples negocios.
-¿Le encuentras algún defecto físico?, ¿acaso crees que yo elegí a cualquiera para que sea tu esposo?-Ron negó con la cabeza a la vez que se reía ácidamente-no creo que busques a alguien con quien conversar sobre las nuevas tendencias de moda, él va a ser tu compañero con el cual te lucirás en los eventos sociales, no tiene porque ser algo más si no quieres-estableció firmemente caminando por la habitación con lentitud.
Rose continuaba perpleja, entendía que su padre pretendía que su matrimonio fuera un negocio, un simple negocio. Al igual que lo era su matrimonio con su madre, un simple acuerdo de trato cordial donde solo se veían a la hora de la cena para charlar de trivialidades. Y no iba a negar que el chico además de ser apuesto debía ser inteligente, no cualquiera llegaba a graduarse con honores. Aquellas dos cualidades eran muy valoradas en su círculo social, y con aquel chico de su brazo seria, con seguridad, una de las muchachas más envidiadas de la alta sociedad Londinense.
-Entiendo, en ese caso… estoy de acuerdo –reconoció ella con tranquilidad, su interior ya estaba más sereno que hace unos minutos y se notaba, sus puños ya no se cerraban con fuerza y su rostro no lucía tan escarlata. Los dos pares de ojos azules idénticos se cruzaron por unos instantes, los del padre derrochaban satisfacción por las palabras dichas por su hija, las cuales le sonaban más dulces que la miel. No quería tener que quedarse mucho tiempo haciendo recapacitar a la pelirroja, porque el tiempo es dinero y el dinero no es algo que él estaría dispuesto a perder. Era esa filosofía la que le había permitido mantener la empresa heredada por su padre y mejorarla hasta hacerla una de las más grandes del mundo.
-Ten-el adulto sacó de su billetera una tarjeta de crédito dorada-para que compres un vestido para lucir esta noche, la primer impresión es importante-afirmó dejándola en manos de su hija. Esta sonreía al pensar en la cantidad de dinero que contendría esa tarjeta, de seguro su padre no había escatimado ni un centavo.
-Ya puedes irte, recuerda la cena es a las siete en punto-observó Ronald Weasley volviendo a su escritorio a continuar con su trabajo de siempre. Ella no dudó en salir de la habitación de inmediato dispuesta a emprender un viaje al centro comercial.
…
2-
Él salió del baño para toparse con la espaciosa sala del apartamento, acababa de disfrutar una estimulante ducha para poder comenzar el día y se sentía de maravilla. Los poderosos rayos de sol se colaban a través de los gigantescos ventanales del pent-house anunciando que ese sería otro esplendido día de verano. El lugar era extremadamente moderno, el cristal y el acero estaban combinados a la perfección en todo el mobiliario. Sin embargo era evidente que se requería una buena limpieza, no solo libros y ropa obstruían el suelo sino que también cientos de objetos variados, desde papeles hasta una pequeña motocicleta.
Con una sonrisa impregnada en su rostro de facciones angulosas él se sentó en el sofá en forma de L con despreocupación, ese día no había nada que pudiera importunarlo, sus planes estaban saliendo de maravilla. Se despeinó como acto reflejo su cabello rubio totalmente empapado y percibió que a su lado descansaba el diario matutino en el mismo lugar que lo había dejado hacia un rato. Lo abrió sin prisas y el enorme titular bailó ante sus ojos ensanchando esa sonrisa perfecta aun más.
Asaltan banco Londinense por segunda vez consecutiva
"Luego de aquel terrible suceso hace aproximadamente un año, el banco Money and Business (M&B) vuelve a ser asaltado. La justicia intentó capturar al autor sin éxito, "se nos escapó de las manos esta vez pero no volverá a suceder, estaremos preparados" afirma el jefe del departamento de policía, John Blatter. El asalto sucedió a altas horas de la madrugada el día de ayer, en donde las bóvedas de seguridad más importantes fueron completamente vaciadas. Se estima que consiguieron llevarse cerca de un millón de dólares y varias posesiones personales del banco. Pese a toda la seguridad con la que contaba el edificio el ladrón fue capaz de irse sin dejar rastro, lo cual desconcierta a más de un dirigente de la compañía. La policía ha comenzado una investigación y no va descansar hasta encontrar a los responsables."
El rubio se rió entre dientes por unos segundos pensando en las ironías de la vida, mientras él estaba sentado cómodamente en su departamento, la policía estaría buscándolo por la ciudad de la misma manera que pequeñas hormigas recorren la entrada de su hormiguero. Lo más gracioso era que jamás lo encontrarían aunque lo buscaran, no solo vivía en un barrio privado que se asemejaba mucho a un pueblo fantasma, sino que jamás podrían incriminarlo, no había descuidado ni el detalle más insignificante. Aquel era su trabajo y debía hacerlo bien.
Por supuesto que Scorpius Malfoy había sido el culpable de aquel robo y de tantos otros que ni el mismo recordaba con exactitud, ese era su estilo de vida, lo que lo había sacado de su miserable vida y le había permitido gozar de todas las comodidades. Todo había empezado hace años cuando su amigo, Sebastián Nott, le había hecho una interesante propuesta, la cual él sin quererlo, la había aceptado. Así fue como a la corta edad de trece años el rubio comenzó su carrera en la delincuencia, primero robaba a los peatones o a los turistas descuidados en las calles más ajetreadas de Londres. Luego junto a Nott se habían convertido en ladrones de tiendas, supermercados y hasta de bares. No era de extrañar que un día decidieran crear planes más elaborados y destinar su tiempo al robo de bancos. Eso había significado un notable ascenso en su calidad de vida, lo cual para alguien que nunca había tenido nada como ellos, significó un cambio muy importante. Ellos cambiaron, se distanciaron y ahora se veían de vez en cuando para planear algo juntos, pero eso era cada vez era menos frecuente.
Scorpius dejó el diario a su lado y se puso de pie. Se dirigió hacia la cocina para prepararse algo para desayunar, su estomago le rugía de hambre y no era capaz de tolerarlo por mucho tiempo. Enseguida hizo un profundo escrutinio a la heladera buscando algo que le apeteciera comer, finalmente sacó unos pedazos de pizza que le habían quedado como resto del día anterior. Comiendo una rebanada volvió a la sala y encendió la televisión para poder ver el partido de futbol que se había perdido la noche pasada. Sus ojos no se despagaron de la pantalla cerca de media hora, parecía hipnotizado ante aquella imagen.
Entonces el clásico sonido de la película misión imposible resonó desde la mesa del comedor, los ojos metálicos de Scorpius automáticamente se desviaron del partido y tardó menos de un segundo en tomar su teléfono celular y atender la llamada.
-Surgió un asunto urgente, hoy a las ocho, donde siempre-se escuchó una voz masculina al otro lado de la línea, sonaba fría e indiferente, sin una gota de emoción. Sin embargo, Scorpius la reconoció al instante y no pudo dejar de sorprenderse profundamente, recibir una llamada tan importante de su parte era prácticamente como ganar la lotería.
-Allí estaré-respondió con firmeza, antes de escuchar ese inconfundible sonido que indicaba que la llamada había finalizado. Una enorme curiosidad lo invadió silenciosa y rápidamente, no escuchaba aquella voz desde hacía años.
Aun pensativo apagó la televisión y salió a la terraza del departamento, miles de pensamientos lo agobiaban y necesitaba distenderse. Sin darse cuenta tomó de su chaqueta la caja de cigarrillos que tenia siempre allí y comenzó a fumar un cigarro. Eso siempre le aliviaba la ansiedad antes de sus robos y se había vuelto un mal hábito desde hace poco más de un año.
La vista desde allí era maravillosa, se podía divisar un parque repleto de arboles, de un verde vivo, llenos de cientos de flores violetas y amarillas. Con tan solo verlo el corazón de cualquiera se llenaba de paz y tranquilidad. Eso, más el brillante cielo azul hacían del paisaje un lugar excelente para cualquier postal. No obstante en la mente del rubio todo era tan difuso que no le prestaba atención a la imagen que sus ojos le mostraban. Él recordaba aquel momento de nuevo, ese momento que lo llenaba de una extrema melancolía y lo hacia sonreír al mismo tiempo. Ese recuerdo tan lejano que había causado que su vida fuera un desastre.
Así se quedó, apoyado contra la barandilla con un cigarrillo en la mano, durante varias horas. Después de todo no sabría que en menos de lo que él creía su vida daría un giro brusco y ya nada sería igual. Nada.
…
3-
La habitación estaba tenuemente iluminada por los reflectores del tocador, en donde la chica se arreglaba en el más completo de los silencios. La ventana estaba abierta de par en par mostrando que el crepúsculo ya hacia su aparición y que muy pronto la noche reinaría. El lugar era lujoso y delicado, desde la cama con cuatro columnas hasta el enorme ropero de madera. Ese no era otro que el dormitorio de la joven pelirroja. Ella se aplicaba cuidadosamente el labial rojo cereza sobre sus labios con precisión. En cuanto estuvo satisfecha con el resultado, se puso de pie y se acomodó su elegante vestido nuevo, el cual no tenía mangas y cientos de lentejuelas plateadas lo decoraban desde el escote hacia el borde de la tela, donde estas se separaban mostrando la brillante tela de satén blanco. Haciendo juego con el atuendo estaban sus tacones plateados de taco aguja y sus pendientes de diamantes.
Se miró por última vez en el espejo para asegurarse de que su peinado siguiera perfecto y salió de su habitación a las siete en punto. Nadie podía negar que Rose Weasley no fuese puntual, al contrario siempre era la primera en llegar en cualquier cita o fiesta, algo seguramente inculcado por sus insistentes padres.
Cuando llegó a las escaleras escuchó voces y enseguida supo que los invitados estarían en el vestíbulo, desde lo alto de la misma pudo comprobar que dos hombres, uno canoso y otro de cabellera negra, saludaban a sus padres con entusiasmo.
-Rose al fin llegas, ellos son Jacques Hamilton, y su hijo Nicholas Hamilton-presentó Ron Weasley con una expresión calculadora haciendo uso de sus fragantes modales. La pelirroja les sonrió débilmente y estrechó la mano de ambos con delicadeza. Rápidamente sus ojos se posaron en el más joven, este se parecía a una de las esculturas de los griegos que su padre coleccionaba, sus rasgos eran perfectos y sus ojos celestes brillaban intensamente. Ella nunca había visto a alguien tan apuesto en sus veinte años de vida y eso la desconcertó por unos segundos antes de percatarse que tenía que ser educada.
-Encantada de conocerlos-musitó ella sin poder despegar sus ojos de aquellos celestes. El muchacho que lucía un esmoquin a medida no dijo nada.
Hermione Weasley que hasta entonces había estado hablando con Jacques notó la reacción de su hija y decidió que lo mejor sería dejarlos solos un rato antes de la cena.
-¿Por qué no pasamos a la sala antes de la cena?-propuso ella, con su típica cordialidad que contagiaba a cualquiera. El Sr Hamilton que se dio cuenta de la intención de la Sra. Weasley también intervino con soltura.
-Rose podrías darle un pequeño paseo a mi hijo para mostrarle la casa, es realmente encantadora-el hombre canoso no tardó en seguir a los anfitriones a la sala y los dos jóvenes quedaron solos en aquel elegante vestíbulo.
-Ven, te puedo mostrar la sala de cine…-comenzó ella, caminando delicadamente sobre aquella alfombra bordada hacia el lado opuesto al tomado por el resto de los invitados. Nicholas frunció el seño casi imperceptiblemente y abrió la boca para decir algo, pero en ese momento una nueva figura entró en la escena. Hugo Weasley bajaba las escaleras atolondradamente y se detuvo en el vestíbulo al ver a su hermana y a aquel desconocido.
-¿Quién es él?-preguntó el pelirrojo ignorando la presencia del invitado y dirigiéndose únicamente a su hermana. Esta le lanzó una mirada de profundo resentimiento por su falta de completa educación pero a su hermano no le importó y tan solo rodó los ojos, a sus dieciocho años era todo un hombre y no toleraba aquellas banalidades de la alta sociedad en la que se veía obligado a vivir.
-Hugo él es Nicholas Hamilton, Nicholas él es mi hermano Hugo-presentó rápidamente la muchacha dejando de lado la reacción del pelirrojo para no hacer incomodar al invitado. El recién llegado le estrechó la mano al pelinegro por un segundo antes de retirarla como si le quemara el contacto. Después este se fue pisando fuerte con sus mocasines italianos hacia la entrada de la sala. Rose sabía que su hermano detestaba todo tipo de reuniones sociales y que si le fuera posible estaría encerrado en su cuarto o en el gimnasio practicando tenis. Él era un aficionado a ese deporte y planteaba volverse profesional con los años, algo que sus padres no aprobaban de ninguna manera.
-Podemos ir…-volvió a interrumpir ese incomodo silencio que quedó con la salida del pelirrojo, pero esta vez Nicholas si pudo decir lo que quería.
-En la foto que me mostraron eras más bonita-indicó con un evidente disgusto plasmado en todas sus perfectas facciones. La chica no tardó en quedar boquiabierta y paralizada en ese pasillo, nunca jamás alguien la había degradado de esa forma. Eso había sido un golpe directo a su inflada autoestima y a su gigantesco ego. El muchacho pronto desapareció en dirección a la sala dejándola completamente sola, parada como una estaca y sin saber que hacer.
Aún atónita decidió seguirlo, en la sala, su padre, el Sr Hamilton y su hermano permanecían sentados sobre sillones individuales. Los primeros conversaban sobre negocios y el otro parecía abstraído en su propio universo a pesar de que sus ojos castaños apuntaban hacia su padre con un aburrimiento letal. Nicholas sin perder un momento se ubicó junto a su padre y adquirió esa expresión de total indiferencia que portaba cuando recién llegó a esa casa.
Rose completamente molesta se sentó alejada de los demás con los brazos cruzados y no se atrevió a volver a cruzar su mirada con la de Nicholas en un buen rato. Entonces se dedicó a contemplar la sala completamente adornada por distinguidos cuadros y sofisticados candelabros.
-Pasen al comedor, la cena ya está servida-anunció la castaña ingresando al lugar, era indudable que su perfecta dieta y sus innumerables horas de ejercicios habían mantenido su cuerpo igual que hace veinte años, parecía una muñeca de porcelana más que la madre de dos hijos. No era de extrañar que fuera modelo en grandes corporaciones de la moda europea.
Uno a uno los presentes fueron desfilando hacia el gigantesco comedor capaz de albergar cómodamente a unas treinta personas. La mesa decorada con dorado y blanco parecía más propia de una fiesta que de una reunión tan pequeña, pero a los Weasley no les importaba convertir hasta un inocente almuerzo en un gran banquete con entretenimiento incluido. Del techo colgaban enormes arañas con cientos de luces y pequeños cristales pendiendo de ellas.
Ronald Weasley se ubicó en la cabecera y fue seguido por su esposa la cual se sentó a su derecha con una inmensa sonrisa. Luego Jacques se sentó a la izquierda del pelirrojo, dejando que Rose y Nicholas se sentaran a continuación frente a frente, finalmente, al lado de su hermana, se sentó el menor de los Weasley.
Los jóvenes permanecieron en silencio, solamente escuchando la conversación de sus padres y mirando fijamente el mobiliario. De un momento a otro llegaron los empleados de servicio con las bandejas de la cena en sus brazos. Suculentas carnes, salsas y ensaladas llenaron los espacios vacios de la mesa y crearon un nuevo silencio entre los comensales. Cada uno solo se ocupaba de comer con lentitud masticando una y otra vez la comida.
-Cuéntale a Rose a que te dedicas Nicholas-pidió Jacques a su hijo sin cambiar esa expresión bonachona que podía agradarle a cualquiera. Nicholas levantó la mirada que estaba clavada en su plato y se posó en Rose, luego comentó, destilando una arrogancia que podía incluso cortar el aire como una navaja-Cuando no estoy practicando Polo en mi club privado me dedicó a ayudar a mi padre con los negocios, después de todo algún día seré el jefe de la compañía-.
Hugo hizo un ruido sarcástico que solo su hermana logró escuchar, estaba más claro que el agua que su futuro cuñado no le agradaba en lo más mínimo.
-Tu padre nos contó lo bien que te fue en Alemania ¿a qué universidad fuiste querido?-lo interrogó Hermione después de sorber vino de su copa de cristal.
-Fui a Heindberg, la universidad más reconocida de ese país Sra. Weasley-continuó presumiendo el joven con una sonrisa altanera que hizo que los vellos de la nuca de Rose se erizaran.
-Hugo va a entrar a la universidad este año, irá a Cambridge, porque Rose no quiso ir a la universidad-manifestó el Sr Weasley derrochando amargura con sus últimas palabras y clavándole una penetrante mirada a su hija. El semblante de los dos hijos del matrimonio Weasley se ensombreció, odiaban cuando su padre sacaba ese tema a flote, Hugo por un lado se veía obligado a ir por sus padres a pesar de no tener el menor deseo en asistir y Rose por otro lado se habia negado desde un primer momento y al ser la niña caprichosa de la familia había conseguido lo que quería.
-No todos somos tan inteligentes como para entrar a la universidad-se lamentó Nicholas con una voz pedante que hizo que el interior de la pelirroja ardiera de rabia, él no era nadie para decir semejantes cosas y Rose no lo iba permitir por mucho tiempo más, iba a dejar de morderse la lengua y a actuar.
-No fui a la universidad porque no me gustaron las instalaciones, sin olvidar el hecho de tener que compartir habitación –se excusó la chica de ojos azules sin disimular su molestia mientras cortaba el pedazo de carne que tenía en su plato, con una fuerza nada propia de una dama.
-Pero Rose es una excelente artista, tienes que ver los cuadros que pinta-la alabó Hermione cambiando el tema drásticamente para poder ayudar a su hija, esta se lo agradeció con un vistazo. Pero no faltó que el invitado de ojos celestes diera su opinión.
-No comparto ese interés, prefiero las actividades al aire libre como cabalgar, por ejemplo. Considero a los caballos como mis animales favoritos –indicó este cortando de raíz las aficiones de la primogénita Weasley y hablando de las suyas propias otra vez-¿A quién no le gustan esos hermosos animales?-estableció sarcásticamente con una pequeña risa que hizo que Rose se estremeciera de la misma manera que si hubiera recibido una ducha de agua helada. Su rostro se volvió pálido y un nudo se le formó en la garganta.
-Rose les tiene fobia-aclaró Hugo con una media sonrisa forzada antes de ver a su futuro cuñado con sorna, estaba dispuesto a hacer lo posible y lo imposible para que su hermana no llegara al altar con ese joven, algo en él le daba mala espina y sus intuiciones casi siempre resultaban correctas .Hermione no tardó en mirar a su hijo horrorizada por las palabras tan comprometedoras que había dicho, las cuales eran confirmadas por la cara de espanto de su hija, que parecía haber visto a un fantasma. Mientras tanto los dos adultos permanecían serios e indiferentes como si nada hubiera pasado y proseguían con su cena en silencio.
-Pero de seguro te gusta la música-se apresuró Hermione a desviar el tema de conversación nuevamente con un tono de total cordialidad que no reflejaba en absoluto el ambiente tenso que se había formado en la mesa. Todas las miradas apuntaron al joven Hamilton que se tomó su tiempo antes de responder, sus manos tenían los dedos entrelazados y sus ojos celestes veían de reojo a la pelirroja, la cual con cada segundo se sentía más incomoda de estar allí.
-Por supuesto Sra. Weasley-respondió Nicholas amablemente permitiendo que el mayordomo retirase su plato vacio de la mesa. Lentamente la mesa quedo desprovista de comida y Hermione comentó como si nada-En ese caso deberías escuchar a Rose tocar el piano, es realmente maravillosa-.
Jacques se sorprendió ante esto puesto que la mayoría de las señoritas de la alta sociedad apenas sabían conducir, aquellas habilidades como la música o el arte estaban quedando olvidadas ante la enorme cantidad de tecnología de la época. Nicholas por otro lado ni se inmutó, su rostro seguía igual de serio, igual de indiferente, con la misma arrogancia destilando de sus ojos.
-¿Por qué no nos deleitas con tu música antes de los postres hija?-cuestionó Ronald a la chica que parecía perdida en esa conversación tan falsa y sin sentido.
-No lo sé, estoy un poco cansada-se rehusó la muchacha, no quería seguir bajo la atenta mirada del invitado que la veía como si fuera barro de sus zapatos, el cansancio la empezaba a agobiar y realmente deseaba por primera vez en la vida encerrarse en su cuarto a liberar toda esa rabia acumulada.
-Insisto –continuó su padre con severidad, la pelirroja supo que se encontraba en un callejón sin salida y que tenía que acceder aunque no quisiera. Así que sin prisas se puso de pie y se acercó a su viejo piano de marfil que reposaba en un rincón, en desuso desde hace meses. Adoraba tocar el piano pero cada vez que lo hacia una sensación de tristeza la invadía sin saber el porqué, algo en lo más profundo de su ser la hacía querer llorar. Por eso la pelirroja había decidido dejar de tocarlo y olvidarse del asunto, pero ni bien lo vio nuevamente se sintió ella misma, como si hubiese recuperado una extremidad perdida.
Cuidadosamente se sentó en la banqueta y abrió la tapa del piano antes de empezar a buscar entre sus hojas de partituras algo para poder tocar en ese momento. Al final se decidió por un clásico de Mozart y respiró hondo antes de empezar a tocar esa complicada pieza de música. De pronto las notas musicales comenzaron a resonar en el comedor, cargadas con todas las emociones que sentía la muchacha en esos momentos y las ganas de mostrarle a ese joven que ella era alguien, que ella podía ser buena en algo. Su madre sonreía ante aquella música reconfortante pero su hermano únicamente jugaba con su tenedor, no era un secreto que el menor de los Weasley odiaba la música clásica y que prefería músicas mas movidas como el Rock o la música electrónica.
Cerró los ojos y fue olvidando todo lo que la rodeaba, dejando que sus dedos se deslizaran por las teclas por sí mismos, la música la envolvió y pronto se sintió reconfortada, aquella sensación de incomodidad desapareció de la nada. Pasados unos minutos acabó con nostalgia esa hermosa pieza y se dio vuelta para recibir los aplausos de los presentes, el Sr Hamilton sonreía y aplaudía con energía.
-Bravo, excelente querida-la felicitó el hombre canoso inspirándole un poco más de confianza a la muchacha, esta se sentía alivianada como si la música se hubiera llevado aquella molestia y aquel pesar-Que te pareció Nicholas ¿no es tu futura esposa muy talentosa?-preguntó retóricamente este mirando a su hijo detenidamente. Nicholas, que había sin expresar una emoción durante toda la sinfonía sonrió amargamente y comentó con toda la educación que pudo reunir-La actuación me pareció meramente aceptable se nota que le falta mucha practica-.
Entonces toda esa dicha almacenada en la chica de ojos azules se evaporó como un pequeño charco al sol en un día de verano, le parecía totalmente injusto que desvalorara su capacidad, ella sabía que tocaba muy bien había ido a muchos profesores en su niñez e incluso había participado en conciertos, en prestigios teatros londinenses. Su comentario, más la mirada arrogante que le dedicó durante largos segundos, hizo que la pelirroja llegara a niveles críticos de molestia y cuando no pudo tolerarlo más, caminó hacia la puerta y sin mirar atrás, se fue de allí. Todos los presentes quedaron boquiabiertos por la actitud de Rose, hasta Hugo había dejado de estar en la luna para asombrarse enormemente por el coraje de su hermana mayor. Ron parecía terriblemente furioso, pero trato de disimularlo para que ni su socio ni el hijo de este lo notara, Hermione con los ojos terriblemente abiertos decidió intervenir.
-Disculpen por la falta de educación de mi hija, voy a ver que le sucedió-informó la castaña antes de perderse tras la puerta y dejar el ambiente totalmente en silencio.
…
4-
Scorpius entró en el ascensor completamente solo y se apresuró a tocar el botón que marcaba el numero veintiséis, luego se examinó rápidamente en el espejo que tenía detrás. Su esmoquin lucia impecable al igual que la corbata gris perla que llevaba haciendo juego con sus ojos. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás y aquella incipiente barba que tenía esa misma mañana había desaparecido.
Esperó pacientemente a medida que sentía como el ascensor subía sin detenerse hasta el último piso del rascacielos, allí se detuvo de golpe y sus puertas se abrieron con un suave clic.
Enseguida dio con un largo y estrecho corredor en penumbras, sin detenerse por un segundo Scorpius continuo avanzando hasta llegar al final del mismo y ver una disimulada puerta .La abrió sin llamar y entró a una habitación pequeña y semicircular que solo contaba con una pequeña mesada en el centro, tras ella una señora hablaba por su teléfono celular. Al verlo llegar no tardó en cortar la llamada y mirarlo fijamente antes de preguntarle.
-¿Qué necesita Sr…?-.
-Calloway, Sr Calloway, tengo una reserva a nombre de un amigo mío, el Sr Smith-manifestó este con seriedad viendo como la mujer revisaba una lista minuisiciosamente antes de asentir con la cabeza y ponerse de pie.
-Sígame-ordenó, caminando adelante hasta dar con otra puerta escondida en la pared izquierda que daba a un amplio salón, repleto de pequeñas mesas circulares con sillas rojas y negras que le daban al restaurante un estilo completamente innovador. De todas formas lo más impactante del lugar eran sus enormes ventanas que mostraban la hermosa ciudad de Londres, todas las luces refulgían como en una pintura y más de una persona hubiera quedado boquiabierta ante la vista. Pero para el rubio ese restaurante no era nada nuevo, lo conocía a la perfección, ese era su típico lugar de reunión, allí era donde ellos acostumbraban verse. El lugar estaba repleto por muchas parejas que charlaban por lo bajo, pero nadie oía a los ocupantes de las mesas a su alrededor pues una suave música invadía el lugar haciendo que ni siquiera los curiosos pudiesen espiar a sus vecinos.
Él siguió a la recepcionista por costumbre, porque ya sabía en qué mesa estaría su acompañante, siempre se sentaban en la misma mesa y esa no iba a ser la excepción. Finalmente dio con una mesa en medio del gentío en donde otro hombre de cabellos tan negros como la noche y unos ojos verdes oliva, ocultos por la tenue luz proveniente de la vela del centro de la mesa, lo esperaba. Vestía tan elegante como él pero había algo que hizo que Scorpius se sorprendiese, por eso cuando se sentó, lo primero que hizo fue examinarlo detalladamente. Claro que la diferencia le saltó a la vista de inmediato, pequeñas arrugas le surcaban el rostro y parecía completamente demacrado como el de alguien que trabaja mucho y apenas duerme. Sin mencionar esas monumentales ojeras que resaltaban sus ojos, el rubio nunca lo había visto en un estado tan lamentable.
-Buenas noches-indicó este, a fin de comenzar la conversación que tanto lo había intrigado esa tarde.
-Tengo una nueva propuesta para ti-expresó la figura, sentada al otro lado del de ojos metálicos, con total indiferencia ante el saludo.
-¿Qué banco robaremos esta vez?-adivinó Scorpius con una sonrisa de completa satisfacción viendo como su acompañante se reía maliciosamente antes de darle un sorbo a su copa llena de vino.
-Nada de eso, tengo una misión mucho más importante y peligrosa-anunció este con un brillo macabro en sus ojos verdes. Scorpius entonces supo que en todos esos meses, para quien fuera que estuviera trabajando, lo había hecho cambiar radicalmente. Ya no era como aquel muchacho que solía ser su amigo y aquel que lo aconsejaba en sus momentos de más profunda depresión, no, ahora la persona que tenía frente a sus ojos era otra. A pesar de su diferencia de cinco años siempre habían estado el uno para el otro durante parte de su infancia y toda la adolescencia. En ese momento si no fuera por su aspecto físico, hubiera jurado que aquel no se acercaba ni remotamente a Sebastián Nott.
-¿De qué se trata?-preguntó con curiosidad, pero sin dejar esa faceta de precaución que siempre mantenía bajo cualquier circunstancia, la vida misma le había enseñado que era mejor prevenir que lamentar.
-Vamos a robar algo tan valioso que tendremos más dinero que la propia reina de Inglaterra-indicó Nott con una evidente codicia que le salía a través de cada poro.
-Te escucho-lo cortó el rubio deseando que esa enorme bola de curiosidad se deshiciera de su estomago, odiaba tener que esperar, era demasiado nervioso y la espera lo carcomía lentamente.
-El 10 de Febrero de 1840 el príncipe Alberto le regaló a la Reina Victoria una diadema como regalo de bodas-el rubio ante esta información frunció el seño y lo miró sin entender a que se refería-pero no era cualquier diadema, sino que contenía el único diamante rosa que se halla extraído hasta la fecha. La Reina se la regaló a su hija mayor, la princesa Victoria, cuando se casó con Federico III, Emperador de Alemania y Rey de Prusia. La hemos rastreado generación por generación pero en algún punto desaparece. Sin embargo hace aproximadamente 45 años, fue robada, durante muchos años estuvimos buscando al ladrón pero no fue hasta la semana pasada que lo encontramos-Scorpius lo miró expectante deseando que siguiera el relato hasta el final-Lo interrogamos y averiguamos que Edward Prewett fue el que planeó y lideró el robo. Así que lo lógico es que él haya sido el dueño de la diadema hasta el día de su muerte, entonces su única hija, Molly Weasley, la habría heredado-.
-Ese apellido me suena…-murmuró Scorpius recordando vagamente donde lo pudo haber escuchado.
-Claro, son los dueños de la famosa cadena de hoteles Weasley´s Luxury-precisó Sebastián ensanchando su falsa sonrisa y mostrando sus dientes blancos y perfectos.
-¿Qué desean cenar caballeros?-les preguntó la mesera al llegar junto a ellos, provocando un silencio por parte de ambos. Scorpius no había notado que justo frente a sus ojos descansaba el menú abierto, y en ese momento le dio una rápida revisada.
-Quiero un bistec especial con salsa y una porción de ensalada-dijo el de ojos verdes con formalidad para luego ver detenidamente a Malfoy.
-Lo mismo-sentenció el de ojos metálicos, quería que ella se fuera para poder seguir oyendo esa historia tan fascinante. Esperaron unos minutos después de que la mesera regresara a la cocina antes que Nott prosiguiera su relato.
-En fin, Molly Weasley murió hace 14 años indicando en su testamento que todos sus bienes fueran entregados a su hijo Ronald Weasley. Por lo tanto él es el actual poseedor de la diadema-acabó tranquilamente y esperó que su acompañante hablara.
-Pero seguramente la habrá escondido en algún banco por el mundo-manifestó completamente frustrado Scorpius, la gente rica como esos grandes empresarios siempre tenía cientos de cuentas bancarias por todas las puntas del globo.
-Mis superiores han buscado por años todas las cuentas bancarias asociadas con él, pero ninguna guarda algo más que no sea dinero-le informó con suspicacia, Malfoy se sorprendió ya que era la segunda vez que nombraba a sus jefes en su presencia. Aun recordaba cuando hace dos años este le había dicho que había encontrado alguien para quien trabajar y que debían separarse, cuando Scorpius escuchó sus nombre casi se infarta, pero ese recuerdo era muy lejano y permanecía borroso en su memoria. Nunca le había dicho a Nott que iba a cometer el peor error de su vida y eso, como todo en la vida, tuvo sus consecuencias.
-Entonces… ¿dónde está?-se impacientó Scorpius, sin apartar la vista de Sebastián.
-Sabemos que la esconde en su mansión, en su estudio personal para ser más precisos-le confió el de cabellos azabaches con un aura de misterio casi palpable.
-No veo que es lo difícil, parece un juego de niños-menospreció Malfoy colocando su expresión más altanera, sabía perfectamente como entrar a un banco sin dejar una huella, podía ingresar a una mansión sin que nadie se enterara.
-Pero hay un gran problema, está muy bien custodiada, además de cámaras de vigilancia y rayos laser, la caja fuerte cuenta con un sistema único, bastante…particular-advirtió con una voz pausada que le dio a entender al rubio que no debía subestimar para nada esa mansión, allí había gato encerrado.
-¿Particular?-repitió desconcertado, sin entender muy bien a qué se refería su compañero.
-Sí, la caja fuerte sólo permite digitar una sola vez la contraseña, pero si esta llegara a ser incorrecta, se bloquea por veinticuatro horas activando a su vez una alarma y sellando todas las puertas del estudio-le explicó tranquilamente.
-Pero ustedes conocen la contraseña ¿verdad?-se aseguró el rubio, algo más preocupado pero sin demostrarlo en lo absoluto, no quería que Nott creyera que era un cobarde o algo por el estilo. La cara de Nott se contorsionó en señal de disgusto por la pregunta pero no pudo responderle porque la camarera regresó con su comida.
Ambos comenzaron a comer lentamente hasta que pasados unos minutos el rubio le insistió nuevamente-¿La conocen?-.
-Estamos solucionando ese detalle-fue lo único que contesto después de tragar un enorme pedazo de carne.
Scorpius pareció tensarse de golpe, ya sabía que allí había gato encerrado, pero no iba a caer en su tonto juego, no era tan estúpido.
-Entonces no cuenten conmigo-declaró el rubio enseguida haciendo un gesto con sus manos bastante característico, Nott que era extremadamente perceptivo notó enseguida que es lo que sucedía y se aclaró.
-Tan solo cuatro personas han logrado ingresar al estudio privado, incluyendo al propio Ronald Weasley por supuesto, su esposa, su mayordomo personal y su más antiguo socio-.
Scorpius sonrió levemente, comenzaba a comprenderlo todo-Déjame adivinar, uno de ellos es tu infiltrado-afirmó, mientras continuaba devorando su bistec, el cual le sabía mucho mejor después de que Nott asintiera con la cabeza en señal de confirmación a su teoría.
-Así es y nos proporcionó varias opciones-comentó enigmáticamente Sebastián.
-Y de esas opciones ¿cuál es la correcta?-siguió indagando el de cabellos dorados, no quería perderse ningún detalle y si tenía que interrogar a Nott por horas hasta conocer toda la verdad sobre el plan, lo haría.
-Esa es la cuestión Malfoy, hay que arriesgarse-lo desafió con los ojos brillando en señal de que ese trabajo no era para cobardes.
-¿Y tu también vas a participar?-le pregunto muerto de la curiosidad porque si algo le constaba era que su antiguo colega era un excelente estratega pero todo un cobarde, solo daba la cara si era muy necesario, de otra forma prefería quedarse tras las bambalinas. Siempre había sido él el que daba la cara y se exponía, él que seguía sus planes de robo al pie de letra y el que casi terminaba en la cárcel en más de una ocasión.
Nott rió con sarcasmo-yo tengo otras funciones que despeñar-se excusó de inmediato dándole a entender a Scorpius que antes muerto haría ese trabajo tan desagradable.
-¿Cuánto tiempo tengo para prepararme?-quiso saber el rubio, siempre necesitaba de un tiempo para reunir todo lo necesario, trazar planes y conseguir alguien que quisiera ayudarlo, después de todo era demasiado perfeccionista como para arriesgarse con robos de esa magnitud.
-Veinticuatro horas-aseguró el de ojos verdes aun con esa sonrisa maligna.
-¡Estás loco!, es un suicido, necesitamos al menos un mes para prepararnos, hay muchos detalles que tomar en cuenta-lo contradijo el rubio horrorizado por la fecha límite, eso era tentar al destino y él de ninguna forma deseaba arriesgarse.
-Me has oído, ni un minuto más ni un minuto menos, pues si eres cobarde se la asignaremos a otro-expuso con un tono serio que indicaba que no era ninguna broma de mal gusto. La palabra cobarde fue como una patada en el estomago para el de ojos metálicos, el cual hizo una mueca de molestia y lo recapacitó por unos instantes. Él quería ver aquel diamante con sus propios ojos y poder volverse inmensamente rico, de esa manera podría dejar de robar para poder subsistir y viviría sin tener que mirar sus espaldas todo el tiempo. Ganaría mucho si lo conseguía pero a la vez perdería mucho si fracasaba. Estaba en una encrucijada y debía elegir un camino, o seguía la senda segura y rechazaba el trabajo o se arriesgaba y se exponía a la suerte. Esa fue la decisión que marcó el resto de su vida, porque Scorpius no sabía que tras sus próximas palabras se había sentenciado a un destino totalmente inesperado.
-No, lo hare-dijo cerrando los ojos para no ver la sonrisa de satisfacción de Nott, que se había ensanchado como nunca antes.
-Mucho mejor, en este dispositivo-le indicó un pendrive sacado del bolsillo de su abrigo, al que colocó en la mesa-está toda la información que necesitas, mañana temprano te enviaremos la vestimenta apropiada y tu nueva identificación-comentó Nott, completamente eufórico, dejando los cubiertos a un lado pues ya había terminado la comida.
-¿Vestimenta apropiada? Ni que fuera a un baile…-se burló Scorpius con despecho mientras bebía de su copa de vino para evitar reírsele en la cara a Sebastián.
-Es precisamente a dónde vas a ir, mañana por la noche se celebra la fiesta de cumpleaños de su hija. La mansión estará plagada de invitados y nadie sospechará nada-le contestó tan serio que la sonrisa del de ojos metálicos se borró automáticamente de su rostro. Entonces el muchacho de cabellos negros le hizo una seña a la camarera que pasaba por ahí y le pidió que le trajera la cuenta, luego miró su reloj y sacó unos cuantos billetes del bolsillo de su pantalón, que depositó en el centro de la mesa.
Scorpius algo atontado por la última noticia recibida apenas percibió todo lo que hizo Sebastián y para cuando quiso darse cuenta su antiguo socio ya estaba de pie, pero antes de irse le advirtió con los ojos chispeantes.
-Una última cosa…no puedes fallar-.
Acto seguido se fue del lugar tan rápido como una sombra. Scorpius ahora solo, le pagó el resto de dinero que faltaba a la camarera y se fue de allí, tendría una noche extremadamente larga por delante.
…
5-
Rose subió las escaleras sin mirar atrás y se escondió en su habitación sintiéndose como un globo desinflado, la rabia la había hecho hacer algo que de otra manera nunca habría hecho, pero ya era tarde para arrepentirse, a lo hecho, pecho.
Cerró la puerta de su cuarto de un portazo, a pesar de sus inminentes veinte años su actitud demostraba que no los aparentaba en lo absoluto, aún seguía atrapada en la adolescencia.
Se sentó en el tocador y vio su reflejo por unos minutos, su maquillaje seguía igual que cuando se lo puso, su peinado también, pero aquella sonrisa de suficiencia se había borrado. Aquella mirada prepotente y altanera todavía seguía grabada en su mente a fuego, ahora estaba segura que jamás se casaría con alguien así, alguien que la despreciaba de esa manera.
De pronto se escucharon fuertes golpes en la puerta que sacaron a la pelirroja de sus pensamientos.
-Rose ábreme, ¿acaso te has vuelto loca?, como vas a irte de esa manera delante de tu futuro esposo-la regañaba su madre del otro lado de la puerta con una insistencia que pocas veces había oído salir de sus labios. Rose no se movió ni un centímetro, necesitaba pensar que haría de ahora en adelante, porque su padre no se pondría muy contento cuando se negara a casarse con Nicholas Hamilton.
Su madre tras un par de gritos más se fue de allí y dejó tras si un enorme silencio que poco a poco la fue tragando. Pronto se cambió y se acostó sobre su cama, no tardó en quedarse dormida. Esa sin lugar a dudas iba a ser la última noche que dormiría tranquila, de ahí en más su vida sería un torbellino que la arrastraría cada vez más hacia su destino.
Continuará…
