El inicio y el fin II - Prólogo

Centro del Londres Mágico

Frente al Cuartel General de Aurores

Los ojos color sangre se entrecerraron, formando dos rendijas por donde el odio y la furia se escurrían.

Cuatro pisos más abajo, parados en los escalones de entrada del edificio en donde se encontraba el Cuartel General de Aurores, Mathew Whitherspoon se hallaba junto a Evelyn Brigth, hablando con el Secretario de Seguridad del Ministerio.

Así que era cierto.

Estaban allí.

Restablecidos.

Caminando, hablando, viviendo.

Sabía que la posibilidad de que Lucius Malfoy le hubiera mentido en ese tema era más que remota. Pero aún así, necesitaba verlo.

Sus largos dedos se relajaron y acarició con suavidad la cabeza de su fiel serpiente, que se contoneó ante el gesto.

Por un instante se permitió hacer algo que nunca hacía. Aceptó que cometió un error.

Tener un hijo de una bruja de sangre pura era algo prioritario en el esquema general. Que la bruja fuera alguien inteligente y poderoso era necesario, ya que no quería que genes defectuosos de la madre se pasaran a su hijo.

Porque su hijo iba a ser la prolongación de si mismo.

Así que definió la estrategia a seguir. Evaluó las opciones. Delineó los pasos. Detalló su plan y lo revisó hasta que fue perfecto.

Debió saber que las cosas no saldrían bien cuando se encontró con que el número de brujas que cumplían con todos los requisitos era tan limitado, que se reducía prácticamente a una sola. Y que la mejor manera de llegar a ella era a través de Hugh Leighton.

Eden Bright y Hugh Leighton eran la única opción correcta en ese momento.

Todo encajaba y parecía perfecto.

Nunca pensó que esta decisión se tornaría en su mayor error.

Un solo error.

Un único error.

Y las consecuencias habían sido desastrosas.

Vio a Mathew cruzarse de brazos y fruncir el ceño, escuchando lo que el nuevo Secretario de Seguridad del Ministerio decía. A su lado, Evelyn mantenía su expresión casi inmutable.

Si no lo enfureciera tanto, se reiría.

En lugar de conseguir sus objetivos, una única equivocación le había llevado a perder quince años deambulando sin un cuerpo, tratando de encontrar un modo de materializarse.

A que su regreso significara que ellos despertaran.

Era casi inaceptable.

Y aún así, tenía sentido.

Evelyn Brigth y Mathew Whitherspoon.

Estuvieron allí casi desde el inicio.

Habían representado su mayor inconveniente y desafío.

Vencerlos significó en su momento un enorme paso para alcanzar la victoria.

Vencerlos era quitar al enemigo su mejor arma, destruir la posibilidad de que la profecía se cumpliera.

Pero por sobre todas las cosas, significaba borrar de la faz de la Tierra lo único que salió realmente mal en su plan maestro.

Evelyn Bright.

Era hora de que el círculo se cerrara y todo lo que no había resultado bien antes, se corrigiera de una sola vez.

Una sonrisa deformó aún más sus facciones en una mueca grotesca.

Tal vez antes era muy fuertes juntos, pero en este momento, él tenía la ventaja.

Estaba seguro que sobrevivieron al conjuro porque su hijo vivía. Y su hijo sobrevivió porque ellos vivían, además de porque esa imbécil muggle se sacrificó por él.

Pero ahora la protección de Lily Potter ya no estaba presente.

Harry era vulnerable.

Y ese era su punto débil. La hendidura por donde enterraría la espada y acabaría de una vez por todas con el único obstáculo real que le impedía alcanzar su objetivo.

Los vio despedirse del funcionario, bajar los escalones y dirigirse hacia uno de los puestos de aparición que había en la esquina, probablemente para regresar a Hogwarts.

Apretó los labios y paseó la vista por las calles, que comenzaban a mostrar los signos del movimiento habitual en un día laboral.

Ese era el mundo que tenía que regir.

Era su herencia.

Su misión.

Su derecho.

Ningún error de cálculo se iba a interponer entre él y su destino.