Disclaimer: Los personajes, los entornos, ni la imagen que uso como portada me pertenecen. Créditos a sus respectivos autores.
Si volviera a nacer...
Repetiría cada acierto y error por doloroso que fuera, si de esa forma pudiera conocerte nuevamente...
Capítulo 1:
–¡Despierta idiota!– gritó desesperada, abrazando con todas sus fuerzas aquel flácido cuerpo...
Fuerzas que en su estado, con aquella herida en su flanco derecho, eran casi inexistentes.
–Por favor... Shuuya... Abre tus ojos... Te lo ruego...– la imagen del rubio, cuya sangre se mezclaba con la propia, se difuminaba rápidamente debido a las lágrimas.
No era la única que gritaba, Mary también lo hacía, en una posición muy parecida a la suya, con Seto en sus brazos.
¿El resto...? Muertos por supuesto, todos a excepción de aquel chico de cabello negro, que supo ser un buen amigo hacía tan solo unos minutos atrás. ¿Qué había pasado con Konoha? Aquella pregunta era determinante, la respuesta a aquel infierno que no lograba comprender, sin embargo en esos momentos lo único en lo que podía pensar era en despertar a su hermano, su compañero... Su felicidad.
No despertaría, ella lo sabía, pero aún así seguiría intentándolo... Sin embargo un inhumano chillido, especialmente fuerte y agudo, logró distraerla por un instante.
Dejando finalmente el cuerpo de Kano en el suelo, se puso de pie, mientras observaba atónita la transformación de Mary, la forma en la que su cuerpo se convertía en el de una gorgona completa, la forma en la que el mundo a su alrededor parecía distorsionarse en oleadas que no lograba comprender. Mientras resonaba la sádica y penetrante risa del macabro asesino que se llevó la vida de todo lo que amaba, caminó hacia su amiga.
–Mary, ¿qué...?– intentó preguntar poniendo una mano en su hombro.
Su entorno se oscureció por completo, nunca olvidaría aquella sensación, como quien cae en un abismo sin fondo, como si el mundo tal como lo conocía, desapareciera sin dejar rastro alguno...
Sueños, risas, llantos... Cada vivencia, desapareció en ese momento, como si nunca hubiera existido...
Pero ella no olvidaría... Esta vez no.
Despertó sobresaltada, sus ojos llenos de lágrimas y su corazón latiendo a mil. Llevó ambas manos a su pecho en un intento por calmarse, mientras se decía a sí misma que sólo había sido un sueño... Una pesadilla, nada más que eso...
En cuanto logró que su respiración se acompasara, observó la oscura habitación con franca confusión. Poco a poco, mientras sus ojos se adaptaban a la oscuridad, las sombras frente a ella comenzaron a tomar forma. La preciosa repisa rosa, el enorme espejo sobre ella adornado con piedras brillantes, el señor oso que descansaba en una de las esquinas, su mesa de luz, las cortinas que se movían con lentitud debido a la suave brisa que se colaba por el ventanal...
Era solamente su habitación, igual que siempre... Demasiado igual de hecho...
La ubicación de sus juguetes, la forma en que el reflejo de la luna que se colaba entre las cortinas caía sobre el piso y algunos muebles, el movimiento de aquellas telas semitransparentes, sentía como si pudiera predecirlo... Como ya hubiera vivido aquel momento...
Bajó de la cama y olvidando sus pantuflas de conejitos, caminó descalza hasta el ventanal, la luna creciente se veía hermosa y enorme.
–¿Déjà... vu...?– se preguntó a sí misma, no hacía mucho tiempo que su tutor le había enseñado aquella palabra.
Exhaló antes de regresar a su cama, según le dijeron, aquella sensación era algo sumamente normal, a todos les sucedía, no lo había creído, sin embargo en esos momentos le sucedía a ella, así que debían tener algo de razón. Se cubrió con las esponjosas mantas, sin embargo no pudo dormir... Ese sueño, esa horrible pesadilla que recordaba tan confusamente, seguía dando vueltas en su cabeza.
Se sentía nerviosa, como si algo estuviera mal... Como si cerrar sus ojos y dejarse caer en un sueño profundo fuera un grave error...
No pasó ni un minuto antes de que se sentara en su cama, sintiendo como el nerviosismo la dominaba, era extraño, le asustaba... Nunca se había sentido de esa forma, nunca había sentido tanta desesperación, tanta ansiedad, ni ese aroma a quemado que realmente no estaba allí...
Por algún motivo sintió la necesidad de saber qué día era, corrió a encender el interruptor de la luz, sin importarle ser regañada por estar despierta tan tarde y tomó su diario íntimo, en el cual escribía regularmente desde que aprendió algunas palabras a los cuatro años.
–Catorce de agosto...– leyó la fecha que ella misma había puesto en él unas horas antes, el reloj despertador marcaba las dos con cuarenta y dos minutos, normalmente se sentiría bastante orgullosa de sí misma por poder leer una hora tan difícil, sin embargo en esos momentos aquello poco le importó –Hoy es quince de agosto– murmuró sintiendo aquella desesperación aún más fuerte.
Algo andaba mal, muy mal, esa sensación era tan real y palpable que no podía dejar de temblar...
Y entonces parte de aquella larga pesadilla se aclaró por completo en su mente... Fuego, dolor y su hermana derrumbándose a mitad de las llamas... Quince de agosto, aquella fecha era la culpable de todo.
–¡Maki!– chilló con su tierna vocesita, ahora plagada de terror, mientras abría su puerta y corría hacia la habitación de su hermana.
Abrió la puerta y saltó sobre la pomposa cama en la que descansaba la única persona en el mundo que aún la quería, la única capaz de morir por protegerla.
–¡Maki! ¡Maki despierta!– gritó moviéndola con todas sus fuerzas.
–Tsubi... ¿Qué quieres...?– murmuró la pelirroja, abriendo un ojo –Es de madrugada, vuelve a dormir...– ordenó dándole la espalda en un intento por volver a disfrutar de un merecido descanso.
–¡No!– chilló agudamente al borde de las lágrimas –¡Algo malo va a pasar! ¡Hermana no te duermas!
–Fue una pesadilla Tsubomi, si quieres puedes dormir conmigo, pero por favor, quédate quieta... Necesito descansar, mañana será un largo día para mí...– murmuró la chica volteándose para abrazarla, aún sin abrir sus ojos, en un vano intento por calmarla.
–¡Vamos a morir, Maki!– volvió a gritar rechazando el abrazo, pero tirando de ella en un intento por bajarla de la cama.
–¿Qué dices...?– preguntó aún adormilada con sus ojos entreabiertos.
Permaneció un par de minutos en silencio, intentando recuperar la conciencia por completo, mientras se percataba de lo extraño de la situación. Su hermanita, a pesar de tener seis años menos que ella, nunca se comportaba de una forma tan impertinente como lo hacía en esos momentos, y en todos los años que llevaban viviendo juntas, jamás la había despertado de esa forma.
Finalmente se sentó en la cama observando como Tsubomi tiraba de su brazo sin lograr moverla un centímetro. Se asustó al ver el rostro lleno de pánico de la pequeña, la forma en que sus lágrimas caían sin parar por sus mejillas, sus sollozos tan desesperados que temía que en cualquier momento se ahogara.
–Tranquila...– le susurró bajando de la cama –¿A dónde me quieres llevar?
–¡Afuera!– exclamó la niña sin dejar de tirar de su brazo.
Se colocó sus pantuflas y finalmente le dio gusto, dejándose guiar por los enormes pasillos, y escaleras abajo, hasta la salida.
–¿Y bien...?– preguntó abrazándose a sí misma mientras veía a todos lados nerviosa –¿Cuánto tiempo más quieres que nos quedemos aquí?– murmuró observando a la pequeña, con molestia mal disimulada.
Hacía frío para su fino pijama, y paradas en el patio frontal de la mansión, cualquier transeúnte podía verlas, y a esa hora de la madrugada, dudaba que la gente que permanecía en la calle fuera de fiar.
Tsubomi no respondió, y ella exhaló frustrada, no entendía qué clase de insecto había picado a su hermanita, pero se veía tan asustada, y temblaba tanto que no podía dejarla sola allí, y menos obligarla a entrar contra su voluntad. No había opción, debía esperar hasta que la niña se convenciera de que no había nada malo en la casa.
–¡AHHH!– gritó Tsubomi, sacándola de sus pensamientos, pero antes de poder atender a la niña que cayó de rodillas a su lado, la primer explosión la tomó por sorpresa.
–¿Qué...?– murmuró sin aliento, observando como cientos de trozos de vidrio caían a unos metros de ellas, y el tercer piso, el lugar donde se encontraban las habitaciones de los señores y las señoritas de la casa, resplandecía en un naranja intenso que le habría parecido hermoso de no haber sabido lo que significaba.
–¡PAPÁ! ¡MAMÁ!– exclamó aterrada intentando correr hacia la mansión en el momento en que una serie de explosiones en cadena lograban silenciar los gritos de las personas que huían de aquel infierno aterradas, y aquellos condenados que nunca lograrían salir.
–¡NO!– gritó Tsubomi aferrándose a ella, con su menudo cuerpo el cual de alguna forma había adquirido la fuerza necesaria para impedirle moverse de su posición.
Gritos, llanto y unas sirenas que llegaron demasiado tarde, fueron la banda sonora de aquella trágica noche.
–¿Un orfanato?– preguntó Tsubomi con una chispa de emoción en su mirada, la primera en una semana, desde la noche de la tragedia.
La estadía en un hotel de poca monta, del par de hijas del señor Kido, un empresario en quiebra, con más deudas que patrimonio, era información altamente clasificada entre el cuerpo de policía de ese distrito. Las niñas no tenían más familia que aquella que pereció en aquel incendio y las ruinas de la mansión pronto serían subastadas en pro de pagar parte de lo debido a los numerosos acreedores, por lo que serían tratadas como cualquier huérfano.
Los acontecimientos aún eran muy confusos en la mente de Tsubomi, recuerdos del incendio se mezclaban con aquella "pesadilla", lo cual sumado a la depresión de haber perdido a su padre y su madrastra, y el hecho nada despreciable de que su hermana hubiera dejado de hablar... No le habían dejado suficiente tiempo o ánimos para aclarar sus ideas. Sin embargo la palabra "orfanato" la llenaba de miedo a la vez que esperanza, como si algo bueno la estuviera esperando en ese lugar.
Cuando el policía se retiró, con la promesa de enviar a alguien que las llevara a ese orfanato, en cuanto el papeleo estuviera listo, su hermana se puso de pie con una dura expresión en su rostro.
–Maki...– murmuró la pequeña al sentir como la mayor tomaba su brazo con fuerza.
–Nos vamos...– fueron las primeras palabras que le escuchó en todo ese tiempo.
–¿A dónde...?– preguntó desconcertada, mientras era arrastrada hacia la salida.
–Eso no importa, antes muerta que terminar en un orfanato.
Una nueva historia fue escrita a partir de aquel momento... Un nuevo futuro...
¿Un nuevo destino?
Continuará...
Lo sé, lo sé, tengo que terminar lo que tengo pendiente... Tranquilos, "Pesadilla" continuará, pero necesitaba algo para retomar el ritmo con la escritura...
Por cierto, ¡regresé! Me sentía tan mal por no estar escribiendo. Malditos parciales, pero es el último año de la carrera y debo esforzarme al máximo, si fuera más lista y durmiera menos podría escribir y estudiar, pero no es el caso así que aprovecharé en estas dos semanas de vacaciones.
Estoy contenta porque después de mucho pensar, al fin encontré una temática para un fic que me atrae, y esto me parece que va para largo...
En fin, muchas gracias por leer.
Nos vemos la próxima.
Saludos.
