Rivaille Ackerman, o Levi para algunos, comenzó a estudiar en la universidad más prestigiosa de Alemania por una única razón; obligado. Sí, es que siempre había sido un buen estudiante, pero de esos que en realidad no estudiaban para ningún examen, ni siquiera para esos en que todo el mundo llegaba a estresarse por sacar una calificación alta y no reprobar o tener que ir a clases en vacaciones de verano.

La verdad es que le habría gustado estudiar en una universidad cualquiera, quizás en una dentro de su país, Francia, pero no era lo que todo el mundo le dijo que hiciera. Bueno, él no era una persona que realmente acatara órdenes de alguien más, pero al final de cuentas su mejor amiga también iría a esa universidad y, siendo eso un punto a favor, terminó por decidirse y entrar a ese lugar.

Gastos en departamento. Comida. Ropa. Todo era un fastidio. Además, tuvo que aprender el idioma, ya que no entendía ni un carajo de lo que los alemanes hablaban. Sí, el francés es también un lenguaje algo complejo y, quizás, extraño, pero el de los alemanes era mucho peor. O al menos a su parecer.

En fin, había entrado a la facultad de medicina, mientras que Hanji –la amiga de la que hablamos antes– había ingresado a la facultad de ciencias. Bastante similar, de hecho podían verse muchas horas e incluso tenían horarios similares, algunos de ellos coincidentes.

Hanji era una patada en el culo, pues estaba realmente loca. A decir verdad, bien podría haberla abandonado a su suerte, pero no. Aquella mujer de gafas era su mejor amiga de la infancia aunque quisiera partirle la cara muchas veces.

Pero bueno, desde que decidió llegar a Alemania a estudiar habían pasado cuatro años. Cuatro largos y eternos años.

Todos los años era lo mismo, pocos aprobaban, cambiaban de compañeros, llegaban nuevas estudiantes. No era la gran cosa.

- Oye, enano –dijo la chica mientras ponía su antebrazo en el hombro del joven de pelo azabache- ¿Y si pones una cara más amigable para tus nuevos compañeros?

- Cállate, cuatro ojos.

Ah, siempre tan conversador.

En realidad no esperaba tener amigos. Sabía que eran varios años de estudio, que debería hacer de vez en cuando trabajos grupales y todo eso, pero no era el momento para preocuparse por cosas tan triviales y banales. Nunca se preocupó, en esos cuatro años jamás le dio importancia a esos trabajos. Si bien algunas veces se negaba a trabajar con algunos de esos inútiles que tenía como compañeros, debía hacerlo igual. Sólo así podría pasar de curso y no tenía ni las ganas ni el dinero para repetir un año.

- En serio, quizás hasta podrías echarte una novia. Mírate, con esa pinta podrías enamorar a cualquier chiquilla del campus. He visto a varias observarte en el camino –guiñó el ojo izquierdo.

- No digas tonterías, pareces una de esas tías molestas que tratan de buscarte novia por donde sea.

La muchacha rió de forma estridente como sólo ella sabía hacerlo, cosa que irritó profundamente al azabache, quien, luego de unos minutos soportando esa risa, decidió hacerla callar, deteniéndose cuando llegaban a la entrada de la universidad.

- ¿Podrías cerrar la puta boca?

Fue allí, en cosa de segundos, cuando miraba a su amiga con odio y recibía una sonrisa amigable de parte de ella, que alguien chocó con él.

Sonó algo en el suelo.

- ¿Qué demonios?

Ah, un mocoso se había tropezado. Estaba de rodillas en el suelo, con la cabeza gacha inspeccionando algo. ¿Le miraba los pies? Debe ser nuevo, se notaba por la cantidad de cosas que traía en la mochila Jansport a su espalda. Se veía que era un chico delgado, pese a lo poco que podía ver desde esa posición tan tonta en la que había quedado.

- Disculpe, no quise pasarlo a llevar.

Esa voz.

No era un niño, era como la voz de un adolescente. Una voz entre grave y algo infantil, una voz temblorosa y algo tímida.

Tenía una voz irritante.

Demasiado linda para ser la voz de un chico.

- Mira por dónde vas, mocoso.

Fue lo único que atinó a decir, mientras le tendía la mano para que se levantara, cosa que el chico negó rotundamente, tomando del suelo una cámara profesional, la cual seguro llevaba colgada en el cuello, pero al correr –estaba suponiendo– se le había cortado lo que la sostenía.

- Sí, lo siento… es que estaba tratando de… no importa –sonrió con timidez, bajando la mirada para revisar su cámara, tratando de descubrir si estaba bien o no- ¿sabe dónde está la facultad de artes y fotografía?

¿En serio? Este mocoso tan… tierno estaba tratándolo de usted.

Por favor, él no era un maldito anciano, sólo tenía veintitrés años. Lo quedó mirando, dándose cuenta de que el chiquillo era unos cuantos centímetros más alto que él, delgado, usaba pantalones negros y ajustados, unas zapatillas de lona marca Converse, una camisa que le quedaba algo grande, en realidad larga, con todos los botones abrochados y las mangas arremangadas. Su cabello era castaño oscuro, pero con algunas tonalidades claras, su piel medianamente tostada, no moreno, no de tez oscura, sólo un pequeño color en su cuerpo. Claro, es que él era blanco como un papel, nada podía asemejarse a eso.

Pero lejos de todo eso, lo que más llamó su atención fueron esos ojos.

Esos ojos color verde esmeralda con algunos destellos dorados, los cuales brillaban y parecían ser transparentes de vez en cuando. Como si quisieran demostrar todas y cada una de las emociones que el chico intentaba no transmitir.

- Queda a la vuelta. Esta es la facultad de medicina y ciencias –tragó pesado antes de responder. Le pareció una eternidad los segundos que se quedó observando al muchacho.

- Muchas gracias…

No podía quedarse callado. No podía dejar que se fuera así sin más.

- Levi

- ¿Disculpe? –se devolvió el muchacho, quien ya había caminado unos pasos para irse rumbo a sus clases

- Mi nombre es Levi. Bueno, es Rivaille, pero-…

- Eren –lo interrumpió– yo soy Eren –sonrió una vez más para luego largarse, acomodando su cámara en sus manos para luego continuar con su recorrido.

Y allí se quedó otro par de segundos, mirando a Eren caminar hacia su lugar de estudio. ¿Qué le pasaba? En serio, no podía haberse comportado de manera más ridícula con ese estúpido mocoso que debía tener unos dieciocho años.

- No pensé que te gustaran los pequeños, Levi

Oh no, Hanji seguía ahí.

- Cállate, sólo quise ser amable. Se notaba que era su primer día, el pobre mocoso debería estar cagándose encima por no llorar.

Quizás tenía razón. Eren estaba más que nervioso, sobretodo porque ese hombre de cabello azabache le había hecho sentir un palpitar muy extraño. Le revolvió el estómago. Le hizo sentir millones de mariposas y cosas.

Sí, a él le gustaban los hombres, estaba asumido. Lo había admitido y revelado a los quince años, cuando sin querer había comenzado a discutir con uno de sus eternos rivales y amigos (vaya contradicción) porque éste lo había molestado por una de las fotos que había subido a las redes sociales. Era una foto en donde salía Eren sonriendo, en ese momento llevaba brackets, pero ya tenía los dientes bastante alineados. Se veía realmente lindo en la fotografía. Sin duda tuvo más "me gusta" que en cualquiera de sus otras fotos y, también, muchos más "me gusta" que en las fotos de Jean (el chico mencionado anteriormente).

Por alguna razón Jean había comenzado a decirle que tenía cara de niña y que sólo le habían puesto tal cantidad de likes a la foto porque quizás pensaban que era una mujer.

Aquello hizo enojar al castaño hasta tal punto de seguirle el pleito, agarrándose a golpes en cosa de minutos mientras todos apoyaban la pelea, grabando y sacando fotos.

Pero entre tanto golpe y palabrotas, Jean terminó sobre Eren, sujetándole las muñecas para que dejara de propinarle golpes cada tres segundos. Sus rostros estaban tan cerca que podían escuchar la respiración del otro, podían ver las gotas de sudor y los pocos restos de sangre que se habían sacado gracias a los golpes.

"Eres como… la niña más linda que he visto en mi vida". Fue lo que le dijo Jean en ese momento, logrando que el castaño se sonrojara demasiado, haciéndolo desviar la mirada mientras los espectadores no entendían nada de lo que estaba ocurriendo.

"Me gustas". Dijo Eren en un susurro tan inaudible que ni Jean fue capaz de oír.

Habían pasado varios años desde ese suceso. El estúpido de Jean había entrado también a esta universidad, pues todos habían estudiado como nunca para entrar, sacando puntajes suficientes para ingresar, no los más altos, pero sí los que alcanzaban para poder ser parte. Jean había entrado a estudiar para ser abogado. Ja, qué ridículo sonaba aquello, sobretodo siendo ese idiota una persona realmente conflictiva.

- Oye, tonto.

Alguien lo llamó a sus espaldas. Volteó rápidamente, sabiendo que se referían a él, pues era el único alrededor.

- ¿A quién le dices tonto? –dijo con fastidio, retractándose de inmediato de haber hablado con ese tono de voz. Ahí, frente a él, se encontraban dos muchachos. Ambos muy altos, uno rubio y el otro de cabello oscuros.

- Entonces, eres la puta nueva de fotografía –dijo el rubio mientras tomaba la cámara de Eren y se la quitaba.

- Devuélvemela –Eren no era un chico que se dejaba intimidar, al menos no todo el tiempo. Bien podría parecer una niña (como le dijo Jean alguna vez), quizás no era lo suficientemente fuerte, pero lo que sí tenía era actitud y carácter. Era un tipo bastante obstinado y hasta algo violento.

- ¿Y si no qué? –le miró el rubio- ¿sabes? Acá sabemos desde antes quiénes van a entrar a la universidad, investigamos un poco sus Facebook, si tienen Twitter, Instagram…

Eren comenzó a sentirse ridiculizado.

- Vimos unas fotos tuyas bastante interesantes –siguió hablando el moreno– al parecer te gusta la fotografía hace mucho, Instagram está lleno de fotos tuyas. Pensamos que eras una mujer cuando vimos todas esas fotos. Hasta tienes unas piernas muy bonitas.

- Acá estamos hartos de maricas como tú.

"Marica".

Hace tiempo que nadie le decía así. En el colegio tuvo que soportar que le dijeran así muchas veces hasta que Jean comenzó a defenderlo de un día para otro.

Jean, ¿por qué habían dejado de hablar?

Bah, no era momento para empezar a pensar en eso.

- ¿Sabes qué les hacemos?

- No, y no me interesa. Si me disculpas, imbécil, quiero ir a clases –apartó al chico más alto, tomando de un agarrón su cámara mientras caminaba hacia su salón.

Pensó que jamás escaparía de ellos, pero lo hizo. Vaya que lo hizo.

- ¿A quién putas le dices imbécil, maldito enfermo? –el muchacho rubio volvió a tomar su cámara, lanzándola al suelo, dejando que esta se rompiera en millones de pedazos.

La cámara. Se la habían regalado, maldición.

- Oye, qué mie-…

No pudo terminar de hablar cuando el puño del rubio impactó en su mejilla, haciendo que esta se inflamara de forma inmediata, seguido por un puñetazo en el estómago que le hizo comenzar a sangrar por la boca.

Esto jamás le había ocurrido. Ni su rival de toda la vida lo había golpeado de tal manera.

Entonces ocurrió algo que no se esperaba.

- Te enseñaremos qué es ser un hombre de verdad. Seguro que dejará de gustarte que ten por detrás.

Risas.

Comenzaron a tocarlo, a levantarle esa camisa ancha y larga que usaba, sintió cómo unas manos se colaban en su pantalón. Quiso llorar, quiso detener todo y gritar, pero de alguna forma u otra no podía hablar. Nadie jamás iba a ayudarlo ni nadie nunca iba a ir en su rescate.

Ni Jean, ni Armin (su verdadero mejor amigo) podrían ayudarle esta vez.

- No… por favor –logró articular justo antes de que las lágrimas bajaran y recorrieran sus mejillas. Justo antes de ser nuevamente golpeado.

"Ayuda".