Peleaban bastante últimamente y ese día no podía ser la excepción. Peleaban por cosas pequeñas como uno de ellos dejando tirados sus zapatos en la entrada, quién había olvidado apagar las luces al salir, no contestar los mensajes o llamadas del otro, algo que podría haber empezado como una pequeña e inocente broma de parte de alguno de los dos terminaba con una gran discusión. Incluso elegir una película se llego a convertir en toda una odisea, era como si ya no se pudiesen poner de acuerdo en nada, se sentía como si se estuviesen separando cada vez más y aquello que antes les gustaba del otro se transformará en algo simplemente odioso.

Ese día parecía ir bien, hasta la noche no habían discutido, todo estaba tranquilo como aquella calma que precede a una gran tormenta. Durante la cena todo explotó, ninguno realmente recuerda cómo empezó pero antes de que ambos se den cuenta ya estaban gritandose de nuevo. Las voces subían de tono cada vez más, era como una competencia, uno alzaba la voz y el otro la alzaba unos tonos más. Se gritaron cosas sin sentido, reclamos de lo que se habían gritado o habían hecho la semana pasada o el mes pasado. Se gritaron por una hora, o más quizá, cualquiera que los conozca en este punto de su relación jamás sería capaz de creer que alguna vez fueron una de las parejas más felices.

— Ya te dije que estoy ocupado.

— Siempre estás ocupado para mí, por una vez sólo por una vez dime la verdad, solo dime que ya no quieres pasar tiempo conmigo...

— ¿Cuántas veces tengo que decirte que no es como tú crees?

— Tsk... Tienes tiempo para tus amigos de la universidad pero no para mí, pasas más tiempo con ellos que conmigo...

— Yū mi mundo no gira en torno a ti, adem...

— Antes lo hacía...

— Siempre eres así, haces de una pequeñez un gran alboroto — grito el mayor de ellos dándose vuelta y empezando a caminar fuera de la habitación en la que se encontraban.

El más pequeño apretó sus puños y empezó a ir tras su novio repitiendo su nombre para que voltease a verlo, si había algo que detestaba realmente era que este le dé la espalda cuando estaban hablando o en este caso gritando.

— ¿Y tú siempre huyendo no? Cada vez que discutimos haces lo mismo, me das la espalda y sales de habitación huyendo de la situación como un cobarde y al final nunca resolvemos nada.

— Bueno quizá sea porque realmente no quiero resolver nada... — El moreno soltó aquello ultimo con una voz que había quedado casi ronca luego de tantos gritos, en ese momento había dejado de caminar pero seguía dándole la espalda al pequeño libero que, tras oír aquello se había quedado mirándolo por un rato sin saber qué decir.

Luego de unos momentos de silencio el joven con el mechón teñido de rubio soltó dos palabras, dos palabras que en un pasado dijo que jamás sería capaz de decir, dos simples palabras que eran capaces de destrozar ambos corazones, dos palabras de las que se arrepentiría segundos después de decirlas.

— Se terminó