¡Muy buenas noches! ¿Qué tal estáis?
Después de haber terminado Storybrooke TV (un final bastante apresurado; prometo que no volverá a suceder de nuevo), me meto en una nueva historia. Espero que os mole, me dejéis muchos reviews y esas cositas. Acepto críticas; constructivas, destructivas; también pizzas y hamburguesas y ¿por qué no? Mansiones, yates y coches. ¡Bienvenido sea todo!
No me pertenecen los personajes. La historia sí (muy bien. Ahí demostrando inteligencia). Es un fic SwanQueen y AU (Universo Alternativo). También, los que quieran dejarme mensajes privados, aquí estoy. Contestaré a todo.
Abrazote enormous.
Capítulo 1. Bienvenida, Emma.
El autobús frenó en seco en la última parada de River Street y abrió las puertas para que los pasajeros bajaran. Emma agarró la maleta y salió como pudo, sintiendo que iba a perder el equilibrio en cualquier momento debido al peso de ésta y de la mochila que llevaba colgada al hombro.
Miró alrededor y observó la calle. Inspiró el aire, tratando de recobrar el ritmo cardíaco normal. Olía a chocolate y pasteles recién hechos. Sacó el móvil y abrió la aplicación de Google Maps. La voz del GPS saltó y la rubia no pudo evitar pegar un brinco, intentando apagarla lo antes posible y provocando las sonrisas de los transeúntes que pasaban por allá. Comenzó a teclear en el móvil.
Origen: Ubicación actual
Destino: Residencia de estudiantes femenina Hermanas de María
La flecha azul se colocó a unas pocas manzanas de donde se encontraba. En unos pocos minutos, Emma ya se encontraba frente a la fachada de la residencia.
MONJA: ¿Va a entrar, jovencita?
Emma miró al lugar de donde procedía la voz. Era una monja. Mierda. No miró en Internet que fuera a ser una residencia de monjas. Demasiado tarde para volver atrás: ya había pagado la reserva. La rubia asintió y entró tras ella. Aquello parecía Hogwarts: los techos eran enormes y veía candelabros y faroles por todos los lados. En las paredes había retablos pequeños y cuadros de vírgenes y santos. ¿Desde qué siglo estaría levantado aquel edificio? Emma sintió congoja. ¿Iba a encajar en aquel lugar?
Entró en el pequeño habitáculo, suponiendo que aquello sería la recepción.
EMMA: Hola. Soy Emma.
NOVICIA: ¡Bienvenida, Emma! Te estábamos esperando. ¡Voy a llamar a la Madre Superiora!
La novicia tomó el micrófono. Carraspeó y comenzó a vociferar.
NOVICIA: Madre Superiora, acuda a Recepción. Emma Swan ha llegado. Madre Superiora, acuda a Recepción. Emma Swan ha llegado.
Emma abrió los ojos con sorpresa. ¿No se llamaban por teléfono? Esta mujer parecía joven, ¿por qué utilizaba la megafonía? ¿Se habría equivocado al elegir de sitio? La cabeza de la estudiante estaba llena de dudas. ¿Se avisarían de todo lo que ocurriera con ese método? No pudo evitar sonreír con las ocurrencias que le pasaban por la cabeza. Imaginó a la novicia agarrando el micrófono y entonando un: "Madre Superiora, ¿qué hay para comer?" o simplemente, apagando el aparato y dándolo todo, cantando un "Ave María".
NOVICIA: ¿De qué se ríe, Emma?
EMMA: De nada, de nada…
NOVICIA: Mire, por ahí viene Madre Superiora.
Giró su cabeza y miró a la Madre Superiora. Era rubia, tenía la tez excesivamente pálida e imponía a cada paso que daba. Realmente, le daba algo de miedo y por un momento, rezó por que no fuera como la Señorita Rottenmeyer a la que tanto miedo tenía de pequeña cuando la veía en los dibujos animados de Heidi.
MADRE SUPERIORA: Buenos días, Emma. Soy Ingrid. Bienvenida. Le enseñaré todas las estancias y también la llevaré a su habitación.
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Emma comenzó a deshacer la maleta cuando una voz por megafonía la asustó. "Señorita Swan, recuerde que estamos en Recepción para lo que necesite y rece a Madre María si se siente triste o sola. Ella siempre está entre nosotras". Se sentó en la cama, volviendo a intentar que su ritmo cardíaco se normalizara. Si esto iba a ser así todos los días, temía por su corazón desbocado. ¿Eran normales aquellos sobresaltos por megafonía? ¿Y las apariciones de las monjas cuando menos lo esperabas? ¡Por el amor de Dios! Bastante poco le gustaba la Iglesia como para tener que vivir rodeada de voces de monjas, imaginería y cuadros de vírgenes.
La puerta se abrió de pronto, volviendo a asustar a Emma. Esperaba que fuera otra monja pero no. Gracias a Zeus que era alguien de su edad.
EMMA: ¿Quién eres tú?
RUBY: Ruby. Tu compañera de cuarto.
EMMA: Pues para de entrar sin llamar a la puerta. Esta residencia me va a matar a sustos. Te lo digo en serio.
Ruby no pudo evitar reírse. Sus primeros días habían sido igual que los de la rubia. Se dirigió a su escritorio y cogió algo de chocolate. Se tumbó sobre la cama y comenzó a masticar ruidosamente.
RUBY: Pues si supieras la de historias que se cuecen por aquí… ¡Más miedo tendrías aún!
EMMA: ¿Qué clase de historias? … Espera. No. No quiero saberlo.
La pelirroja soltó una sonora carcajada y le ofreció chocolate a Emma, quien lo tomó agradecida. La observó divertida mientras la rubia masticaba con timidez.
RUBY: ¿Qué estudias?
EMMA: Voy a empezar 1º de Arquitectura y Diseño Urbano en la Universidad de Columbia.
RUBY: ¡Wow!
EMMA: ¿Y tú?
RUBY: Yo estudio 2º de Artes Escénicas en una escuela al lado de The Joyce Theatre. ¡Estamos casi al lado!
EMMA: Bueno, eso de al lado… Estamos a 20 minutos en tren…
Las dos rieron. La rubia se sintió algo más aliviada al saber que había congeniado a la perfección con su compañera de cuarto. Miró su reloj y vio que marcaba las 12 y media. Hora de la comida. Terminó de guardar en el armario la poca ropa que había traído y se colocó las botas.
EMMA: ¿Bajas a comer?
RUBY: Qué va. Me tengo que ir ahora mismo a la Escuela. En la cena te veo.
La estudiante se sintió algo nerviosa al bajar sola al comedor. Abrió y vio que sólo había una chica morena en una de las mesas. No había un solo alma más en toda la sala. Cogió la bandeja, los cubiertos y se sirvió un poco de ensalada y de una cosa cubierta de besamel. Maldijo el momento que no había atendido en las clases de Cocina del instituto. ¿Qué sería esa cosa? Bueno. Poco le importaba. ¡Tenía besamel! Y cualquier cosa con besamel era un manjar divino.
Se sentó en la mesa de la morena, justo enfrente de ella. El silencio era absoluto, lo que provocó que la rubia soltara una risa nerviosa. Al instante, no pudo evitar sentirse algo tonta. ¡Vaya manera de ganarse su segunda amistad en la residencia! Eso sí que era entrar por la puerta grande. La morena vestía con un uniforme de médico, así que pudo deducir que trabajaba en el hospital. Se colocó bien las gafas y en su placa pudo leer: "Regina".
EMMA: Hola.
REGINA: Buenos días.
EMMA: Soy Emma.
REGINA: Regina, como bien has observado en la placa.
Regina esbozó una sonrisa mientras tragaba un trozo de lechuga con tomate. Emma agachó la cabeza sonrojada. Había tratado de disimular y le había salido el tiro por la culata. Volvió a mirar a la morena con interés. ¿Sería una monja médico? Parecía mayor para estar ahí.
EMMA: ¿Eres monja médico?
De nuevo, se hizo el silencio absoluto. La morena comenzó a reír. ¿Monja médico? ¡Vaya ocurrencia de la novata!
REGINA: ¿A qué te refieres con monja médico?
EMMA: A que pertenezcas a la enfermería de la residencia…
La rubia volvió a meter la pata y se dio cuenta según lo comentó. ¿Desde cuándo la residencia tenía una enfermería? Decidió comenzar con el segundo plato y guardar silencio. Su inseguridad crecía cada vez más y sentía que le iba a estallar la cabeza del calor que sentía. El rubor era muy intenso.
REGINA: Es tu primer día, ¿verdad?
EMMA: Sí… Y sé que la residencia no tiene enfermería.
Trató de corregirse pero ya era tarde. La morena sintió ternura por la chica nueva y lo reflejó dibujando una sonrisa dulce. Emma tragó el primer trozo mientras miraba a Regina y de nuevo, sintió vergüenza. Aquello era berenjena. Y odiaba la berenjena. La besamel no podía salvar el sabor. Dudó sobre si escupir eso en el plato o tragarlo y seguir como si nada hubiera pasado. No pudo evitarlo. Escupió. Y se volvió a sentir idiota.
Regina volvió a reír con ganas. Aquello también le pasó el primer día y fue cuando aprendió que en toda residencia de estudiantes, la comida no es lo que parece. Se levantó, tomando unas cuantas servilletas y se las tendió a Emma. Miró su reloj y decidió que era hora de marcharse a estudiar.
REGINA: Te veo en la cena. Espero que puedas sobrevivir al primer día.
