Hola a todos! Sí, este fic ha vuelto... No puedo decir que regresa en gloria y majestad, porque la verdad es que sólo tengo hasta el capítulo 5 en su versión original... Todo lo demás tendré que reescribirlo. Le agradecería a quienes seguían el fic, y recuerdan con más detalle los capítulos que seguían del 5, me puedan hablar por PM!
Capítulo 1.
Una hoja de papel, doblada a la mitad, acababa de caer sobre el pupitre del castaño. Antes de que el profesor se percatara de ello, Kurt la arrastró, hasta poder leerla bajo la mesa.
"GRAN FIESTA. MAÑANA. S.L."
El mensaje era breve y confuso para cualquiera que no fuera alumno de McKinley, pero no para Kurt Hummel. Sabía en qué consistían esas clandestinas fiestas de inicio de curso, que las animadoras, o más bien, Santana López, le gustaba organizar.
Era una verdadera bacanal, y no es que Kurt fuera un puritano, sin embargo, no le iban mucho esa clase de eventos sociales. Él prefería ir al cine con su novio, disfrutar de un buen café, o pasear por el parque y con algo de suerte, aprovechar las tardes en que los padres de Sebastian no estaban en casa, para pasarse por su cuarto.
Aunque, tal vez se animara a ir a la fiesta, si Seb lo acompañara. Dudaba que lo dejaran salir, ahora que estaba de interno en aquel colegio, pero no perdía nada con preguntar.
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- ¿Irás? – Noah Puckerman apareció a su lado en la fila de la cafetería con una soda en la mano.
- No lo sé – murmuró el castaño – Aún no lo he hablado con Seb…
- ¿Con ese idiota? – interrumpió molesto - ¿Para qué lo quieres en la fiesta? Estarás mucho mejor sin él.
- Es mi novio Puck, ¿por qué no querría estar con él? – respondió el ojiazul, comenzando a cabrearse.
- Am… ¿Por qué es un completo estúpido? – preguntó retóricamente – Creí que tenías mejor gusto, y que recapacitarías cuando se cambió de escuela, dejándote solo…
- Puck, basta – lo detuvo – Y olvídate de verme en la fiesta.
Kurt se alejó, sentándose con las chicas en una mesa apartada.
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- Lo siento, de verdad Kurt… - se lamentó el chico por teléfono – Me encantaría acompañarte, pero este es un internado y necesitas una autorización firmada por tus padres para salir de aquí.
- Oh, ya veo – gruñó Kurt, con sarcasmo, ocultando la decepción en su voz - ¿Tanto me detestan tus padres, que decidieron encarcelarte lejos de mí?
- Ellos no te detestan, sólo piensan que aquí estaré mejor que en McKinley.
- ¿Y no pensaste en cómo eso me afectaría a mí? – estalló el ojiazul recordando las palabras de Noah – Me dejaste solo.
- Lo sé, pero jamás quise hacerlo – se excusó de forma barata.
- Lo cierto, es que no se nota – bufó – Y ya no te preocupes por la fiesta, buscaré a alguien más para que me acompañe.
- No, Kurt… - él finalizó la llamada, más que furioso.
Esa había sido una pésima idea. Él odiaba discutir con Seb, aún más por teléfono, pero consideraba que era egoísta de su parte negarse a pasar tiempo con él, mucho más ahora que ya no asistían al mismo colegio.
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- ¡Hey, Kurt! – saludó Puckerman, encontrándoselo en la entrada de la casa de Santana - ¿Has venido solo o te acompaña tu guardaespaldas?
- Déjalo ya, Noah – murmuró, tratando de pasar por su lado y avanzar hacia donde estaban sus amigas – He venido solo, pero no pienso tontear contigo.
- Tranquilo, no es lo que busco – el chico pasó una mano por su cintura para detenerlo – Sé que cuando bebo, me pongo generoso contigo, pero no te ilusiones demasiado.
- Créeme que no lo hago – rió el castaño, tratando de zafarse – Aunque, hace poco no decías lo mismo.
- Era fin de curso y sabes lo mucho que detesto a Sebastian – explicó con intensidad, agitando las manos – Hubiera hecho cualquier cosa para que se cabreara.
- Y ahora que no lo tienes más a tu alrededor, ¿dejarás de odiarlo?
- No, todo lo contrario – dijo, triturando el vaso plástico en su mano – Ahora lo odio más.
- ¿Por qué? – dudó Kurt.
- ¡Porque es un idiota! – vociferó a viva voz - ¿Qué clase de novio es, para abandonarte, e ir corriendo a esa escuela de hijitos de papi?
- Oye, ¿qué hay de malo en que sus padres quieran darle una mejor educación y meterlo en una escuela en donde no te envenenes con el almuerzo? – el castaño contuvo una risa traviesa, sabiendo lo temperamental que era Noah.
- Lo ha hecho para sentirse libre, eso es seguro – alegó.
- ¿Ves por qué te digo que lo dejes? – el ojiazul regresó a la expresión de molestia – Te quiero Puckerman, pero últimamente, me haces odiarte cada vez que abres la boca.
- De todos modos, venía a decirte otra cosa – su semblante se relajó considerablemente al cambiar de tema – A mi grupo de malotes se ha unido un chico nuevo. Viene recién salido de la correccional de menores de Westerville, pero es bastante simpático…
- ¿Y? – le instó a ir al grano.
- Y… quiere conocerte – Kurt elevó las cejas en sorpresa – Te ha estado viendo estos días en la escuela y creo que batea para tu equipo.
- Olvídalo, Puck – negó con la cabeza, leyendo sus intenciones en su cara.
- Vamos, te va a encantar, es bueno con los chistes – insistió.
- Noah, tengo novio, y lo respeto, ¿Okay? – comenzó a caminar lejos de él – Y sé que no conoces lo que ese concepto significa, pero por favor finge que lo haces y aléjate.
- Que humor – farfulló, lanzando lo que le quedaba del vaso plástico al suelo - ¿Te bajó la regla o qué? – exclamó mientras Kurt se iba.
- ¡Ash! – masculló más que cabreado el castaño.
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Las amigas de Kurt estaban reunidas en un círculo alrededor de una mesa repleta de alcohol, bebiendo como si de una competición se tratara.
- ¡Kurt! – chilló emocionada una muy alcoholizada Tina.
- Al fin llegas – se sumó Mercedes – Ya comenzábamos a apostar a que no vendrías.
- ¿Y perderme el espectáculo de verlas emborracharse y perder su dignidad? – se burló él - ¡Eso jamás!
- Me alegra que Seb te dejara venir – balbuceó Rachel, apoyando la cabeza en el hombro del chico y palmeándole el brazo.
- No es como si necesitara su aprobación para salir a divertirme – todas las chicas lo miraron conteniendo las burlas, asintiendo falsamente.
- Sí, como no – añadió Quinn – Ten – puso una botella de vodka en las manos del ojiazul con algo de torpeza - ¡Vamos a brindar! – dijo luego - ¡Por nosotras!
- ¡Por nosotras! – repitieron todas, incluso Kurt, que se había ganado el puesto de "chica honoraria".
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Kurt, imitando a sus amigas, bebió continuamente de la botella en su mano, arrugando el rostro en una mueca de desagrado, en cada trago que le quemaba la garganta.
Consideró prudente detenerse, cuando el contenido en su botella, era menos de la mitad. Decidió que tal vez si bailaba un poco, botaría parte del alcohol en su sistema. Tomó un par de manos y jaló a sus amigas a la pista. Ellas entre risas y exclamaciones ininteligibles, lo acompañaron.
Una vez en medio del cúmulo de personas frotándose entre sí, Kurt bailó con todas las chicas, meneando las caderas de una forma que debería estar prohibida. Mercedes, Tina, Rachel y Quinn, le aplaudían y le animaban a continuar con el escandaloso baile, que había llamado la atención de más de uno.
Puckerman fue el primero en acercarse, dando codazos a todos los que le estorbaban en el camino, hasta que logró llegar donde el castaño.
- Baila conmigo, ¿sí? – vociferó en su oído, haciéndose oír por encima de la música. Kurt negó con la cabeza, conservando la sonrisa divertida en sus labios.
- Lo siento – balbuceó, arrastrando las palabras – Estoy con mis chicas.
Noah lo tomó de la cintura, alejándolo de las muchachas.
- Ellas no notarán tu ausencia - insistió, comenzando a bailar a su ritmo – Sólo una canción.
- ¡Ash! Está bien – cedió, palmeándose las muslo al bajar los brazos – Pero, sólo una… y después adiós.
- Prometido – puso su mano derecha en alto, haciendo un saludo scout. Kurt rió, tanto por Puck, como por la cantidad de alcohol que había ingerido.
Bailaron animadamente un par de canciones, meneándose uno contra el otro. Noah se dejó deslumbrar con la inocente sensualidad que irradiaba Kurt, como lo había hecho un par de meses atrás en la fiesta para finalizar el primer año. Aquella vez, sabiendo que Sebastian odiaba bailar, sacó a la pista al ojiazul, y entre el baile y la provocadora sonrisa del menor, Puck lo besó, ganándose una gran bofetada en la mejilla, que le ardió toda la noche.
Esta vez era diferente, porque el castaño estaba solo y había bebido, dos factores que no tenía a su favor la vez anterior.
Pero las fantasías de Puckerman se esfumaron cuando una mano ajena, separó a Kurt de su lado.
- ¡Cambio de pareja! – oyó que exclamaba el chico nuevo de su grupo, haciendo girar al ojiazul, para luego envolverlo en su brazo, sosteniéndolo por la cintura, como él lo había hecho anteriormente.
La media botella que bebió, ya se le había subido a la cabeza a Kurt, porque le parecía estar teniendo alucinaciones. Habría jurado que estaba bailando con Noah, pero entonces, ¿de dónde rayos había salido el apuesto chico frente a él?
No lo conocía de nada, por lo que sin duda, se le había pasado la mano con el vodka. Tal vez se encontraba tirado en alguna parte, en medio de un coma etílico, mientras que su mente imaginaba que bailaba con un chico increíblemente atractivo. Sin embargo, le daba igual, porque él se movía de una forma tan sensual, que lo tenía embobado.
- Amo esta canción… - musitó el castaño, atropellando las palabras.
Kurt se dio media vuelta, apoyando sus hombros en el pecho del chico, riendo tontamente. El moreno lo cogió por las caderas, pegando su pelvis al trasero del castaño.
- Si mi novio nos viera… - rió Kurt, completamente perdido – Te mataría… Pero… no eres real – El chico junto a él negó con la cabeza, divertido por las incoherencias que salían de la boca del ojiazul.
Bailaron indecentemente, sin alejarse el uno del otro. Kurt sentía la agitada respiración de él sobre la piel de su cuello, provocándole sensaciones que jamás había experimentado. El ojiazul alzó sus brazos, enredando sus dedos en el cabello rebelde del moreno, rodeando al chico y acercándolo más, ya que tenía la extraña necesidad de sentirlo junto a su piel.
Blaine rebosaba felicidad. No pensó que acercarse al castaño iba a ser tan fácil, pero gracias a Puckerman, y a la media botella que él bebió, ahora podía disfrutar de la cercanía de su cuerpo. Sin embargo, para el ojimiel, eso no era suficiente, porque él deseaba a Kurt en todas las formas posibles. No pretendía aprovecharse de la borrachera del chico, aunque él también había estado bebiendo y eso le dificultaba el pensar con claridad.
Pero los suaves y pecaminosos movimientos que Kurt hacía contra su pelvis, estaban desquiciándolo y ya no podía ocultar la erección que le provocó aquel erótico baile. Si continuaba meciendo su trasero contra la entrepierna de Blaine, él se correría allí mismo, sin poder evitarlo.
Kurt fue volteado, en medio del baile, por las fuertes manos del chico sexy con el que bailaba. Formó una mueca, molesto, ya que él estaba disfrutando del efecto que causaba en el moreno. El castaño lo miró a los ojos, notando lo dilatados que estaban.
"Oh, él lo disfruta también", pensó Kurt, riendo para sus adentros.
El chico lo apegó a su cuerpo, usando un solo brazo, dejando sus rostros a sólo dos centímetros de distancia. Los azules ojos del castaño, viajaban desde los húmedos y sonrosados labios del moreno, hasta sus amieladas profundidades, y luego, de regreso a su boca.
La mano libre que le quedaba a Blaine, la usó para acunar el rostro del chico y capturar sus labios con ansias. Al parecer el muchacho deseaba besarlo tanto como él, pues sin tapujos le abrió paso a su lengua, chocando con la de él, explorándose, saboreándose, conociéndose.
A Blaine le significó un gran esfuerzo el no desnudarlo allí mismo, en medio de la pista de baile. En lugar de eso, aumentó la intensidad del beso, sintiendo a Kurt gemir en su boca.
El ojiazul había caído en un frenesí desde que tocó los labios del moreno. Eran tan dulces y apetecibles, que se sentía incapaz de alejarse de ellos, quería más necesitaba tenerlo bajo la piel… y no entendía por qué.
Para evitar dar un espectáculo frente a todo el mundo, el ojimiel decidió que era prudente acabar aquello que iniciaron en uno de los cuartos de la segunda planta. Sin soltarlo, ni dejar de besarlo, comenzaron a andar hacia las escaleras.
Los demás asistentes de la fiesta se encontraban muy preocupados en sus propios asuntos, como para notar lo que ocurría con Kurt y Blaine.
A penas lograron llegar a las escaleras, se vieron obligados a separarse brevemente, en lo que llegaban arriba. Blaine temía que en cualquier minuto Kurt reaccionara y lo mandara a la mierda, pues había oído que el chico tenía novio, pero parecía estar más ansioso que él.
Kurt estaba viviendo la mejor alucinación de su vida. Nunca había tenido una fantasía que se sintiera tan real. Era increíble, la fragancia del chico, el calor de su cuerpo, el roce de sus manos, la electricidad de sus besos. Si todo esto lo provocaba el alcohol, tal vez debiera beber más seguido.
Cayeron sobre una cama suave, rodando en ella en busca del dominio de la situación. Finalmente Blaine acabó sentado sobre Kurt, en lo que se desprendía de su cazadora negra, con pequeñas piezas metálicas en los hombros.
Kurt luchó por quitarse el suéter azul que traía puesto, pero tuvo que ser ayudado por el moreno, que rió al verlo retorcerse como un pequeño gusano. Le quitó también la camiseta y se deslumbró al ver el torso desnudo del castaño. Era tan suave y blanquecino, que no pudo contenerse de cubrirlo de besos, que poco a poco se transformaron en mordiscos y chupetones.
El ojiazul se desarmó en gemidos de profundo placer. El moreno continuó su camino de besos, llegando al cinturón del castaño, desapareciéndolo de un tirón. Con destreza, quitó también los pantalones de Kurt. Antes de que hiciera lo mismo con su bóxer, él lo jaló de regreso a su boca, forzándolo a quedar debajo.
Haciendo uso de su reducida experiencia, Kurt se empeñó en quitarle la ropa al chico, pues pretendía cumplir todas sus fantasías. Una vez que lo tuvo desnudo ante sus ojos, se tomó un segundo para admirar el hermoso adonis que su mente había creado. Después se abalanzó sobre la erección del moreno, introduciéndola en su boca, oyendo la exclamación de sorpresa, mezclada con placer, salir del chico.
Blaine sabía que si no detenía la succión de la boca del castaño sobre su pene, se iba a correr. No podía perderse lo mejor, sólo por no ser capaz de aguantar, pero la calidez de su lengua y verlo mientras le hacía la mejor mamada de su vida, no ayudaba a retenerlo.
Optó por detenerlo, tomándolo por los brazos y recostándolo sobre la cama. Se tendió encima de él y lo besó con ferocidad, recorriendo su delicado cuerpo con sus manos, oyéndolo jadear con cada toque.
El castaño sólo tenía una cosa en mente; lo necesitada dentro. Estaba a tres besos de correrse y, por ese motivo se separó levemente, para quitarse el bóxer. El moreno, comprendiendo el mensaje, se arrodilló frente a él, acomodándolo para lo que seguía.
Blaine tomó el miembro de Kurt, observando su expresión de lujuria, mientras acariciaba la punta, humedeciéndose con el pre semen. Luego, descendió hasta la entrada del ojiazul, preparándolo para la posterior intrusión. Kurt soltó una maldición, al sentir entrar el primer dedo del moreno, pero este se inclinó, besándolo apasionadamente, con el fin de desviar su atención. Aunque él había notado que el castaño ya no era virgen.
Introdujo un segundo dedo, seguido del tercero, y cuando sintió que Kurt comenzaba a mecerse en busca de más, supo que estaba listo. Se alineó con su entrada y, debido a que no aguantaría mucho más, lo penetró de una sola vez.
Kurt soltó una exclamación, dejando caer su cabeza luego, entonces Blaine comenzó a embestirlo, primero lento, esperando por su reacción. En cuanto notaba que era placentero para el ojiazul, aumentaba el ritmo.
No pasó mucho tiempo, cuando sus músculos comenzaron a tensarse, anunciando que se vendría pronto. Blaine sintió a Kurt tensarse a su alrededor, por lo que aceleró el movimiento de su mano sobre el miembro del menor.
- ¡Oh, por Dios! – dijo Kurt, con los dientes apretados.
Se había corrido gloriosamente sobre su estómago. Blaine al verlo, llegó al clímax, sosteniendo las caderas del castaño, penetrándolo por última vez, antes de derramarse dentro de él. Soltó un ruido gutural, lleno de satisfacción, por lo que había hecho con Kurt.
Si bien, el moreno se había tirado a un montón de chicos y chicas, nunca se corría tan rápido. Kurt había hecho que se excitara a tal punto, que por poco, no alcanza a hacer nada. Con sólo bailar y besarse, lo puso al límite. Esta era una buena forma de iniciar su larga lista de "personas por tirarse" en McKinley.
Kurt mantuvo los ojos fuertemente cerrados, hasta que sintió que el chico salía de él con suavidad, regresándolo a la realidad. Estaba comenzando a dudar de que todo fuera una simple alucinación.
- Por lo general, no hago esto – comenzó a decir el chico, con una voz que a Kurt le pareció de ensueño – Pero, aquí tienes mi número – dejó un papel sobre la almohada al lado del castaño, que sacó de su pantalón – Llámame cuando quieras repetirlo – le guiñó un ojo, mientras que el ojiazul no entendía nada. Lo observó vestirse, en tanto que él se esforzaba en aclarar sus ideas – Fue un verdadero placer, Kurt – dijo en despedida. Se acercó a él y plantó un beso en sus labios, después, salió del cuarto.
- ¿Qué? – murmuró Kurt, cogiendo el papel.
En efecto, una serie de ocho números estaban escritos sobre un nombre.
- Blaine A. – leyó, volviendo a mirar la puerta por donde saliera el chico – Vuelve, alucinación – pidió, antes de que un cansancio horrible lo golpeara, haciéndolo regresar la cabeza a la almohada.
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El escandaloso ritmo de una canción pop, hizo pegar un enorme brinco a Kurt. Despertó, totalmente desorientado, percatándose que este no era su cuarto, además de que estaba desnudo.
- ¿Qué demonios…? – bufó, mirando con desespero a su alrededor, lo que le ocasionó un dolor punzante en la cabeza.
El sonido continuaba repiqueteando, por lo que el castaño gateó por la cama, hasta dar con sus pantalones. Era su celular. Miró la pantalla y la imagen de Sebastian le aumentó la jaqueca.
- ¿Hola? – respondió, sintiendo la garganta seca.
- Hola, bebé – oyó la alegre voz de su novio - ¿Te he despertado? – Kurt ni siquiera era consciente de la hora que era.
- Este… sí, algo así – se puso de pie y empezó a buscar su ropa.
- Lo siento, me sentí fatal por discutir contigo ayer – el ojiazul estaba tan concentrado en hallar sus prendas, que apenas prestaba atención a lo que le decía – Debí haber hecho el intento de salir o algo. Pero te prometo que hoy si saldremos. Hablé con mis padres hace un rato y me dejarán pasar el fin de semana contigo, ¿no es genial? – Kurt se esforzaba en vestirse con una sola mano, tratando de no caerse - ¿Bebé? ¿Crees que tu padre se molestará si me quedo contigo?
- Am… no lo sé – contestó, no muy seguro de qué le había preguntado Seb.
- Hmm… No me gustaría tener problemas con él – continuó Sebastian, ajeno a la situación del castaño – Aun recuerdo lo que dijo del rifle que guarda en su cuarto.
Entre las sábanas, Kurt halló un pequeño rectángulo de papel. Al leerlo, se le cayó el alma a los pies. Todo apuntaba a que su fantasía de anoche, había sido todo menos eso.
- ¿Kurt? ¡Kurt! – la voz de su novio, lo desconectó de sus cavilaciones - ¿Estás escuchándome?
- Lo siento, yo… Te llamo luego, ¿sí? – dicho esto, cortó y se guardó el móvil en el pantalón.
Intentó concentrarse, para recordar exactamente lo ocurrido hace un par de horas. El acudió a la fiesta, bebió con las chicas… bailó con Noah… y luego todo se volvía confuso. En su mente apareció el rostro de un chico, con el cual también había bailado, se besó, tuvo sexo, en esta misma cama.
¡Lo besó!
¡TUVO SEXO!
El último recuerdo era su sonrisa, mientras le entregaba el papel que ahora tenía en sus manos, lo que aclaraba que aquello realmente ocurrió.
De pronto, se sintió asqueado. Había dormido con un completo extraño, creyendo que no era real. Le había sido infiel a su novio… Y lo peor de todo es que… ¡Había sido grandioso!
Ahora, ¿con qué cara miraría a Sebastian? ¿Cómo iba a ser capaz de besarlo?
Porque no pretendía decirle lo ocurrido, ni aunque lo torturasen. De sus labios jamás saldría ni una sola palabra con respecto a lo ocurrido esta noche, eso podía jurarlo.
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Llegó a su casa de puntillas, a pesar de que ya eran las dos de la tarde. Desde el pasillo pudo ver a Finn sentado en el sofá, devorándose una bolsa de frituras, mientras veía el partido. No había señales de su padre o Carole, por lo que subió a su cuarto, conservando el sigilo, sólo por si acaso. Ya tendría tiempo de preguntarle a su hermano luego.
Se metió a su baño, quitándose la ropa como si esta quemara. Estaba con la sensación de repulsión desde que había comprendido lo que le había pasado.
Reprimió un grito de horror cuando se vio frente al espejo. Su perfecta piel de porcelana estaba surcada por manchas rojizas que iban desde el cuello, hasta el ombligo.
- Mierda – masculló entre dientes.
Sabía que tendría que aplicar una gran cantidad de maquillaje si quería ocultar eso de los ojos inquisidores de su padre, o de su novio.
Burt no tenía ni la más mínima sospecha de que Kurt y Sebastian llevaban tiempo teniendo relaciones, pero eso gracias a la cautela del ojiazul, ya que le tenía estrictamente prohibido a Seb dejarle marcas o cualquier cosa que lo delate. Si su padre lo notaba, era hombre muerto, y su novio también.
Luego de una ducha meditativa, se sintió un poco mejor. O eso creyó.
El timbre sonó a eso de las cinco. Kurt no corrió a recibir a su novio, porque sabía que Finn le abriría la puerta y lo dejaría entrar directamente a su cuarto. Sólo esperó.
Llevaba rato sudando frío, y sintiendo unas horribles nauseas, sumándole a eso el gran peso de la culpa. En cuanto vio el sonriente rostro de Sebastian, estuvo obligado a correr al baño.
Maldita resaca. Había experimentado una pincelada de lo que era, en aquella fiesta de Puck, pero esto era anti natural. Nadie podía soportar esto.
- Bebé, ¿estás bien? – Bastian golpeó la puerta con sus nudillos, oyendo los sonidos que hacía Kurt con la garganta al devolver todo lo que tenía en su estómago - ¿Quieres que te dé algo?
- No… - se esforzó en decir, mientras reprimía una arcada y volvía a meter la cabeza al inodoro – Ya… ya salgo.
- Okay.
Y le hubiera gustado cumplir con lo que decía, pero no pudo. No dejaba de vomitar y estimaba que no se detendría pronto.
Cuando se sintió en condiciones de soltar el retrete, se miró al espejo, apoyándose en el lavamanos. Su cabello estaba revuelto, pegado a su frente sudorosa. Sus ojos ligeramente hinchados y cansados. Sus labios enrojecidos y secos. Un mal sabor de boca. Era un desastre.
Con algo de agua, quitó el sudor viscoso de su cara, tratando de estar presentable para su novio. Lavó sus dientes y acomodó su cabello.
- Creí que tendría que ir a rescatarte a las alcantarillas – bromeó Seb, recostado sobre su cama, jugueteando con uno de sus peluches que él mismo le había dado – Te traje esto – se estiró y tomó una rosa roja, la cual le entregó en cuanto se acomodó a su lado.
- Gracias – susurró, con la voz ronca por el esfuerzo – No tenías que molestarte.
- Que cliché – rió - ¿Ya te sientes mejor?
- Supongo que sí, pero… aún me duele mucho la cabeza – berreó, dejándose envolver en los brazos de su novio.
- ¿Bebiste mucho anoche? – preguntó, y el castaño poco le faltó para regresar a ocultar su cabeza en el inodoro – Parece que estás disfrutando de una resaca.
- N-no… yo… yo creo que… es gripe – sorbió su nariz falsamente – Anoche… anduve muy ligero de ropa – y no mentía en eso.
- ¿De qué hablas? Estamos en septiembre y hace un calor horrible – acarició su pelo – Las noches están para dormir desnudo – Kurt sentía que el estómago se le revolvía de nuevo.
- Lamento haberte hecho venir para que me vieras así – murmuró, intentado cambiar el tema.
- No te preocupes, será genial ser tu enfermero particular – Sebastian se inclinó, buscando los labios del ojiazul. Éste simuló un pequeño ataque de tos, para no besarlo.
- Lo siento – se disculpó - ¿Podrías traerme agua?
- Claro, vuelvo enseguida – Seb asintió, mirando a su novio con comprensión y salió de la habitación.
El castaño soltó un suspiro. Se puso su pijama favorito y se arrellanó bajo las mantas de su cama. Si fingiría estar enfermo, lo haría parecer verdad. Tenía que evitar a toda costa que Bastian lo besara, porque él no se sentía capaz de hacerlo. La culpa era demasiado grande.
- Bien, aquí tienes – dijo, regresando con un vaso grande de zumo de naranja – Aunque yo conozco una mejor cura para la gripe – alzó y bajó las cejas de forma sugerente. Kurt concentró su mirada en el vaso de sus manos, porque no sabía cómo responder a eso.
No pasó mucho tiempo cuando tuvo que regresar al baño. Le pidió a Seb que se regresara a su casa, porque él no quería que se contagiara. Al principio se negó, pero finalmente accedió, prometiendo llamarle antes de dormir.
El alivio regresó a Kurt cuando estuvo finalmente solo en su cuarto.
El día siguiente no fue diferente, aunque no tuvo nauseas, el dolor de cabeza no lo abandonó en ningún momento. Se juró a sí mismo no volver a beber en la vida.
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El lunes, sintiéndose renovado, se montó en su carro y fue al instituto. Sus compañeros no tenían mejor aspecto y algunos parecían estar ebrios aún.
A la hora del almuerzo, como era su costumbre, Puck apareció a su lado en la fila.
- Hola, infiel – soltó, mitad en broma, mitad en serio - ¿Qué tal te la pasaste el fin de semana? ¿Le pusiste los cuernos a tu novio con alguien más? – Kurt alzó las cejas sorprendido y luego lo tomó por el brazo llevándolo a un lugar apartado.
- Puck, ¿quieres hablar más bajo? – le pidió molesto – Lo que pasó en la fiesta, nadie lo notó y ni siquiera yo lo recuerdo bien – explicó, negando con la cabeza.
- ¿No lo recuerdas? Déjame echarte una mano – dijo irónicamente – Tuviste sexo con ropa en mitad de la pista con mi amigo, y después se fueron a un cuarto a hacer lo mismo, pero desnudos – contó con dureza - ¿Eso te ayuda a recordar?
- ¡Ay, Dios! – se quejó Kurt, tapándose la cara con ambas manos – Esto es horrible.
- Al parecer, no pensabas igual, mientras te lo comías a besos – bufó Noah.
- Es que… Había bebido… yo… creí que todo era mentira, que estaba soñando – intentó aclarar el ojiazul.
- ¿En serio? – Puck desvió la mirada - ¿Eso te dices para dormir por las noches? – escupió con sarcasmo. Kurt frunció el ceño.
- Y, ¿por qué rayos estás tan molesto? – le increpó.
- Porque, si querías fantasear con alguien, me lo hubieras dicho a mí – respondió a dos centímetros del rostro del castaño – No al primer idiota que se te cruzara por delante.
- ¿Sigues ebrio o has fumado algo? – fue la hora de Kurt para estar enfadado – Sólo eso explicaría las estupideces que estás diciendo, Noah.
- ¿Estupideces? – bufó, tomándolo del brazo con brusquedad – El estúpido eres tú, por no fijarte con quien follas.
- ¡Suéltame Puckerman! – amenazó con los dientes apretados. El chico parecía que recién se percataba de su reacción. Lo liberó de inmediato – Además, ni siquiera sé por qué te estoy dando explicaciones. Es problema mío a quien me lleve a la cama o si engaño a mi novio – vociferó, olvidando donde se encontraban – Somos amigos, nada más, y esperaba que como mi amigo, me dijeras… quién era el chico con el que estuve en la fiesta – desvió la mirada, avergonzado al añadir lo último.
- ¡Hey chicos! – saludó un chico que Kurt no conocía - ¿Qué hacen en este rincón? Cualquiera pensaría que están ligando, ¿eh? – codeó a Puck con confianza, mientras sonreía ampliamente.
Éste, al ser más alto, lo tomó por los hombros y lo posicionó frente a Kurt. El castaño miró alternamente a ambos chicos, sin entender, esperando una explicación.
- Aquí lo tienes, Kurt – dijo Puckerman y Kurt frunció el ceño – Este es el chico que buscabas.
- Oh, por Dios – susurró, entendiendo a lo que él se refería. Puso una mano temblorosa en su boca y miró a los ojos mieles del moreno frente a él.
- Hola, Kurt – saludó, con un tono coqueto y una sonrisa arrogante – Si querías encontrarme, debiste llamarme. Para eso te dejé mi número – le guiñó un ojo antes de añadir – Cuando quieras lo repetimos.
Los ojos azules del castaño se ampliaron, tanto por la sorpresa, como por la indignación. Se tragó una pila de insultos que deseaba escupirle en la cara a aquel idiota atrevido, y salió de allí, como alma que lleva el diablo. Corrió por los pasillos, encerrándose en el primer servicio de chicos que halló.
Se sentía tan estúpido. Había engañado a su novio con un completo imbécil, que no tenía problema en demostrar lo sin vergüenza que era. Noah tenía razón, tal vez si hubiera sido más inteligente, no estaría metido en este lío. No dudaba en que aquel tipo era capaz de gritarle a todo el mundo que se habían acostado y lo peor de todo es que Kurt no tenía derecho a reclamarle nada, porque el accedió a tener sexo, y jamás dijo que no… Ni siquiera pasó por su cabeza el negarse. Estaba jodido.
Espero su ayuda :D
