Disclaimer o Descarga de responsabilidad: Harry Potter y sus personajes no me pertenecen. Bitch, do ya' see me swimming in money? Nah, there you have your answer.

Nota de autor: So... tendría que seguir con Memento, y lo sé, esto no significa que lo vaya a posponer o abandonar solo necesitaba algo dulce que me distraiga del naufragio emocional que me deja escribir estos últimos capítulos del fic. Y me gustó mucho mi distracción, así que comparto lo que me hace feliz.

(Por cierto, Memento es un TimeTravel!Ron fic, para quienes deseen echar un vistazo)

Espero que les guste! Los reviews son amor!


One for sorrow, two for mirth

Three for a funeral, Four for birth

Five for silver, six for gold

Seven for a secret, never to be told

Eight for a wish, Nine for a kiss

Ten for a bird, you must not miss


Probablemente había sido el día después de Navidad, en su primer año. La exactitud de la fecha podría ignorarse cuando quisiera mentirse a si mismo los años siguientes. Él era bueno en eso, así es cómo había logrado graduarse con la cordura relativamente intacta.

Había sido, junto con Ron Weasley y Harry Potter, uno de los niños que había decidido quedarse por el receso de las fiestas. No había tenido el corazón para volver a casa, siendo la primer Navidad que su familia pasaba sin Susa, su abuela, entre ellos. A Dean le temblaban las manos y le dolía el pecho cada vez que recordaba la sonrisa de la mujer mayor, tan alegre y vivaz, la que le había regalado su primer juego de marcadores y pinceles, quién le había enseñado entre susurros y risas su amor por el arte.

Él no podía… no quería…

En cuestión, había decidido permanecer en el castillo ese año. Y, muy a su pesar, había tenido que soportar sin tregua la extraña actitud de sus compañeros de cuarto.

No le desagradaban, eran muy amables, pero irritaba los nervios de Dean que cada vez que entrara a la habitación o a la Sala Común, se callarán abruptamente de lo que sea que estuvieran hablando, y se hiciera un silencio extraño de unos segundos antes de que comenzarán a conversar de un tema que era completamente diferente. Era molesto, porque si Dean no era algo, era ser chismoso; poco le importaban a él sus secretos, pero estas interacciones lo ponían al borde. Y no tenía a Seamus cerca para suavizar la incomodidad o para distraerlo, su amigo había vuelto gustoso a casa de sus padres con un abrazo de despedida y una promesa de enviarle chocolate o algún postre casero de su madre.

(Ignorando monumentalmente todas las veces que Dean le había dicho que odiaba los dulces. Seamus se negaba a creerlo porque, al parecer, el azúcar era su dios pagano y ofendía sus delicadas sensibilidades ser amigo de un hereje, por lo que por el bien de su amistad, lo ignoraba. Como Dean ignoraba que, a pesar de su aparente devoción religiosa a los dulces, estos no lo salvarán de incinerar todo lo que su varita tocará. Ah, la amistad)

Por lo que allí estaba Dean, tratando de no golpear a Ron Weasley y accidentalmente ahogarlo hasta la muerte con una almohada porque era muy joven y bello para ir a Azkaban. Harry era pasable, principalmente porque su capacidad de interacción social fuera de Weasley y Granger parecía nula, o simplemente no le importaba hablar con los demás, por lo que se quedaba mayoritariamente callado. Dean le daría un abrazo si no fuera porque el otro niño parecía reacio a cualquier tipo de tacto, y se estremecía si alguien se acercaba sin avisar, lo que hacía sonar todas las alarmas en su cabeza pero sin una verdadera cercanía entre ambos, no quería preguntar por su situación en el hogar.

Lamentablemente, Harry iba a perder su estatus de "pasable" en los libros de Dean, si no dejaba de desaparecer a la noche a Merlín sabe dónde. Dean no se preocupaba, en absoluto, pero tenía el sueño ligero - tenía dos hermanas menores, una con las cuales tuvo que compartir habitación durante años y era sonámbula - y sus oídos se habían afinado ante cualquier indicio de movimiento. Por lo cual, Dean sabía que de tanto en tanto, Harry salía de los cuartos de Gryffindor interrumpiendo su ciclo de descanso. No había dicho nada, porque Potter solía volver dentro de unas dos horas y eso no hacía una mella significativa en su sueño; el problema había comenzado la noche de Navidad, cuando Harry había huido en una de sus habituales desapariciones y había vuelto casi al amanecer.

Dean casi lo enfrenta, pero lo había escuchado acurrucarse silenciosamente en la cama y sollozar, y él era débil ante el llanto, así que lo había dejado pasar. A la noche siguiente pasó lo mismo, con la diferencia de que Harry había despertado a Weasley susurrando emocionado algo sobre sus padres, que a Dean le habían asegurado los chismes y los libros de historia que estaban muertos, y había arrastrado a su amigo fuera de la cama con rapidez. Ambos habían vuelto bien entrada la madrugada. Dean seguía sin dormir y sin nadie llorando que se lo impidiera, los iba a asesinar y esconder los cuerpos en algún lugar recóndito del maldito castillo; pero, dos noches sin sueño le pasaron factura, y apenas escuchó que sus compañeros habían regresado a sus camas, se dejó arrastrar en brazos de Morfeo.

La tercera es la vencida, así que a la noche siguiente apenas escuchó a Harry irse, se levantó y agarrando sus mantas más cálidas se arrastró soñoliento a la Sala Común a esperar su regreso.

Apenas había logrado acurrucarse en el sillón, que la chimenea se había iluminado, la Sala claramente sabiendo que iba a esperar por un rato. Dean se hubiera asustado, si Granger no dejará de repetir su discurso sobre Hogwarts: una historia, a quien quisiera escucharla, sobre cómo la magia con los años afectaba las infraestructuras y ahora, el castillo de más de mil años era básicamente sintiente. Porque era educado y su madre hubiera tironeado de sus orejas hasta que ardieran durante días si no lo hacía, murmuró sus gracias a la habitación vacía; para su deleite, el fuego bailó entusiasta como respuesta y ardió más fuerte.

Dean amaba la magia.

También le daba muchos dolores de cabeza, porque tenía tanto potencial pero los magos parecían muy centrados en usarla para todo menos lo importante y eso lo volvía loco… pero la maravilla seguía ahí, por lo que se iba a regocijar en ella un poco más. Tal vez un año o dos, y después presentaría una queja formal a Mcgonagall. Ella parecía una bruja muy sensata, le recordaba a su madre.

Para su sorpresa, la entrada a la Sala se abrió más temprano de lo que esperaba. Dean había preparado un discurso, largo y tendido, sobre cómo no podían permitirse perder más puntos de casa y sobre la urgente necesidad de una noche de sueño completa, con los beneficios a la salud que ello traía, incluida la seguridad del perpetuo bienestar físico de Harry si terminaba con sus inconvenientes salidas. Todas sus palabras se quedaron atragantadas en su garganta al ver la postura de Potter, que parecía irradiar miseria e infelicidad. Lo único que se pudo escapar fue:

- ¿Qué demonios te pasó allá afuera para verte así?

Y Dean no se preocupaba, por supuesto que no, pero… Potter se veía como si hubieran pateado a su cachorro favorito frente a él y luego un Dragón se lo hubiera comido. Por partes. Todo muy sangriento. Seguía en sus pijamas y su expresión era tan triste, que Dean quería arroparlo en frazadas muy mullidas y hacerle un poco de chocolate caliente, que Seamus le había informado era la mejor cura.

No sabía dónde estaban las cocinas, y solo tenía las mantas que había arrastrado de su habitación, pero peor era nada.

Harry parecía sorprendido de verlo, lo que le resultó ciertamente cómico porque no es que haya sido particularmente silencioso las últimas tres noches.

- ¿Dean? - preguntó confundido, pero igualmente complaciente cuando él se acercó y lentamente para que cada gesto fuera visto lo agarró de la muñeca y lo arrastró al sofá con él. Y lo envolvió en una de sus mejores mantas, la que Susa le había tejido para su cumpleaños anterior.

Dean no iba a preguntar, porque sabía que a veces la solución no era hablar de lo que te molestaba, sino simplemente tener algo de compañía; por lo que negó con la cabeza, y simplemente se acurrucó cerca de Potter, con cuidado de aún mantener cierta distancia porque era consciente de los problemas del otro niño con el tacto no bienvenido. Y se concentró en mirar el fuego, que parecía sentir la inquietud de Harry y bailoteaba en diferentes formas, como si quisiera animarlo. Dean sonrió complacido cuando escuchó el jadeo de asombro de su acompañante al notar la chimenea. Hogwarts era genial, pero él creía que los únicos que lograban apreciar al castillo y su encanto en su totalidad eran los nacidos de muggles como Dean, o aquellos criados en un entorno no mágico como Harry. La magia se sentía especialmente como un regalo cuando recién la conocías.

Dean sabía que no eran amigos, y que la mejor persona para consolar al decaído Potter era probablemente el Weasley que seguía durmiendo en los dormitorios de los primeros años, pero Ron evadía los sentimientos y las situaciones emocionales como un verdadero campeón, y Granger no estaba allí como para ser él bastión de la estabilidad mental de sus amigos. Así que Dean sería la compañía, solo por esa noche, porque no iba a tocar ni con un palo de diez metros el nido de avispas que era el pasado de Harry Potter, aparente salvador del mundo mágico a la edad de un año. Y podía, si era interrogado en el futuro por Mcgonagall, decir que no tenía conocimiento de nada de lo que Harry Potter hacía fuera de horas.

Y como si el otro niño hubiera oído sus pensamientos, comenzó a hablar. Dean tuvo que acallar su quejido de "no, no, mi negación plausible", porque su madre era abogada y supo que ahí se había escapado su posibilidad. Maldita sea.

- Yo… no recuerdo a mis padres - Harry dijo algo incómodo, y Dean lo entendía, porque esa era básicamente la primera conversación verdadera que tenían y empezó contundente - Pero hay, en una de las habitaciones en desuso, un espejo que muestra el mayor deseo de tu corazón…

Dean tuvo que tragar para despejar el nudo en su garganta, porque su padrastro Steve era genial y él lo amaba, pero a veces le dolía que su madre haya eliminado todo rastro de su padre de su vida. Él podía recordar algunas cosas, como su aroma (café y menta) y que compartían el color de sus ojos (como la miel, extraña y fuera de lugar entre las tonalidades oscuras de Dean), pero le costaba alcanzar el sonido de su voz y los rasgos de su rostro se volvían cada vez más borrosos con el pasar de los años. Él creía a dónde estaba yendo Harry con el espejo…

- Mi tía, Petunia, siempre me dijo que tenía los mismos ojos horribles que mi madre - balbuceó, y Dean repentinamente quería encontrarse con la tía de Harry para maldecirla hasta Nurmengard - Pero nunca me mostró una foto. Él espejo… el espejo me los mostró, nunca los vi Dean, pero definitivamente eran ellos. Mi padre también usaba lentes y ¡Me parezco mucho a él! Y mi madre, ella es pelirroja, y mis ojos no se ven horribles como dice tía Petunia cuando están en su rostro. Y… y no son reales, porque no pueden salir del espejo que solo refleja lo que más deseo. Él profesor Dumbledore dijo que, de todas formas, iban a mudar el espejo de lugar porque más de uno se perdía mirándolo.

Dean lo observó hacerse un ovillo, lo más pequeño posible, y mirar sus pies como si estuviera esperando una burla de su parte. Y él medito su respuesta, porque no le debía nada a ese niño que desde que llegó solo había perdido puntos, se había metido en problemas y casi completamente ignoraba a cualquier Gryffindor que no sean los Weasley o Granger, ya sea como mecanismo de defensa o porque no le gustaba la gente; no había razones para devolver la confesión vulnerable.

Pero se veía tan pequeño, más de lo que debería un niño de su edad, y la manta de Susa lo empequeñecía aun más. Suspirando, Dean supuso que al menos podría dejar saber a Potter que entendía el sentimiento. Incluso si fuera algo que ni a Seamus le hubiera dicho todavía.

- Mi apellido no siempre fue Thomas - porque en algún lugar debía empezar. Fingió no ver el sobresalto de Harry, quien claramente no esperaba más que un juicio y no una correspondencia - Mi madre se volvió a casar e hizo que tomara el apellido de Steve, que es un gran tipo y es cómo mi papá pero… pero yo todavía recuerdo, algo, a mi padre y no voy a reemplazarlo. Casi nada, porque todavía era muy pequeño cuando se fue. Sé que le gustaba tararearme una rima infantil sobre las urracas, que nunca pude entender del todo pero me niego a olvidar y que le gustaba contarme historias antes de dormir, aunque no pueda recordar ninguna. Él olía a café, porque al parecer lo amaba, y menta. Yo… también tengo sus ojos, y sé que mi madre dice que los ama, pero más de una vez la he visto evitar mirarme directo.

Y Dean no la culpaba. Ella había amado a su padre con todo lo que tenía para dar y él la había abandonado, con un niño de un año y medio, y sin forma de contactarlo. Él quería resentirse y odiarlo por dejarlos solos, pero no podía olvidar los besos tontos que le daba en las mejillas y que luego ardían porque su barba picaba, y lo seguras que se habían sentido sus manos cuando lo sostenían. No debería recordar, no era normal, pero Dean no podía quejarse cuando veía a Harry que ni siquiera sabía cómo era el rostro de sus padres, porque al menos él tenía algo a lo que aferrarse cuando el anhelo llegaba.

Harry se quedó en silencio un segundo, pareciendo ni saber cómo responder y luego preguntó:

- ¿Por qué urracas?

Y bueno, al parecer el niño tenía algo de tacto, o prioridades un tanto extrañas. Dean quiso pensar que solo estaba desviando su atención de su padre a algo más, pero con Harry nunca se sabía. No era el mejor observador.

- Eh, quien sabe - respondió con sinceridad - Investigue al respecto, pero lo máximo que pude encontrar era algo sobre el simbolismo de la urraca en la superstición y lo dejé ahí ¿Sabes, cuando nada de esas cosas parecía importante? Ahora que soy un mago, tal vez deba prestarle más atención, porque la rima advierte sobre situaciones según la cantidad de urracas que ves.

- ¿Qué? - Harry solo se veía más confundido.

Dean sonrió, porque al menos estaba distraído.

- Bueno, por ejemplo, una es para los pesares y dos para alegrías, lo que no es muy informativo, pero tres es para un funeral, ni hablar de siete, que es para un secreto que dicho nunca ha de ser.

- Hermione dijo algo sobre los números, pero es difícil escucharla cuando entra en modo lección.

Él niño se encogió de hombros y Dean asintió en comprensión. Granger a veces se enfocaba en derramar todo lo que sabía sobre un tema, como si estuviera en una especie de continuo concurso en que el debiera saber todas las respuestas o sería expulsada. No la había ayudado a hacer muchos amigos, porque siempre parecía condescendiente cuando no sabías de lo que estaba hablando y terminaba erizándose de indignación cuando no la escuchabas, lo que era algo arrogante de su parte porque, a veces, simplemente no querías escuchar sobre lo fascinante que era la utilización del pergamino y la tinta a pesar de los avances modernos, y que entrara en ese estado de ánimo impedía cualquier tipo de conversación.

Probablemente se había asustado ante la posibilidad de estar atrasada con ciertos temas y había estudiado ávidamente antes de llegar al castillo; Dean se había sentido de igual manera, pero aunque empatizaba con la niña, no tenía mucha paciencia para ella. Los niños eran crueles, y si sentían que se burlaban de ellos, contraatacarian con todo el resentimiento de sus cuerpos. No la hizo muy popular en Gryffindor, y Ron había sido uno de sus mayores opositores. Dean todavía no entendía como los tres habían logrado amistarse, pero creía que si funcionaba y no había daño alguno, para qué meterse en problemas ajenos.

- Sí, pero depende mucho de la cultura - le dijo suavemente, porque los ojos de Harry se veían algo bajos, como si no quisiera dormirse a pesar del cansancio - En general, el tres es un número importante, ya sea por la importancia que le dan las religiones judeo-cristianas y paganas, o los mitos. Él siete es un número muy mágico, y el cuatro en la cultura japonesa es tan temido como el trece en occidente. Es decir, depende de dónde estés parado.

Harry parecía entender, pero Dean no sabía cuánto de ello recordaría al día siguiente porque parecía que iba a desmayarse allí.

- ¿Dean? - preguntó de repente.

- ¿Si, Harry? - porque llamarlo Potter era incómodo después de esa conversación.

- ¿Extrañas a tu padre? - y no, definitivamente no había ni un hueso de tacto en Harry Potter.

- Si, mucho, supongo que tanto como tú a tus padres.

Harry lo miró, como si buscará algo. Y a la luz de la chimenea, sus ojos verdes parecían casi sobrenaturales. Dean tuvo que conscientemente evitar encogerse un poco, porque, Merlín, el otro niño era algo intenso en ocasiones. Finalmente, Harry asintió como si hubiera hecho un acuerdo no verbal, aparentemente conforme con lo que se que haya visto.

- Eres un buen amigo, Dean - dijo. Y se levantó, abandonando la manta junto a él, y retirándose a los dormitorios. ¿Desde cuándo eran amigos? Dean no creía que el proceso era así.

Vio su espalda hasta que llegó a los escalones.

- Harry - y lo vió parar, pero no voltearse - Hay… hay fotos, de James y Lily Potter en algunos libros de historia mágica y… creo haber visto a una mujer como la que describiste en uno de los cuadros de la oficina de Mcgonagall. Yo le preguntaría a ella.

Los hombros de Harry perdieron su tensión, cuando se dio cuenta de que tenía una oportunidad de saber si el espejo no le había mostrado solo proyecciones de su imaginación. Y se giró, sonriendo ampliamente antes de asentir y correr escaleras arriba.

Dean se relajó, algo más tranquilo, en el sofá. Él no había estado preocupado, no tenía razones, pero nunca era agradable ver a alguien tan triste.

Bueno, había hecho su buena acción del día. A la mañana siguiente, Potter volvería a su yo habitual y Dean solo hablaría con él en las conversaciones a las que Seamus lo arrastrara.

Con eso en mente, se durmió allí donde estaba. Porque, por Morgana, no había clases y tampoco muchos estudiantes, así que el dormiría donde se le diera la gana.


Dean apenas prestó atención, cuando en el desayuno, Harry se había sentado a su lado, trayendo a un todavía muy dormido Ron. Si bien era cierto que desde que el resto de primeros años se había ido muy pocas veces se sentaban juntos, tenía más que ver con el hecho de que a Dean le gustaba despertarse temprano, junto al sol y a sus compañeros de habitación les resultaba un suplicio. Como Harry había estado interrumpiendo sus noches de descanso, Dean había comenzado a apreciar el levantarse algo más tarde.

Y, como la noche anterior había dormido tarde y en un sofá, Dean no era una persona muy feliz. O muy despierta. Estaba, principalmente, trabajando en automático, y su modo predeterminado a la mañana era "hermano mayor" y es a lo que iba a culpar por lo que pasó a continuación.

Harry abrió la boca para hablar, pero lo que sea que fuera a decir fue interrumpido por un algo adormecido Dean.

- Tu cabeza es un desastre ¿Cómo es que el espejo en el baño te dejó salir sin gritar de horror? - murmuró casi con molestia y procedió a arreglar con sus manos el nido de pájaros que era el cabello de Potter.

Dean tenía, naturalmente, el cabello rizado. Era un rasgo que compartía con sus hermanas y su madre, y siendo el único que tenía tiempo en la mañana, era quien debía peinar con rapidez y eficiencia a ambas niñas. Y enderezar su cabello también. Si había alguien que sabía manejar con destreza el cabello problemático, era Dean; Fiona, su madre, se limitaba a dejar sus rizos libres, y Steve, por experiencia, había aprendido a que el cepillo en las cabezas de sus hermanas era la peor idea. Era en parte la razón por la cual mantenía su cabello al ras, pero había crecido desde el inicio de clases.

Al terminar, asintió satisfecho y dejó ir al niño. Él ruido estrangulado que Ron soltó lo hizo caer a la realidad, despertándolo de la pura vergüenza. No, no otra vez. Le había sucedido algunas veces con Seamus, pero él era su amigo y definitivamente no tenía los problemas de Potter a la hora del contacto no deseado.

Se enfocó en sus compañeros, con una disculpa lista en la punta de su lengua, pero Harry se veía encantado y sonriente. A pesar de que la forma en que Ron lo miraba hacía que Dean quisiera que la tierra lo tragase, si Harry no tenía problemas, él no iba a decir nada. Si el otro niño no se había sentido disgustado por el gesto, ni avergonzado, no era algo para señalar, no cuando le costaba tanto aceptar cualquier tipo de afecto. No es que arreglarle el pelo fuera un gesto de afecto, y tampoco algo que planea repetir, pero teniendo en cuenta la forma en la que el Potter se tensaba ante los abrazos de Granger o las palmadas en la espalda de los Weasley mayores, cualquier cercanía bienvenida era progreso.

No es que a Dean le importará, pero, bueno, si, no tenía excusas. Que lo demanden, era temprano.

Dean se concentró en su desayuno, mientras Potter y Weasley charlaban animadamente. No lo incluyeron exactamente, pero al menos no era uno de esos silencios a los cuales se había acostumbrado. Era algo agradable.

No pensó mucho en como Harry permanecía sonriendo, y como Ron lo miraba de reojo, curioso.

Fue el principio del fin de Dean Thomas

(Quien, muy a pesar de sus quejas, aparentemente amaba el dramatismo)


Ahora, una pequeña advertencia: a diferencia de mis otros fics, este va a tener capítulos cortos centrados en pequeños momentos (voy a intentar que sea lineal, pero no prometo nada), así que no esperen actualizaciones de 6000 o 7000 palabras, porque esto está literalmente archivado en mi laptop como "short and sweet Dean project"