Segundo fic! Realmente me agrada la idea de hacer una Hinata mala con dobles intenciones, espero que os guste leerlo tanto como a mí escribirlo. Este no es más que un breve comienzo, pienso estrujar mi cerebro hasta que se quede seco :). Actualizaré lo más pronto posible, quizás con un par de días me sobre. Sin más que decir. ¡Disfrutad!
PRÓLOGO
Ella era como la neblina, se esparce lenta pero constante y cuando te encuentras entre ella ya es demasiado tarde. Ella era muy bonita, sus ojos desteñidos como si se hubieran corrido sobre el lienzo realmente le hacía parecer una niña adorable, casi efímera. Su cabello de tinta tan siniestro... Pero ella ahora tiene un secreto, el cual es mejor que nadie conozca.
Es una chica muy callada, parecería incluso tímida, pero su cabeza maquina muchas cosas, ella es mala y lo sabe. No le gusta, no, sí que le gusta, pero cuando la gente a su alrededor empezó a comprender mejor las verdaderas intenciones detras de las acciones de la pequeña Hinata está se vio tentada a chasquear la lengua y maldecir por lo bajo, porque si no había gente a la que manipular no había con que jugar y divertirse.
Era de noche, subió a su cuarto dispuesta a ponerse el pijama, pero su padre le llamó para que fuera a comprarle comida basura al 24 horas. Por supuesto que hizo caso, no le apetecía ser brutalmente golpeada como ayer por llegar tarde a casa. Él procuraba no darle en la cara, pero disfrutaba mucho cuando gemía de dolor al tirarle de los pelos y estrellar su pequeña cabecita contra el suelo mientras las ebras se volvían rojas.
Ella era una niña dulce y bonita, se supone que a las niñas dulces y bonitas no hay que pegarles.
Su madre había muerto al darle a luz y ahora vivía con su padre en un barrio problemático por el centro de la ciudad.
Llovía mucho, por lo que cogió un paragüas y se dirigió a paso ligero a la dichosa tienda. Hacía frío y las deportivas que llevaba se empezaban a calar un poco.
Al llegar a la tienda el dependiente le miraba un poco mal, iba completamente mojada a pesar de llevar un paragüas y le mojaría toda la tienda. Terminó de pagar y salió a la calle, estaba todo muy oscuro, no había nadie.
Se sentía relajada al escuchar como la lluvia caía sobre la piel de su cara desnuda, el viento se llevaba todos los sonidos y por primera vez en mucho tiempo sintió su alma en paz. Estaba absorta del mundo hasta que le llegó un grito ahogado. Se dirigió hacia un callejón con el paragüas en mano donde le había parecido oirlo, se asomó levemente y vio unas sombras que le costo distingir en un principió pero que poco a poco tomaban formas y se hacían más nítidas. Entonces fue cuando notó como sangre se colaba mezclandose con el agua por una alcantarilla. Alzó la vista y vio a un tipo apuñalando a una mujer y rebuscando en su monedero. Por algún motivo no se sentía asustada, sólo miraba la escena sin mostrar ninguna emoción realmente. Decidió que lo más sensato sería llamar a la policia.
Las sirenas de las motocicletas policíacas se empezaron a oir cerca pero el asesino ya había salido corriendo hacía pocos minutos sin darse cuenta de su presencia. Cuando bajaron del vehículo les mostró donde se hallaba el cuerpo inerte de la joven.
-Y-y yo... yo no... no sabía... Tenía miedo... mucho.-Lloró y lloró siendo consolada por los policías. Pobrecita, tan joven y tener que presenciar algo así... Sí, eso... Probrecita...
Hinata apoyó la cabeza sobre el pecho del policía y sonrió. ¡Pero que sonrisa tan macabra y vacía tienes! Qué buena actriz era. No quería hacer nada con esto, sólo le resultaba divertido la genuina idiotez y credulidad de la gente. ¿No lo entendían? Ella era mala. Pero quizás no se daban cuenta por su ojos que parpadeaban como si fueran las alas de una mariposa, casi de polvo que ocultaban dos hermosas gemas desteñidas por el Sol; quizás era por sus rosados labíos que se cerraban como una rosa; por su cabello de tinta que se mecía timidamente con el viento.
O quizás tan sólo era por su gran busto y su estrecha cintura que acaparaba las miradas de los policías que en vez de hacer su trabajo seguían consolando a la joven damisela en apuros.
Uno de ellos la llevó a su casa y le pidió sus datos personales para llamarle al día siguiente para que fuera a declarar su versión de los hechos.
Al llegar le dio a su padre la bolsa con la comida y subió a su cuarto. Se cambió de ropa y decidió escribir un rato como cada vez que le ocurría algo que no alcanzaba a compreder o se sentía rara:
Hoy he visto como mataban a una chica frente a mis ojos, me compadezco de ella, no me gustaría estar en su lugar.
Mi padre ayer me volvió a pegar, un día de estos haré que se arrepienta de como me ha tratado hasta ahora, me gustaría ver su cara de arrepentimiento, arrastrandose como el gusano que es, definitivamente sería muy divertido.
Ha sido extraño sentir la muerte tan cercana...
