Capitulo 1
Otro mes pasaba como un suspiro desde el fin de la última batalla con Naraku, si, lo habían derrotado. Pero como cualquier guerra, había dejado a su paso sufrimiento y dolor. La muerte todavía se sentía en el aire mientras los familiares y amigos de aquellos valientes que perdieron su vida en batalla todavía guardaban luto.
Y así, al igual que tantos mas, ella caminaba de nuevo por ese sendero de tierra que tanto conocía mirando, examinando la tierra y las pisadas y creyendo ver las suyas, no hace mucho había pasado por ese mismo lugar. Como siempre a unos metros de su destino reunió valor y levantó su rostro, percibió el olor del bosque llevado por el viento y cerrando los ojos deseó que también la llevara así; como a esas hojas caídas; que la llevara con el, lejos a un tiempo donde este sendero no era tan conocido y cuando aquella persona que tanto amó seguía a su lado.
Pero como todo, en un instante, el viento terminó y sintió de nuevo el peso de su propio corazón sobre su estómago. Ya estaba cerca, reunió fuerzas de nuevo y siguió caminando, su hiraikotsu la acompañaba fielmente pegando ligeramente contra sus costillas. Contempló las montañas y recordó aquellas que fueron testigos de la batalla, cuando de repente y sin aviso los recuerdos la inundaron.
Estaba arrodillada junto a su hermano quien yacía recostado en el suelo, sintió de nuevo como las palabras salían de su boca.
No! Hermano! – dijo mientras recostaba su cabeza en sus piernas.
Por fin después de tanto tiempo había sido su hermanito de nuevo y no resistiría perderlo de nuevo. Sintió como lágrimas se deslizaban por sus mejillas, intentó retenerlas pero no pudo.
Kohaku había sufrido muchas heridas, tenía una flecha en su pierna derecha, producto de un rebote del espejo de Kanna, un brazo roto y su costado izquierdo debido a las garras venenosas de Sesshomaru. Había perdido demasiada sangre, y ya le quedaba poco tiempo aunque todavía conservaba el fragmento en su espalda.
Kohaku abrió sus ojos con esfuerzo y miró a su hermana.
Hermana… ¿recuerdas cuando me ayudaste a practicar para mi primera misión como exterminador?- Sango se sorprendió de ver que su hermano hablaba de eso.
Si, lo recuerdo Kohaku pero ¿a que vas con esto?-
Esa misión fue la que termino en la muerte de nuestro padre y amigos… - Kohaku miró sus manos manchadas en su propia sangre – y fue por mis propias manos. He llevado esta carga en mi alma por mucho tiempo y…hermana, ¿sabes? Ya quiero descansar, por fin veré de nuevo a nuestro padre y…podré…pedirle perdón – sus ojos cafés llenos de melancolía se fijaron en los de Sango.
No hermanito! Eso no fue tu culpa! Tú eres tan inocente como siempre…- dijo Sango intentando limpiar sus mejillas manchadas de lágrimas.
Kohaku le dirigió una última sonrisa…era su hermanito de nuevo y para siempre.
Con esfuerzo, Kohaku volteó su cara en dirección a Kagome y con una señal de su cabeza le hizo saber que ya podía despojarlo del fragmento que lo mantenía vivo... sufriendo. Con un último suspiro tomó la mano de su hermana dejando atrás sólo huesos y recuerdos para seguir a un mejor lugar.
Sango se paró sintiendo como la tristeza la invadía y hacía que su pobre corazón pesara más que nunca, se acercó a Kagome llorando amargamente mientras que su amiga intentaba sin éxito calmar su dolor con un fuerte abrazo.
De repente abrió sus ojos y estaba parada nuevamente en la mitad de ese camino, el sol brillaba tanto que parecía burlarse de su dolor.
No, no lo lograría, con estos recuerdos frescos en su mente no podría continuar. Bajó la mirada y se encontró con sus manos, la derecha todavía sostenía los crisantemos que había recogido en la aldea. Decidió continuar… ya faltaba poco.
Pasó de nuevo cerca de un gran cerezo, todavía no había florecido. Y llegó por fin; a algunos metros se veía la lápida de piedra. Al verla, sus pies se quedaron inmóviles, ¡no respondían!
Vamos, ¿Qué te pasa?, si ya has venido aquí antes – pensó regañándose.
Continuó caminando, se agachó y puso los crisantemos sobre la lápida. Luego se sentó mirándola y se hizo las mismas preguntas que se había hecho todas las veces que lo había visitado, ¿debía decir algo? ¿Valdría incluso la pena? ¿La escucharía…?
E-este…yo…ho-hola – ¡Estúpida! ¿Esta era la única idiotez que se la ocurría decir?
Pues…bueno – tomó un respiro antes de continuar – te…te preguntaras, pues que…que hago aquí hablando, digo, como ya había venido y…tu sabes – ¡Genial! Ahora estaba balbuceando, ¡pero si nunca había tenido ese problema cuando estaba vivo! Incluso le había pegado sus buenas cachetadas,¡¿Por qué ahora?! –
Y ahora me siento tonta hablando sola – la risa se desvaneció incluso antes de que apareciera y solo logro curvar un poco su boca. - ¿Sabes? Desde que, pues que te fuiste todo ha sido tan… no se, tan raro… - se rió sarcásticamente – nunca pensé que fuera a decirte esto pero…te-te, yo te extraño - suspiró e incluso se sonrojó un poco al decirlo, algo que últimamente se notaba mucho en su rostro palidecido.
¡Extraño hasta las peleas! – esta vez se rió un poco – ¿recuerdas todos nuestros viajes? Y además… Kagome e Inuyasha también te extrañan y dicen que vendrán pronto…pero creo que Inuyasha todavía tiene como miedo de venir, es que es como si venir solo lo…solo-lo hace real, es como aceptar que ya no vas a volver – la última frase murió en sus labios pero sus ojos no se aguaron, siempre pensó que fue tal vez por llorar tanto… sus lágrimas simplemente se habían terminado.
Desearía que hubiera una forma de traerte de vuelta… y aunque nunca… nunca te lo dije, en-en realidad, me alegró mucho lo que prometiste… ¿lo recuerdas? Y cuando Naraku murió yo pensé… pensé que – no terminó la frase, era solo un tonto pensamiento que tuvo aquel entonces, no valía la pena recordarlo…pero sin poder evitarlo, los recuerdos volvieron a inundar su mente…
No lo podía creer, ¡esto no podía estar pasando! Estaba arrodillada junto a Miroku, quien agonizaba. Aunque Naraku había muerto y su Kazaana se había cerrado, el veneno estaba a unos pocos pasos de su corazón y ya faltaba poco…
Miroku yacía ahí, junto a ella sufriendo y lo peor era que ella no podía hacer nada para ayudarlo, solo secar su sudor mientras que su propio corazón agonizaba amenazando con perder el último vestigio de esperanza que le quedaba.
Miroku la miró esforzándose por mantenerse conciente
Sango… yo… urghh – Miroku aferró una mano a su pecho intentando sin éxito parar el dolor.
Por Favor…no te esfuerces – dijo Sango intentando esconder las lágrimas que caían libremente mojando su kimono.
Yo…lo sien-lo siento –
¡Pero si no era su culpa!¡Todo por el maldito de Naraku! Sintió los recuerdos de su hermano zumbando en su mente.
Aunque no voy a poder cumplir mi promesa, quiero – empezó a decir Miroku mientras que tomó una de las manos de Sango entre las suyas – que sepas que todo lo que dije fue verdad y que deseo con todo mi corazón poderlo haber cumplido pero quiero… -
Volvió a sentir un fuerte dolor atravesar su cuerpo.
Quiero que vivas feliz, recuerdame como en nuestros viajes y no enfermo y muriendo…muriendo como ahora – empezaba a costarle cada vez mas hablar y su voz se debilitaba – Y sobre todo recuerda que te amé como a nadie…Sango… - su voz se fue extinguiendo cada vez mas hasta que Sango vió como aquel resplandor que solo la vida podía darle a sus hermosos ojos azules se desvaneció para quedar sólo una mirada perdida y vacía.
Ella no supo que hacer sino llorar hasta que ya no quedaron más lágrimas, solo un corazón roto y sin esperanzas de volverse a abrir para amar de nuevo. Los que la conocieron dicen que esa energía, esa Sango que conocían se fue junto con Miroku ese día de invierno.
De repente ahí estaba ella de nuevo, con la mirada fija en la piedra gravada y se sintió sola, más sola que nunca en su vida y sintió frío, un frío que indescriptible que sabía que solo él, quien la había dejado para siempre podría alejar.
Y se quedó sin palabras, ya no sabía que decir, intentó sentirlo…así fuera un simple fantasma, algo que le indicara que él le había escuchado, que sabía que estaba ahí pero sólo escuchó el ruido del viento a través de las ramas de los árboles, y sintió como las nubes tapaban el sol, y la sombra cubría el bosque poco a poco.
Regresó de nuevo a la aldea, mas callada y pálida que nunca y al ver las casas sentía como si él fuese a doblar una esquina y aparecer frente a ella, y saludarla como si nada hubiese pasado, como si todo esto fuera una simple pesadilla…, pero no, así intentara alejar ese sentimiento, no se iba… y repetirse que el no volvería no ayudaba en nada.
Entró a la casa de la anciana Kaede y sintió como 5 pares de ojos preocupados la seguían hasta que se sentó en un rincón a mirar el fuego crepitar.
Y…Sango… ¿cómo te fue? – preguntó Kagome temerosa de la respuesta que podría recibir. Pero su amiga nunca respondió.
¡Vamos Sango! ¡Despierta de una buena vez! ¡Eso no es saludable, te estás hundiendo en la depresión! – le dijo Inuyasha preocupado, últimamente Sango parecía un zombie más que nunca y ellos temían por ella.
Sango simplemente se paró y exploto – Cállate… ¡Tú que sabes de esto, no sabes lo que siento! ¡Además ustedes dos si están juntos! – Dijo señalando a Kagome - ¡EN CAMBIO YO ESTOY SOLA! – la rabia se veía en sus ojos, había sufrido demasiado en muy poco tiempo…no era justo…se quedo ahí, parada, con sus puños apretados y su rostro mirando el suelo de madera. Inuyasha no supo que hacer, la impresión se notaba en su cara pero él solo se apartó y no pronunció otra palabra…
Shippo se acercó y le hablo, ella notó la preocupación en su rostro pero ya no entendía lo que le decía. La pena, rabia y tristeza la inundaban y ensordecían. – Me voy a dormir…lo siento…estoy bien, no tienen porque preocuparse – dijo mientras se dirigía rápidamente hacia la puerta.
¡Inuyasha! ¡Eres un idiota! ¡¿Cómo pudiste decirle algo así?! – grito Kagome enfadada.
¡Pero si es la verdad! ¡Ella no se puede dejar consumir así! – se defendió Inuyasha.
¡Tú no estás en ninguna posición para decir eso! ¡Estabas igual cuando Kikyou murió! – dijo Kagome, su cara poniéndose ligeramente roja.
Con esto, Inuyasha fue derrotado, ya no tenía ánimos de pelear y solo se quedo sentado mirando al piso sin poder creer que Kagome en realidad hubiera dicho algo así. Kagome se apuró hacía su amiga, tenía que ver que estuviera bien, no se merecía todo lo que le había pasado… y ahora lo que necesitaba era apoyo y compañía, lo cual habían intentado darle todo ese tiempo pero parecía que simplemente no funcionaba y Sango cada vez se deprimía mas…
Sango se recostó, aunque llevaba un tiempo yendo, o intentando ir a visitar a Miroku, esta vez, sin embargo, fue demasiado para ella.
Tal vez no debí haberle hablado – pensó con arrepentimiento y escuchó a alguien entrar.
¿Sango? ¿Estás bien? Escucha…Inuyasha es un tonto, y no sabe medir sus palabras, por favor, perdónalo…este... – Kagome empezó dirigiéndose a la espalda de Sango.
Lo se… no importa, estoy bien de verdad, solo necesito descansar…- dijo Sango interrumpiendo a su amiga y sintió su mano cálida en su brazo.
Esta bien…lo entiendo, descansa – dijo Kagome silenciosamente mientras salía de la habitación.
No, no debí haberle hablado – se afirmó a si misma mientras se entregaba una vez más al sueño, sólo para seguir soñando con el.
