HISTORIA DE TERROR

I: PROLOGO

Recinto de las Amazonas, Santuario de Athena

Año del Nacimiento de Athena

El Santuario estaba preparándose para el nacimiento de Athena, el cual estaba pronosticado por el Patriarca dentro de unos días. Santos y amazonas entrenaban como si no hubiera mañana, listos para pelear y ganar sus armaduras. La mayoría de las armaduras doradas iban teniendo sus nuevos dueños. Incluso hubo varias sorpresas entre los contrincantes.

En el recinto de las amazonas no era diferente. Todas las aprendices estaban entrenando cada vez más duro para ganar alguna armadura y probarse dignas de ser llamadas santos de Athena.

-¡Más rápido, Lena!- dijo la amazona enmascarada a su estudiante. la miraba cruzando los brazos, con una pose estricta- ¡no lo estás haciendo bien!-

La pequeña aprendiz obedeció a su maestra y golpeó las tres enormes rocas que le habían presentado. Una por una las destruyó con relativa facilidad: las tres se desmoronaron y desintegraron por completo. Las otras aprendices y amazonas que estaban cerca la miraban, curiosas. Seguramente ella sería la siguiente en ganar una armadura, no había duda de ello. La pequeña se paró de manos y tumbó de dos fuertes patadas las columnas que estaban a su alrededor. Más de uno de los mirones comenzó a aplaudir, admirado. Una vez que terminó su rutina, ya chica se puso de pie como si no hubiera sido la gran cosa y sonrió mirando a su maestra, expectante.

El problema era que su maestra pensaba igual: no había sido gran cosa.

-Tardaste diez segundos más que la última vez, Lena- dijo su maestra, haciendo que la chica se sonrojara detrás de su máscara y bajara la cabeza en una expresión avergonzada- ¿qué tienes que decir en tu defensa?-

La niña no respondió. Mantuvo su vista en el suelo, dando golpecitos al mismo con la punta de su zapatilla. Su maestra la evaluó con la mirada unos segundos, y se cruzó de brazos.

-Lo dejaré pasar por esta vez, mocosa- dijo la maestra en tono severo- necesitas descansar. Necesito que estés lista para el entrenamiento de mañana. En un mes son las pruebas para las armaduras-

La niña se quedó unos segundos en silencio.

-Pero maestra- dijo finalmente Lena- creí que las pruebas eran dentro de tres meses. El próximo mes solo son para los candidatos a armaduras doradas-

-De hecho…- dijo su maestra- tú vas a competir por la armadura dorada de Virgo-

Lena palideció, y fue evidente porque la sangre abandonó por completo toda su piel.

-Pero maestra, no estoy lista para eso- insistió Lena con voz asustada- no puedo competir por una armadura dorada. Es demasiado para mi-

-No te pregunté tu opinión- dijo su maestra- competirás por una armadura dorada, y ganaras-

-Pero…- dijo ella en voz baja.

Su maestra encendió su cosmo de manera amenazante, y Lena se interrumpió, dando un paso atrás. Pronto lo apagó de nuevo, y su maestra le dio la espalda.

-Mañana a las seis en punto, en el Coliseo, para continuar con el entrenamiento- dijo su maestra antes de retirarse- y en un mes vas a competir y ganar la armadura dorada de Virgo. Solo hay otro candidato: un chico recién llegado a Grecia y al Santuario. Y no vas a perder esta oportunidad-

Lena la vio alejarse, y una vez que desapareció de la vista, se dejó caer al suelo, rendida. El día de las pruebas seguramente la harían papilla, contra quienquiera que sea el otro candidato a la armadura por la que ella pelearía. Si tenía suerte. Suspiró. ¿Porqué su maestra insistía en hacerla competir por una armadura por la que no estaba lista aún?

Salió del recinto de las amazonas y se dirigió a la orilla del bosque. Una vez que estuvo a la sombra de los árboles, en uno de sus lugares favoritos, y con una cálida sensación en su piel, se dejó caer sobre el pasto y suspiró intentando tranquilizarse y olvidar por un momento el gran problema que tenía que enfrentar en menos de un mes.

¿Qué pasaría si perdía el combate de ese día?¿Se convertiría en un simple guardia del Santuario?¿la expulsarían de ahí? O podría escapar una noche, nunca lo sabrían. No, si la atrapaban, era una sentencia de muerte. Además, ella no era ninguna cobarde. O quizá podría…

-¿Quieres dejar de hacer tanto ruido?- dijo en voz alta y mandona un chico cerca a ella.

Lena dio un respingo de sorpresa al darse cuenta de que no estaba sola, y se giró hacia el origen de la voz. Vio a un niño rubio de su misma edad, sentado en el pasto a unos pasos de ella, con sus ojos cerrados y en clara pose de meditación. Se incorporó sentada sobre la hierba, mirándolo de frente.

-¡Pero si no había dicho ni una sola palabra!- se quejó Lena, frunciendo el entrecejo bajo su máscara y cruzándose de brazos- y si mi presencia te molesta, te puedes ir a…-

-Piensas demasiado fuerte- le interrumpió el chico en un tono sabiondo- tus pensamientos son muy ruidosos-

-Y tú te quejas demasiado- dijo la joven aprendiz a su vez.

El chico curvó sus labios en una sonrisa sarcástica, sin abrir los ojos, que no hizo más que hacer enfurecer más a la chica.

-¿Y que me dices de ti, sabelotodo?- dijo Lena, sonriendo astutamente bajo su máscara- eres un sabiondo que no deja que haga un berrinche a gusto. ¿Eres así de metiche con todos, o solo con los que acabas de conocer? Seguramente eso te ganó muchas palizas con tus compañeros-

El chico no borró su sonrisa sutil, la cual hacía rabiar a Lena. Después de permanecer un rato en silencio, por fin la chica encontró la gracia al asunto y se echó a reír.

-Lamento ser tan grosera- dijo Lena, sonriendo bajo su máscara- tienes razón, estoy un poco preocupada. Me llamo Lena. Soy aprendiz de amazona-

-De eso me di cuenta- dijo el chico con su tono sabiondo- me llamo Shaka-

-Shaka- repitió Lena- y dime, ¿siempre eres tan irritante y sabiondo?- añadió, alzando las cejas, pero sonriendo.

Shaka no respondió. Lena se levantó de su sitio en el suelo, y comenzó a dar vueltas alrededor del chico Shaka, mirándolo con curiosidad. Él, por su parte, no se movió ni abrió los ojos, pero arrugó la frente levemente al notar que la niña seguía dando vueltas a su alrededor.

-Me distraes, Lena. Yo solo quiero meditar en paz- dijo Shaka, levantando su rostro hacia ella, aún sin abrir los ojos. Lena rió en voz alta. Se dejó caer de nuevo en el pasto, tumbada boca arriba.

-De acuerdo, señor sabiondo- dijo Lena, poniendo sus manos detrás de su cabeza y cerrando los ojos- te dejaré concentrarte-

-Gracias- dijo Shaka sin dejar su tono sabiondo- quizá deberías intentarlo tú. Te podría ayudar a relajarte-

-¿Meditar? Nunca lo he hecho- dijo Lena, volviendo su cabeza hacia él- necesito que me digas como-

-No es difícil. Solo aclara tu mente de todo pensamiento- dijo Shaka en voz baja- respira hondo, y deja ir todos tus miedos-

Lena sonrió ante aquellas instrucciones, pero hizo lo que Shaka le dijo.

-Respira, concéntrate en como entra el aire a tus pulmones, y luego como sale- continuó Shaka.

Lena cerró los ojos disfrutando el viento fresco y el cálido sol que se filtraba entre las ramas. Shaka volvió a sonreír, y respiró hondo. Lena hizo lo mismo. Vació su mente de todo miedo y preocupación, y pasó el resto de la tarde relajándose. Incluso hubo un momento en el que Shaka entreabrió los ojos y la miró, para después sonreír levemente.

-¿Shaka?- dijo Lena.

-¿Sí?- dijo el chico rubio.

-Seamos amigos- dijo la chica. Shaka sonrió y asintió- ¿lo prometes?-

-Lo prometo- respondió Shaka.

Lena sonrió, y volvió a cerrar los ojos, aunque no por mucho tiempo. Abrió los ojos, como si se le hubiera ocurrido algo, y se incorporó.

-¿Shaka?- dijo nuevamente la niña.

-Eres la persona más dispersa que conozco- dijo Shaka, sonriendo- ¿qué sucede?-

Lena se quitó algo de la muñeca. Era una pulsera roja de hilo que había hecho ella misma desde antes de ser llevada al Santuario de Athena. Se la ofreció a Shaka, quien parecía no entender lo que estaba haciendo Lena. Ésta tomó la muñeca del chico, y le amarró la pulsera.

-Esto será el símbolo de mi promesa, Shaka- dijo Lena, señalando la pulsera- de que seremos amigos siempre-

Shaka volvió a sonreír, y asintió. El chico sonrió y, a su vez, se quitó un collar de cuentas de color negro, y se lo puso a la niña.

-Es una promesa, Lena- dijo Shaka.

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Coliseo, Santuario de Athena

Un mes después

Lena se ajustó su máscara tras respirar profundamente y prepararse para la pelea. Una pelea para la que, ella estaba segura, aún no estaba lista. Su maestra la miraba severamente bajo su máscara, con la silenciosa promesa de que no la perdonaría si fallaba en su intento de obtener esa armadura. La niña suspiró, esperando lo que estaba a punto de pasar.

El Patriarca llegó, seguido de su guardia y de algunos de los chicos que ya habían ganado sus armaduras. El santo de Sagitario y el santo de Géminis estaban de pie a los lados del Patriarca, mirándose entre ellos. El mayordomo del Patriarca, Gigars, anunció que ese día competirían por la armadura dorada de Virgo, y que solo hubo dos contrincantes.

Asustada, con su corazón latiendo con fuerza, Lena dio un paso hacia la arena cuando Gigars pronunció su nombre. Tragó saliva dolorosamente y se preparó. Encendió su cosmo, una luz color rosada que la rodeó en contraste con su ropa negra de entrenamiento, los protectores plateados y sus cabellos castaños oscuros.

Su contrincante apareció frente a ella. Entre los gritos de la multitud que estaba en las gradas, no escuchó su nombre. Pero no necesitó escucharlo: lo reconoció tan pronto cuando lo vio. Sintió que, por un momento, su corazón se detuvo al verlo y su cosmo se apagó suavemente.

-No… tú no…- susurró Lena para sí misma, pero solo ella pudo escuchar su voz. Un escalofrío la recorrió, y sintió un vacío en el estómago. Su contrincante avanzó hacia ella, con su cosmo encendido y sus cabellos flotando en el aire. Shaka. Su amigo Shaka. Inconscientemente se llevó la mano al cuello y tocó las cuentas del collar que le había regalado.

Tan pronto como el niño entró a la arena, se sentó en el suelo, en posición de flor de loto.

-Lo lamento mucho, Lena- dijo Shaka en voz baja, hablando directamente a su cosmo, pues el ensordecedor ruido de la multitud parecía estar taladrando en los oídos de ambos- pero creo que tendremos que enfrentarnos-

Lena lo sabía. No tenían opción.

-¿Realmente tenemos que hacer esto?- dijo ella, poniéndose en guardia.

-Lamentablemente tenemos que- respondió él.

Lena entrecerró los ojos, sintiendo la mirada de su maestra en su espalda. Sabía que no había marcha atrás. Tenía que pelear con Shaka, vencerlo y tenía que ganar la armadura. La niña suspiró y volvió a encender su cosmo. El niño encendió su cosmo de igual manera, y lanzó contra ella uno de sus ataques dorados. Lena brincó justo a tiempo, quitándose del camino de los destellos de cosmo. Shaka volvió a atacarla, y Lena volvió a evadirlo con un salto. Cuando iba a aterrizar, Lena dio un fuerte golpe en el suelo, y partió la tierra a la mitad, justo donde estaba sentado el niño. Éste se levantó y se retiró de ese sitio antes de que la tierra se lo tragara.

Un murmullo de asombro recorrió a todos en las gradas. Aioros de Sagitario, quien estaba de pie junto al Patriarca, alzó las cejas, asombrado, y Saga de Géminis dejó escapar un gruñido de aprobación.

Shaka se quedó de pie, mirando asombrado a Lena, mientras ésta intentaba recuperar el aliento. Nunca antes otro aprendiz lo había forzado a pelear de pie, mucho menos una chica. Lena encendió su cosmo otra vez, y ésta vez lo atacó con un rayo de luz rosado con algunos toques que resplandecían de color dorado. Todos los presentes exclamaron nuevamente asombrados al ver aquello.

El chico encendió su cosmo y la atacó con TENMA KOFUKU. El ataque rozó uno de los protectores de los brazos de Lena. Éste se desprendió del brazo, pero Lena logró evadir el resto del ataque. La chica rodó por la arena un par de veces, pero se levantó tan pronto como pudo. Su brazo chorreaba sangre, pero su mirada casi disparaba fuego.

-Eres asombrosa, Lena- dijo Shaka para sí mismo- lamento mucho lo que debo hacer-

El chico encendió su cosmo de nuevo, y la chica hizo lo mismo. Ambos se lanzaron idénticos ataques, que chocaron en el aire, a la mitad del camino entre ambos. Shaka y Lena los sostuvieron en el aire, justo a la misma distancia entre ambos. El balance de ambas fuerzas no cambió. Y fue entonces cuando Lena lo vio, la fuerza de Shaka se estaba terminando. Si seguía así, a Shaka se le iba a acabar la energía, y sería golpeado por la fuerza de ambos. Ella estaba a punto de ganar. Cuando el joven bajó los brazos y apagó su cosmo para retomar fuerzas, Lena hizo lo mismo. No lo atacó.

"No puedo, Shaka es mi amigo, no puedo…"

Lena casi pudo sentir la furia de su maestra, observándola desde las gradas del Coliseo. Suspiró y miró a Shaka de nuevo. Su cabeza comenzó a maquinar como podría vencer a Shaka sin lastimarlo. Sin terminar con él. Mientras lo pensaba, Shaka volvió a atacarla. Lena evadió el ataque de un salto, pero otro ataque la alcanzó cuando estaba en el aire, tirándola al suelo y haciéndola rodar en la arena. La chica se levantó, con su ropa empapada de sangre, dándole una sensación pegajosa y molesta.

El Coliseo observó en silencio.

-Ríndete- dijo Shaka. Esta vez Lena lo pudo escuchar con claridad gracias a que ni un alma hablaba en las gradas- estás herida. No puedes vencerme-

-No me voy a rendir- dijo Lena- vas a tener que dejarme fuera de combate-

-Oh, lo haré, te lo aseguro- dijo Shaka- por tratarse de ti, realmente quería evitarlo. Pero no me dejas opción-

Lena entrecerró los ojos, y casi se arrepintió de haber detenido su ataque cuando estuvo a punto de ganarle. Casi. Pero en su corazón sabía que, si hubiera vuelto a estar en la misma situación de nuevo, habría hecho lo mismo. Ese momento de piedad le iba a costar caro.

-Dame lo peor que tengas, Shaka- dijo Lena con seguridad- y yo haré lo mejor que tengo-

Shaka sonrió levemente, con una expresión triste. Ambos encendieron sus cosmos de nuevo, y todos en las gradas dejaron escapar una exclamación de asombro al ver que ambos mostraban idénticos cosmos dorados.

Lena disparó contra él, y Shaka apenas pudo evadir su ataque. Logró salir solo con una herida medianamente profunda en su pierna derecha. Shaka bajó la mirada a ver su herida. Lena lo iba a atacar, pero detuvo su ataque: no lo iba a atacar si estaba distraído.

-¡Shaka!- dijo Lena, haciendo que el chico levantara la vista.

-¡Por todos los dioses, Lena, acaba con él de una vez!- la chica dio un respingo al escuchar la voz de su maestra, quien estaba realmente furiosa. Lena respiró profundo y se preparó. Levantó la vista, y Shaka había vuelto la mirada hacia ella. El chico había abierto los ojos.

-Lo lamento, Lena- dijo Shaka con una expresión triste en sus ojos- realmente lo lamento. Debiste haber terminado conmigo cuando tuviste la oportunidad, como dijo tu maestra. No debiste mostrar compasión-

Lena alzó las cejas de nuevo. Ambos se atacaron de nuevo, pero esta vez el poder no estaba balanceado. Shaka la estaba atacando con todas sus fuerzas, y Lena sabía que pronto recibiría toda la fuerza del ataque del chico y del suyo propio. La chica volvió a saltar, pero el ataque le dio en el costado. Lena salió volando, y cayó junto a una de las columnas.

-Ríndete ahora- dijo Shaka- ya no puedes ganarme-

Lena hizo una mueca de dolor. Se quitó la sangre que fluía de su cuello y trabajosamente se volvió a poner de pie. Shaka no cerró los ojos. La miró fijamente. Sabía lo que tenía que hacer: sacarla de combate sin lastimarla más.

-Lo lamento- susurró Shaka de nuevo. Lena suspiró. La mirada de Shaka se lo decía todo: la iba a volver a atacar.

Ambos encendieron su cosmo y se atacaron mutuamente con todo lo que tenían. Hubo una fuerte explosión en el Coliseo que hizo que todos los espectadores gritaran de asombro. Una vez que el polvo y el humo se disiparon, vieron que ambos aún estaban de pie, frente a frente, mirándose fijamente. Todos los espectadores miraron en silencio. Sangre fluía por los cuerpos de ambos casi de idéntica manera.

-Lo lamento, Shaka- susurró Lena.

-Yo también, Lena- respondió el chico rubio, apretando los puños, luchando por mantenerse de pie.

Ambos estaban haciendo un esfuerzo para mantenerse de pie. Finalmente, Lena se dejó caer al suelo hacia delante, cayendo pesadamente sobre la arena, y no se levantó de nuevo. Shaka sonrió levemente, y se dejó caer también al suelo.

Ante este desenlace, el Patriarca se levantó. Anunció que había sido un combate muy reñido, pero que finalmente Shaka había ganado la armadura dorada de Virgo. Todo el Coliseo aplaudió y vitoreó la decisión. La maestra de Lena solo se puso de pie y, tras mirarla con desprecio bajo su máscara, abandonó el Coliseo.

Algunas amazonas se acercaron a ayudar a la chica herida. Estaba cubierta de sangre, con su máscara partida a la mitad, y una horrenda herida a la mitad de su rostro, que pasaba desde su frente, un lado de su nariz y parte de su mejilla. Sus brazos estaban cubiertos de horribles heridas. La levantaron entre dos de ellas, y la llevaron de regreso al recinto de las amazona para atenderle lo mejor que podían.

Shaka, por su parte, sonrió agotado. Ya era un santo dorado.

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Esparta, Grecia

Año 10 del Nacimiento de Athena

Christoffer estaba en una esquina, tumbado en el suelo y abrazando sus rodillas. Su rostro estaba escondido entre sus brazos. No podía evitar llorar. Y mientras lloraba, algunos chispazos de cosmo se escapaban de su cuerpo. Había fallado. Greta había herido a Satu por su culpa: porque no había podido protegerla. Después de todo, solo era un niño de once años.

-Hey, ¿qué sucede?- dijo Satu, acercándose a él y poniendo su mano en el hombro del chico.

-Lo que pasó el otro día- dijo Christoffer- lo siento mucho, Satu. Debí haberte protegido-

Satu le dio una palmada en la espalda para tranquilizarlo.

-Chris, nada de esto fue tu culpa, y lo sabes- le dijo en voz baja- tú y yo estamos atrapados aquí, y no tenemos la culpa de nada de lo que ha pasado este año, ¿de acuerdo?-

Christoffer bajó los ojos con tristeza.

-¿De acuerdo?- dijo Satu. Christoffer asintió lentamente. Satu sonrió y lo abrazó. En ese momento, era un niño de su tamaño.

-No quiero estar aquí- dijo Christoffer, cerrando los ojos.

-¿Porqué no me dices como era tu vida antes?- dijo Satu- ¿tu familia?-

Christoffer permaneció con los ojos cerrados y sacudió la cabeza.

-No tengo familia- dijo Christoffer entre sollozos- ellos… me encontraron en un orfanato. Me sacaron a la fuerza, pero me escapé de ellos. Hasta que tú me salvaste, me volvieron a encontrar-

Satu sonrió tristemente, y acarició con cariño los cabellos rizados del niño. Suspiró. No pudieron continuar charlando, porque Greta entró a la habitación donde se encontraban los dos, seguidos de otras dos mujeres, ambas llevando cuatro o cinco libros cada una. Satu borró su sonrisa, y dio un paso atrás. Christoffer hizo lo mismo.

-Vaya, vaya, así que están buscando a su familia- dijo Greta, haciendo una señal a las otras mujeres para que dejaran los libros sobre la mesa- ¿porqué no te dedicas a practicar tus habilidades, Satu, en vez de estar hablando tonterías con este bueno para nada?-

Satu no respondió. Tomó la mano de Christoffer y le dio un apretón para tranquilizarlo.

-Fleur de Lys y Didrika se encargarán de vigilar que no uses tus habilidades contra nosotros- dijo Greta- si en algún momento se te ocurre hacerlo, tu querido amigo morirá, y destruiremos el anillo que te llevará hacia tu hermano-

Satu bajó la mirada tristemente. Las otras dos mujeres se echaron a reír, y se retiraron siguiendo a Greta. Una vez que quedaron solos, la chica comenzó a pasar sus dedos sobre los volúmenes que le llevaron

-No tienes que hacer esto, Satu- dijo Christoffer en un susurro- podrías atraparlos a todos en uno de estos libros y huir-

-Pero sin el anillo, ¿cómo voy a encontrar a Oskar?- dijo ella- todos en mi familia creen que estoy muerta, o perdida para siempre. No me van a buscar. Además, ellos tienen a dos dioses de su lado. No, no puedo arriesgarme-

Christoffer suspiró, y comenzó a repasar los volúmenes. La Isla del Tesoro, El conde de Montecristo, Narraciones Extraordinarias; éste último con algunos dobleces en las páginas. La chica suspiró.

-¿Quisieras escuchar un cuento, Chris?- le dijo Satu. El chico se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y sonrió.

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Año 13 del Nacimiento de Athena, durante la Guerra contra Hades

Templo de Virgo

Shaka levantó su rostro al sentir el malvado cosmo de los espectros de Hades acercándose al Santuario. Sabía lo que estaba a punto de pasar. Sabía lo que tenía que hacer: tenía que morir para enfrentar al rey del Inframundo, y acompañar a Athena en su misión. Una misión de que sabía que no saldría vivo. El santo de Virgo se puso de pie y se dirigió al recinto de las amazonas.

Comenzó a caminar en el bosque. El sol estaba a punto de ponerse, y Shaka sintió el cosmo de los enemigos acercándose. Suspiró. Tenía apenas unos minutos antes de que debiera regresar a su templo a defenderlo. Suspiró.

-¿Qué estás haciendo aquí, Shaka de Virgo?- dijo una voz femenina muy conocida.

-Vine a verte- dijo Shaka en voz baja- tengo algo que decir-

Lena salió de entre los arbustos. La niña que había conocido hacía trece años ahí mismo había crecido, y su cuerpo se había convertido en el de una mujer. Continuaba usando su ropa de amazona de color negro, excepto por las calzas rojas que usaba y un paño blanco en su cintura. Su máscara de plata estaba marcada de color morado en la mitad derecha de su rostro, justo en los sitios donde tenía marcadas sus cicatrices que había obtenido en la batalla por la armadura de Virgo. Claro, Shaka no lo sabía, jamás había visto su rostro. Su flequillo iba de derecha a izquierda, lo que hacía aún más evidentes las marcas en la máscara. Sus brazos, delgados pero fuertes, estaban adornados por un par de tatuajes en forma de hermosas ramas de olivo como si estuvieran enredándose en torno a sus brazos y antebrazos, los cuales Lena se había hecho para cubrir las cicatrices de su pelea contra él.

Shaka no era insensible a ella. Pero ambos se habían enfrascado en una enemistad que había durado desde el momento en que Shaka había ganado el combate por la armadura. Las pocas veces que sus miradas se habían cruzado, en eventos en el Coliseo o de otra naturaleza, ambos se ignoraban y se evitaban. Esta era la primera vez en trece años que ambos se dirigían la palabra.

-¿Ah sí?- dijo Lena con un tono lleno de amargura- ¿se puede saber que quieres de mí?-

Shaka la miró con sus ojos aún cerrados. Sabía que eso iba a ser difícil. Tendría que superar trece años de odio y amargura de parte de la chica. Suspiró.

-Dos cosas- dijo Shaka en voz baja- vine a despedirme de ti. Y vine a pedirte perdón-

Lena se sorprendió al escuchar eso.

-¿Qué truco es este?- dijo la amazona.

-Ningún truco, Lena- dijo Shaka, pronunciando su nombre en voz alta por primera vez en todos esos años- tú poder es tan grande como el mío, y de seguro tú también lo sentiste: Hades ha despertado, y la nueva guerra santa está a punto de iniciar-

-¿Y eso qué tiene que ver con que vengas a hablar conmigo?- dijo Lena.

-Que en esta guerra santa voy a morir, estoy seguro- le dijo Shaka. Lena se sorprendió tanto que dio un paso atrás.

-¿Cómo puedes estar seguro?- dijo Lena.

-Porque me voy a dejar destruir- dijo Shaka.

-No, no puedes hacer eso, Shaka- dijo Lena- es tu deber, como el mío…-

-Luchar por Athena- dijo Shaka- y si la pelea la lleva al Inframundo, pues la tenemos que seguir ahí. No hay nada que podamos hacer, Lena. Ese es nuestro deber, como lo dijiste…-

Lena guardó silencio. Shaka suspiró antes de continuar.

-Y bien, por eso te dije que debo despedirme de ti. Quizá tu destino y el mío sean el mismo, y ambos terminemos este día en el Inframundo. Quizá, y realmente lo espero, tú sobrevivas esta batalla, y quisiera que tú te quedaras con la armadura de Virgo después de mi muerte- dijo Shaka.

-No quiero tu armadura, Shaka- dijo Lena- nunca la quise. Si eso fuera lo que quisiera, te hubiera terminado sin ningún reparo-

-Entonces, ¿porqué tienes tanto coraje hacia mí?- dijo Shaka.

-¿No lo entiendes?- dijo Lena, y Shaka sacudió la cabeza- me temo que morirás sin saberlo, pues no te lo voy a explicar a estas alturas-

Shaka bajó la cabeza y suspiró.

-Entonces, ¿eso significa que no tendré tu perdón antes de morir?- dijo Shaka.

-Yo te perdoné desde el momento en que me…- comenzó a Lena, pero se interrumpió.

-¿En que te vencí?- dijo Shaka. Lena sonrió amargamente bajo su máscara. Shaka no lo había entendido.

-Shaka, tanta sabiduría, ¿y no entiendes nada?- dijo Lena en un tono exasperado- a veces me pregunto si los rumores son falsos, y que realmente no eres la reencarnación de ese sabio oriental-

Shaka no dijo nada. Una estrella fugaz cruzó el cielo, y ambos dieron un respingo de sorpresa. El corazón de ambos se encogió al sentir los cosmos malignos acercándose.

-Te perdono, Shaka- dijo Lena en voz alta, suspirando- seguro lo sentiste. Los espectros de Hades se acercan a los Doce Templos. Tienes que regresar a Virgo inmediatamente-

El santo asintió y, tras inclinarse, comenzó a caminar de regreso a los Doce Templos, pero se detuvo tras dos pasos. Se volvió a Lena, quien se mantenía de pie en el mismo punto en el que estaba. Shaka se acercó a ella, y Lena dio un paso atrás. El santo no se detuvo. Extendió los brazos hacia ella, y la estrechó contra su pecho. Lena se quedó helada. Tan pronto como reaccionó, lo empujó para alejarlo de ella y le dio una bofetada.

-¿Qué rayos te pasa, Shaka?- gritó Lena en un tono furioso- ¿cómo te atreves… a…? ¡Arggg!-

Shaka se frotó la mejilla dolida, y suspiró.

-Adiós, Lena- dijo el santo de Virgo, apresurándose a regresar a los Doce Templos, dejando a la amazona asustada y sorprendida.

La chica dio una patada al suelo llena de frustración. ¿Cómo se había atrevido? Se cruzó de brazos.

Al volverse para regresar al recinto, vio que había un espectro de Hades frente a ella. No pudo reaccionar a tiempo. El ataque del espectro, una nube con un olor desagradable, la rodeó hasta robarle la conciencia y dejarla tumbada en la hierba. Unas horas después fue encontrada por Shaina, quien la llevó de regreso al recinto de las amazonas, donde la atendieron hasta que recobró la conciencia.

Para cuando Lena despertó, Shaka había muerto en la batalla en los Doce Templos. Y Athena también. Y el sol estaba a punto de desaparecer tras la luna en el Eclipse creado por Hades.

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CONTINUARÁ…

¡Hola a todos! ¡Por fin estoy de regreso! Espero que les haya gustado la introducción. Ahora es el turno de Shaka de sufrir. ¡Muchas gracias por leer!

Abby L.