Antes de que empecéis a leer mi historia os aviso que este relato esta pensado como una continuación de mi primera historia sobre Castle que se llama Uno, dos y tres. Así que si queréis enteraros bien de todo, deberéis leer antes la anterior historia. O no. Como vosotros queráis. Espero que os guste.
Helen Christine O'Hara miraba en silencio a su marido mientras dormía placidamente a su lado aquella mañana de principios de Noviembre. A pesar de que Tom ya había pasado los sesenta y la jubilación cada vez estaba mas cerca, su esposo no había dejado de tener esos rasgos que califican a lo que podemos llamar un hombre guapo. Incluso en algunos aspectos había ganado con los años. Su pelo, en otro tiempo negro como el azabache, que ahora se encontraba algo despeinado y rebelde después de una noche de descanso. Su boca, suave y sensible, que todavía le hacía pasar sus buenos momentos de vez en cuando. Y sobre todo, esos ojos azules que la habían cautivado cuando era joven. Esos ojos que eran un espejo de su alma y que según estuviese de humor aquel día brillaban de una forma u otra.
El año transcurrido había sido duro. Primero, su cáncer de mama que había trastocado la vida de su marido y la de sus hijas durante algún tiempo. Gracias a Dios y al apoyo recibido por toda su familia había vencido a la enfermedad y aquella era una lucha que acabo en victoria. Y ahora, cuando todo parecía volver a la normalidad, a Tom lo habían destinado desde hacia dos meses a una nueva comisaría. El no se había quejado. Su trabajo era el pilar mas fuerte de su vida después de su familia, pero Helen notaba que el no se encontraba a gusto. Y no es que los compañeros nuevos que tenían no fuesen de su agrado, es que había algo, ese halo de misterio que algunas veces parecía envolver a su marido, que durante aquellos meses se había acentuado sin ningún motivo aparente.
"¿Qué miras?"
Helen parpadeo algo sobresaltada, ya que no se había dado cuenta de que Tom estaba mirándola tiernamente desde hacia un buen rato.
"A ti. No me canso de mirarte nunca"
Un calido beso siguió a sus palabras y Tom empezó a levantarse.
"Voy a hacer café"
Café. Esa era una de las dos raras manías de Tom que a ella siempre le habían hecho gracia. Era un experto en café. En cualquier encuentro familiar, de trabajo o de algún otra índole a la que hubiese asistido, Tom se hacia el amo y señor de la cafetera. Sabía hacer café de todas las formas y sabores. Cuando estuvo trabajando durante algunos años en la brigada policial especializada en incendios, sus compañeros lo nombraron con el apodo de "Mister Café". La segunda manía, todavía más extraña y divertida, eran las novelas de Richard Castle.
Aparentemente Tom era un hombre serio, responsable y bastante ordenado en cuanto a sus aficiones y vida familiar, así que a todo el mundo le chocaba que fuese un aficionado a aquellas novelas de misterio un tanto frívolas en algunos casos, pero que a el parecían relajarle y ponerlo de mejor humor. Sus hijas decían que aquello era una bendición del cielo, porque habían encontrado el regalo perfecto a la hora de celebrar cumpleaños o en épocas de navidad, pero a Helen aquella manía la intrigaba de manera divertida. Richard Castle y el café. Menuda combinación.
_o_
Castle caminaba descalzo por el dormitorio de su casa de los Hamptons mientras terminaba hastiado la pequeña maleta que estaba preparando para volver durante un par de días a Nueva York. Cuando terminó, observo durante unos segundos su cara reflejada en el espejo que tenía justo enfrente. En aquellos seis meses parecía haber envejecido casi diez años. La cicatriz que tenía en su frente era un reflejo evidente de lo que había cambiado su vida en aquel tiempo y le recordaba todos los días una y otra vez que nada volvería a ser igual que antes de aquello. También había adelgazado unos kilos, cosa que en el fondo no le venían mal del todo. En ese momento sonó su teléfono y Castle reacciono como si viniese de un sueño.
"Dime Karl"
Kart Engels, su nuevo editor, estaba al otro lado.
"¿Sigues queriendo reservar la habitación en el hotel?"
"Ya te lo he dicho. No tengo ganas de volver al loft y para un par de días prefiero un hotel."
"Si, pero tu madre me ha dicho…"
"No importa lo que te haya dicho mi madre. Al hotel y punto. Bastante suerte tienes con que haya aceptado hacer la firma del libro y la entrevista."
"Como quieras, pero tienes que entenderlo. Nueva York es la ciudad de Nikki Heat y de tus novelas. Aunque esta sea la última de la serie, no negarás que el lugar más idóneo para presentar la novela..."
"Por favor, Karl. Como dicen los jóvenes, no me des la chapa. Iré a tu maldita presentación y haré todo lo que tu quieras. ¿Cuándo tengo que estar allí?"
"El evento comenzará a las siete de la tarde. Te aconsejo que vengas un par de horas antes, por si quieres ir primero al hotel y alojarte. Pero seguramente harás lo que te venga en gana"
"Si. Karl, yo siempre hago lo que me da la gana"
Castle apago el teléfono más fastidiado de lo que estaba cuando comenzó su conversación con Karl. Bueno, tendría que buscarle el lado positivo al viaje. Al menos vería a Alexis en la cena, aunque su hija y él habían perdido parte de esa mágica relación que habían tenido prácticamente toda su vida. Además, Alexis había comenzado su vida como universitaria y eso reducía aún más las oportunidades que tenían de verse. En realidad, lo que más temía de aquel viaje era la aparición o no de Kate en la presentación. Desde que decidió irse sin dar mas explicaciones que aquella absurda carta que le escribió, no había sabido nada de ella. Y sabía perfectamente que toda la culpa era suya. El se lo había buscado. No podía quejarse. Si no aparecía sería lo mas normal. Pero y si lo hacía…
_o_
Kate se peinaba distraídamente mientras ojeaba sus apuntes de derecho mercantil que tenia encima de la cama. Cada vez estaba más convencida de que retomar sus estudios había sido la mejor decisión en muchos años. Su padre le animó a hacerlo varias veces, pero por unas causas o por otras nunca se decidió. Hasta ahora. Al principio pensó que había cometido un error, ya que compaginar su trabajo diario en la comisaría con la universidad era muy complicado, pero ahora estaba cada día más feliz por la decisión, ya que con ello había conseguido evadirse un poco de todo y le gustaba pensar que algún día sería abogada como lo había sido su madre.
Aunque aquella noche sabía que por mucho que lo intentara, ni los estudios, ni el baño que se había dado, ni nada que intentara conseguirían evadirla de sus pensamientos y del maldito dilema que tenía metido en la cabeza. Ir o no ir a la presentación del último libro de Castle. La decisión debía ser sencilla. No había sido invitada y desde que Castle se había ido dejando solamente aquella tonta carta que ella guardaba en el primer cajón de su despacho, no sabía nada de él. Al menos, Alexis le había mandado hacía un mes una pequeña nota y un ejemplar de la novela, la cual, no le gustó nada de nada, aunque los críticos dijesen que era una de las mejores que Castle había escrito. Y es que matar al pobre Rock era… Su teléfono móvil comenzó a sonar ruidosamente.
"Dime Lanie"
"¿Sigues deshojando la margarita o ya te has decidido?"
"No tiene gracia"
"O sea, que todavía no. Pues son ya las siete menos cuarto y el show creo que empieza dentro de quince minutos. Si no te decides ya, cuando llegues vas a tener que hacer una cola interminable para decirle… ¿Qué vas a decirle?"
"Lanie, Lanie. Y yo que se lo que voy a decirle"
"Eso significa que si vas."
Kate sonrió ante el último comentario de su amiga y suspiro resignada.
"Supongo que no tengo otro remedio. Si no me voy a volver loca. Aunque seguramente será un ¿me firmas un autógrafo?...si…gracias…adiós… adiós."
Kate colgó el teléfono mientras oía las risas de Lanie que la despedían. Bueno. Estaba decidido. Iría a la presentación. Y si Castle se molesta, que se aguante. Que el haya tomado la decisión de abandonar, no significa que ella lo vaya a hacer. Antes de irse miró el periódico para cerciorarse del lugar de la presentación. Era una nueva librería de la cadena Borders, entre el Soho y Tribeca. Una vez en su coche, Kate se sintió mucho más relajada. Lo que no contaba era con la siguiente llamada.
"Beckett"
Thomas O'Hara, su nuevo compañero en la comisaría, contesto al otro lado.
"Kate. Lo siento pero… tenemos un problema."
Se fastidió. Ni presentación, ni firma, ni encuentro, ni nada.
"¿Qué ocurre?"
"Hace cinco minutos hemos recibido una extraña llamada. Una persona anónima nos ha dicho que encontraremos un cadáver muy bien escondido, pero visible a todos, en el 77 entre Canal y Greenwich Street, en el Soho"
Al escuchar la dirección, Kate dio un bote del asiento de su coche.
"¿Donde has dicho?"
"En el 77 de Canal Street. Beckett ¿Te ocurre algo?"
"No. Nada. En el 77 de... Pues vale. Ahora mismo voy. Que remedio."
Kate tuvo que detener un momento el coche para tomar aliento. Por su reacción, supuso que Tom pensaría que estaba algo chiflada. Bueno, al fin y al cabo, parece que reencuentro habría. Aunque no precisamente como ella se lo había imaginado.
