Note: En primer lugar, ¡hola! Este es, de momento, el primer y único fic que he escrito sobre Glee, y la verdad, llevo bastante tiempo trabajando en él. Pero entre unas cosas y otras nunca le dedico el tiempo suficiente... y he decidido cambiar eso. Y por eso estoy aquí :$
El prólogo es sólo una mera introducción: el auténtico fic comienza a partir del capítulo 1, donde se introducen los personajes de Glee.
Los resúmenes se me dan mal... así que os pido que le déis un tiempo y juzguéis vosotros mismos :)

EVERYTHING BURNS. (Versión alternativa de la temporada 1 de Glee)
(some) Couples: FinnxOFC - FinnxQuinn - RachelxFinn - PuckxQuinn - OMCxOFC ...

Disclaimer: Glee NO me pertenece; es propiedad de sus creadores y de la cadena FOX (¡ojalá fuese miiio!, pero yo sólo manejo las tramas y los personajes a mi antojo en historias como ésta), al igual que todas las canciones que aparecen en el fic. Sólo son originalmente míos los OC.


Prólogo

Estoy harta. Harta de mis padres, de mi casa, del imbécil de mi hermano, de la infantil de mi hermana y de mis vecinos. Harta de cantar, cantar y cantar y tan sólo escuchar ese típico "oh, ¡qué bien lo haces!" careciente de todo tipo de matiz de admiración y tan sólo para cumplir.

– ¡Maldita sea, mamá! ¿Por qué nos tenemos que mudar a ese asqueroso pueblo? ¡Díselo a papá, dile que en Ohio sólo hay puebluchos llenos de paletos!

– ¡No te consiento que hables así!

– ¿Pero por qué? ¡Aquí vivimos bien! ¡No me cansaré de repetir que Trenton es la ciudad idónea para poder salir adelante en la vida!

–Y yo no me cansaré de repetirte, cariño, que a tu padre le ha salido un trabajo muy importante que no puede rechazar. Tú sólo tienes dieciséis años, todavía no tienes por qué preocuparte de tu futuro.

– ¿Sólo? ¡Mamá, en dos años empezaré la Universidad!

– ¡Cállate y sube al coche!

– ¡Argh!

Abrí la puerta con brusquedad, y la cerré con más fuerza todavía, deseando romperla para así poder suspender el viaje.

Por desgracia, eso no sucedió.

–Te veo muy preocupada por tu futuro profesional, hermanita. ¿Desde cuándo hay que estudiar para ser cantante en un pub de carretera?

– ¡Vete a la mierda, Mark!

– ¡No le hables así a tu hermano!

Qué asco.

Está claro que esta no es una manera demasiado agradable para comenzar mi historia, pero desgraciadamente, la vida real es así de injusta y desgraciada con una pobre chica de Nueva Jersey que es obligada por sus malvados padres a vivir en un recóndito pueblo de Ohio…

Bueno, quizá exagero un poco. O un mucho. La verdad es que no quiero dejar Trenton. Vale, está bien: no es mi ciudad natal, pero sí en la que más años llevo y a la que más cariño le he cogido.

Mi vida ha sido complicada desde el momento en que nací. Nada más ver la luz en un hospital de Nueva York, a mi padre le comunicaron que su solicitud para dar clase en un instituto de Louisiana había sido aprobada. Desde entonces, mi familia ha protagonizado un tour de lo más variopinto por distintos estados norteamericanos: Tennessee, Idaho, Oregón, California y Wisconsin, para terminar en Nueva Jersey cuando, por desgracia, ya tenía el raciocinio suficiente como para deducir que mi vida era una asquerosa espiral basada en vivir de ciudad en ciudad cual nómada extranjera.

Para entonces, ya era una casi adolescente de doce años con el cabello muy tirando a rubio y los ojos azules, y el estúpido (y omnipresente en toda american girl que se precie) sueño de ser animadora; el prototipo de chica norteamericana, vamos. Pero una vez más, la educación de mis padres jugó en mi contra, y ese afán por llevarme bien con todos, destacar en los estudios y ser hiperactiva, coqueta y cariñosa me acarreó burlas que me afectaban demasiado (pese a carecer de malas intenciones) nada más entrar en mi nuevo colegio en Trenton. Lo que me volvió la adolescente siniestra, borde, cínica y con mentalidad demasiado abierta que soy ahora. Obviamente, terminé acostumbrándome, y acostumbrándoles a ellos a mi presencia, y las cosas no salieron del todo mal. Pero seguí siendo patosa y poco acertada, como siempre. Sólo que ya nadie me señalaba con el dedo y se reía de mí. Y aunque al entrar en el instituto todo cambió de nuevo y volví a sentirme torpe, desubicada y más sola que la una, las cosas no volvieron a ir tan mal como al principio.

Y así transcurrió mi adolescencia en Nueva Jersey: entre sueños frustrados, burlas crueles, momentos embarazosos y alguna que otra alegría.

¡Que alguien me asesine, por favor!

Nada más entrar en el estado de Ohio, sentí que algo iba mal. Nada relacionado con las 350 millas de viaje que llevábamos, ni con el hecho de que el profundo subnormal que tenía por hermano me pegase un puñetazo por cada coche amarillo que veíamos… sino algo relacionado con mi mente, mi raciocinio, mi corazoncito… ¡como queráis llamarlo!

– ¿Falta mucho? –la voz aguda y excesivamente infantil de Liza se clavó en mi maltratada mente por enésima vez.

–Llegaremos en media hora –anunció mi padre, todo feliz de la vida y todavía con sus gafas de sol puestas a pesar de que el atardecer coloreaba el horizonte de tonos rosados, anaranjados y cercanos al oscuro negro de la noche.

– ¿No estáis ilusionados?

Ilusionadísimos, mamá. No veas.

–No.

Por una vez en su vida, Mark fue tan claro, sincero y telépata conmigo que me dieron ganas de abrazarle. Aunque por suerte, no lo hice. Después de eso, y hasta que llegamos a nuestra nueva casa, mamá y papá no dijeron absolutamente nada.

Nuestra nueva, humilde morada era una especie de casa situada en uno de esos barrios residenciales y de un blanco impoluto y repelente. La decepción casi me tumba nada más bajar del coche.

–Espero que el hecho de esté todo oscuro porque ya son las once influya mucho. Pero mucho.

Aunque lo murmuré para el cuello de mi camisa, Mark se rió en mi cara sin ningún disimulo.

Gracias al cielo, mi madre se había tomado la libertad de contratar a un servicio de mudanzas y viajar junto a ellos quince días antes de venir aquí, por lo cual cuando llegamos a casa todos los muebles estaban colocados. Solamente había decenas de cajas apiladas en cada estancia de la casa listas para ser desempaquetadas.

No me entretuve demasiado en el salón, la cocina, el baño y el jardín; subí corriendo las escaleras y me encerré en el que, se suponía, iba a ser mi cuarto. Aunque tan sólo había una cama, dos armarios y un escritorio, supe que las cosas no iban a cambiar mucho en mi rincón privado. Las cajas de cartón estaban bajo la inmensa ventana que daba al jardín delantero.

–Ni se te ocurra abrirlas ahora.

Me giré bruscamente para encontrarme con mi madre observándome desde la puerta.

–Creo que no me pondré a ello hasta el próximo fin de semana –dije, fingiendo un tremendo cansancio.

Mi madre me observaba callada, pero con una sonrisa en los labios.

Una de las virtudes de mi madre es precisamente esa: el silencio. Nunca habla más de lo que debe, y siempre piensa las cosas antes de decirlas. Todo lo contrario a mí, vamos.

–Necesito tu aprobación, Bonnie. Esta también es tu casa, y vas a estudiar en esta ciudad. Me siento fatal cada vez que dices que todo este lío no te convence, porque yo también he tomado parte en esa decisión. Y sé que es importante para ti pasar la adolescencia en un lugar concreto, pero…

–Vale, mamá, déjalo.

Sí, lo sé; lo del silencio no se dio precisamente en aquel momento.

Mamá suspiró profundamente, con esa cara de quéhehechoyoparamereceresto que me hace sentir tan terriblemente culpable. Yo apoyé mi mano derecha sobre las caderas, y puse los ojos en blanco.

–Sabéis que adoro Trenton.

–Pero el trabajo de tu padre es muy inestable, cielo…

–No es inestable, mamá; dar clase no es un trabajo inestable. Simplemente, acepta toda clase de proyectos y propuestas que caen en sus manos, aunque tenga que recorrer mil millas y comprar una casa nueva.

–Es un gran profesor. Si le quieren en tantos lugares será por algo.

–La familia es lo primero.

–Genial, Bonnie. Pues enciérrate en tu habitación para atormentarte y maldecir la vida que llevas. Pero que sepas que eres una privilegiada. Y además, tu hermano ya ha vivido aquí antes y sabe lo adorable que es este sitio.

Ya, claro. "Bonnie, deberías tomar ejemplo de Mark, que con catorce años quiso venir a vivir a Lima con los tíos y reforzar sus estudios con una beca deportiva. Sólo tiene un año más que tú y ha hecho mucho más en la vida". Bueno, mi concepto de tomar ejemplo de Mark consiste en tirarse a todo bicho viviente que se ponga por delante de él, beber hasta caer redondo y menospreciar a cualquiera que tenga una mentalidad contraria a la suya. Vaya, un ejemplo maravilloso.

No dijo nada más. Salió de la habitación y me dejó sola y preguntándome si de verdad aquello era lo que me esperaba cuando alguien me habló de la juventud perfecta.


Los reviews son amor y se agradecen muuuuchísimo. Todas las opiniones son importantes (e incluso aunque no haya una opinión clara, también).

Thanks for reading!