EN SU NOMBRE MÁS NO EN MI CORAZÓN
—No quiero que vayas, no con él.
La mano de Ichigo sostuvo el fino antebrazo de Rukia, tirando de ella con visible desesperación y anhelo, emociones que eran reflejadas en sus veraces ojos.
Rukia miró de frente al único hombre que había llegado a amar, ocultando el pesar que había en su corazón ante la perspectiva de tener que entregar su cuerpo y esencia a alguien más que no fuese ese arrebatado humano.
—Tengo que hacerlo, sabes que él puede destruirlo todo —respondió con claro dolor.
—Sus ojos posados sobre tu rostro, su mano sosteniendo la tuya, sus labios acariciando… ¡maldición, es más de lo que puedo soportar! —bramó en medio de su arrebato. —¿Por qué mi corazón llora? Estos sentimientos que no puedo combatir, entiende Rukia que eres libre de dejarme cuando quieras, pero por favor no me engañes y créeme cuando te digo que te amo.
El orgullo del hombre fue lanzado al olvido cuando cayó de rodillas frente a ella, mirándola con la solemnidad única de un amante que está confesando sus crímenes y sentir.
—Basta Ichigo, no sigas por favor… —su voz sonó tan rota como estaba por dentro.
—No te entregues a él aun si es por el honor de tú familia, por lo más sagrado que haya en tu vida. Mi mujer, no me hagas esto. —Antepuso su necesidad de ella, sosteniendo sus delicadas manos entre las suyas, deseando poder convencerla para que no se vendiese.
Hubo un destello de duda en los ojos de la morena, un fugaz y casi imperceptible brillo de flaqueza ante su resolución. Pero ese sentimiento se marchitó en pocos instantes dando paso al abandono total de sus emociones; lentamente fue apartando sus palmas del cálido refugio que le proporcionaban las ajenas, negando con la cabeza sin dar otra muestra de agonía que las lágrimas que corrían en silenciosa procesión por sus tersas mejillas.
—Tengo un deber que cumplir, lo siento.
Sin nada más para disculpar su inminente partida, la joven se alejó del único pilar en su vida, andando de frente para seguir su camino fuera de la vida de Ichigo. En esos momentos estaba ataviada con el vestido de novia que marcaría el final de su libertad, adornada con los aplausos y vítores que se oían al fondo de la sala que presenciaría el desposar con uno al que no quería.
—Rukia…
Mantuvo los ojos cerrados aun oyendo la súplica en esa ronca voz tan familiar.
—Rukia…
No dudó mientras seguía avanzando.
—¡Rukia!
Y ese fue el último sonido que escucharía proveniente de la boca que tanto necesitaba besar y conocía tan bien. Antes de perder su camino sabiendo que estaba parada en el lado incorrecto del paraíso, y en el lado correcto del infierno.
Donde no estaba él.
