Capitulo 1: "Huida"
POV Bella
No estaba segura de cuanto tiempo había estado conduciendo desde Phoenix, ni mucho menos exactamente en que lugar me encontraba. Las lágrimas me impedían ver perfectamente la carretera por donde conducía, mirar mi reloj o al menos leer algún letrero que me indicara en que lugar del estado estaba. Al menos sabia que me encontraba en el estado de Washington, o eso fue lo que leí hace algunas horas. En un principio había planificado ir a Seattle, donde vivía mi vieja amiga de la infancia… Renata, pero entre perdidas del sentido de orientación y maniobras equivocadas me había desviado del camino.
Aun resonaba aquella devastadora conversación que poco a poco se había convertido en discusión y solo gritos. Me dolía recordarlo pero era absolutamente inevitable. Era como si un ser ajeno que solo quería hacerme sufrir proyectara aquella escena en mi cabeza logrando desconcentrarme del camino…
– Hija, ¡por favor entiéndeme! – Había rogado por milésima vez Renne, mi madre–. Te quiero, ¡eso no cambiara nunca! ¡Entiende que solo trato de ser feliz!
– ¿Acosta de que, Renne? ¿De mentiras y engaños? ¡Vaya forma de serlo! – Exclamé con ironía y resentimiento en el tono de mi voz –. Si tanto dices quererme, ¿por que nos hiciste daño?
– No pretendía hacerlo, hija! Por favor, trata de entenderme! – suplicó al borde de las lágrimas.
– Créeme que lo trato, pero no puedo! – dije llevándome las manos a la cabeza –. Créeme que no puedo entender como no fuiste capaz al menos de actuar con la verdad, ¡cualquier cosa hubiera sido mejor!
Involuntariamente ante el recuerdo hice una mueca. No quería recordar, no quería sufrir pero por mucho que lo intentara mi mente no me dejaba olvidar. Al menos un momento de paz rogaba…
– ¡Lo hiciste! ¡Engañaste a papá! ¡¿Y aun así tienes el descaro de pedir que te entienda?! – le pregunté incrédula. ¡Me costaba trabajo entender como no tenia vergüenza! –. Aun cuando los encontré a ambos en la cama, en la cama de ustedes, ¡¿tienes la cara para pedir que perdón?!
– Hija, por favor – fue lo único que dijo. ¡¿Acaso no sabia decir algo mas?!
– ¡Hija nada! – dije con la rabia dejando dominar lo que decía–. Y tampoco me digas hija, ¡porque yo no tengo madre! ¡Dejaste de serlo en el momento en que te revolcaste con aquel desconocido!
– Bella, duele demasiado lo que dices, por favor cálmate. No digas cosas de las que después te puedas arrepentir – dijo prácticamente llorando. No me importaba verla así, a ella no le importó Charlie ni yo.
– ¿Arrepentir? ¿Crees que me puedo arrepentir de decirte nada más que la verdad? ¿Que creíste cuando te acostaste con el infeliz? ¿Que te felicitaría y aplaudiría por tal gracia? ¿Que correría a tus brazos diciéndote que no me importaba después de todo era tu vida? Pues déjame de decirte que si lo hiciste estabas muy equivocada, Renne – dije con demasiada frialdad –. No involucraba solo tu vida, nos involucraba a todos incluyéndome a mi, porque por mucho que en estos momentos me repugne aquello, lamentablemente nací de ti y ¡esta lejos de no afectarme! Y si crees que me arrepentiré de decirte esto, también te equivocas. ¡No puedo estar más segura de lo que estoy hablando!
– No seas tan dura conmigo, por favor – volvió a repetir –. Se que en un futuro lo entenderás y me perdonarás.
– ¡¿Por que mierda sigues creyendo que entenderé que te revuelcas con otro tipo y que engañas a Charlie?! ¿Tan poco moral crees que soy? ¿Crees que soy igual a ti? ¡Te equívocas! ¡Si hay algo que me jurare no ser jamás eso será ser igual a ti!
¿Por que tenia que pasar todo esto? ¡¿Por que ella no podía haber sido menos puta y haberse aguantado las ganas?!
¡La odiaba! ¡La odiaba en lo más profundo de mí ser por habernos mentido! ¡Pero por sobre todo la odiaba por haber engañado a Charlie! ¡Porque el la amaba incondicionalmente! La amaba más allá de lo racional y lo sabia en cada gesto de él hacia ella. Siempre trataba de que ella estuviera feliz, siempre la complacía en todo, siempre tenia detalles con ella, ¡pero claro! La muy estúpida no supo valorar eso.
Sabía que estaba siendo un poco infantil y dura con ella, ¡pero no podía evitarlo! Era una explosiva mezcla de rabia, impotencia, desconcierto, incredulidad, etc. que me hacían desquitarme en ese momento con ella, sin importarme en cuidar mis palabras, sin importarme en que si ella sufría o no, sin importarme en si me iba a arrepentir…
– ¿Sabes que es lo mas estúpido que hiciste? – ella ni siquiera se molestó en decir nada, así que seguí hablando –. ¡Habernos mentido! Estoy segura que si nos hubieras hablando con la verdad, si hubieras hablado con Charlie, el aunque te amara con locura y sufriera por ello… él hubiera comprendido y se hubiera separado de ti para que pudieras rehacer tu vida – dije haciendo comillas en la ultima frase con sarcasmo –. Pero pensaste que nadie se enteraría de tu calentura, ¿verdad? ¿Como fuiste tan estúpida para quitarte las ganas aquí? ¡En verdad que te creí mas inteligente!-
¡¿Por que mierda no podía olvidar?! ¡Sufría por todo! Deseaba no haber tenido madre o por lo menos que me hubiese tocado otra aunque sabia que era infantil desearlo… nadie elige a sus padres ni mucho menos a quien querer, porque para mi desgracia aun la quería, la quería porque aunque me fuera difícil aceptarlo en estos momentos ella era mi madre… la desgraciada de mi madre.
– Si quieres que en un futuro te perdone, ¡haz lo único decente que te queda por hacer! – exclamé haciendo que Renne levantara su rostro esperanzada porque la perdonara –. ¡Dile a Charlie que lo engañaste! ¡Dile lo infeliz que eras a su lado! ¡Dile que tuviste que buscar por fuera lo que aquí no encontrabas! ¡Dile! – Renne me miró perpleja. ¿Por que le sorprendió mi condición?
– ¿Q…qu…que? – preguntó.¿ Que acaso era sorda o lenta?
– ¿Que? ¿Creíste que te ibas a salir de ésta victoriosa? ¿Creíste que Charlie no se iba a enterar? ¿Pensabas hacer como si nada hubiese pasado? – pregunté obviamente con incredulidad.
– Pero… Charlie… sufrirá. – dijo apenas en un susurro que no se como pude escuchar.
– ¡¿Y hasta ahora te preocupas por él?! – no me cabía en la cabeza como alguien podía ser tan descarada, ¡Renne lo era!
Mi celular volvió a sonar, era Renne otra vez. Me maldije por haberlo traído, no se en que estaba pensando cuando lo guardé en el bolsillo de mi chaqueta, tal vez pensé que lo podría necesitar para llamar a Renata o a alguien mas pero no lo hice, no quería hablar con nadie.
Corte la llamada antes de que sonara el tercer tono y apagué el celular, no estaba de ánimos para seguir escuchando aquella molesta melodía.
– ¡No soporto ver tu rostro! – Dije alejándome de ella mientras que ésta me observaba perpleja –. ¡No quiero volver a verte! – dije para ahora subir corriendo a mi habitación.
Saqué el primer bolso que encontré y comencé a guardar lo primero que encontraba a mi alcance, jeans, blusas, chaquetas, cualquier cosa que me sirviera para no tener que volver por más cosas aquí. Busqué la pequeña caja en donde guardaba mis ahorros – que aunque no eran muchos servirían para sobrevivir a lo sumo una semana –, y bajé rápidamente las escaleras para sacar las llaves de mi auto y subirme en éste.
– ¡Bella! – escuché que llamaba Renne que recién había reaccionado cuando escuchó la puerta de la casa cerrarse –. ¡Bella! ¡No te vayas! ¡Por favor! ¡Lo haré pero no te vayas!
No la tomé en cuenta y puse en marcha el auto a toda velocidad, nunca lo hacia pero en estos momentos lo único que quería era dejar esa casa ahí y junto con ella a la persona que destruyó a mi familia.
Sabia que no debía haberme ido de esa manera, pero no lo lamentaba por Renne, lo hacia por Charlie, él no se merecía sufrir mas de lo que Renne le haría sufrir cuando le dijera la verdad. ¡Pero yo no aguantaba estar ni un segundo más en esa casa! Era como si aquellas paredes me asfixiasen, como si todo se cayera encima de mí en esos momentos.
Involuntariamente apreté el volante del auto ante los recuerdos. Sentía rabia, lo había tratado de dejar atrás, ¡pero no podía! ¡Simplemente no podía!
Por un momento me distraje del camino y la lluvia hizo que perdiera por breves segundos el control del auto, éste zigzagueó por el camino desviándose hacia la otra pista. Como pude recuperé el manejo del auto y volví a la otra pista. Suspire aliviada. Eso me pasa por no prestar la suficiente atención.
Necesitaba saber que hora era. Ya estaba anocheciendo y aun no había encontrado un lugar en donde pasar la noche.
Ya sin mucho remedio, volví a prender el celular y pude ver la hora. Eran las siete de la tarde y aun no veía ni siquiera un motel por aquí.
La bocina de un camión me alertó haciendo que involuntariamente botara mi celular al suelo. El camión iba dar de lleno contra mi auto, lo único que se me ocurrió hacer perdida en la histeria fue desviar hacia la derecha el auto pero el mal estado del pavimento y las lluvias hicieron que el auto se volcara.
Lo ultimo que recuerdo es que murmuré el nombre de mi padre.
Edward POV
El día había estado algo lento, sin muchos problemas. Eso en un pueblo como éste en donde abundaban los accidentes de transito, peleas, etc. era un alivio. Por suerte nadie había muerto el día de hoy y eso suponía una novedad.
Desde niño había soñado con ser medico, ayudar a las personas, salvar vidas y todas esas cosas. Pero lo que uno nunca se imagina es ver el horror al que diariamente médicos como yo estamos expuestos. Accidentes, asesinatos, peleas, violaciones y todo tipo de cosas que hacen que a veces uno odie su trabajo. La parte mas dura de ser medico era no poder salvar una vida y tener el trabajo de ser quien debiera comunicar la noticia más lamentable a los familiares de la persona. Odiaba hacerlo.
– Doctor Cullen, por favor dirigirse a Sala de Urgencias. Le necesitan urgente.
Diablos. Y yo que había pensando que el día había estado tranquilo. Claro, nunca cuentas con las urgencias de última hora.
Deje mi café sin terminar en la mesa y me dirigí rápidamente a urgencias.
– ¿Que tenemos, doctor Smith?– dije refiriéndome a mi colega mientras ambos entrábamos al pabellón.
– Joven de aproximadamente veinte años en accidente de transito.
– Doctor Cullen – llamó la enfermera a cargo –. Paro cardiaco – dijo con la histeria en la voz mientras señalaba a la joven paciente.
El pulso cardiaco de la joven había descendido demasiado rápido peligrando su vida, por lo que rápidamente aplicamos electroshock hasta que su pulso volvió a la normalidad. Suspiré aliviado. No quería tener otro muerto en mis pocas semanas como doctor.
– Trasládenla a Cuidados Intensivos – indiqué –. La quiero en observación las veinticuatro horas. También quiero que le realicen un electroencefalograma, electrocardiograma, unas radiografías para ver la severidad de sus lesiones y una tomografía computarizada – terminé de indicar.
Exhausto me dirigí a mi oficina, busque mis cosas y salí con la intención de marcharme. Mi turno ya había terminado.
Estaba llegando al ascensor cuando una de las enfermeras me detuvo.
– Disculpe, doctor – dijo tocando mi hombro –. Le necesitan en urgencias nuevamente – dijo algo apenada.
– No hay problema – dije sonriendo para que no se preocupara.
Rápidamente me dirigí hacia donde me necesitaban. Para eso había decido dedicarme a esto.
