Impío
Abandonar a Nunally sería matarla. ¿Puede alguien que no ve ni camina por sí mismo, que no tiene a ninguna otra persona en este mundo tan cruel, sobrevivir de cualquier modo? Cada vez que se miraba al espejo se buscaba los rasgos de su madre: le parecía verlos en las buenas intenciones que brillaban en sus ojos cuando pensaba en ella. No hablaban de crueldad. De haber sobrevivido al ataque, su madre hubiera hecho lo mismo. Y en cierto modo, la cuidaba con su hermana y preparaba su venganza en el fondo de su corazón, amordazado por la impotencia. El grito y la amenaza de renunciar a ser parte de la familia real fueron su advertencia, pero su padre no hizo más que reír con desprecio y algún día lo lamentaría, vaya que sí. Al limpiarse la sangre de Clovis del uniforme robado, Lelouch (como sí mismo y no Zero, que aún no era tangible) se dijo que como comienzo, no estaba nada mal. Por eso no se explicaba la amargura que le embargó. ¿Tan débil era?
Rechazó las arcadas cuando imaginó a su padre (el Rey, el famoso Rey, un tirano solamente, hacía tiempo que no era tal cosa), su rostro severo, burlándose de él y apretó los puños. Orgulloso estaba, a pesar de los debates mentales que tuvo consigo mismo. Por eso no se explicaba que no pudiera mirar a Nunally a los ojos cerrados y la expresión apacible, por encima de la taza de té de todos los días, después de convertirse en un asesino por causa justa. Como si ya no la mereciera.
