Hace un tiempo existía un foro de House conocido como el Housepital, del que yo formé parte y en el que pasé muy buenos ratos. Estos fics fueron publicados allí y no aquí: ahora que el foro ha desaparecido creo que es un buen momento para compartirlos con nuevos y viejos lectores.
Este primer fic es un post 3x19, Act Your Age. Estuvo dedicado a todas las Camchase, a las que aún recuerdo y no olvidaré nunca por los buenos ratos: Elli, Klauss, Silvita, Ester, y todas las demás.
UN ABRAZO DE DESPEDIDA
No quiere una relación. En fin.
Ni siquiera sé de qué me extraño. Si no me lo ha podido decir más claro durante todo este tiempo. Sexo, necesidad física, como quiera llamarlo. Quizá se estaba complicando demasiado la vida. Quizá no soy yo el amor de su vida. Quizá ya tuvo un amor de su vida, o lo que sea.
Lo de comprarle flores fue una idea tan tópica que casi resultó decepcionante. Que se las aceptara a un crío no significa nada, sólo que no quería herirlo. Era un niño, por Dios. Un niño que mordía como un tiburón blanco, pero un niño, hormonal y confundido. Ella le siguió el juego, nada más. Y ahora me pregunto si durante un tiempo también me siguió el juego a mí. O si yo llevo siguiéndoselo a ella durante mucho tiempo.
Pero ahora se ha ido, y está camino a casa o adonde sea, y yo sigo aquí, medio escondido en una sala de suturas para cambiarme la venda de la mordedura. No me lo puedo creer. Nunca antes me había mordido un paciente. Había oído historias de otros médicos a los que sí les había ocurrido pero confiaba en que fuera una de esas cosas de las que aún me voy salvando, hasta hoy.
Ha sido diferente cuando me ha curado ella, antes. Ha sido extraño, porque muy a menudo durante estos últimos dos días he sentido que podría haber algo que empezara de nuevo, algo tímido, que ella aún no estaba dispuesta a admitir y yo no estaba seguro de querer admitir delante de ella. Suena a trabalenguas, pero es exactamente así. Tengo la sensación de que no debo dar el paso antes de estar completamente seguro. Siempre ha sido ella la que ha dado el primer paso. Y ahora que siento que debería darlo yo... tengo miedo de que me rechace y me callo como un cobarde. No puedo creerlo. Hasta un niño de ocho años es capaz de defender sus sentimientos por una mujer con más fuerza que yo.
Entonces oigo una llamada suave en la puerta, unos nudillos que golpean la madera. Levanto la vista. Es ella.
No esperaba encontrarla otra vez, así que no sé cómo reaccionar. Nos miramos, por un segundo, a los ojos, todo lo demás queda paralizado, en silencio. Espero que ella baje la vista primero, porque eso me daría la esperanza de creer que ella piensa que ha sido un error dejarlo. Pero no lo hace, me mira tranquila, segura, y soy yo el que desvío la mirada hacia la venda que no consigo atar alrededor de mi brazo.
Ella se acerca a mí y dice tres palabras, suaves, calmadas.
-Déjame a mí.
Lo hago. La dejo lidiar con las vendas y el esparadrapo en silencio. Seguro que lo hará mejor de lo que me lo estoy haciendo yo. Sus manos se mueven con rapidez, con seguridad. Yo sólo la observo, la observo, nada más. Cómo el cabello que la diadema no le recoge le cae sobre la cara y me impide ver parte de ella, o el gesto de concentración que se dibuja en sus ojos. Dios... ahora que la miro me doy cuenta de que la voy a echar mucho de menos, y que será difícil verla todos los días en el hospital y no recordar los momentos que pasamos juntos. Pero todo se cura. Por suerte o por desgracia.
-Ya está.- dice, levanta la mirada y me sonríe, tras una pequeña pausa.- No dices nada.
No estoy seguro de que tenga nada que decir, la verdad.
Su sonrisa se borra. Está dudando, incómoda. No diría que se siente culpable, aunque tal vez sí.
-¿Estás bien?- pregunta.
-Sí.- vaya, por fin consigo articular una palabra.- Claro.
Ella se recoge el cabello detrás de las orejas, y me sigue mirando, inquisitiva.
-No lo parece.- sentencia.
Me quedo mirándola, en silencio. Decirle la verdad me haría sentir ridículo, pero igual me ocurriría si siguiera fingiendo que todo lo que ha ocurrido no me importa. Ella deja caer los hombros y por fin elude mi mirada, empezando a recoger todo lo que yo había dejado por medio, para mantenerse ocupada.
-Mira, Chase, lo siento, pero...- suspira.- No tenía sentido seguir así. No podemos basar una relación en sólo sexo. Y eso era lo único que teníamos.
Siento que me tenso al oír eso, pero intento disimularlo. Permanezco sentado, sin dar muestras siquiera de que la he escuchado.
-No sé si estoy preparada para una relación.- finaliza, cerrando la caja de las vendas con brusquedad. Tampoco es fácil para ella. Lo sé.
-¿Y si fuera una relación con otro?- dejo caer, sin poder contenerme.-¿Por ejemplo con House?
Ella levanta la vista, casi la noto dar un respingo. Se vuelve hacia mí y me mira como si no me reconociera. Joder. He metido la pata.
-No seas absurdo.- dice, suavemente, negando con la cabeza.
Permanecemos en silencio por un segundo, y ella finge que sigue ordenando. Deberíamos dar la conversación por finalizada, debería dejarla huir. Pero el idiota de mí no puede.
-Quiero saber si el problema soy yo.- replico.
-Por favor, no juegues a los celos ahora. Estoy cansada, y sé que tú también, y que te ha sentado mal lo que he dicho, pero...
Se corta bruscamente. Da media vuelta y se aleja hacia la puerta. Ahora sí que la he hecho buena. Tenía razón, no es momento de jugar a los celos cuando todo este tiempo ella me ha dejado claro que no sentía nada más por mí, y yo no me he quejado. Pero hasta hoy tenía la teoría de que el roce hace el cariño, y confiaba en que nos ocurriría. Ya no, y supongo que voy a la desesperada.
La sigo y le pongo la mano en el hombro. Ella se gira, seria aún.
-Lo siento.- murmuro apenas, sin mirarla a los ojos.- ¿Sabes? Es que a mí también me dan ganas de acercarme a los extraños, decirles "apártate de mi chica" y morderlos.
Ella sonríe. Lo he hecho. Al menos he conseguido hacerla sonreír.
-Tal vez no sea eso lo que necesito.- contesta entonces, en voz baja, y casi dolida.
Sí, debí de imaginar que contestaría algo así. Aparto la mano de su hombro, rompo el contacto físico con ella, y aparto la mirada, repentinamente avergonzado. Asiento con la cabeza.
-Lo siento.- ahora es ella quien me pide disculpas. Una vez más.- De verdad que lo siento. Ojalá esto pudiera funcionar.
Otro gesto afirmativo. Todo suena tan racional en sus labios, tan sensato, que no se me ocurre ninguna buena respuesta.
-No pasa nada.- acabo por decir, por mentir.
Y de repente, como si inconscientemente quisiera desmentir mis palabras, me abrazo a ella. Aunque sea sólo por sentirla contra mi cuerpo una vez más. Aunque sólo sea por quedar como el débil de los dos una vez más y decirle con gestos lo que no me atrevo a decir con palabras: que no quiero perderla.
Entonces la noto estrechar sus brazos también a mi alrededor, apoyar su cabeza en mi hombro. No sé qué significa, porque todas las hipótesis que puedo hacer me resultan demasiado ilusas. No creo que sea que me corresponde, sino quizá que se siente culpable. Prefiero no pensarlo, sólo hundirme en ese abrazo de despedida.
Nos separamos. No sabría decir quién inicia el movimiento, quién suelta primero al otro. Sólo sé que cuando lo hacemos, ella me mira a los ojos, y parece estar a punto de decir algo que finalmente no dice. Me acaricia suavemente el dorso de la mano, y finaliza con una frase simple.
-Hasta mañana, Chase.
Y se va. Y yo me quedo. Y como siempre, espero que decida volver.
