CAPITULO 1.
Conociendo al enemigo
Aquel día, en Vegetasei, Bulma despertó y comenzó a levantarse lentamente de su pequeña y estrecha cama. Se dirigió al baño para darse una ducha para inmediatamente después vestirse, y encaminar su rumbo hacia su lugar de trabajo. Todas estas acciones las hacía casi por inercia, puesto que su vida se había convertido en una espantosa rutina desde que fue arrancada vilmente de su planeta de origen, la Tierra.
Había pasado ya casi un año desde que los saiyajins llegaran a su hermoso planeta con la intención de conquistarlo. La guerra contra la invasión duró apenas unos días, todos los ejércitos y armas utilizados contra ellos no surtieron ningún efecto, tan sólo hubo unas pocas bajas en el bando enemigo, pero nada pudo detenerlos. Su fuerza y poder era inmenso, su hambre de destrucción hizo desaparecer miles de ciudades, países enteros quedaron reducidos a cenizas, millones de personas murieron, sobre todo soldados, que dieron sus vidas para evitar la conquista de aquellos seres, de aspecto similar a los terrícolas, pero con ciertas diferencias físicas tales como poseer una cola parecida a la de los simios que habitaban en la Tierra. No sólo estaban dotados de un increíble y extraño poder para lanzar bolas de energía con sus propias manos como si fueran auténticas bombas nucleares, sino que también poseían la habilidad de volar y de utilizar la luz que desprendía la luna para transformarse en gigantescos gorilas que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso.
Cuando la derrota de los terrícolas se hizo presente, los saiyajins empezaron su invasión. Se apoderaron y tomaron el control de las pocas ciudades que quedaron en pie y se adueñaron de todos los recursos disponibles. Comenzaron a hacer una selección entre la población civil que había sobrevivido a los ataques. Miles de hombres, mujeres y niños eran transportados como ganado hasta aquellas inmensas naves donde se disponían aestudiarles, preguntarles y examinarles. La mayoría se destinaban como esclavos para realizar trabajos forzosos con el fin de adecuar el planeta a sus propósitos, otros pocos eran aprovechados en beneficio propio, dada su habilidad en tareas como investigación, ciencia o tecnología. Con las mujeres se realizaba otra exhaustiva selección: las que ellos consideraban más hermosas servirían como esclavas sexuales, y muchas de ellas, eran enviadas al planeta de origen de los saiyajins o a alguna de sus colonias para formar parte del harén de guerreros importantes o incluso del mismísimo rey. Otras se destinaban al servicio, y una gran parte, la mayoría, eran obligadas a prostituirse, y eran afincadas en locales de mala muerte en el mismo planeta Tierra para satisfacer los deseos de los cientos de hombres saiyajins que permanecerían allí controlando su nueva colonia.
El caso de Bulma fue diferente. En el momento en que la guerra comenzó, ella y todo el poder que tenía su empresa, Capsule Corp. en materia de tecnología y ciencia, lo dedicó a crear nuevas armas, nuevas defensas para evitar la invasión, pero sus esfuerzos no sirvieron de mucho y, cuando la victoria de los saiyajins se evidenció, fue inevitablemente arrestada.
Un general saiyajin fue informado de la popularidad de la mujer entre los demás esclavos, y quiso saber el motivo. Descubrió así, que Bulma era una afamada científica en el planeta Tierra y que la mayor parte de la tecnología existente allí, había sido creada por su empresa Capsule Corp., de la que ella era dueña. Decidió entonces, que fuera enviada de inmediato a Vegetasei con la orden de ingresar en el departamento de tecnología para sacar provecho de sus conocimientos.
El viaje por el espacio que la llevaba hacia su "nuevo hogar" duró un mes aproximadamente. En aquella inmensa nave viajaba ella junto a otras decenas de terrícolas que habían sido seleccionados para trabajar como esclavos en uno u otro departamento. Estaban encerrados en jaulas, sin posibilidad alguna de evasión y les servían los alimentos por entre las rejas. Apenas hablaban entre ellos puesto que andaban siendo vigilados por varios soldados saiyajins que no les permitían intentar comunicarse. La mayoría eran mujeres, las cuales preveían ya cual sería su destino y no cesaron de llorar durante casi todo el trayecto. Ella no lloraba, se negaba a aceptar ese cruel destino para siempre. Desde que empezó la guerra, se prometió a sí misma ser fuerte y poner todo su empeño en acabar con esa pesadilla en la cual se había convertido su vida. Aprendería todo lo relativo al enemigo, su historia, sus costumbres, sus puntos débiles, todo... Después, se ganaría su confianza y buscaría aliados y encontraría el momento oportuno para escapar de todo aquello. No quería morir, amaba la vida, y aunque le llevara años, conseguiría su objetivo. Los dioses le habían concedido esa privilegiada inteligencia, y no iba a desaprovecharla. Bulma Briefs nunca se rendía...
Al llegar a Vegetasei, las mujeres destinadas al servicio sexual eran esterilizadas para evitar cualquier peligro de embarazo. Ella fue llevada directamente al laboratorio, allí se le adjudicó un puesto entre una veintena de esclavos provenientes de diferentes planetas y razas. Su misión era la de ponerse inmediatamente a trabajar en proyectos para investigación y desarrollo. Se le advirtió que sólo saldría de allí para comer y dormir, su trabajo sería vigilado a diario por soldados saiyajins y su castigo frente a desobedecer órdenes sería la muerte.
Allí se sorprendió al descubrir lo avanzada que era la tecnología saiyajin con respecto a la de la Tierra, imaginó que la habían conseguido de otros planetas, utilizando como esclavos a sus científicos y apoderándose de sus logros.
En unos pocos meses, Bulma se preocupó de aprender todo lo relacionado con tan increíbles hallazgos en la ciencia y consiguió incluso avanzar aún más, logrando descifrar y llevar a buen fin algunos de los proyectos que habían sido abandonados por otros científicos al no encontrar las soluciones a complicadas secuencias de cifras. También aprendió todo lo relacionado con la raza saiyajin y su forma de vida. Descubrió que, desde el momento de su evolución, la naturaleza guerrera típica de estos seres se había hecho presente durante cientos de siglos. Su afán de conquista y de lucha era casi una necesidad para ellos.
En estos momentos, su supremacía en casi todos los rincones del universo era más que evidente, poseían cientos de colonias, y casi todos los días salían nuevas tropas con más soldados rumbo a conquistar otros planetas.
Su forma de gobierno era la habitual en un imperio que dedicaba todo su empeño en apropiarse de otras culturas y formas de vida por la fuerza. Un rey, soberano de toda la raza e imperio, tenía prácticamente todo el poder, tanto político, como económico y militar, y sólo podía ser sustituido de su cargo por su único y legítimo heredero, que ascendería al trono después de la muerte de aquél. Después, existía El Consejo, formado por un grupo de 10 militares del más alto rango, y que pertenecían a la más alta clase social y linaje de la sociedad saiyajin. Sus funciones eran las siguientes: la gestión del tesoro público, el pago y víveres de las tropas, el hacer cumplir las leyes saiyajins, y el juzgar los delitos cometidos y que pudieran afectar a la paz y majestad del imperio. Todas las decisiones militares dictaminadas por el rey, debían ser previamente informadas al Consejo. Representaban al pueblo saiyajin y la mayoría de ellos, eran admirados y venerados por sus súbditos casi como a su soberano, y por ello, el rey, debería respetar y no involucrarse demasiado en sus decisiones.
La sociedad saiyajin se caracterizaba por la importancia en las condiciones físicas y aptitudes para el combate entre sus habitantes. La familia real siempre era la más poderosa y, el rey, era el saiyajin que disponía de más unidades de combate. Esta era una característica que se heredaba de padres a hijos. Por lo tanto, después de el y su hijo, los miembros del Consejo eran los guerreros más fuertes del imperio.
La mayoría de los habitantes de Vegetasei eran militares, incluyendo a las mujeres. Estas, dedicaban la mayor parte de su vida a la lucha, y sólo cuando un guerrero saiyajin decidía tener descendencia y elegía a una mujer como compañera, ésta tenía que abandonar de inmediato sus funciones como militar para dedicarse exclusivamente a procrear.
Debido a la demostrada capacidad de Bulma en todo lo relacionado con la ciencia, los demás científicos y profesores confiaban en ella y pronto se convirtió en una persona clave en el departamento, donde la mayoría de ellos, se dejaban guiar por sus ideas y le pedían consejo para otros proyectos . Esto no le hacía mucha gracia al jefe del departamento, Raizar, un anciano científico procedente del planeta Xenon, y que al igual que todos ellos, fue destinado allí cuando los saiyajins conquistaron su tranquilo y apacible planeta, unos 20 años atrás. Su aspecto era parecido a una mezcla entre un hombre y un reptil. No disponía de vello por ningún sitio, su tez era de color verdoso y sus ojos extremadamente saltones. Poseía un largo cuello que podía girar 360 grados y sus dedos terminaban con unas alargadas y afiladas uñas. Su carácter era afable, y su inteligencia prodigiosa. Fue uno de los primeros en darse cuenta de la capacidad innata de Bulma para la tecnología, pero él llevaba muchos años allí y conocía muy bien la naturaleza saiyajin. Estaba casi seguro de que era mejor que Bulma se mantuviera en el anonimato y que su fama en el laboratorio no fuera notoria. Al fin y al cabo, era una mujer, hermosa para cualquier saiyajin, y si alguno se encaprichaba de ella, podría acabar en un prostíbulo o en el haren de algún guerrero. No era la primera vez que ocurría y así se lo había hecho saber a Bulma y al resto del equipo, y todos estuvieron de acuerdo en tratar de no hacerla parecer, ante los ojos de los saiyajins, nadie imprescindible ni mucho menos importante.
Aquella mañana, Bulma llegó al laboratorio con su habitual bata blanca de trabajo, saludó a todos los presentes y se dirigió a Raizar:
- Supongo que todo sigue igual ¿no?.- Le dijo casi adivinando su respuesta.
- Si. Sigue sin llegar nada de suministro. Apenas nos quedan materiales para continuar el trabajo. En unos días estaremos parados sin poder hacer nada. No sé a qué están jugando estos malditos saiyajins- .Contestó el anciano con algo de preocupación.
- Escucha, he pensado que deberíamos intentar ponernos en contacto con alguien a quien le importe nuestro trabajo realmente.- Dijo Bulma con optimismo.
- No hay nadie a quien nosotros podamos dirigirnos. Somos esclavos y no podemos quejarnos de nada. Cuando a alguien se le ocurra preocuparse por nuestro trabajo y descubra que no hemos avanzado apenas en estos últimos 4 meses, probablemente pagará su frustración con alguno de nosotros, si no con todos. Así son los saiyajins, la mayoría no piensan, sólo actúan.-
-Pues entonces sólo nos queda esperar a que "ese alguien" venga aquí y le expondremos nuestras quejas. – Su voz sonaba a determinación.
- ¡Jajajaja!...Bulma...lo mejor es que ese día nunca llegue. Vamos, te enseñaré el resultado que ha dado el ordenador en respuesta a lo que le introdujimos ayer...- Y diciendo esto, se dirigió a una pantalla y se sentó en el asiento frente a ella. Bulma lo siguió.
En un edificio situado a unos pocos kilómetros de donde se encontraba el laboratorio, un hombre joven de unos 30 años, no muy alto y vestido con un traje de combate saiyajin, observaba sentado frente a un amplio cristal que daba al espacio exterior, las maniobras de vuelo que realizaban decenas de naves saiyajins . Su cola se hallaba rodeando su cintura y su cabello, rebelde y alzado hacia arriba terminado en punta, era negro azabache al igual que sus ojos, característica común de los hombres y mujeres que habitaban el planeta Vegetasei. Su semblante era serio y su mirada fría como el hielo. A su lado derecho, se encontraba otro saiyajin, de mayor edad. Este, al contrario que el anterior, era calvo, tenía bigote y sus más de dos metros de altura acompañada por poderosos brazos y musculosas piernas, le hacían proferir un aspecto realmente temible.
Cuando la exhibición terminó, un general saiyajin se acercó a ellos y, con evidente estado de nerviosismo, dijo:
- Las maniobras han concluido, mi príncipe.
- ¿Esto es todo, general?. Hace 6 meses que presencié las anteriores y no he percibido cambio alguno. ¿Qué diablos significa esto? – Gritó exaltado el saiyajin más joven.
- Señor, hace varios meses que no se han adaptado nuevas mejoras para nuestras naves. Lo único que se ha modificado desde entonces ha sido un pequeño aumento de defensa en el escudo de protección, pero nada más.- Intentó explicarse el hombre.
- ¿Y a que es debido ese retraso en adaptar los nuevos avances?. ¿Falta de mano de obra?. Si es así, ordenaré que inmediatamente os adjudiquen los esclavos necesarios para ello.- Contestó el príncipe.
- No, señor. No me habéis entendido, no se trata de falta de hombres para montar las nuevas tecnologías, lo que ocurre es que no hemos recibido noticia de ningún otro avance por parte del laboratorio. – Dijo el general.
El príncipe se levantó de su asiento, y con evidente estado de enfado, dijo:
- ¿Y por qué no se me ha informado de ello?. ¿Qué demonios ocurre con ese maldito laboratorio?.-
- No lo sé, mi príncipe. Intentamos averiguarlo nosotros mismos, pero se nos dio la orden expresa de no hacer nada..- El hombre estaba temeroso por la reacción de su príncipe. Sabía que si no daba una respuesta convincente, su vida correría grave peligro.
- ¿Y quién dio esa orden?. ¡Contesta! – Gritó enfurecido.
- El comandante Kabark, señor. – Repuso el general bajando un poco el tono de voz.
- ¡Maldita sea!. Nappa, llévame hasta allí. Quiero averiguar que ocurre con esos malditos científicos. – Se dirigió al fornido hombre que estaba sentado a su derecha.
- Como quieras, Vegeta. El laboratorio se encuentra unos kilómetros al sur de donde estamos. Sígueme. – Contestó el saiyajin.
Vegetasai era un planeta no muy grande y casi desértico, apenas disponía de vegetación alguna y su clima era agradable, que se mantenía igual durante prácticamente todo el año. Tenía, girando a su alrededor, 3 lunas enormes y la atmósfera era de un aspecto rojizo.
El príncipe Vegeta, hijo del rey y heredero a la corona, se dirigía volando hacia el laboratorio, acompañado de su más fiel guerrero, Nappa. Este, pertenecía a una de las familias más poderosas de todo Vegetasei. Su capacidad de combate era enorme y su habilidad para la lucha, prodigiosa. Tenía más o menos la misma edad que el rey, y durante la mayor parte de su vida, se dedicó a servirle con la mayor lealtad. Cuando nació el príncipe, el rey confió su entrenamiento y preparación a Nappa, y desde entonces, no se había separado de él, consiguiendo ser su mejor consejero y leal compañero.
El, daría su vida por su príncipe si fuera necesario, no en vano lo había cuidado y protegido desde su mismo nacimiento hasta ahora.
CONTINUARA...
