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La navidad fue un tema bastante forzado, bueno, para ser honesta una excusa. Siempre quise escribir un AU sobre esta serie. Tampoco tenía muy en mente abarcar tantas parejas, casi siempre me conformo con un Thramsay pero con el pretexto navideño las ideas se desbordaron.

Sintetizando, como ya he mencionado es un AU que toma lugar mayormente en Estados Unidos, y una de ellas en Francia, exactamente Paris. Los personajes tienen diez años más de los que realmente poseen. En algunos casos ya tienen una relación sentimental establecida, pero que no es muy clara, o aún no se tiene un completo conocimiento de los sentimientos.

Ya advierto que tal vez llegue a ser un poco Ooc. O quizás no, es solo mi intuición.

Destrozar

El amor a los treinta años no era de lo más fácil. Aunque ambas partes pusieran todo de sí, el trabajo, la familia y unos cuantos deberes más, funcionaban como enemigos. Pero lo más difícil era no amar y aun peor, temer a no ser amado.

Con la llegada de la navidad, el renombrado modelo de ropa interior, Theon Greyjoy aprovecho su primer día libre para tener una cita con su amante. Seguramente, la noche del veinticuatro de diciembre debería ser considerada para su familia, sin embargo para el príncipe era mucho más interesante pasarla con Ramsay Bolton.

Sentado en un costoso restaurante, en la mesa pegada a la ventana, esperaba a que aquel hombre se dignara a aparecer. Cuando este llegó, lo regañó por haberlo hecho esperar tanto tiempo.

—Es noche buena ¡no puedo creer que te obliguen a trabajar en semejante día! —Exclamó al encender un cigarrillo.

—No me obligan, lo hago porque quiero. —Antes de sentarse enfrente, se quitó la chaqueta de cuero. —Apaga eso.

—No quiero. —Disfrutaba desafiar al de gélidos ojos grises. «Te cortare los dedos si sigues fumando. » era la repetida amenaza.

—Obedece, Reek. —Al erguir la espalda, el Bolton se agacho a su lado y le arrebato la solución a su estrés. —Te dije que lo apagaras. —Sin miedo a quemarse, estrujó el producto entre su palma.

—No juegues así con el fuego, te puedes lastimar. —Frunció el ceño. —Además, no son baratos. Deja de quitármelos.

—Reek. —Ramsay suspiro el nuevo nombre que le había dado, supuestamente cariñoso. —Fumar le hace mal a tu cuerpo. Tu cuerpo es mío y solo yo puedo destruirlo.

—Cállate y elige algo para comer.

Cuando la cena termino, algo de tarta de cerdo, se les fueron llevadas varias botellas de vino para esperar el postre.

— ¿Y cuál era la razón para ir a trabajar hoy y llegar tarde a nuestra primer cita?

—Hoy a mis alumnos les enseñé a desollar ratas. —Dijo entre risas. —Pedí solo una al laboratorio pero me entregaron dos. Y como soy justo las desollé a las dos, por eso perdí tiempo.

—Estamos comiendo. —Casi sintió la necesidad de correr al baño y vomitar todo lo que había depositado en su estómago. — ¿Cómo te permitieron hacer tal cosa?

—No tenía permiso. El lunes lo pediré.

—En vez de pedir, deberías disculparte. Eso es de muy mal gusto.

—No fue así, a los niños les gustó.

No supo que otra cosa replicar. «Con un profesor tan bestia, es natural que ellos también se conviertan en una.» Ramsay tenía gran admiración por el cuerpo humano, y por ello decidió dedicar su vida a enseñar sobre este. Aunque tenía métodos bastantes poco ortodoxos, que si no fuera gracias a esa profesión, como plan b, a ciencia cierta se desquitaría con Theon. «Por suerte aún no lo despiden.»

—No tomes tanto, si te pones ebrio no cuidare de ti. Ya te lo voy avisando. —Dijo al ver cómo el contrario vaciaba y llenaba el vaso con el rojizo líquido, una y otra vez.

—Se tomar, Reek. No te preocupes tanto por mí. Y tú, Reek. ¿Por qué no bebes?

—El alcohol le hará mal a mi cuerpo. Y como es solo tuyo, no puedo permitir que algo que no seas tú lo destruya. —Dijo aquello irónico, pero se sintió enrojecer cuando la vista ajena se le clavó.

—Bien dicho, Reek. —Carcajeo. —Aprendes muy rápido.

Ramsay levanto la casi vacía botella verde que dejaba traslucir la bebida que llegaba a una gama violeta de colores. Extendió la botella hasta su vaso, cual cubrió con la mano derecha antes de que se derramara algo.

—No quiero tomar.

—Reek, hoy te permitiré hacerlo. Vamos, quita la mano si no quieres que te moje.

—Te dije que no quiero.

Sin darle interés a su deseo, el líquido cayó a su piel, haciendo que quitara la mano espontáneamente. El contrario sonrió y siguió vertiendo el vino.

—No lo beberé. —Chasqueo la lengua.

—Harás todo lo que yo te diga, Reek. Si digo que lo tomes, lo tomas. Y hazlo rápido, tal vez me den ganas de verte borracho.

—Iré al baño, Ramsay. —Se puso en pie y trago saliva cuando vio el semblante de su amante. —Con permiso, mi Lord. —Se retractó.

El baño quedaba a unos pequeños pasos de allí, entre algunas mesas que formaban un pasillo. Trabó la puerta para que nadie más que el entrara. Limpio su mano, justo allí donde fue humedecida.

—El olor no se va.

Olía y volvía a frotar con todas sus fuerzas la piel contra el jabón. Seguía siendo inútil, el tedioso aroma a alcohol no desaparecía. «Tendría que dejar de comportarse como un niño caprichoso cuando estamos en público.»

Ramsay Bolton no fue su primer amor, ni estaba cerca de ser algo parecido. Toda su vida, al menos los años que había vivido, su corazón siempre le perteneció a otro hombre. «Un hermano mayor, únicamente una excusa para estar a su lado.» Su amor nunca fue correspondido y con la furtiva llegada del Bolton, se aferró a la idea de olvidar.

No sabía porque Ramsay se interesó en él, pero no debía de importarle en lo más mínimo lo que pasara por la mente de este. A ambos les convenía ese tipo de relación, sin sentimientos de lado era factible de llevar, ninguno sufriría cuando su "amor" llegara al final.

Tampoco pasaban mucho tiempo juntos, su trabajo como modelo le robaba el entero día y Ramsay no se perdía un día en la facultad. A pesar de llevar un año y medio juntos, esta era la primera vez que salían. Cada tanto Ramsay por la noche arribaba en su cama, o algunas veces era al revés, y cuando necesitaba consuelo él iba sigiloso hacia el hombre que eternamente lo esperaba con los brazos abiertos.

El único día que sintió que al único que necesitaba era al de ojos grises, fue cuando su primer amor se casó. Fue un día lluvioso, por ningún motivo hubiese ido a esa boda, no obstante fue elegido como hombre de honor, y no podía negarse a aquel hombre. Cuando la boda terminó, corriendo por debajo de la lluvia llegó al departamento de su amante, quien se encargó de secarlo y abrigarlo en calor carnal. «Solo me necesitas a mí, Reek.» fueron las palabras que Ramsay le susurro ese mismo día, mientras lo reconfortaba. «Gracias a él pude saber que el amor es una mentira.»

—Tardaste mucho, Reek. —Indico Ramsay al levantar la cabeza, que anteriormente se mantenía cabizbaja sobre sus brazos. — ¿Tanto te cuesta mear?

—No fui a mear. Fui a lavar mi mano, y el olor a alcohol me dio batalla.

—Ya veo. —Apoyo la cabeza en su palma izquierda. —Reek, cuando te fuiste sonó tu teléfono.

— ¿Lo olvide? —Por instinto reviso sus bolsillos. — ¿Atendiste? ¿Quién era?

«Quizas Asha.» Jamás le notificó a su hermana que se ausentaría. «Tal vez mi padre, si es que tuvo tiempo de percatarse de que no estoy allí.»

—Robb Stark. Quería saludarte, lo iba a saludar por ti pero colgó.

—Gracias. Más tarde lo llamare.

El postre llegó, frutas bañadas en chocolate. Después de ese intercambio ninguno dijo una palabra más, Theon ya no estaba de humor para hacerlo y Ramsay que lo entendía, se reservaba sus comentarios.

—Reek, ven aquí. A mi lado.

Hizo lo que le dijo. Sus sillas se pegaron, tan juntas que sus cuerpos también notaban una conexión. Ramsay apoyo la cabeza en su hombro.

—Reek, que me regalaras para navidad.

— ¿Regalo? Eso es para los niños pequeños. Además, ya mucho regalo es tener una cita conmigo.

—Reek, no seas tan orgulloso. —Revolvió su pantalón. —Yo fui considerado y te compré un regalo. Dame tu mano.

Quitando la cabeza de su hombro, Ramsay permitió que elevara su brazo izquierdo. Este le tomo la muñeca, y examino detenidamente los dedos, para rechazarla totalmente.

—Esa no. La otra.

Extendió su brazo derecho al de ojos grises. Este fue aceptado y sobre su dedo anular fue colocado un brillante anillo plateado. Se sorprendió al verlo y sus mejillas se tornaron rojizas al comprenderlo. «Un anillo en el dedo anular, de la mano derecha. Significa compromiso ¿verdad?»

— ¿Qué clase de regalo es este?

—Un regalo que solo yo podría hacerte.

—No me sirve para nada, en las sesiones de fotos no me dejan tener ningún accesorio.

—Lo usarás cuando estés conmigo. Y cuando estés cerca del Stark.

Ramsay de nuevo reposo la cabeza en su hombro. Sintió la necesidad de sacar su cajetilla e inhalar una enorme cantidad de humo que pudiera calmarlo. Y cuando lo hizo, antes de poder quitar un cigarro, su mano fue tomada. Uno de los ajenos dedos que lo atrapaban, el anular, tenía la réplica del anillo que se le había entregado. «Lo cursi no va con él.»

—Se hace tarde, será mejor marcharse. —Indico al mirar el reloj que colgaba en la pared.

—Reek, quiero pasar la noche en tu casa. Contigo.

Esperaron treinta minutos el taxi, hubiese preferido ir caminando, eran apenas diez cuadras de allí a su casa, pero Ramsay recién lograba mantenerse en pie.

—Reek, tómame la mano. —Eso mismo hizo, no porque se lo pidió. Sino porque era lo único que podría mantenerlo estable. —Hoy no trajiste tu correa, tendré que tomar tu mano a cambio.

—A pesar de que me diste ese anillo. Tus discursos no son para nada románticos.

—Diría algo romántico, pero estoy borracho, Reek. Además, a ti te gustan estos tipos de piropos.

«Le dije que no tomara tanto.» renegaba en su mente mientras el contrario hacia un torpe baile para subir al coche. «Y también dije que no lo cuidaría.» Dio algunas indicaciones al chofer y en un santiamén estuvieron enfrente de la puerta de su casa, pequeñamente ostentosa.

—Reek. —Le susurro.

Al colocar la llave en la perilla, sin girarla, se volteó para observar a Ramsay. Quien apoyo ambas palmas en la puerta, aprisionándolo. El torso ajeno descansó en el suyo, y la nariz que respiraba su aroma, en su cuello.

—No llames al Joven Lobo. Esta noche no.

En sus labios se entrelazaron los contrarios y la lengua sagaz se introdujo a su boca. En el primer momento en que lo percibió, intento apartar al hombre que lo besaba con un fuerte aliento a alcohol, sin embargo, sus muñecas fueron juntadas y elevadas sobre su cabeza.

La mano libre de Ramsay acaricio su mejilla, descendiendo por el cuello y después alrededor de su torso. Entretanto, su boca no dejaba de ser entretenida, se acostumbró rápidamente al sabor del vino. La mano llego a su cadera y se deslizo por su muslo hasta la entrepierna. Cuando su sexo fue palpado, una sacudida le recorrió.

—R-Ramsay… deja eso para después. E-entremos.

El contrario hizo oídos sordos a su palabrería. La lengua salió de su boca y fue a su cuello, lamio una primera parte para después impregnarse con los dientes, dejándole fogosas marcas. La mano tanteaba el cinturón, en busca de desabrocharlo. «Ramsay no, a él le gusta que le diga "mi Lord".»

—Mi Lord… por favor, entremos.

Solo con esas palabras fue liberado. Al yacer en el sofá, el Bolton le ordeno algo para beber, y obedeció, era lo único que mejor sabía hacer.

—Reek, quiero bañarme.

— ¿A esta hora? —Suspiró. —Está bien, te preparare la bañera.

—Reek. —Tomó su mano, deteniéndolo. —Lo diré en palabras que puedas entender. Quiero que tú me bañes.

—Entiendo. —Dijo resignado. —Mi Lord.

«Al menos estará limpio antes de las doce.» La tina rebalsaba en calidez, el vapor serpenteaba por el aire, empañando cada vidrio que encontraba. Algunas gotas conseguían salirse cuando el desnudo cuerpo contrario se meneaba.

—Quédate quieto. No me haré responsable si te entra champú al ojo.

—Reek ¿sabes que eres muy aburrido? Haz algo que me divierta.

—No estoy de humor para hacer eso que te divierte.

— ¿Y cuándo lo estarás? Ve rápido a llamar al Stark así te pone de humor para mí. —Rio.

—Cállate. Deja esas bromas de mal gusto.

— ¿Tendrá un hijo, no es así? Al parecer le va bien en su matrimonio, bueno, aunque es lo más fácil hacerlo parecer así. ¿Te eligió como padrino del niño?

—Sí.

—También serás el tío del lobito. El Stark no tiene consideración en cuanto a tu billetera. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

—Su boda.

—Reek.

Las mojadas manos de Ramsay aterrizaron en su nuca, tirando su cuello hacia adelante. Los labios de este, húmedos porque se lo lamio, también lo hubiesen mojado pero interrumpiéndolo el timbre sonó.

—Ve a atender. Yo esperare aquí.

Seco sus manos y arreglo su ropa. No esperaba a nadie, mas intuía que sería su hermana. La despacharía velozmente, no podía descuidarse y dejar que viera lo que escondía en su baño. Antes de hacerla entrar, ocultó las prendas ajenas en el dormitorio.

— ¡Feliz navidad, Theon!

Abrió grandemente los ojos, como respuesta la confusión lo invadió. Apoyado sobre la puerta, con una bella y blanca sonrisa, con los rojizos cabellos brillando a la luz de la luna y los azules ojos relampagueantes, se hallaba el muchacho que se ganó su corazón.

—Robb. ¿Qué haces aquí?

—Estaba cerca, por lo que pase a saludar.

Acostados en el césped observaban las estrellas y algunas risas se disparaban de ambas bocas junto al humo de los cigarros. «Él también está borracho.» No dejaba de admirarlo de arriba hacia abajo, como las rodillas de este se flexionaban, como los labios se movían entorno al cigarrillo y como se arrugaban cuando el humo era expulsado.

—Robb. ¿Por qué estás aquí y no con tu esposa? Quedan pocos minutos para las doce, deberías celebrar junto a ella.

—Ah, eso…—Dejó el cigarrillo a un lado. —No puedo mentirte a ti. Tuvimos una pequeña discusión y salí a caminar, para despejar un poco mi cabeza. Bebí de más y ahora no sé cómo disculparme.

—Apenas llevan un mes casados. Es normal que tengan alguna discusión. Como un viejo amigo te aconsejare que compres algunas flores y vayas a casa antes de la media noche.

—No digas viejo, apenas tienes unos años más que yo. —Levantó su espalda. —Me alegro haberte visto hoy, Theon.

—A mí también. —Sonrió. —Robb, estuve pensando. Creo que sería mejor si le das el puesto de padrino a alguien más. Reconsidéralo, Jon sería el más indicado.

— ¿Por qué? Ya te he elegido a ti. Eres como un hermano mayor para mí, tú eres el que más se lo merece.

—No es así. Te equivocas, Robb. Yo no puedo ser el padrino de tu hijo, tampoco tu hermano mayor…—Elevó la vista al cielo. —Porque te amo, Robb.

Hubo un tiempo en el que ni por asomo hubiese rechazado una oportunidad tan grande para estar cerca de Robb, pero con los años ese sentir se hacía más pesado y doloroso. «Duele demasiado.»

—Yo también lo hago, Theon.

—No juegues conmigo, Robb. Estás ebrio. No digas tal cosa, es una falta de respeto a tu esposa.

—No estoy jugando.

Robb bajó su rostro, dejándolo a una corta distancia del suyo. Unas miradas se compartieron hasta que cambió el rumbo de la suya. Su mentón fue tomado, y su vista devuelta al lugar que con anterioridad ocupaba.

—No lo hagas, Robb. Te arrepentirás.

Sus labios se conectaron con los ajenos, dulces y delicados. Las calientes palmas reposaron en sus frías mejillas. La grata lengua esperó a que sus labios se separaran para arremeterse en su cavidad, y dar ligeros toques en esta.

Era lo que siempre anheló, soñó e imaginó, y aunque dejara de ser una simple fantasía, ningún sentimiento lo llenaba. Era un beso más, un contacto que unos segundos después olvidaría. Hasta los agresivos besos que recibía de Ramsay lograba encender algo en él, pero este, que era el que su corazón deseó, no podía hacerlo latir.

«El me enseñó que el amor es una mentira.» Quizas no podía sentir nada por eso mismo, todo ese tiempo junto a Ramsay Bolton lo hizo olvidar de su gran amor. «Pero Robb es dulce, su amor es dulce.» Azucarados eran los labios del pelirrojo, pero solo eso, a su corazón no podía llegar tanta dulzura. «Tal vez, Ramsay…» Pensó en el anillo que ocupaba el dedo anular de su mano derecha. «Tal vez, ya no es amor.»

—Robb, detente.

Apartó a su hermano menor, secó su boca al ponerse en pie y extenderle la mano a este que se localizaba sentado en el piso verde, bañado por algunas pizcas blancas.

—Vamos, levántate y ve con tu esposa. Mantenme al tanto del pequeño que está por venir, avísame cuando nazca. Iré a saludar a mi ahijado.

Robb al corresponderle el apretón, le regalo una amplia curva en los labios. Desde lo lejos aún apreciaba la espalda de este marchándose. Estaba a punto de encender un próximo cigarrillo. «No puedo dejar que nada más me destruya, solo él puede hacerlo.» La fría brisa del viento lo hizo arrepentir.

Golpeo todo aquello con lo que se tropezó camino al baño. La pared junto a la puerta, el sofá, el aparador y la mesa. Se hubiese sumado una silla, mas la esquivó.

— ¿Quién era, Reek? —Preguntó Ramsay secando sus cabellos. —Tardaste mucho y el agua se enfriaba muy rápido, tuve que terminar de bañarme yo mismo.

—Asha. Vino a saludar.

—Asique Asha.

Ramsay pasó a su lado, sin mirarlo. «Sabe que miento.» Este dejó la toalla en el respaldo de una silla y se adentró a la habitación.

—Vamos a dormir, Reek.

Lo siguió. Primero desarmó la cama, después fue ayudado por el Bolton a quitarse la camisa. Lentamente le desabrochaba los botones.

—Reek. ¿Quién era?

—Asha.

—Tienes tus labios rojos. ¿Asha te besó?

—No.

—Ese beso que te dieron. Fue un niño inexperto en esto ¿verdad? Apretó mucho tus labios.

—Nadie me besó.

—Reek, no me mientas. Te preguntare otra vez, si vuelves a mentirme te cortare la lengua. ¿Quién vino?

—Robb.

—Eso era lo que quería escuchar. Muy bien, Reek.

Su camisa fue levemente quitada, lo siguiente en ser desabrochado fue su cinturón y por último, Ramsay jugueteo con su mano hasta encontrar el dedo ocupado.

—No lo quites.

— ¿Quieres conservarlo, Reek?

—Sí… mi Lord.

—Está bien, Reek. Quédatelo. —Por primera vez, escuchó su deseo. — ¿Y porque el Stark te besó?

El Bolton dejo que se quitara el pantalón por su cuenta. Este se dirigió a la cama quitándose en el transcurso el pantalón que hace pocos segundos atrás se tomó el trabajo de vestir sus piernas.

—Estaba borracho.

— ¿Y se aprovechó de tu debilidad, no? ¡Pobre Reek! —Se acostó. —Ven aquí, Reek. Hay que dormir.

«Ya son las doce.» El ensordecedor ruido de los cohetes llegaba directo desde la ventana, con algunas iluminaciones de variados colores. Fue a la cama lo más vertiginoso que pudo.

—Feliz navidad, mi Lord.

Beso la mejilla de Ramsay, que bostezaba y amenazaba con dormirse en ese mismo momento. «Ya no puede resistir más.» Corrió algunos de los oscuros mechones. «Al menos tuve tiempo de saludarlo.»

— ¿Ya estás de humor, Reek? —Alargó las comisuras de sus labios.

—Sí, mi Lord.

Elevo la sábana y se sentó sobre la pelvis de Ramsay. Agitó sutilmente su cadera, apoyando las palmas sobre el pecho ajeno y depositó un tenue beso en la boca de este.

—Estoy cansado, Reek.

—No te duermas, aun no te di tu regalo.

—No quiero un regalo, Reek.

—Dime. ¿Qué es lo que sientes por mí?

—Amor. Yo te amo, Reek.

«Entonces, es así. ¿Dónde quedo eso del "amor no existe"?» Humedeció sus labios, «Es tan triste saberlo.». A partir de besos en la mejilla, bajó al cuello. Sus piernas se sacudieron al percibir la elevación del sexo ajeno. Rio al dirigirse a la oreja de Ramsay, cual mordió.

—Al parecer, ya estas despierto.

—Reek, es tarde. No seas obstinado y déjame dormir.

— ¿Por qué? ¿No me amas? Adelante, demuéstrame cuánto me amas.

—Reek, no me gusta de esta forma.

Su espalda regresó a apreciar la suavidad del colchón. Ahora era Ramsay Bolton el que se levantaba sobre su cadera.

—Reek, ¿aún tienes los juguetes que te regalé, cierto?

—Sí, nunca los tiraría. —Señaló la mesa de luz. —En el cajón.

Las grises y gélidas esposas, tanto como los ojos de su amante, le estiraban los brazos hasta el respaldo de la cama. Sus ojos eran cubiertos por un negro antifaz. Su rojo collar reaparecía alrededor de su cuello. Mordió su labio inferior, sofocándose en un jadeo cuando en su rigidez se aferró un apretado anillo.

— ¿Te duele, Reek?

—No. Y de todas formas, si me duele no te detendrás.

—Tienes razón, Reek. —Acarició su labio. —Reek, no te muerdas el labio. Te lastimarás.

—Me lastimare estando contigo, es lo mismo.

—No es lo mismo, Reek. No repliques y no te muerdas el labio.

Ramsay mordió y jaló su labio inferior con agresividad, a modo de castigo. Gritó, estimulando al contrario.

— ¿Debería castigarte por no dejarme dormir, Reek?

«Lo que él quiere escuchar, tengo que decirlo.» Arqueo su espalda al sentir el correr de las yemas de los dedos ajenos sobre su torso. «Lo que tengo que decir, es lo que él quiere escuchar y lo que yo quiero decir.»

—S-sí, mi Lord.

La punta de la lengua del contrario danzó en su pecho, seleccionando su tetilla derecha. Esta deambuló, contorneando su aureola y mordisqueando al momento en que se enderezó. En la izquierda, los dedos juntaban el rosado trozo de piel. Era eso lo único que mantenía entretenido a Ramsay Bolton.

—No solo hagas eso.

— ¿Qué otra cosa quieres que haga, Reek?

—Solo haz algo más. No quiero venirme solo por eso.

— ¿Ya? ¿No puedes aguantar más? Los años te caen muy pesados ¿verdad, Reek?

Ramsay prosiguió, una vez más humedeció, mordió, haló y comprimió sus tetillas. Chirriaron sus dientes cuando los ajenos se acoplaron a su piel.

—Te dije que pararas.

—Yo no escuche nada ¿dijiste algo, Reek?

—Mi Lord… haga otra cosa conmigo… por favor.

—Como tú quieras, Reek.

«Tendrías que dejar de ser tan caprichoso, mi Lord.» Despejando su pecho, la lengua descendió por un camino recto, cayendo en el ombligo y dando una pequeña unión a los dientes, más dolorosa que las primeras.

—No muerdas, duele.

—Reek, ¿no fuiste tú el que dijo que te demostrara cuanto te amo? Lo estoy haciendo. ¿Acaso te arrepentiste?

—No… no me arrepentí.

Su miembro fue tomado, desde el glande los dedos bajaron junto al tedioso anillo que lo revestía.

— ¿Aquí te gusta más, Reek?

—Sí. —Musitó.

— ¿Y cómo debería hacerlo, Reek? ¿Con la mano? ¿O con la boca?

—Lo que quieras… solo apúrate.

—No seas tan desobediente, Reek. Vamos, responde como es debido.

—Con la boca… use la boca… mi Lord.

No podía apreciarlo, pero imaginó como lentamente se dibujaba la curva en la sonrisa de Ramsay, sin duda estaría brillante en el rostro de este. «Si no fuera bueno en esto, me aburriría con este tipo de juegos.»

La punta de su miembro fue succionada, la lengua se extendió por el entero tronco, subiendo y bajando. El fervor aumentaba con cada absorbida. Algunos gemidos salían de su boca y su cadera se flexionaba con cada sacudida.

Vaciando su boca, el contrario inicio a masajearlo con ambas manos desde el tronco hasta la punta jugando con el prepucio, levantando y deshaciendo el accionar. La lengua de Ramsay volvía a ser presente. Desde el dilatado glande con la punta de la lengua bajaba para humedecer un costado y luego volver a hacer lo mismo con el otro, hasta dejarlo completamente mojado.

— ¿Tengo que ponerlo dentro de mi boca, Reek? —Preguntó tocando con el dedo medio la punta, un golpecito y otro más.

—Sí… —Jadeó. —Póngalo… en su boca... mi Lord.

De un presuroso y limpio golpe su rigidez llenó la boca ajena, cual descendía y remontaba constantemente, a un buen tiempo y una excelente suavidad de parte de los labios contrarios. Los espasmos se agolpaban en su cuerpo con cada succión.

«Ya no podré resistir más…» Los gritos llegaban en sincronía, su pelvis se elevaba para acoplar aún más su carne a la boca de Ramsay, los dedos de sus pies y manos se contraían. «Tengo que volver a rogarle…» Su miembro se ensanchaba cada vez más, en desmedida proporción. El anillo en este apretaba sin piedad, logrando una ardiente acumulación.

—Mi… Lord. —Jadeó.

— ¿Si, Reek?

—Ya… por favor… mi Lord.

— ¿Qué es lo que quieres, Reek? Dilo apropiadamente.

—El… mi Lord… el ani…

— ¿El ani? ¿El anillo, Reek? —Rio. —Es fácil decir anillo, Reek. ¿Ya quieres que lo quite?

—Sí… el anillo… se lo suplico… mi Lord… quítelo.

— ¡Oh, que poco aguantas, Reek! Pero está bien, escuchare tu súplica.

Fue mucho más doloroso el escapar del caliente y blanquecino líquido, que la huida del anillo. No importaba cuantas veces Ramsay utilizara aquel juguete en él, simplemente no podía acostumbrarse.

— ¿Y ahora, Reek? ¿Qué es lo que quieres hacer?

—Deseo… deseo tenerlo a usted…dentro de mí… mi Lord.

— ¿Y qué más, Reek?

—También… quiero que me llene… con toda su semilla… mi Lord.

—Lo haré, si tanto lo deseas, Reek.

Su entrada fue manoseada un corto instante por los dedos del Bolton. Una inconstante introducción de dos de estos dio paso al sexo ajeno. La primera embestida, pujante, lo privo de aire.

—Te amo, Reek. —Le susurró al olfatearle el cuello. — ¿Y tú, Reek? ¿Sigues pensando en el Stark?

«No es algo que le importe.» La piel de su cuello se incendiaba al sentir los dientes de Ramsay, que lo mordían sin misericordia. Por más que se quejara por aquello, las preferencias de su amante siempre iban en primer lugar.

La segunda embestida llego sin prevención, y a su continuación, con nada de tiempo de diferencia, la tercera. Con un aumento en la velocidad y en la fuerza. Su cabeza era tirada hacia atrás, haciendo alargar su cuello.

—Reek. ¿Aún tienes al Joven Lobo en tu mente? —Insistió.

«Lo que él quiere escuchar, jamás es lo que yo quiero decir. Pero esta vez es diferente, es algo que quiero que el escuche.»

—No. Mis pensamientos le pertenecen, mi Lord.

— ¿Es así, Reek?

—Soy vuestro Reek, mi Lord. Mi cuerpo, mi alma, mis pensamientos, todo mi ser le pertenece.

«Tal vez es amor, tal vez solo una simple sensación. » La sangre se aglomeraba y los latidos no le daban tregua. «Tal vez sea aquello que no existe.» Sus labios se movían, intentando formular palabras. «Tal vez deba decírselo. No lo haré, él ya debe saberlo.»

—Yo solo pienso en ti.