Capítulo Uno: Tú
Lo harás, porque es lo que quiero – dijo Hiashi a su primogénita – No seas egoísta, piensa que nos podrías salvar a todos. Tu hermana Hanabi no quedará pobre.
Hinata sintió como un nudo se formaba en su garganta. Vio como su padre la dejaba sola y se abrazó a sí misma sintiendo un frío interior. Las lágrimas salieron de sus ojos y no pudo evitar acallar los gemidos. ¿Desde cuándo se había vuelto tan sumisa? Que pregunta más estúpida, sabiendo que la respuesta estaba en los momentos en los que se sentía más pequeña de lo que ya era frente a los ojos de su padre. Esos ojos que la castigaban injustamente, con esas miradas fulminantes, de odio... Unas miradas que le parecían más que dolorosas.
Desde que sucedió ese horrible accidente, ya no era la pequeña niña con ese permanente sonrojo en las mejillas y con esa timidez extrema. Ahora ya no podía decir que era un ángel. Ya no se sentía como tal, sabiendo que su dulzor había desaparecido. Bondadosa sí que era, tal vez demasiado. Responsable, amable, honesta, respetuosa,.... Lo tenía todo. Pero en su carácter aún se guardaba rencor por cierto daño pasado.
Su madre.
La gran herida de su corazón volvió a romper los hilos que la cocían, derramando sangre por los bordes. Las lágrimas salieron con más fuerza, como si eso hiciera que se sintiera bien, cuando en realidad nunca era suficiente... Secó sus mejillas y ojos con frenesí, sintiendo la frustración mezclarse con la rabia y crear un sentimiento indescriptible. ¿Por qué no podía simplemente negarse? No quería hacerlo. No quería entregarle su vida...entregarse ella misma a alguien a quien no amaba. No. No quería sentirse un objeto de venta, un trofeo, como si ella estuviera en una subasta.
Se dejó caer en el colchón, esperando cerrar los ojos y que ese sitio cómodo y dulce alcanzara su mente.
La quiero para mí, papá. - exigió Neji – Hiashi pagará. Te prometo que lo hará.
Hizashi se limitó a mirar a su hijo con el ceño fruncido. Mientras el joven miraba como el agua golpeaba las grandes ventanas de cristal, se preguntó desde cuando Neji se había vuelto tan rencoroso. Siempre se comportaba correctamente, siendo un verdadero orgullo para su familia. Era un muchacho correcto, con unas excelentes notas. Sin embargo, ¿desde cuándo la sonrisa de Neji se había esfumado? Ya no mostraba sus emociones, ocultándolas bajo esa máscara estoica que consumía su alma por dentro...
Sabía cuanto había sufrido Neji. Más que cualquier otro miembro de la familia Hyuuga que se hubiera enfrentado a Hiashi. Hiashi. Su hermano, su sangre. Se había encargado de hacerles la vida imposible, dejándolos en la ruina de algo que era mitad suyo. Y Neji había crecido con ese rencor guardado en su reprimido y frío corazón. Sabía que no tendría piedad con nadie. Acabaría con todo a su alrededor.
Hizashi-sama – una mujer de cabellos lilas entró en la estancia con una pequeña reverencia – Hiashi-sama ha venido a verle
Hizashi cerró los ojos. No necesitó acercarse para notar la tensión en los hombros de su hijo. Asintió a la joven y ésta salió de la habitación. Neji suspiró audiblemente antes de girarse hacia su padre. Por un momento, sus ojos perla brillaron con una malicia perceptible. Sin duda, Neji acabaría con todos sin piedad.
Tranquilízate, Hinata – decía Hanabi a su hermana mayor. Apartó la vista de ella y la dirigió a la gran mansión en la que se encontraban.
Parecía un palacio pequeño. Había una gran escalera en el centro que conducía hasta el segundo piso, donde en ambas direcciones seguían dos grandes pasillos llenos de habitaciones. El salón daba el aspecto anticuario, mostrando los asientos forrados de una tela roja oscura y brillante. El sofá era el único que parecía más moderno, forrado de un cuero negro y refulgente.
Los pasos de las escaleras llamaron la atención a ambas hermanas. Las Hyuugas alzaron la vista, sólo para encontrarse con tres pares de ojos idénticos a los suyos. Cada uno expresaba emociones distintas, pero claras.
Hinata, Hanabi – llamó Hiashi a sus hijas.
Las jóvenes se levantaron con lentitud, mostrándose avergonzadas. Hinata reconoció al menor y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.
Neji-niisan...- pronunció en un susurro imperceptible
Hiashi pasó una mano por la espalda de su hija, sonriendo.
Estas son Hinata y Hanabi – dijo mirando a los otros dos
¿Oji-san? - preguntó Hanabi desconcertada, pero con un pequeño brillo en los ojos - ¿Tío Hizashi?
En el rostro del hombre se dibujó una pequeña sonrisa. Hanabi no se contuvo, tirándose encima del hombre con un fuerte abrazo. Los recuerdos que tenía de su tío eran algo borrosos, de cuando ella tenía seis años. Pero no había cambiado mucho. Tenía la misma cara, la misma estatura, los mismos ojos que su padre. Sólo que la amabilidad en los ojos de Hizashi lo distinguían de su gemelo.
Hanabi-chan, – respondió el hombre – has crecido mucho.
La Hyuuga se apartó con otra sonrisa, mostrándose más cálida e infantil de lo normal. Hizashi dirigió una mirada a Hinata y sus ojos volvieron a brillar. Hinata sí que había cambiado. Sólo que...
Tío Hizashi – dijo en un pequeña reverencia, conteniendo el deseo de hacer lo mismo que su hermana pequeña – Me alegra mucho volver a verte.
Tú también has crecido, Hinata – dijo el hombre con voz suave
La joven se limitó a sonreír. Su mirada voló hacia el hombre de detrás y descubrió que éste la miraba fijamente. Sintió sus mejillas arder. Pero no por eso dejó de estudiarlo. Su altura era considerable. Metro ochenta, tal vez. Su rostro era perfecto, sin revelar ninguna expresión, y si lo hiciera, nada afectaría en su hermosura. Neji había cambiado mucho, se dijo en su fuero interno. Su mirada ya no era la que ella recordaba, alegre, encantadora... No. Ahora se reflejaba soledad, sufrimiento, y dolor, mucho dolor...
Un escalofrío le puso los pelos de punta. Su padre llamó su atención.
Hinata, saluda a Neji.
Su corazón pegó un vuelco. Y esta vez no fueron sólo sus mejillas lo que ardió. Respiró hondo y avanzó hacia él. Se detuvo a un metro de distancia e hizo una pequeña reverencia, como a su tío.
Neji-niisan...- susurró la joven.
Hinata-sama – respondió con voz grave el chico.
La tensión se apoderó del ambiente. Hinata se quedó estática y miró a su padre como queriendo decir "¿y ahora qué viene?" Por suerte, Hizashi habló.
Ya podemos ir a cenar.
Hinata encontró la cena sabrosa, o tal vez fueran los nervios. Cada bocado se le atoraba en la garganta, haciendo que casi no pudiera tragar. Sentía la mirada fija de su primo en ella y luchó por controlar su sonrojo.
Bien, pues – Hiashi se levantó de la mesa con una sonrisa radiante. Neji sintió asco – Hinata, levántate.
La niña tardó en comprender. Miró a todos con ojos inquisitivos y no encontró respuesta. Así que se levantó lentamente.
Debes saber la verdadera razón de este encuentro familiar – ahora se levantaron los demás, incluida Hanabi.
¿Qué sucede, padre? - inquirió confundida
Hiashi se dirigió hacia Neji, y poniendo una mano en su hombro, soltó la noticia:
Neji es tu prometido.
No podía apartar la vista de ella. Había cambiado tanto, como él. Ahora ya no era un niña pequeña. Su rostro era hermoso, demostrando su rasgos suaves y delicados. Sus ojos, iguales y diferentes, en ese momento expresaban indiferencia. Sus labios carnosos daban la sensación de estar llamándolo... Y todo sin mencionar su cuerpo.
Ya no era la niña pequeña de antes. Su dulzor ya no se hacía tan presente. Su sonrojo ya no estaba. Casi no quedaba nada de la antigua Hinata. Nada...
Oto-san...- susurró al tiempo que fruncía el ceño – Ne-Neji-niisan...Él...y..yo...¿juntos?
El silencio se hizo presente. Hiashi la miró con indiferencia. Hizashi juntó las cejas en señal de lástima y Hanabi estaba casi como su hermana. Neji fue es único que se mostró estoico, controlando el sentimiento de partirle la cara al desvergonzado que tenía a su lado. No le importó Hinata. ¿Qué más daba ella, si era solamente un paso para su venganza? Era una pieza en su juego, un peón que solamente servía para avanzar.
¿Sucede algo? - exigió Neji con voz seria y llamando la atención de todos
No – Hiashi se dirigió a su hija, mirándola fijamente e intimidándola con sus ojos perla. Agarró a la niña por el brazo disimuladamente y Neji frunció el ceño al ver la mueca que hizo Hinata – Hinata sólo está conmocionada por saber que eres tú, Neji.
La Hyuuga reaccionó al instante, sabiendo que las palabras de su padre si no fingía serían peores que los apretones de brazos.
Sí – contestó con voz débil al tiempo que bajaba la cabeza - Sólo es eso.
Su padre la soltó, dejando la marca roja en su piel. Sonrió otra vez y juntó sus manos en un intento de calmar la situación. Neji no pudo evitarlo. Apretó los puños con fuerza, guardando más rabia de la que ya sentía. Ese hombre era realmente despreciable.
Me gustaría hablar con Hinata-sama a solas, por favor – pidió, para sorpresa de todos
La sonrisa en los labios de Hiashi no tardó en hacerse presente.
- Por supuesto – respondió al tiempo en que le indicaba a Hanabi – que aún estaba casi petrificada – que lo siguiera. Supo que Hizashi haría lo mismo.
