Me di cuenta de que podía tardarme otros muchos meses releyendo y revisando este fic y nunca publicarlo…. Y lo llevo haciendo! Así que decidí que no más, es hora de que vea la luz.

Este es mi primer AU, me emociona muchísimo, espero les guste tanto como a mi C:

Y…. en algún capitulo tendrá una especie de Lemon :U prometo mejorar…

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-¿Eres un demonio?- Un niño sin expresión le preguntaba al ser que se encontraba de pie frente a él.

-Podría ser…

-¿Vienes por mí?

-¿No tienes miedo?

Al fin una sonrisa se asomó en esos sonrosados labios.

-A eso vine…

Ahí se encontraban los dos, entre los árboles, perdidos en un espeso bosque, sin camino.

-Solo necesito descansar.- Le dijo el otro niño, acercándose más y sentándose a su lado.

El primer chico, con cabellos blancos y negros, su piel era pálida, y en cada una de sus mejillas un gran triángulo tatuado en azul, prueba de su herencia de sangre. El otro chico, el supuesto demonio, no era difícil adivinar él porque de esa conclusión, sus ojos dorados brillaban inhumanamente, contrastando con su piel acanelada, sus cabellos largos y negros se movían libres al viento, sus facciones además tenían un aire felino, como si se tratara de la forma humana de un demonio gato, un par de colmillos se asomaban por la comisura de sus labios.

-¿Puedo quedarme contigo?- preguntó acurrucándose en las piernas del otro.

-…- solo asintió, mientras el otro se perdía en un sueño pesado, lo necesitaba.

Acarició su cabello y creyó escucharlo ronronear.

El destino, no es más que una serie de coincidencias, una detrás de otra. Como les sucedió a ellos, estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, y a la vez, en el momento exacto. Ambos al final de sus vidas, y aun así, al encontrarse esas dos almas justo antes de morir lograron empezar una nueva, juntos.

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Kai, heredero del clan Hiwatari, los señores de una villa cerca de un frio bosque, huyendo de casa se adentró al mismo, cansado de la vida que llevaba: Había perdido a sus padres a manos de un grupo de traidores, su abuelo se había hecho cargo de él, aunque no era precisamente cariñoso, era dedicado a su gente, siempre poniéndolos en primer lugar, el bien común antes del bien individual, antes del bien de su nieto, y aunque era algo digno de respetarse, la completa ausencia de amor lo hacía sentirse desesperadamente solo y no amado. Era muy pequeño, pero la perdida de sus padres lo había marcado, a sus escasos 10 años su única solución era acabar con todo. Que estúpido. Había entrado en el bosque esperando morir.

Rei Kon, el hijo menor de una familia de nómadas, llevaba una agradable vida familiar, aunque no pasaban más de una semana en un mismo lugar, siempre habían viajado juntos, su relación era bastante cercana, sus hermanas, todas mujeres habían hecho de él, el pequeño niño de 9 años, su consentido. Toda su familia se había adentrado en el extenso bosque intentando llegar a tierras frías, pues el terrible sol y la sequía habían pegado fuerte en las tierras que ellos solían habitar. Habían entrado al bosque buscando una mejor vida.

Un grupo de ladrones oportunistas habían estado espiando a la familia Hiwatari, esperando poder entrar un día entrar a esa custodiada casa y llevarse todo lo que pudieran, habían visto como el pequeño heredero huía apenas había caído la noche en dirección al bosque, un suicidio habían pensado, pero la oportunidad era de la mejor que podrían esperar, capturarían al chico y pedirían una gran suma como recompensa. Sin embargo el niño había resultado rápido, apenas entró al bosque le perdieron la pista, caminaron por largas y oscuras horas, no les asustaba, el bosque era como su hogar, sabían de las criaturas que lo habitaban pero sabían cómo no hacerse notar.

En un claro divisaron una carreta, los bueyes que la arrastraban estaban atados cerca del arroyo, esos animales eran valiosísimos y escasos en esa región, intentarían robarlos y venderlos en el gran mercado, su carne era considerada un festín de los poderosos y pudientes. No habían notado un par de casas de campaña, se acercaron a ellas pero un ligero brillo dentro de la carreta llamó su atención. Era impresionante la cantidad de joyas que llevaban consigo, telas preciosas y objetos que nunca habían visto, estas personas debían venir de muy lejos, si vendieran todo eso podrían ganar un gran fortuna.

El padre de Rei escuchaba en silencio, no era ningún tonto, sabía lo que esos hombres buscaban, podría dejar que solo se llevaran sus cosas sin exponer a su familia al peligro, pero ya se habían encontrado en alguna situación similar, creyendo que por ser solo mujeres y un único hombre podrían hacer lo que quisieran, pero sus hijas, todas tenían habilidades increíbles, no hacía falta ningún hombre para defenderlas, eran suficiente para defender a la familia.

-Rei está en la carreta.- le susurró su esposa, también atenta dentro de la casa.

De vez en cuando el pequeño se empeñaba en dormir en ese lugar, cuando sus hermanas lo dejaban bastante molesto abrazándolo o jugando con él. Era su pequeño refugio.

Escucharon un grito de una de sus hijas, uno de los hombres había entrado a la pequeña casa atraído por el aroma que venía de ella, se había encontrado con un grupo de mujeres hermosas, pero una de ellas lo había visto y alertado a las demás, pronto le habían dado baja, pero más hombres se acercaron intentando callarlas, así tuvieran que usar la violencia.

-Llévate a Rei.- dijo el esposo, saliendo con su gran hacha, cualquiera que lastimara a una de sus hijas lo pagaría.

La madre corrió a la carreta, tomó al niño medio dormido ¿Dónde lo llevaría? ¿Cómo ocultarlo y mantenerlo a salvo?

-¿Mamá? – dijo Rei, despertando completamente.

-Ven conmigo amor.- le dijo quedamente su madre, intentando no mostrar miedo en su rostro.

-¿Qué pasa?- Sobre el hombro de su madre vio como sus hermanas peleaban contra un grupo de hombres armados, ninguno había notado hasta ese momento que los ladrones superaban en número a esa familia. Pero su madre lo jaló de la mano y lo obligó a correr detrás de ella.

Asustado y mirando detrás de él vio como hirieron a su padre.

-¡Mamá! Papá está… papá está…- intentaba hablar mientras respiraba agitadamente. Su madre hiso una expresión de dolor, tenía que elegir a quien de los dos salvar.

No habían corrido tan lejos como su madre habría querido, ella arrastraba un barril y en los pies de un árbol empezó a cavar en la tierra suave, colocó el objetó en el agujero y metió a su hijo.

-¿Mamá?- todavía estaba confundido.

-Regresaré a ayudar a tu padre y a tus hermanas.- intentó calmarlo.- Quédate aquí en silencio, no salgas hasta que venga a buscarte.

Le dio un beso en la frente.

-Que mi luz te acompañe.- Dijo como una oración y cerró el barril, coloco una sábana sobre él y un poco de hojas sueltas del suelo, en la oscuridad de la noche nadie lo encontraría.

Así el pequeño escuchó como los pasos de su madre se perdían, se hiso bolita dentro del angosto lugar, esperando, en silencio, maldiciéndose mentalmente por no ser tan fuerte y hábil como sus hermanas, de no poder ayudar.

No recordaba cuanto tiempo había pasado, muchas horas, quizá hasta el sol había salido, pero no podía saberlo pues su escondite no dejaba pasar ni un rayo de luz. Solo le quedaba esperar más.

Había quedado profundamente dormido, eso aumentaba la incertidumbre con respecto al tiempo, y quería con todas sus fuerzas esperar a su familia en ese lugar, pero ya no podía, debía buscarlos.

Con dificultad salió del barril, el sol brillaba en lo alto del cielo, medio día, las lágrimas querían salir, si había pasado tanto tiempo sin noticias, algo terrible debía haber pasado. Caminó más de lo que recordaba haber corrido la noche anterior, quizá se había perdido, pero no se detendría.

Vio a uno de sus bueyes a la orilla de un arroyo, el campamento debía estar por ahí, siguiendo las huellas del animal divisó el claro, pero lo que vio al llegar lo dejó paralizado del miedo.

Sus hermanas, su padre, su madre, y algunos cuerpos que no reconocía… todos muertos.

-¿Mamá? – Se acercó a ella, levantó su rostro ensangrentado, sus ojos dorados no tenían brillo.- ¡Mamá!- insistió no queriendo aceptar lo obvio.

Miró a su padre en medio de un charco de sangre, con heridas profundas por todo su cuerpo y aun así tuvo la certeza de que fue el último en morir, su hacha ensangrentada, había luchado herido hasta morir desangrado, de la mano de su esposa. El llanto no había cesado ni un segundo, lloraba pero también tenía claro que debía hacer.

Aun con un dolor oprimiendo su pecho, se las arregló para cavar las tumbas de sus padres y hermanas, arrastro lo cuerpos de los ladrones uno a uno lo más lejos que pudo, y solo los abandonó por ahí, no quería que su familia yaciera cerca de aquellos hombres, la labor le había tomado el resto del día, estaba cansado y hambriento, las lágrimas se habían secado ¿Ahora qué haría? ¿A dónde iría? Recordaba que el plan de padre había sido atravesar el bosque y llegar a una villa, donde se abastecerían con lo que tuvieran que ofrecer y volverían a emprender su viaje a los campos fríos y montañas de esa región. Seguiría con el plan, intentaría llegar a la villa, y ahí decidiría que hacer o a donde seguir, todavía era un niño, pero sus padres le habían enseñado muchas cosas simples para sobrevivir, eran nómadas, siempre estaban en situaciones de vida o muerte... ¿Entonces porque no había podido hacer algo para ayudar esa noche? Sus padres siempre le habían dicho que los únicos seres peligrosos eran los humanos, la naturaleza siempre te daba oportunidades, pero el hombre no, el hombre busca como hacerse de poder y riquezas sin importarle nada ni nadie.

Era hora de seguir, tomo la poca comida que tenía, una gran sabana, la que usaba su madre para acobijarlo en las noches y agua. Caminó hasta que sus pies empezaron a dolerle, nunca había notado lo larga que podía ser la noche.

Entonces lo encontró. Un niño que dormía oculto entre las grandes raíces de un árbol. Al acercarse un poco más el chico abrió los ojos de un inusual color rojo, lo miró fijamente pero no estaba sorprendido.

-¿Eres un demonio?-

-Podría ser…

-¿Vienes por mí?-

-¿No tienes miedo?

El chico sonrió, como si fuera una pregunta tonta.

-A eso vine…

Ahí se encontraban los dos, entre los árboles, perdidos en un espeso bosque, sin camino.

-Solo necesito descansar…

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