He sacado la idea de un fic que se llama `The List', de Ruth Solomon, o `Mrs. Figg'. Me gustó muchísimo, de modo que quería hacer mi propia versión. Recomiendo mucho esa historia. La podéis encontrar en The Burning Pen.

SS

Todo empieza con una nota que se resbala entre mis libros y cae en la mazmorra al tiempo que salgo de ella.

Una sombra oscura la recoge, la lee rápidamente y la guarda en su capa.

Unas horas después me encuentro disfrutando de mi cena en el gran comedor, ensimismada en mis pensamientos. Cuando estoy terminando, la sensación incómoda que atenaza en mi cabeza desde hace un buen rato se vuelve insoportable, y me giro rápidamente hacia el origen entonces me encuentro con unos intensos ojos negros que me taladran.

¿Será posible que me lleve observando toda la cena? Pienso mientras me quedo observándolo. Entonces decido que ya he terminado de cenar, giro el resto de mi cuerpo y me levanto, sosteniéndole la mirada a Snape. Convenientemente él también se levanta, y al unísono nos dirigimos cada uno a nuestra salida.

Después de salir del comedor él sigue ocupando mi mente aunque ya lo he perdido de vista. Camino sumida en mis más oscuros pensamientos, y no soy consciente del rumbo que tomo. Al cabo de veinte minutos siento el frío y me doy cuenta de que estoy en lo alto de la torre de astronomía. Me deleito un momento con las vistas bañadas por la luz de la luna y consigo apartar de mi mente la oscuridad de esos ojos con la claridad plateada del astro nocturno. Suspiro y me doy la vuelta para llegar a mi sala común y me choco contra algo caliente, suave, duro y negro, a la vez que un rico aroma masculino inunda mis fosas nasales.

Me quedo sin respiración y lentamente alzo la cabeza para identificar a mi oscuro obstáculo. Y me quedo esclavizada por esos profundos y negros ojos, que me miran con impasibilidad, y me siento caer en la ominosa oscuridad que encierran.

Tras lo que para mí fueron unos instantes eternos, suelto todo el aire de golpe y recupero la compostura.

—Profesor—lo saludo con toda la educación, mientras lo rodeo para dejarlo atrás

—No tan rápido, Srta Sekhmet— pronuncia con una voz más fría que el hielo y se mueve para impedirme el paso.

Lo miro con interrogación y esboza una sonrisa irónica.

—No se piense que se va librar del castigo—

—¿Castigo? No he hecho nada malo profesor—

—Obviamente, estar fuera de la cama a deshora es algo malo—pronuncia con lentitud cada sílaba

—Pero profesor Snape, acabo de salir ahora mismo del comedor, no pueden ser más de las nueve de la noche, y eso entra dentro del límite— recito con suficiencia mirándolo a los ojos

—Se equivoca Señorita, son las once de la noche, y presumo que desde que salió del comedor lleva pululando por ahí—sonríe con un deje de maldad—por lo que yo soy el encargado de devolverla a su habitación e imponerle un castigo—

Miro repentinamente alrededor y la oscuridad parece confirmar las palabras de Snape, aun así me encuentro un tanto desubicada y vuelvo a dirigir mi atención hacia él. Oh, estoy sola y a oscuras con Snape. Un sueño hecho realidad. Pienso inoportunamente.

—De modo que usted es el encargado de 'llevarme a la cama, señor'—le suelto de repente, pronunciando las últimas palabras con cuidado y con evidente doble sentido sentido.

Se queda como atorado mirándome con una expresión que no logro identificar durante unos momentos y vuelve a la carga.

—Como he observado que le gusta hacer listas, mañana a las ocho la espero en mi despacho, realizará un inventario de todos 'mis ingredientes e instrumentos'—las dos últimas palabras las arrastró con exasperante lentitud y una bombilla se encendió en mi cabeza

¿Cómo puede saber lo de la lista? ¿Se referirá a eso o será otra cosa? No puede ser, mi lista está buen recaudo en mi habitación. Retiro esos pensamientos de mi mente y sigo mirándolo impasible.

—Yes, my Lord—contesto en inglés, con una parodia de obediencia y sumisión, al tiempo que realizo una ligera reverencia, sin romper el contacto visual.

Entonces se gira para descender por la torre y le sigo. Llegamos a mi habitación, que se encuentra en una torre que se ubica justo encima de sus mazmorras, pero cinco pisos más arriba, en el sexto piso.

—Finito—dice y me señala la entrada a mis estancias y abro la puerta, y cuando hace ademán de irse le interrumpo

—Pensé que me tenía que dejar en mi cama señor—

Se para y se gira lentamente para dirigirme una mirada indescifrable.

Avanza hacia mí y se detiene a un par de centímetros, y yo no retrocedo un ápice.

—Me conformaré con que se meta en su habitación—y cuando estoy dentro y cerrando la puerta el añade con voz casi inaudible—en esta ocasión—con su voz susurrante y grave y desaparece en la oscuridad.

Rápidamente se fue a buscar entre sus apuntes y en su escritorio la nota en la que había 'definido' de una forma un tanto peculiar a Severus Snape. Se desesperó al no encontrarla y decidió que lo mejor era darse un baño, relajarse e irse a la cama.

Estanco apaciblemente en la bañera se levantó para secarse, y fijó su mirada en la torre de enfrente, que también tenía luz, y se dio cuenta de que nunca había reparado en su existencia.

Totalmente desnuda se acercó a la ventana y se puso a observar con curiosidad.

SS

Severus Snape, momentos después en su habitación.

Estaba sentado en su sofá, enfrente de la chimenea y con vistas a la torre de cierta alumna. Su habitación, aunque nadie lo supiera, estaba en una torre, que se encontraba encima de su despacho, de manera que podía entrar por casi cualquier piso a sus dependencias, y su cuarto se encontraba en lo alto, y justo al lado de la torre de los premios anuales.

Sobra decir que por esa razón sugirió que la señorita Sekhmet se alojara en esos cuartos, previa prueba claro. De manera que ahora veía la luz proveniente de su torre, su habitación y su baño, presumiblemente pensaba.

Al tiempo que observaba tenía en su mano derecha una copa de whisky con agua y la gemela un papel que había sido doblado y manoseado. Lo volvió a leer otra vez:

SENSUAL

ELEGANTE

VICIOSO

ELITISTA

RUDO

ÚNICO

SARCÁSTICO

SEXUAL

NÍVEO

ATRAYENTE

PERVERSO

ENERGÚMENO

La condenada había hecho una lista con su nombre, atribuyéndole determinadas cualidades. El acto en sí no era raro, sino su contenido. Por lo que pudo deducir producía hasta los más bajos instintos en su alumna.

Lo peor era que había conseguido meterle la idea en la cabeza. Por eso estuvo toda la cena mirándola. Por eso la siguió cuando salió del comedor y se quedó observándola durante un par de horas hasta que decidió que la castigaría.

En esa reflexión estaba cuando se dio cuenta de que la dueña de sus pensamientos apareció completamente desnuda en una ventana.

Sí, definitivamente ése es el baño. Pensó, sin saber que ya no iba a poder dejar de pensar en ella.

Y se regaló la vista, asegurándose de que no lo veía, hasta que la muchacha desapareció, y la luz se apagó.

SS