—Sabes... sabes que es muy importante para mí. —Rose bajó la mirada, intentando escapar de unos grises ojos.

Ambos estaban de camino a casa, terminado su cuarto año en Hogwarts. En el compartimiento, donde sólo estaban ellos y un dormido Albus, el silencio era casi total, sólo interrumpido por los susurros de ellos dos.

—Pero... —El rubio desordenó su cabello con su mano derecha, frustrado — Se lo diré yo. Tu padre debe entender que lo que pasó antes no nos toca a nosotros.

Tomó la mano de Rose y ella subió un poco la mirada, pero llegando sólo al polerón negro del chico.

—No, Scorpius, lo haré yo. —Comprobó si Albus seguía durmiendo— Papá es impulsivo y... —Sus ojos se humedecieron y pellizcó inconscientemente su camiseta — Te podría hacer algo ¡Y no lo soportaría, Scorpius, no podría!

Albus gruñó un poco, y cambió de posición pero siguió durmiendo. El rubio pasó su brazo por los hombros de Rose y la acercó hacia él.

—Le diremos los dos. —Susurró Scorpius — Disfruta el paisaje. —Se apresuró a agregar antes de que la chica abriera la boca.

Se quedaron mirando un rato la ventana, en silencio y juntos.

—Todo saldrá bien. —Susurró él en su oído, cuando sintió a Rose temblar un poco al reconocer la agitada estación de King Cross.