Si, sé que habrá quien me diga que porque no termino una historia antes comenzar otra, la respuesta es muy simple. Esta historia no me quería dejar por más que la pateaba para pasarla al final de la fila, tanto es así que me apure a escribir el primer capítulo que espero que sea de su agrado. En cuanto a Inocuidad tendré el capítulo, espero, en la semana.
F. Bibliografica
Parejas: USAxMéx, RusxMéx –sukes-, RusxUSA y otras
Disclaimer: Hetalia no me pertenece sino a Himaruya Hidekazu y solo escribo por diversión sin ningún fin de lucro.
Advertencia: Yaoi pareja chico x chico y posible lemon en un futuro.
Serenata de luna negra
Capítulo 1: La canción del amanecer.
Hoy como todas las noches, desde hace dos meses, a las 3 de la mañana se despertaba de golpe sudando frío y con un sabor extraño en la boca mezcla de hiel y sangre. Las pupilas dilatadas de sus ojos bailoteaban descontroladas buscando entre las sombras de la noche algún resquicio, una prueba de que no estaba solo no importaba que tan pequeño fuese siempre y cuando le permitiera conservar la cordura.
Cualquiera pensaría que después de tantas noches en las que se ha repetido aquel horrible sueño uno terminaría acostumbrándose y ya no se dejaría dormir por ese pavor tan atroz pero no era así, en vez de encontrar tranquilidad en lo familiar, la desesperación y el dolor se iban apoderando lentamente de él conforme las escenas de ensueño se volvían más y más claras.
Aun podía recordar, con invariable nitidez, aquella horrible sensación de viscosidad fría y acuosa debajo de sus pies; tal parecía que aquella sustancia tenia vida propia puesto que mientras más intentaba huir de ella, más se hundía en sus entrañas.
Las voces ensordecedoras que le susurraban crímenes imperdonables y blasfemaba con la misma facilidad que con la que él respiraba, solo para que al despertar hubiese olvidado todo lo que lo que le habían dicho y cada una de las tentaciones que se le ofrecían.
Terrores nocturnos, así es como le había dicho el psicólogo que se llamaban, a causa de la ansiedad por la universidad y él quería creerlo. Deseaba pensar que aquellas pesadillas sucedían porque aún no se acostumbraba a vivir solo, en un pequeño departamento que sus padres le ayudaban a pagar, y sobre todo por ser el primer año de la carrera.
Aun temblando se puso de pie y teniéndose que apoyar en la pared camino despacio hacia la pequeña cocina de su departamento. Abrió el grifo de la llave del botellón y se sirvió un vaso con agua fría que no le calmo la sed.
Si cerraba los ojos podía escuchar con claridad aquellas risas perezosas y socarronas que se burlaban de él por no lograr entender que es lo que le estaba pasando. Apretó con tanta fuerza el vaso que este no tardo en romperse enterrándosele varios cristales en la palma de la mano.
—Lo que me faltaba ¿Por qué mierda los hacen tan frágiles?—Apretando los dientes para no soltar algún gritillo, después de todo era muy macho como para permitirse gritar o llorar por unas simples cortaditas aunque de simples no tuvieran nada.
Cuando ya había terminado de sacarse todos los cristales observo su mano totalmente teñida de rojo con una fascinación lasciva. Sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo se llevó el índice a los labios y con la punta de la lengua lamio la sangre que se escurría por entre sus dedos.
A la mañana siguiente llego a la universidad con la mano izquierda vendada y unas enormes ojeras que delataban lo poco que había dormido la noche anterior. La mayoría de sus compañeros ya estaba acostumbrados a verle cansado pero en esta ocasión lucia peor.
—Luis deberías haberte quedado en casa, tienes una cara horrible hoy— Un muchacho de tez morena y ojos risueños le saludó efusivamente abrazándole por los hombros y apoyando juguetonamente la cabeza sobre el hombro del latino— Además no has estado comiendo muy bien que digamos, se te sienten las costillas.
—No te preocupes Carlos y es solo que no pude almorzar pero veras que estoy bien— Para reforzar sus palabras le sonrió al guatemalteco. Sabía que aquella sonrisa temblorosa solo era una excusa barata y lo peor es que su compañero también lo sabía— Ya se me hizo tarde, si quieres quedamos para comer, te mando un mensaje en cuanto salga de clases ¿vale?
—Pero Luis, aún no he terminado de— El mexicano le dejo con la palabra en la boca pues ya se había echado a correr. Carlos sentía un aprecio muy especial por aquel chico algo despistado, se habían conocido el día de la bienvenida a los nuevos alumnos y a pesar que el mexicano se encontraba en su propio país se perdía con mayor facilidad que el guatemalteco— Supongo que solo me queda esperar a que cumpla su promesa.
Las clases trascurrieron en la mayor calma posible hasta el cambio de salón. Luis apenas y había tomado alguna nota de lo que los profesores le habían dicho de tan ensimismado como se encontraba en esos momentos. Una pesada mano cayó sobre sus hombros atrayéndolo en un asfixiante abrazo.
Volvió el rostro aunque ya sabía de quien se trataba, la última persona que quería ver realmente en este día. A través de esos lentes de marco cuadrados un rubio de ojos azules le sonreía amistosamente pero aquella sonrisa jamás fue devuelta.
—Luis hoy no me has saludado, pero te perdono porque te vez cansado— Alfred sin importarle seguir con su monologo ante la cansada mirada de su compañero moreno continuo sin intenciones de soltarlo tan si quiera—Vamos a comer algo. Se ve que lo necesita y así podrás disfrutar de la compañía de este héroe.
El mexicano se hubiese dado un tortazo en el rostro si tuviera las manos libres, aquello había sonado como una orden y si había algo que le molestaba de Alfred, no era tanto su estupidez usual sino que tomara las decisiones por él. El muchacho no le caía mal y de hecho no entendía del todo la antipatía que a veces llegaba a sentir por él.
Le había conocido cuando estaban en la preparatoria, Alfred era el hijo del embajador de los Estados Unidos y por su físico atraía demasiado la atención en especial las miradas femeninas que buscaban una que otra excusa para estar con él. Luis con gusto les hubiera cambiado su lugar porque en cuanto Alfred le vio prácticamente le obligo a ser su "mejor amigo" y pasaba todas las tardes con él. Para Alfred Luis era su escudero, su ayudante e incluso su damisela en apuros.
—No tengo ganas de comer Alfred, además ya todos se fueron y el otro grupo esta llegando tenemos que irnos— Y por lo visto esta no sería la ocasión en la que el rubio le escuchara completamente. Le sujeto de la mano arrastrándolo hasta la pequeña cafetería que se encontraba justo enfrente del edificio donde tendrían dentro de una hora su siguiente clase.
Alfred le dejo sentado en una las pequeñas bancas de la cafetería mientras él pedía un par de hamburguesas con papas y refresco, en cuanto le dieron su orden regreso con Luis, sin haber cambiado tan si quiera un ápice aquella sonrisa resplandeciente que parecía innata en él.
Dejo delante de su compañero una orden completa y hasta tuvo la amabilidad de llevar consigo una botellita de salsa cátsup junto con una salsera llena de rajas de jalapeño que el mexicano no tardo en ponerle a su comida.
Lo cierto es que si tenía hambre y las tripas le rugieron con fuerza con solo oler la comida, claro que hubiese preferido algo más simple pero no se quejaba. Murmuro un quedo gracias a su compañero que sonrió con la boca llena provocando que Luis riera, de esa forma le recordaba a un hámster. El mexicano era de los pocos compañeros que Alfred tenía que lograban entenderle mientras hablaba, ya fuese en su pésimo español o en inglés, con la boca llena y cuando le preguntaban sus demás compañeros de como conseguía semejante milagro se limitaba a decir que era cuestión de costumbre.
—Verdad que te sientes mejor después de comer una de estas, son lo máximo. Siempre me reaniman cuando tengo problemas—Si da algo estaba seguro el castaño es que las hamburguesas no eran la panacea de la medicina moderna pero por esta vez se limitó a asentir en vez de burlarse del otro.
—Sí, no había tenido tiempo de comer algo antes de venir—Le dio una pequeña mordida manchándose ligeramente el labio inferior. Estaba a punto de limpiarse cuando Alfred pasó el pulgar sobre la mancha quitándosela y llevándose el dedo a los labios chupándolo—No tenías que hacer eso, para eso se inventaron las servilletas ¿sabías?
—Pero me gusta como sabe así—levanto los hombros con desinterés— Además todos saben que eres mi novio ¿Qué tiene de malo hacerlo?
El latino se atraganto con una papa, él jamás le había dicho a Alfred que eran novios pero al parecer el rubio le gustaba decirlo cada vez que tenía oportunidad y ni siquiera se molestaba en notar la molestia en las delicadas facciones morenas. Luis pensaba que solamente lo hacía por jugar después de la centésima vez que le dijo que se dejara de bromas y ya no le respondía pero eso no evitaba que se sonrojara.
—Simplemente no es lo correcto, por favor deja de hacer y decir cosas como esas ¿De acuerdo? O me veré en la necesidad de darte un buen golpe— Otro mordisquito esta vez sin ningún percance después de lanzarle una mirada de advertencia al gringo que además le ignoro con una sonora carcajada que hizo que otros universitarios se volviesen hacia su mesa.
—A veces eres tan divertido Louis por eso me divierto tanto estando contigo— Termino de comer su "aperitivo" y desvió la mirada a las papas fritas que aún le quedaban al moreno, sus ojos iban de la charola a la boca del otro.
—Si las quieres solo tienes que pedirlas yo no como tanto tan temprano y tampoco les he echado picante por si se te antojaban—Empujo con suavidad el platito blanco de unicel que se deslizo rápidamente sobre la mesa. Alfred lo tomo devorando su contenido apenas y sus dedos lo alcanzaron dedicándole una sonrisa de agradecimiento al latino.
— ¿Has tenido pesadillas últimamente?— Luis frunció el ceño ¿qué acaso le había escuchado cuando hablo con Carlos en la mañana? No podía haberlo notado por su propia cuenta y no es que le estuviera subestimando pero vamos si el chico no se enteraba ni de lo que le pasaba frente a sus narices.
— No soy un niño para que siga teniendo pesadillas Al además ¿Qué te hace pensar que he las he tenido?—Intento sonar lo más seguro de sí mismo que pudiese. No pudo evitar pensar que estaba perdiendo el toque y ya no podía engañar a nadie.
—Es simple, tu nunca te olvidas de desayunar y por supuesto de traerme algo de lo que cocinas sabiendo lo mucho que me gusta tu comida— Con tan simples palabras volvía a hacerlo sonrojar y murmuro algo que sonó a "tú eres un tragón"— Podría pensar que fuera por un trabajo que te hayas pasado la noche en vela pero no nos han dejado nada y además lo más importante es que en la mañana cuando te salude al bajar del camión pegaste un grito y te echaste a correr
Momento no recordaba que el gringo lo hubiese saludado o peor aún que le hubiese gritado y echado a correr como si estuviera loco. Pero Alfred no mentía lo podía leer perfectamente en sus orbes azules. Últimamente olvidaba demasiadas cosas, apretó las manos debajo de la mesa sintiendo una punzada de dolor tampoco recordaba que es lo que había pasado después de que se quitara los vidrios la noche anterior.
—Solo he tenido una mala semana, eso es todo no tienes que preocuparte como si fueras algo así como mi madre Alfred—Sus palabras le sonaron demasiado duras arrepintiéndose casi al mismo tiempo de que las hubiese pronunciado, Alfred se estaba portando muy amable con él como para ser tan grosero. Sin embargo sentía que en esos momentos le odiaba terriblemente.
—Pero eres mi novio que es más importante además de mi compañero por lo que me preocupo, debiste de haber visto tu cara. Era de un miedo terrible y cuando nuestros ojos se encontraron parecías querer matarme.
—Lo siento Alfred de verdad no debí de ser tan brusco contigo pero no he dormir mucho y llevo tiempo despertándome a las 3 de la mañana— Si le contaba algunos detalles y le hacía sentir especial suponía que el muchacho de orbes azules le dejaría finalmente en paz.
—No te preocupes, los héroes como yo nos topamos muchas veces con que la damisela en peligro es algo terca y mi Luisa Lane no podía ser la excepción — Un ligero tic en el ojo derecho del moreno avisaba que no le había gustado mucho la comparación pero la alarma del celular avisándoles que ya era hora de su siguiente curso le impidió estrangular a su compañero que seguía riéndose como si nada pasara— Anda vamos o llegaremos muy tarde.
Las clases transcurrieron con una inusual tranquilidad, apenas y lograba responder a las preguntas que se le hacían que gracias a dios eran pocas, tal parecía que incluso los profesores evitaban perturbar aquellas aguas calmas.
—El agua es transparente y cristalina pero una vez que se estanca se ensucia y se vuelve turbia no hay vuelta atrás. Igual que las almas ¿da?—Se enderezo de golpe mirando asustado hacia todos lados buscando a ver si era uno de sus compañeros quien le había dicho eso, cuál sería su sorpresa al darse cuenta que todos estaban sumamente atentos resolviendo un problema puesto por la profesora.
Intentando regularizar su respiración se llevó la mano al pecho, su corazón latía vigorosamente en su pecho tal parecía que se desbocaría en cualquier instante, apretó la tela con fuerza enterrándose las uñas sobre la blanda carne y cerró los ojos. Aquella voz tan familiar aun resonaba en sus oídos.
—Louis ¿Estas bien?— Si la voz de Alfred no le había sacado de sus pensamientos, la fuerza que este estaba ejerciendo sobre su hombro bastaría y sobraría ¿Desde cuándo el gringo era tan fuerte? Y ¿porque sentía que la piel le quemaba con ese roce?— Estas pálido y no me haces caso.
—Eso no es novedad, muchas veces no te hago caso— se cubrió la boca, aquella voz era suya pero no al mismo tiempo y por la expresión de desconcierto en el rostro del rubio se dio cuenta de que este también había notado algo raro—Perdona tengo cosas que hacer, quede de comer con Carlos. Nos vemos luego si quieres.
Apenas y vio que el rubio asentía con suavidad, como si aún estuviera entendiendo que es lo que había sucedido. Salió buscando al guatemalteco que en cuanto Carlos le vio le dio un buen zape diciéndole algo de que siempre era lo mismo con él por llegar tarde.
La comida trascurrió en un mutismo bastante molesto hasta el postre y fue roto por el guatemalteco que comenzaba a enojarse con su amigo, sentía que le estaba ocultando algo y eso le molestaba aún más.
—Y bien me vas a decir o jugamos a "Adivina que le pasa al idiota"— Cundo vio que el chilango desvió la vista hacia el interesantísimo postre se lo arrebato ganándose un gruñido de molestia de parte de su amigo—Me lo dirás o te lo tengo que sacar por las malas.
— ¿Qué quieres que te diga? Que tengo un estúpido sueño recurrente del cual no recuerdo nada en cuanto me despierto o mejor que comienzo a escuchar voces raras que al parecer nadie más escucha— Sonrió encantado a ver el rostro lleno de confusión del guatemalteco, digno sin duda de una buena foto— Y por si eso no fuese suficiente debo agregar que tengo lapsos donde no sé qué hice y uno de ellos fue con Alfred.
—Bueno no es difícil olvidar lo que hacías con ese cabeza hueca, después de todo seguramente no hacían nada digno de mencionarse.—Trato de bromear pensando que el chilango le estaba tomando el pelo pero al ver la seriedad de su compañero respiro resignado—Puede ser estrés a todos nos afecta entrar a la universidad. A mí me costó trabajo porque además incluía un cambio de país.
—Quisiera pensar que es eso pero siento que es algo completamente diferente, es como una extraña corazonada. Además eso no explica porque la pesadilla no solo es recurrente y además me despierto exactamente a las tres de la mañana.
—La otra alternativa seria que tuvieras una especie de trastorno del sueño o algo más holibudense como un trastorno de personalidad— Carlos seguía pensando que solo se trataba de estrés así que decidió no darle demasiada importancia al asunto.— Pero si quieres podemos ir a que te hagan unos análisis o hacer una cita con el psicólogo para que veas de una vez por todas si algo está mal.
—No me crees ¿verdad?—Y aunque el otro intento ocultarlo el mexicano supo la respuesta a su pregunta incluso antes de terminarla— Está bien, no importa en realidad pero si me iré a hacer los estudios. Te llamo en la tarde.
Sin decir nada más se puso de pie y pago la cuenta de ambos, ni siquiera miro atrás o presto atención por si el guatemalteco le llamaba, cosa que tampoco hizo porque estaba sumamente molesto con Luis. Quien se creía para dejarle hablando solo dos veces en un mismo día y peor aun cuando se preocupaba por el bienestar del propio mexicano.
—Solo es un desconsiderado, ya se le pasara y volverá a tener esa estúpida sonrisa en los labios que me molesta tanto—Se terminó por comer el postre de su compañero sin dejar de refunfuñar sobre lo mal amigo que este era, porque claro él no tenía la culpa de que el otro fuese un histérico.
De camino de regreso a casa el mexicano tomo el metro y se bajó en la estación zócalo, no tenía ganas de regresar a una casa vacía llena de fantasmas y tampoco se le ocurrían demasiados lugares por donde vagar. De lo que no se percato es que alguien le estaba siguiendo desde que cambio de línea del metro hasta que salió de este frente a la explanada del zócalo capitalino.
Recorrió las calles sin prisa ni comparsa, finalmente cuando el reloj marcaba las 5 de la tarde se detuvo a mirar entretenido a los danzantes que con sus largos penachos de plumas multicolores, rojas, verdes y tornasoles, sus llamativos trajes se movían al compás de los cascabeles atados a sus tomillos envueltos en una espesa nube de copal e incienso. Aspiro profundamente llenándose con aquel aroma tan particular, le agradaba mirarlos, cuando los danzantes hubieron terminado su baile les dio un par de monedas y se volvió girando sobre sus talones para terminar chocando con una viejecilla de piel color cacao tan arrugada que parecía que nunca hubiese sido joven.
Aquella anciana le apunto con su dedo nudoso y delgado haciéndole retroceder ligeramente hasta toparse con la espalda de otro de los transeúntes. La señora vestía un vestido negro y casi tan arrugado como su rostro, lo único que parecía tener vida en aquel carcomido y pétreo cuerpo eran los chispeantes ojos negros que pese a las arrugas se alcanzaban a divisar perfectamente.
—Conetl—La voz de aquella señora sonó carrasposa como si no hubiese abierto la boca en siglos y le costara trabajo pronunciar cualquier palabra.
—Perdone, no le entiendo señora— Estaba a punto de irse cuando la anciana le tomo de la mano, mostrando que a pesar de su vejez seguía siendo muy fuerte, Luis no quería verse descortés así que se volvió mirándola fijamente esperando que entendiera que no le entendía y tampoco tenía ganas de hacerlo.— No compro nada y tampoco busco nada ¿Lo entiendes madre?
—In nemilizcayotl tlacatl tlaquechtenquilli— Una sonrisa burlona se instaló en los labios de la vieja que en ningún momento aparto la mirada de Luis.
—Perdone a mi madre. Siento si le ha asustado o le dijo algo que no debía—La chica que se presentó como la hija de aquella señora debería de tener mínimo 50 años lo que acentuaba aún más la edad de su madre. Los ojos oscuros de aquella mujer, vestida a la usanza náhuatl, le escrutaron rápidamente y comprendió con alivio que el muchacho no había entendido lo que dijo su madre.
—No tiene que disculparse de todas formas no entendí nada de lo que dijo— Le tendió una mano en señal de saludo a aquella mujer y la anciana le aparto de golpe la mano mirándole de una forma extraña.
—Tecelotl— Le escupió en la mano, una cosa rara de color negro y pegajosa como si fuera petróleo o chapopote— Tlacatl venezollatl
—Señora no le golpeo solo porque soy un caballero pero su madre se está comportando de una forma intolerable, primero me detiene y luego me escupe. Además no entiendo lo que me está diciendo— La mujer enrojeció de golpe y comenzó a hablar en náhuatl con su madre que parecía estar por demás alterada. Cuando ambas parecieron calmarse la anciana se escondió detrás de su hija.
—Lo siento pero es que es un poco supersticiosa, le ha dicho "La historia del hombre degollado " "Demonio" y "Hombre venenoso" en ese orden— Le ofreció un pañuelo y una pequeña cubeta de agua para que se limpiara la mano.
—Pero eso no tiene sentido alguno— Debía estar loco por quedarse e interrogar aquella vieja loca que seguía mirándolo con rencor— Puede preguntarle a que se refería.
—No necesito preguntarle, se de lo que me habla, lo ha hecho desde que era pequeña pero es una leyenda no veo a que viene—La anciana le jalaba de las ropas intentando llamar la atención de su hija hacia aquella enorme sombra que parecía seguir aquel joven.
—No importa cuéntemela por favor. Se lo suplico, véalo como una compensación por las molestias que su madre me causo— La señora torció el gesto preocupadamente y termino haciéndole una señal para que les siguiera junto con los danzantes y un par de curanderos que terminaban de realizar una limpia a una chica rubia.
—Sígame por favor— Le invito a sentarse ligeramente lejos de donde estaba el resto de la familia, la anciana no apartaba la mirada de aquel punto lejano en la torre de la catedral—Es una vieja leyenda como le he dicho. Se dice que en la época de la conquista una hermosa mujer mestiza estaba enamorada de un español que acababa de arribar a la capital. La mujer entonces llamo a los antiguos dioses pues se decía que era hija de un sacerdote y por sus venas corría sangre real.
Aquella mujer se llamaba Alba y durante tres noches seguidas una antes y una después de la luna llena de octubre llamo a los espíritus de los guerreros caídos a la horilla del río. A las tres de la mañana de las profundidades del lago comenzó a formarse una densa bruma, Alba no mostro temor alguno cuando unas manos huesudas y putrefactas se asomaron entre la bruma.
Den ese mar lechoso emergieron los guerreros caídos, ya fuesen españoles o aztecas, que habían sucumbido al temor en sus últimos momentos, detrás de ellos apareció el príncipe de la bruma, ante los ojos de Alba aquel hombre cambiaba de forma a una velocidad alarmante, en un principio parecía un acaudalado señor, luego un sacerdote y hasta un guerrero. La piel de aquel "hombre" sufría las mismas transformaciones, lo único que parecía no cambiar era esa sonrisa llena de maldad.
El príncipe le tendió la mano a Alba, que no dudo en tomarla, aquel hombre le pregunto entonces cuál era su más grande deseo y ella contesto con cierta timidez en su voz que era el amor de joven español. El príncipe de la bruma asintió contento y le dijo que le concedería su deseo a cambio de que le entregara a su primer hijo varón, debía ahogarle ella misma en cuanto hubiese cumplido los 3 años en las del lago.
Alba no lo pensó demasiado ¿Qué era la vida de un niño a cambio de su felicidad? ¿no era verdad que su pueblo realizaba esa clase de sacrificios para obtener el beneficio de los dioses? Entonces porque dudarlo. Le prometió que le daría a su hijo y termino sellando el trato con un pacto de sangre que la unía al príncipe de la bruma hasta que cumpliese la promesa. De la misma forma en cómo llegaron aquellos espectros insalubres se marcharon hundiéndose de nuevo entre las cenagosas aguas de pesadilla.
Pasaron los años y Alba se casó con aquel joven, sus dos primeros hijos fueron mujeres y durante esos tres años había sentido cada vez con mayor intensidad una presencia que le vigilaba. Hasta que la noche del aniversario de su encuentro con el príncipe de la bruma él se le apareció a las 3 de la mañana susurrándole al oído es hora.
Unos meses más tarde supo que estaba embarazada y en esta ocasión nació un precioso varón en perfecto estado de salud. Su padre estaba tan orgulloso de su primogénito que inmediatamente le complacía en todo lo que el pequeño deseaba, en cambio su madre se mostraba recelosa, aquella sucia criatura le estaba quitando el amor de su esposo y no podía esperar el momento en el cual acabar con la vida del menor.
Finalmente llego la fatídica fecha, a base de engaños se llevó al pequeño dormido hasta el lago donde le ahogo desgraciadamente su padre les había seguido y cuando llego a donde estaba su mujer la mato presa del odio. Se dice que el príncipe de la bruma caminando sobre el agua tomo entre sus brazos al pequeño ante los ojos aterrorizados de su padre, el príncipe levanto la mirada y le sonrió mostrando una hilera de dientes afilados como los de una bestia salvaje, sus dedos llenos de lodo y podredumbre le abrieron la boca al niño manchándole el pijama blanco.
La bruma que nació del interior del príncipe, mucho más espesa y brillante que la bruma normal, penetro por la boca del niño iluminando el pequeño cuerpecillo que se vio presa de fuertes sacudidas antes de sumergirse con el príncipe en las aguas del lago. Lo último que pudo ver su padre fueron un par de hirientes ojos azules que le miraban con desprecio.
Se dice que cuando el hombre entro al agua a buscar a su pequeño la mano de la muerta le sujeto con fuerza del pantalón haciéndolo caer sobre una bayoneta enterrada en el suelo cenagoso que se terminó enterrándole en la yugular degollándolo parcialmente.
El cuerpo de los esposos fue encontrado por el velador al día siguiente, muchos pensaron que había sido un altercado o que el español había matado a su mujer por un acto de celosos, jamás se preguntaron que le había pasado al único hijo de la familia y las niñas se fueron a vivir con un tío lejano a Michoacán y dicen que terminaron sus días en el convento.
Todas las noches después del incidente se dice que se veía vagar entre las calles a un hombre sin cabeza que dejaba tras de sí huellas con lodo y sangre. Cuando aquel espectro estaba por aparecer se dice que despide un olor similar a pescado descompuesto por varios días al sol y sobre todo que presagiaba la muerte de los niños más cercanos de aquellos que le veían.
—Cómo ve es solo una leyenda como todas las que abundan en el país, ella piensa que usted es el príncipe de la bruma— Terminó de contar la historia. Luis miro su reloj de pulsera marcaba cuarto para las siete, se despidió amablemente de esa mujer y tomo un taxi hacia su departamento.
Aun a esa hora había muchos chicos jugando por la calle, suspiro divertido al verles tan animado y después de comprar algo para cenar subió hasta el tercer piso del complejo departamental, busco en la bolsa del pantalón las llaves pero no daba con ellas.
Una sombra enorme se posó a sus espaldas haciéndole temer que se tratara de un ladrón, su corazón latía con tal fuerza que incluso llego a creer que el atacante lo podía escuchar, había oído de ataques similares pero nunca le había pasado nada ni siquiera un asalto en el camión.
—No has cambiado nada, incluso tu olor sigue siendo el mismo— La temperatura había bajado súbitamente en cuanto aquel extraño comenzó a hablar. Se enderezo de golpe aquella voz la conocía, le había escuchado ya dos veces en ese mismo día, armándose de valor se dio la vuelta encarando al asaltante.
Detrás de él no había nada solo el frio viento de la noche que le golpea el rostro y se enredaba entre sus cabellos como si quisiera peinarlos. Luis dio un paso hacia atrás apoyando la espalda contra la puerta, las llaves se cayeron de su bolsillo y tintinearon en la loseta. Casi podría haber jurado haber visto como una figura recortaba su silueta contra la luz de la luna. Una figura alada que se perdía en el horizonte.
—No estoy loco, no estoy loco, no estoy loco— Se repetía como si se tratase de un mantra con los ojos fuertemente cerrados. Cuando finalmente pudo recuperar medianamente la cordura se puso de pie y abrió la puerta del departamento botando todos los víveres, algunos muy magullados, sobre la mesa del comedor incluso el hambre se le había ido.
Aun temblando por el frío y el miedo avanzo dando tumbos por la sala a oscuras. Encendió la luz del baño y se miró al espejo, contrariamente a lo que pudiera pensar en su rostro no se veía una mueca de terror sino una sonrisa llena de vanidad y complacencia. Vomito en la tasa del baño y tomo un baño de agua fría.
En definitiva no era normal, no debería sentirse de aquella forma tan contradictoria ni estar deseando volver a escuchar aquella misteriosa voz. Se llevó una mano al pecho, justo encima del corazón, y comprobó que le palpitar de este era demasiado tranquilo para lo que acaba de vivir, cerró las llaves y se puso una bata de algodón.
Al caminar rumbo a su cuarto le vio sentado en la sala, era un hombre sumamente alto de piel tan blanca como la nieve, ojos brillantes de color amatista y una sonrisa mitad infantil y mitad maldosa que le daban una extraña apariencia. Se puso de pie acentuando la diferencia en cuanto a estaturas y complexión. Extrañamente el mexicano no se sintió pequeño ante semejante persona, ni tampoco le tuvo miedo solo una irreal curiosidad.
—Sigues siendo el mismo de siempre me alegra—La sonrisa que se reflejaba en los labios del rubio termino por tomar tintes sádicos cuando unió sus labios con los del moreno quien solo atino a retroceder confundido y con un intenso sabor metálico en los labios— ¿Es que ahora me temes?
—¿Cómo entraste?— Entre los pies de ambos se colaba una singular y fría neblina que parecía tener vida propia pero de esta Luis parecía indiferente pues en ningún momento bajo la vista, tal parecía que estaba hipnotizado por aquellas hermosas y tentadoras orbes violetas que le miraban con lujuria y dolor.— Yo cerré la puerta con llave…
No pudo continuar cuando el más alto de los dos estallo en carcajadas que le erizaron completamente la piel. Hasta ese momento no había notado la ropa que el otro llevaba ni siquiera parecía acorde con la de un ladrón y ese aroma tan singular que despedía tampoco.
—Después de tantos años lo primero que me preguntas es ¿Cómo entre?— Estiro una mano y sujetando los cabellos castaños le dio un suave tirón besando la humedad que se escurrían entre sus dedos enguantados —Al parecer si te ha afectado todo esto.
—No me toques y responde en este mismo instante ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí ¿ y ¿Cómo demonios entraste?
—¿Quién soy? Eso ya lo sabes solo que no quieres acordarte ¿Qué ahogo aquí? Vine por ti, te he estado buscando tanto tiempo que no pienso renunciar y por último ¿Cómo entre? ¿Tiene realmente importancia?— Sin esperar a que su compañero objetara nada le tomo del antebrazo jalándolo con fuerza contra sí. Con la mano libre que le quedaba levanto el hermoso y molesto rostro del moreno robándole otro beso, esta vez más pasional que el anterior sin detenerse hasta sentir como el mexicano le respondía con igual pasión— Bienvenido a casa
De las espaldas del rubio salieron dos pares de enormes alas que prácticamente abarcaron toda la habitación aun estando dobladas, su color tan blanco como la nieve y las puntas negras les hacía verse aún más irreales aunque sin duda eran hermosas.
La visión de aquellas enormes alas fue lo último que vio el mexicano antes de sucumbir ante un delicioso sopor. La figura alada bajo la mirada y le sonrió tomándolo en brazos, con un aleteo alejo a la neblina que iba ganando terreno para terminar dejándolo sobre la cama.
—Aun no es tiempo de que despiertes pero no te preocupes yo me encargare de cuidarte mientras lo haces—Beso su frente y ocultando sus alas desapareció entre las sombras de la noche dejando tras de sí algunas plumas que cayeron en el piso de la recamara y la cama del moreno.
A la mañana siguiente Luis se sorprendió de no haberse despertado como siempre con las mismas pesadillas. Incluso llego a creer que había soñado aquel extraño sujeto pero se dio cuenta que sobre la cama descansaban varia plumas, tomo una de ellas y paso el pulgar sobre el contorno de la misma.
La parte negra de las plumas era dura y filosa, con un ligero movimiento le corto delicadamente el pulgar como si se tratara de un escarpelo. Una lagrima de sangre se escurrió por todo el largo de la pluma sin dejar una sola mancha, al parecer era como las de las aves acuáticas impermeables.
—Iván—aquel nombre salió de sus labios sin que fuera consiente, ese era el nombre del desconocido de la noche anterior. Giro la cabeza y se dio cuenta que el reloj marcaba las ocho de la mañana maldijo en voz baja, de nuevo se le hacía tarde y para colmo esta vez iba sin desayunar.
Se lavó el rostro y se cambió lo más rápido que pudo tomando un pan de los que había comprado la noche anterior. Por ese día se había propuesto olvidarse de todos esos raros eventos que le estaban sucediendo y hacer una cita con el psicólogo de la escuela.
