Me inspiré en la canción de Parachute llamada Forever and Always. Vi un vídeo de Emma y Killian y me encantó y decidí convertirlo en historia. Os recomiendo ver primero el vídeo antes de leer la historia /hL-RlNbPb6M
Emma ha quedado con Killian, y después de mucho esperar recibe una llamada telefónica, diciendo que algo ha pasado.
Aunque los personajes son los mismos que en Once Upon a Time, la acción no tiene nada que ver. Todos son personas normales del mundo real.
La historia es corta, 4 capítulos, y debo decir que lloré escribiéndola y lloro cada vez que la leo. Sorry y espero que os guste.
Capítulo 1
Ella estaba sentada en una de las mesas que se encontraban delante del establecimiento de 'La Abuelita', principal lugar de reunión de los vecinos de Storybrooke, una pequeña ciudad de Maine, y único hostal de esta misma. Había quedado para cenar con Killian, su novio. O mejor dicho, su prometido. La había citado a las 9pm así que había salido un poco antes de trabajar para poder ir a casa a cambiarse e ir un poco más arreglada que con vaqueros y la chaqueta de cuero roja. Llevaba ahí puntual desde las 9, pensando que se encontraría ahí con él, que ya estaría allí, porque no había nadie más puntual que Killian, cosa que a ella la molestaba porque siempre se las arreglaba para llegar tarde. Así que imaginad su sorpresa, y su satisfacción, al no encontrarle allí y haber sido por una vez más puntual que él. Había decidido darle unos minutos de margen antes de llamarle, porque hasta la persona más puntual podía llegar tarde alguna vez.
Pero ya llevaba media hora sola esperando, congelándose poco a poco y habiendo rechazado la oferta de la Abuelita de entrar dentro a esperar. Le había mandado un par de mensajes, y como no contestaba le había llamado varias veces, pero siempre iba directo al buzón de voz. Y ya empezaba a preocuparse ¿le habría pasado algo? No era normal en él, al igual que no era normal que no le respondiese a las llamadas y mensajes.
Volvió a sacar el teléfono, esta vez para llamar a August, su mejor amigo, que además trabajaba con Killian. Él había sido quien les había presentado.
-¡Emma! ¿Qué tal? ¿Cómo está mi rubia preferida?- fue lo primero que dijo August cuando descolgó el teléfono.
Ella rio. August era tan alegre que siempre conseguía sacarle una sonrisa -Un poco preocupada. ¿Sabes dónde está Killian?
-No. ¿No está contigo?- Emma negó, aun sabiendo que su amigo no podía verle -qué raro. Salió de trabajar hace más de una hora.
-¿Y si le ha pasado algo? Estoy preocupada.
-Emma tranquila. Estará en un atasco.
-Estamos en Storybrooke, aquí no hay atascos. No viven las suficientes personas para que ocurran.
Esta vez fue el turno de August de reírse -Lo sé, pero hoy tenía que ir a Boston por trabajo, ha sido algo de última hora. Me llamó cuando estaba saliendo de allí, para decirme que iba a salir antes para poder llegar a vuestra cita puntual.
-Puede que tengas razón, se habrá liado allí. No será nada- dijo ella no muy convencida.
-Tranquilízate. Llámame si tienes alguna noticia ¿vale?
-Está bien. Buenas noches- después de eso colgó. Aunque August la había tranquilizado, seguía un poco nerviosa. No creía que fuese un simple atasco. Algo en su interior le decía que era más que eso.
De repente oyó un coche que pasaba lentamente por la calle en frente del hostal y paraba para aparcar. Se giró mirando en dirección al vehículo negro, pero la figura que salió no era Killian. Suspiró.
Una parte de ella estaba enfadada. La otra preocupada. Por fin el teléfono que estaba delante de ella encima de la mesa comenzó a vibrar y a sonar de forma estridente. Se abalanzó sobre él, pero el número era desconocido, no sería Killian. Aun así lo cogió.
-¿Swan? ¿Emma Swan?- preguntó una voz al otro lado. En un principio se alegró, pensando que al final sí era él, porque la otra persona la había llamado por su apellido, como él hacía de forma cariñosa desde que se habían conocido. Pero reconocería la voz de Killian en cualquier parte, y esa no era la suya.
-Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
-La llamo desde el Hospital General de Storybrooke. Usted sale como el contacto de emergencia del señor Killian Jones. Llamo para informarle de que él está aquí, ha sufrido un accidente.
-Dios mío. ¿Pero qué le ha pasado? ¿Él está bien?
-No lo sé señora, yo solo la llamo para informarla.
Emma le dio las gracias rápidamente y colgó, guardando el teléfono en su bolsillo trasero y corrió hacia su coche amarillo, aparcado detrás del hostal. En menos de un segundo cerró la puerta, metió la llave en el contacto y arrancó el coche. No se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que una de esas pequeñas gotitas le salpicó la mano.
Sí, estaba llorando. Emma Swan siempre se había enorgullecido de que ella nunca lloraba, daba igual que la situación fuera muy dolorosa o bonita. Ella nunca lo hacía. Y ahora estaba quedándose seca, viendo la ciudad correr a ambos lados de la ventana, y cómo luego esta fue sustituida por el bosque que rodeaba la ciudad, dirigiéndose al hospital que estaba a unos kilómetros a las afueras de Storybrooke, con la vista empañada. Su mirada bajó a su mano apoyada sobre el volante, donde se encontraba el precioso anillo con el que él le había pedido matrimonio unos meses atrás y una pequeña sonrisa apareció en su rostro, mientras los recuerdos de esa noche de diciembre volvían a su mente.
-Swan vamos a llegar tarde- dijo Killian por millonésima vez desde que había llegado al apartamento de Emma. Estaba sentado en el sofá, completamente arreglado, esperando a que su novia acabara de arreglarse. La rubia no hacía más que dar vueltas.
No pensaba hacerlo, pero había salido tarde de trabajar. Se metió a la ducha nada más llegar, y Killian había ido a buscarla justo cuando acababa de salir de la ducha, así que le abrió con la toalla envuelta alrededor de su cuerpo.
-No es que me importe verte con ese modelito, pero creo que si vas así no te van a dejar entrar en el restaurante- comentó él con una sonrisa pícara.
-Cállate- fue su única respuesta, apartándose de él y del beso que le iba a dar, sacándole en cambio la lengua.
-Haz que me calle- añadió él, acercándose rápidamente a ella y agarrándola por la cintura. Ella puso los ojos en blanco y le dio un casto beso -así está mejor. ¿Te queda mucho?
-¿Tu qué crees?- dijo alzando una ceja y señalándose -Estoy recién salida de la ducha. Tengo que vestirme, maquillarme y arreglarme el pelo. Lo siento -intervino al ver la cara de él -he salido tarde de trabajar y luego he tenido que volver porque había olvidado las llaves.
-No pasa nada Swan, te conozco así que vamos con tiempo. De todas formas no tardes.
-¿Qué tal si mientras yo me maquillo tú me eliges un vestido? Veo que tú vas muy elegante, así que escoge algo que vaya acorde con tu traje.
-Amor yo no sé elegir ropa de mujer- ella no le respondió, sino que le cogió de la mano y le guio hasta su habitación. Se quitó la toalla, dejando que cayera al suelo y luego se puso lentamente la ropa interior. Sabía que él se había quedado mirándola ensimismado, por eso se tomó su tiempo.
-Venga Capitán, no podemos llegar tarde- dijo sonriendo maliciosamente, llamándole por su apodo. Le llamaba así porque cuando se conocieron él le confesó que siempre le había gustado el mar y que de pequeño salía a navegar con su padre. Además, unos años atrás se había comprado un pequeño barco.
Fue hacía su armario y lo abrió de par en par -todo tuyo- le rodeó por el cuello y acercó sus labios a los suyos -y no te preocupes, más tarde este cuerpo será todo tuyo -él gruñó en respuesta y después ella se giró para dirigirse al baño a maquillarse.
Había elegido un sencillo vestido azul marino de manga larga con unas medias tupidas también azules y unas botas altas marrones. Una bonita gabardina como prenda de abrigo y lista. Salieron a la nieve cogidos de la mano y él le abrió la puerta del coche. Después fueron al restaurante donde cenarían. Al verlo, Emma contuvo el aliento. Era el mismo al que habían ido hacía ya cinco años en su primera cita, y al que solo habían ido un par de veces más porque era muy caro. Sonriendo, salió del coche y juntos entraron, yendo a la mesa que tenían reservada en una esquina, también la misma de la primera cita. Pidieron vino, charlaron, comieron y rieron, los dos felices por estar con el otro. Aunque Emma pudo notar que Killian estaba un poco nervioso. No hablaba tanto como solía hacer, a veces su risa sonaba forzada o se distraía mirando a su alrededor. Pero ella no hizo mucho caso, porque en su fuero interno se imaginaba el porqué de su estado, y lo que vendría a continuación. Así que ella habló y bromeó por los dos, acariciándole la mano mostrándole su afecto y en un intento de relajarle.
-¿Damos un paseo?- preguntó él después de pagar la cuenta, cuando aún estaban sentados el uno frente al otro en la cálida y relajada atmósfera del restaurante.
-¿Sabes que está nevando y ahí fuera se está a como quinientos grados bajo cero verdad?-fue su respuesta, riéndose.
Él respondió a su risa asintiendo -Lo sé, pero te encanta la nieve.
Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro -Vamos- se levantó poniéndose el abrigo y entrelazando sus dedos con los de Killian salieron a la calle -creo que soy la única persona del mundo que viviendo en un lugar en el que todos los inviernos nieva durante como mil millones de días nunca se cansa de la nieve y le encanta.
-Estoy de acuerdo- susurró rodeando su cintura con su brazo, acercándola a él. Ella apoyó la cabeza sobre su pecho y le rodeó con ambos brazos y con una gran sonrisa en la cara.
Nunca pensó que tendría eso. Un novio. Un posible marido y padre de sus hijos. Alguien tan cercano a ella, que la quisiera tanto y a quien ella amara con locura. Alguien con quien poder contar siempre, que la apoyase, que la hiciera reír y que la consolase.
Continuaron caminando lentamente por la ciudad, apenas notando el frío y la nieve que caía a su alrededor. Llegaron a la calle principal, que a esas horas estaba desierta y Killian paró, deteniéndola junto a él -Emma ¿Sabes que eres maravillosa?- ella sonrió enrojeciendo. Él sonrió también y le tocó la mejilla, acariciándola con cuidado. Ella se apoyó sobre su mano y le dio un pequeño beso -desde el momento en el que te vi supe que era el hombre más afortunado del mundo y cuando por fin aceptaste salir conmigo y convertirte en mi novia supe que en un futuro serías mi mujer- al terminar se separó de ella y se arrodilló. Agarrándole la mano sacó una cajita del bolsillo de su abrigo y mirándola directamente a los ojos continuó -Te quiero Emma. Te quiero por siempre y para siempre. Para lo bueno y para lo malo. Quiero envejecer a tu lado y no separarme de ti nunca. Poder llamarte mía y yo ser completamente tuyo. Emma Swan, amor, ¿te casarías conmigo?
