" Me llamas tu vida, llámame tu alma; porque el alma es inmortal, y la vida es un dia."

Paul Charles Bourget


Hermione releyó la carta, tratando de que aquellas palabras la aliviaran, la reconfortaran, esperando en balde algo que sin duda jamás pasaría:

"La vida está hecha de pequeños momentos, de pequeños fragmentos de felicidad intangible que permanecen en la memoria.

Mi memoria está repleta de bellos recuerdos de ti, de bellos momentos de felicidad, te amo...

Draco".

Ella estrechó aquel trozo de pergamino arrugado llena de palabras escritas en una fina y pulcra caligrafía, contra su pecho y en silencio se quedó dormida...


Un año atrás...

6 am

Hermione Jean Granger estaba profundamente dormida cuando un "bip, bip, bip" la despertó, sin siquiera abrir los ojos extendió su mano buscando el origen de aquel ruido; en cuanto lo encontró le propinó un fuerte golpe al despertador, odiando con todo su ser al aparatito muggle que había interrumpido su sueño.

Se obligó a abrir los ojos y exhaló un sonoro suspiro, se removió en su cama matrimonial, buscando a tientas aquel otro cuerpo que hasta hace poco ocupaba el otro lado, se regañó así misma, él ya no estaba y ella lo sabía, ella había sido quien había decidido que el adiós era lo mejor. Se estiró y por primera vez en mucho tiempo deseó permanecer en su cama todo el día, se sentía exhausta mental, sentimental y físicamente; el clima tampoco ayudaba, allá afuera estaba nevando y no era precisamente muy alentador alejarse de su cálida y cómoda cama para enfrentar lo que tenía que hacer. Hizo acopio de todo su valor Gryffindor para ordenarle a sus piernas moverse, finalmente después de casi 20 minutos logró poner el pie derecho en la alfombra. El camino hacia la ducha fue casi eterno, sin embargo, la ducha en sí duró apenas unos minutos, se vistió en el cuarto de baño, a regañadientes se aplicó máscara para pestañas y un poco de brillo labial, perfume, tan solo de esos pasos constaba su ritual de embellecimiento, y pronto estaba calzándose las botas de nieve de regreso en su habitación, miró a su alrededor aún estaba demasiado oscuro afuera, murmuró un hechizo para hacer su cama y salió rumbo a la pequeña cocina de su departamento, el mismo departamento que había compartido con su esposo, ahora ex esposo, Ron Weasley.

El matrimonio con él había durado poco menos de 3 años y Hermione con 25 años era una joven bruja divorciada.

Se preparó un rápido desayuno que consistió en yogurth, fruta y un café; una vez que terminó de desayunar tomó su varita y limpió los platos usando magia, en otras circunstancias no se hubiera permitido el uso de la magia de manera tan trivial y bana, pero en este momento su ánimo no estaba como para auto regaños. Salió del departamento poniéndose un bello gorro tejido, un abrigo que hacía juego y con el gran bolso que Ron solía llamar como "la magibolsa".

Bajó del ascensor y caminó hacia el estacionamiento donde su auto compacto de color verde esmeralda estaba aparcado.

Condujo hasta el London Bridge Hospital, desde su departamento ubicado en Notting Hill; sabía que la hora era inevitable pero no veía porqué no aplazarla un poco más. No deseaba llegar con ansias, no se sentía lo suficientemente fuerte para afrontarlo, no ahora.

Sin embargo, debía hacerlo; aparcó su auto en el estacionamiento y caminó con lentitud hasta la entrada. Tomó el ascensor y bajó en la tercera planta, donde se localizaba el ala de oncología. Entró en la habitación 305, y ahí estaba, aún semidormida y siendo revisada por los doctores "Jeannie", la abuela de 85 años de Hermione.

Su ahora delgado cuerpo y su aspecto pálido fueron más de lo que Hermione quería ver en aquel momento, salió de la habitación agradecida de que los doctores le pidieran esperara afuera.

Lágrimas se formaron en sus ojos, causando que su visión fuese borrosa, sintió que el aire le faltaba y entonces hizo lo único que su instinto le dictaba: huir de ahí.

Caminó tan rápido como le fue posible y abrió la puerta de las escaleras, subió corriendo hasta el techo, abrió la puerta y se descubrió en la azotea. El frío aire fue como un bálsamo, cerró la puerta tras de sí, y se ocupó por recorrer con la mirada el lugar. Era un lugar solitario, con algunos árboles plantados en macetas que en primavera seguramente lucirían hermosos, pero ahora lucían raquíticos y secos, cubiertos de nieve, una banca de madera que a Hermione se le antojó más para un parque que para una azotea, y una baranda que evitaba que cualquiera que estuviera ahí se cayera, caminó hacia ella. La vista era magnífica, el edificio era alto, y daba hacia el río Támesis y al famoso puente de Londres. Se aferró a la baranda mientras se esforzaba por no derramar ninguna lágrima, debía ser fuerte, tenía que serlo, por ella misma, por Jeannie.

Su abuela estaba muriendo, y ella lo sabía, pero el saberlo no hacía las cosas más fáciles. Jean Watson se había sentido mal hace unos meses: mareos, dolores de cabeza muy agudos, sus hijos y nietos le aconsejaron visitar al doctor el resultado: cáncer cerebral; su edad no era precisamente muy óptima, ni tampoco el grado de avance del cáncer, aún así se intentó detener un poco la enfermedad incluso Hermione había llevado a Jeannie (como le llamaban de cariño) a San Mungo, en donde los sanadores habían dicho que ellos no podían hacer nada contra este tipo de padecimientos y mucho menos cuando estaban ya tan avanzados, que solo podían hacer que ella no tuviera dolor ni sufriera durante el proceso. Por segunda vez en su vida Hermione odió ser bruja y no poder hacer nada para evitar perder a alguien a quien amaba. La batalla estaba perdida, lo único que restaba era darle las mejores comodidades y estar con ella. Los padres, primos y tíos de Hermione, se habían ocupado de ella durante casi todo este tiempo pues casi al mismo tiempo que la chica había pedido el divorcio, el cáncer de Jeannie empezó, pensaron que Hermione no estaría en condiciones de cuidar a su abuela, pero entonces ya no hubo quien se pudiera quedar con Jeannie en el hospital y Hermione se ofreció.

La chica se quedó ensimismada, observando el frío paisaje, cerró los ojos aspiró y exhaló con tranquilidad, de pronto un ruido la sobresaltó abrió los ojos y buscó a su alrededor, y de pronto ahí lo vió, un chico delgado, de tez pálida, vestido con chamarra corta de piel negra, bufanda de color verde esmeralda, pantalón negro y botas de nieve del mismo color, sentado en otra banquita de madera, la cual no había visto pues estaba casi escondida detrás de un árbol seco, estaba fumándose un cigarro tranquilamente, desde donde ella estaba no podía verle las facciones con claridad, pues el estaba ligeramente inclinado hacia abajo, y el cabello de un rubio platinado y de un largo moderado le caía caprichosamente tapándole los ojos, sin embargo al ver su mano derecha, la que no portaba guante, la que sostenía el cigarro, pudo reconocer el símbolo de la serpiente en aquel anillo de plata y esmeralda que portaba en el dedo anular, aquello no le dejó dudas, ante sus ojos estaba Draco Malfoy, lo reconocería enseguida donde fuera. Sin embargo aquello no podía ser, él jamás se pararía en un lugar así ¿un hospital muggle?, ella simplemente no entendía, parpadeó un par de veces, con la vaga esperanza de que solo fuera su imaginación, pero ahí estaba, a él parecía no importarle en absoluto nada salvo su cigarro, ni siquiera se percato de que la chica lo miraba con intensidad. Finalmente se dignó a levantar la mirada, enarcó una ceja al reconocer a la chica. Por unos segundos ¿o minutos? Ambos se miraron, escrutándose, reconociéndose, ambos habían cambiado, habían pasado ya varios años desde la última vez que se habían mirado.

A los ojos de Draco, la chica lucía... realmente diferente, su largo cabello castaño lucía ahora unos hermosos y definidos bucles, y le llegaba a la cintura; sus facciones se afinaron y perdieron un poco de la redondez característica de la infancia, sus ojos transmitían una madurez impresionante, y a la vez un misterio llamativo, la máscara para pestañas intensificaba su mirada, la ropa era sencilla pero elegante, el gorro cuidadosamente acomodado sobre la cabellera, el gran bolso colgando del brazo, pese al abrigo, él reconoció que la chica había ganado curvas que le sentaban de maravilla, había dejado de ser la flacucha sin chiste del colegio y ahora era una mujer en toda la extensión de la palabra.

Él también había cambiado, como ella reconocería, sus ojos ya no eran los mismos, aunque ella no supiera decir porqué, sus facciones se habían afilado más, lucía el cabello más largo, y evidentemente había adoptado un cierto gusto por la ropa muggle, la cual le quedaba a la perfección, lucía ligeramente más delgado que la última vez que lo recordaba, pero a diferencia de aquella, ahora no lucía malsano, sino por el contrario, lleno de vida, sin embargo lo que más le impresionó de él, fue la mirada que él le dedicó, no era evaluadora, ni crítica, ni siquiera despectiva, era de franca curiosidad.

Él fue quien primero rompió el silencio.

-El mundo es pequeño ¿no lo crees así, Granger?- preguntó.

-¿Qué... qué... qué haces aquí?- contestó ella, impresionada por el tono cordial y nada despreciativo que había utilizado, seguramente ella había escuchado mal, por eso era mejor preguntar qué hacía él ahí.

-Granger te podría preguntar lo mismo- contestó con una franca sonrisa.

Aquello fue una gran conmoción para Hermione, la chica jamás lo había visto sonreir de aquella manera, de una manera... ¿auténtica?, ella lo miró enarcando una ceja".

-Asunto familiar... por eso estoy aquí- contestó vagamente, no le gustaba dar explicaciones sobre Jennie, y menos se las daría a Malfoy.

Él se percató de su tono afectado, de la evasiva mirada... supuso que "alguien" no estaba bien, consumió lo último que le restaba del cigarro, lo apagó y tiró la colilla en un cesto, se levantó con parsimonia,se acercó a ella y se recargó en la baranda sin decir una sola palabra, sus ojos se dirigieron hacia el puente.

-Asunto personal, bueno en realidad trabajo aquí- contestó él después de exhalar un sonoro suspiro, miró a la chica de reojo quien lucía una expresión de franca estupefacción; Draco se encogió de hombros – No te voy a dar explicaciones así que deja de mirarme así Granger además... debería decir que pese a que crees conocerme, la verdad es que nunca lo hiciste- dice finalmente en un tono tranquilo, lejos del tono que él usaba para hablar con ella, sí es que se podía decir que alguna vez hablaron.

Ella lo miró extrañada y aunque nunca lo admitiría: fascinada, el Draco que estaba frente a ella poco tenía que ver con el chiquillo mimado e insolente que conociera en sus años estudiantiles. Se devanó el cerebro tratando de recordar ¿qué era lo último que había sabido de él? Y entonces lo recordó ... una imagen del diario "El profeta" acudió a su mente, en aquella fotografía se veía un ataúd escoltado por dos hombres, ambos de cabello rubio platino, altos, delgados y de facciones finas., ambos luciendo una expresión de dolor que pocos imaginarían que pudiesen tener alguna vez en sus rostros, el título rezaba simplemente : Un adiós para siempre... Narcissa. Desde luego la nota no estaba en primera plana si no en el área dedicada a los obituarios, en la esquina inferior derecha, y dónde apenas era posible apreciar la fotografía; sin saber porqué aquel recuerdo provocó un nudo en el estómago de la chica, quien atinó a parpadear y a mirarlo.

-Siento lo de tu madre- dijo como autómata, sintiéndose tonta, Narcissa llevaba dos años en el más allá y ella apenas murmuraba una patética condolencia -Tienes razón no te conozco- continúa vagamente, recordando la pequeña lágrima que se había escapado de los ojos grises justo en el momento en el que el fotográfo del diario había disparado.

Evitó cuidadosamente mirarlo, pero al no escuchar respuesta alguna de su parte se atrevió a voltear hacia él, su rostro reflejaba un cúmulo de sentimientos, y a la vez un afán por ocultarlos, Draco alzó la mirada y se encontró con un par de ojos castaños mirándole con compasión y entendimiento.

-Gracias... Granger – dijo en un leve tono de voz y se giró para irse de ahí, la chica había puesto sal en una herida que no había ni siquiera empezado a cicatrizar, estaba por alcanzar la puerta para regresar a las escaleras cuando volteó hacia ella – Espero que tu asunto familiar se solucione... adiós- dijo con sinceridad y bajó las escaleras dejando a una Hermione confundida, diferente.


Hola! primero que nada, gracias por leerme =D Este es un fic que se ha estado cocinando en mi cabecita... Sé que no es el típico Dramione, pero espero les llegue a gustar.

Quiero agradecer a mi hermanita Karla de Luna! y a mi prima Marijo quienes fueron mis beta readers :3

Disclaimer: Los personajes desde luego no son obra mía, pertenecen a la genial J. K. Rowling.