Disclaimer: No soy rubia, ni rica, por lo que Harry Potter no me pertenece.
N.A: Este fic participa en el minireto de abril para "La Copa de las Casas 2014-15" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. No me gusta nada la historia, sé que es horrible, pero es lo único que me ha salido. Quería escribir algo diferente, y no se me ocurrió nada más que esto. Encima, tuve que recortar un poco porque me pasada. En fin, no me enrollo más, ahí lo tenéis.
Gatita de mi corazón
Era perfecta, no pudo evitar pensar por décima vez.
Se encontraron por casualidad en una de sus habituales escapadas nocturnas. Primero, le llamó su cautivador maullido, enterneciendo cada fibra de su ser. Y entonces, la vio.
Sus ojos verdes, el elegante movimiento de su cola, y esa forma de caminar tan… altiva. Le daba entender que seguramente la gata tenía carácter, y eso le encantaba. ¡Era amor a primera vista!
Pero sólo la vio durante unos minutos, ya que desapareció por una de las salas, cerrándose la puerta tras ella. No la había vuelto a ver desde ese día; y eso le tenía preocupado. ¡Quería volver a verla!
Maulló tristemente. Ains, gatita de mi corazón. ¿Dónde estás?
Regresaba de vuelta al cuarto de su ama, cuando captó un dulce aroma a canela y flores silvestres al pasar por una de las clases.
¡Era ella! ¡Estaba seguro!
Se atusó los bigotes y dio una lamida a sus patas. A fin de cuentas, quería estar lo más perfecto posible para su dama.
Cuando hubo terminado, entró en la clase. Su corazón se aceleró al verla sentada encima del escritorio de la profesora. Seguía estando igual de hermosa que el día en que la conoció.
La clase estaba vacía, excepto por un par de alumnos que estaban escribiendo en una de las mesas, pero no le importó su presencia.
Se subió ágilmente a la mesa donde estaba, y entonces, por fin reparó en él. Se quedó mirándole fijamente, seguramente impresionada por su belleza, y pensó con orgullo que eso le haría saber que no encontraría un macho mejor que él para ser el padre de sus retoños.
Se acercó despacio y se restregó contra ella, ronroneándole suavemente. Sin embargo, en vez de disfrutar de sus cariños, se apartó de él y se bajó de la mesa.
No lo entendía. ¿Acaso había hecho algo mal?
Entonces, cuando se bajó de la mesa para seguirla, se encontró con una humana. Estaba confuso. ¿Dónde se había metido su gatita? ¿De dónde había salido esa mujer?
—Lo siento, cariño —le habló la humana que estaba a su lado—, pero no soy una gata de verdad.
Y los alumnos que estaban en la clase se rieron.
No podía ser, pensó maullando con tristeza. Su gatita no podía no existir.
Y con el corazón destrozado, salió de allí, prometiéndose a sí mismo no confiar en ninguna gata.
