Disclaimer: Los personajes le pertenecen a sus respectivos creadores, yo solo los tomó para hacer de las mías con ellos.


Su pelo era tan rubio. Su piel tan blanca. Sus ojos tan negros.

Su cuerpo parecía de porcelana, el abdomen fibroso, blanco, lechoso, delicado.

Parecía un ángel caído, perfectamente imperfecto.

Sus ojos negros, profundos y misteriosos albergaban una oscuridad eminente, relucían un alma ahuecada. Pero ¿Qué era lo que sentía yo? Curiosidad quizás, un miedo irreconocible, a tal punto que ni yo misma era consciente de él. Pero ¿Miedo? ¿Miedo a alguien que me hacía sentir cosas incoherentes?

Cuando él estaba cerca sentía disipar de mi cuerpo un escalofrío que me recorría toda la espina dorsal, mis manos sudar, un cosquilleo en el vientre y un nudo en la garganta. Y pese al miedo, el misterio, la curiosidad, me sentía en casa, comprendida. A gusto. Sentía que pertenecía a algo, a alguien.

Tate, vivo o muerto, ángel caído o no, era mi cable a tierra, lo único real en mi vida pese a que parecía algo lejano, irreal, impalpable.

Sabía que algo en él estaba mal, dichosamente mal pero ¿Cómo alejarme? Si era el único que me hacía sentir bien, que daba paz a mi alma atormentada, a las burlas de los demás, a mi soledad persistente.

Siempre estuve sola, siempre di problemas a mis padres, en la escuela, a las personas, nunca tuve amigas. Y allí estaba él, solo, oscuro, frío y caliente. Conmigo. Juntos en un mundo desgarrador y melancólico.

Yo era demasiado cínica, cruel a veces, rudamente honesta y él a veces demasiado cursi.

Él me mostró el lado ridículamente romántico de nuestra extraña relación. Aprendí a quererlo, aunque nunca se lo dije, nunca se lo admita. Quizás nunca lo sepa, nunca llegue a decirle.

Tate era lastimero, homicida según las malas lenguas.

Yo era una depresiva crónica, una suicida a ratos.

Nos necesitábamos juntos, nos comprendíamos. Nos hacíamos mejores personas, nos acompañábamos.

Nunca antes le he temido a nada, pero él me ha mostrado el miedo real, esa sensación de angustia provocada por la presencia de lo peligroso. De lo incomprendido, de lo imaginario. O de lo real. Quizás en esta casa, antigua y embrujada, tus peores miedos, las pesadillas que te persiguen en las noches se conviertan en algo tan real, tan tangible que el miedo deja de existir, deja de apodarse de tu cuerpo. Tate me ha enseñado el verdadero significado del miedo, pero también me ha enseñado a enfrentarlo.

Tate me enseñó muchas cosas, y amarlo fue de las peores. Porque él está en mi mente, cada eterno y maldito instante de mi vida, sus ojos negros aparecen, con aquella profundidad monstruosa. Y ya no importa nada, más que nosotros mismos.

Somos, Violet. Juntos, invencibles, incomprendidos, lastimeros, letales. Pero por siempre, Violet, nunca lo olvides.