Pequeño trozo de papel

Era un hermosos día en Konoha y en la pequeña casa de los Hatake se reinaba la paz y la tranquilidad, mientras un pequeño niño de 5 años estaba muy concentrado en su pequeño trabajo.

-Ya está casi.- Dijo el pequeño peliblanco, terminando su querido dibujo, en el que aparecían dos personas. –Le va a encantar.- Dijo el niño, haciendo una pequeña pausa para ver detenidamente su trabajo y firmaba feliz su trabajo, con un "Kakashi Hatake" debajo del dibujo.

De repente, se oyó el abrir de una puerta y un "ya estoy aquí" detrás de ella. El pequeño Kakashi sonrió animadamente al reconocer la voz de esa persona y de un salto fue corriendo a su encuentro.

-¡Bienvenido, papá!- Gritó con entusiasmo al ver a su querido padre entrar a la casa, sano y salvo después de esa difícil misión de la que habló el día anterior.

-¡Hola, Kakashi!- Dijo sonriendo el hombre, al ver a su querido hijo viniendo a recibirle.

-¿Qué tal te ha ido la misión?- Preguntó el pequeño, para "romper el hielo", ya que últimamente, no sabía de qué hablar con su padre.

-Bien. –Dijo simplemente el hombre mientras se deshacía de sus zapatillas de ninja.

Un incómodo silencio apareció en la entrada de la casa, mientras el hombre se deshacía de todas sus herramientas ninjas. Y Kakashi decidió ser directo.

-¿Sabes qué día es hoy?- Preguntó inocentemente.

-¿Umh?- Pregunto el hombre, por la inesperada pregunta del pequeño. Y después de un rato pensándolo se acordó de ese día. -¡Ah! Hoy es el día del padre.

El pequeño Kakashi al ver que su padre se había acordado de ese día, sonrió y fue corriendo a su cuarto para buscar el trabajo que le había llevado tanto tiempo hacerlo, para ese día.

El padre, mientras veía a su hijo salir corriendo a por su regalo del día del padre, sonrió al darse cuenta de lo buen chico que era su hijo y de lo afortunado que era. Así que decidió, que mientras su hijo buscaba ese regalo misterioso, él se haría el té rutinario de después de las misiones y se sentaría a ver el árbol en flor de su jardín.

El pequeño niño, mientras tanto, buscaba con desesperación el regalo que le había hecho a su padre, pero no lo encontraba. Mientras lo buscaba se dio cuenta de que la ventana estaba abierta y corrió hacia ella. Al ver que detrás de ella, había un gato negro mordisqueando su trabajo, que le había costado tanto tiempo terminar, le tiró una pequeña zapatilla a ese maldito gato y corría a ver lo que había quedado de su dibujo. Pero no pudo rescatar gran cosa, solo un pequeño trozo del dibujo en el que solo aparecían las manos de él y su padre agarradas como muestra de protección.

El padre, al ver que su hijo no volvía, decidió ir a buscarlo, encontrándose así a su hijo llorando encima de un pequeño trozo de papel.

El padre se acercó a él y al ver el significado de esas dos manos entrelazadas, abrazó a su hijo con cariño, seguido de un suave "gracias" al oído del pequeño. Y cogía el papelito y lo guardaba con cariño en el bolsillo de su chaqueta ninja, para así siempre tenerlo presente, incluso en la misión más peligrosa.