I
El primero en llegar fue Aioros, junto con su hermano Aioria. Shion sabía que esos dos niños llegarían a ser parte fundamental en la historia que se comenzaría a tejer a partir de ese momento. La constelación de Sagitario brillaba en el cielo como hacia mucho no lo hacía, anunciando que el próximo niño merecedor de la armadura de aquella constelación estaba listo para recorrer el camino que su alma estaba destinada a llevar. Porque son las constelaciones quienes escogen a su portador, y en el momento en el que lo crean más conveniente irradian luz con mayor potencia para que en el mundo se sepa que un caballero está listo para tomar el camino.
"En verdad que las estrellas, luces de esperanza, son los agentes de la diosa Athena" pensaba Shion.
Shion había ubicado al pequeño Aioros en Grecia, cerca del santuario. La constelación de Sagitario lo guió a un orfanatorio, dónde no tardo en identificar al niño. Shion se impresionó cuando lo vio. El niño de siete años estaba de espaldas y Shion pudo observar que sostenía una manta blanca, donde por los lloriqueos adivinó que había un niño. El joven Aioros volteó hacia Shion y cuando lo hizo, éste tuvo que detenerse. Se llevó la mano a la cabeza. Y volvió a mirar al niño, pero éste ya no estaba. En su lugar estaba un joven de cabellos claros y ojos verdes, cal cual le sangraba la frente adornada por una cinta roja; su expresión era de desafío, con una mano sostenía una manta blanca donde Shion pudo ver a un bebe de cabellos morados y con la otra procuraba mantener una guardia. Shion escuchó unas voces y la visión se esfumó.
"¿Qué diablos fue eso? Él es, lo sé, pero ¿Quién era ese bebe? ¿De qué lo protegía? " pensó Shion.
- ¿Señor? - el niño, ante la expresión de Shion se asustó un poco - ¿Está usted bien? -
Shion se recargó en la pared, y se fue sentando lentamente en suelo. No podía comprender la visión que había tenido, pero ésta le había asegurado que el niño que tenía enfrente era el futuro caballero de Sagitario.
- ¿Cuál es tu nombre?
- Aioros, señor.
- ¿Cómo llegaste aquí? - Shion debía saber si el niño tenía lazos familiares.
- Hace dos meses que estoy aquí, con mi hermano - el pequeño niño sujetó más fuerte la manta blanca.
Shion volteó a ver a la manta, esperando encontrar al bebé de cabellos morados. En su lugar encontró un pequeño nene de cabellos claros, que apenas y abría los ojos. Shion se preocupó. El niño no debiera de tener lazos fuertes, o por lo menos no debiera contar con obstáculos que le impidieran convertirse en caballero, y aquel bebé... sabía por la manera en la que Aioros miraba al bebe, y por como lo sujetaba, que el nene era lo único que el niño tenía, y que no lo dejaría.
- Aioros, siéntate por favor. Tenemos que hablar.
- Pero los demás niños se han ido ya a cenar, debo ir, mi hermano tiene que comer y le tengo que preparar algo en el biberón...
- Aioros escúchame un momento y luego yo mismo te ayudaré a preparar la comida de tu hermano.
Aioros estaba desconcertado y no podía creer lo que oía. Nadie en el orfanato le llamaba por su nombre, siendo tan pequeño le decían "niño", "chamaco", "pequeño" y en cambio aquel señor extraño de cabellos verdes y ropas extrañas lo tuteaba,y es más mostraba interés en él.
Como todos los huérfanos, que aprenden a defenderse a temprana edad, Aioros estaba listo para hacerlo pero la mirada que el extraño le dirigía era una de confusión, fascinación y tristeza. Nunca había visto a nadie así, o por lo menos nadie que lo mirara a él de esa forma, así que decidió esperar unos momentos.
Aioros se sentó frente al extraño, sin mirarlo frente a frente pues estaba mirando a su hermano, que ante la presencia de aquel que tenía en frente se había calmado.
- ¿Has visto las estrellas últimamente Aioros?
Extrañado por la pregunta Aioros le respondió - No, señor. Estamos dentro del orfanatorio todo el día, y no podemos salir por la noche...
- Pero seguramente ¿puedes mirar por una ventana no?
- Pues.. sí... pero en realidad no tengo mucho tiempo de hacerlo, antes lo hacía pero ahora... - el niño se detuvo abruptamente.
- ¿Antes lo hacías?
- Sí, cuando mi padre vivía.
Shion esperaba que el niño se derrumbara después de pronunciar esas palabras. Pero no lo hizo, por lo cual se sintió aliviado. El niño demostraba carácter al aceptar su suerte y también la obligación de todos los caballeros: defender al inocente. Defender a Athena. El joven Aioros vio a Shion desafiante, y éste recordó la visión.
Aioros deseaba llegar al grano ya, recordar a su padre era doloroso, y éste señor sólo demostraba curiosidad, no compasión. Su expresión era de estudio y Aioros se sintió fastidiado.
- Señor, mi hermano debe comer y yo también, así que si podría decirme porque está aquí ...
- Disculpa Aioros. Se que tu padre no ha muerto hace mucho, y lamento tu pérdida. Pero ahora debes escuchar lo que te voy a decir con atención porque cambiará tu vida.
Aioros se quedó en silencio, su mirada reflejaba incredulidad.
- La constelación de sagitario está brillando como hacia más de dos siglos no lo hacía... ¿Qué signo zodiacal eres Aioros?
- Sagitario señor.
- Como lo imaginaba. Ahora, ¿Sabes porque está brillando?
- No, no lo sé.
- El guardián de la constelación de Sagitario está listo para empezar su entrenamiento, es por eso que brilla.
- ¿Entrenamiento?
- Así es. Verás Aioros, hay 88 constelaciones, y cada una tiene un caballero, un guardián, un protector.
- ¿Y que protegen? ¿Las estrellas?
- No exactamente. Los caballeros protegen a los inocentes, a este mundo, a Athena. ¿Sabes quien es Athena?
- Sí. He oído de ella en la escuela... pero Athena está muerta, señor. Y pues no era verdadera era sólo una deidad a la cual los griegos profesaban su fe, pero en verdad no existía...
Shion decidió que no quería seguir ese rumbo de conversación, siendo uno tan pequeño no logra entender muchas cosas. Pero tendría tiempo de enseñarle a Aioros y a todos los demás discípulos quien era Athena.
- Aioros, te he sacado de este lugar. Tu destino no está en estas paredes. Tú deber lo ha marcado tu constelación, que es la cual me ha guiado hasta a ti.
Aioros se paró repentinamente, no entendía lo que el hombre decía. - No puedo ir, mi hermano me necesita. - volteó hacia Shion y le dijo - Sin mi hermano no voy a ningún lado señor.-
Shion le quitó a el bebe a Aioros en un movimiento que éste no pudo ver. - ¿Qué hace? No le haga daño por favor, es lo único que tengo...
Pero Shion no lo oía, tenía su mano sobre la frente del nene y trataba de encontrar algo en él que le permitiera estar junto a Aioros y sin buscar mucho lo encontró. Shion encontró fragmentos de ¿recuerdos? ¿el presente? ¿el pasado? ¿el futuro? No sabía exactamente que era, eran fragmentos de imágenes. Una mujer de cabellos morados mirando hacia el suelo, y ahí, un joven de cabellos claros y armadura dorada arrodillado. Un rugido. Un joven muy delgado con una armadura de bronce. Un castillo. El santuario.
- Tú hermano irá con nosotros.
Shion tomó la mano de Aioros y sin que este supiera como, estaban frente a unas ruinas. - Este es el santuario de Athena, Aioros. A quien defenderás y protegerás... tu deber por ahora será entrenarte y ganar la armadura de sagitario. Tu constelación te ha escogido, prueba que eres digno de ella.
Aioros oía lo que el hombre le decía con sorpresa. Sonaba descabellado, pero dentro de sí... lo sentía tan real...
CONTINUARA...
