Disclaimer: Los personajes de Coco no me pertenecen, ellos son de Disney.

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Capítulo Único: Culpa.

El sol se oculta una vez más en el horizonte tras un largo día agitado, dándole al cielo de su pueblo un manto magnífico de matices rojos y anaranjados. Los cantos de las aves desde los árboles cercanos sólo cierran ese ciclo de ensueño con su magia.

Miguel con gusto se hubiera sentado sobre un cajón vacío frente a su casa con su guitarra para acompañar el cántico de aquellos animales, pero su mente no había sido más que un mar en plena tempestad que le impedía crear algo nuevo para su mamá Coco. Y es que verla a ella, mirando por la ventana con tanto anhelo a la espera de alguien que nunca más volverá, le hacía recordar a Hector.

Y recordar a Hector, era también recordar a De La Cruz, a quien tanto había admirado desde que posee memoria y tanto daño trajo a su familia con el pasar de los años. Incluso después de muerto, aquel hombre sólo trajo desgracia.

Miguel sabe que no tiene la culpa -no realmente- de haber seguido los pasos de Ernesto desde que supo que la música era lo suyo, que no debería sentirse sucio por querer ser como alguien que asesinó a su familia en el pasado. Pero cuando su mente se sumía en la oscuridad de la noche en la seguridad de su habitación, las culpas volvían atacarlo.

Él no era como De La Cruz y jamás lo sería, pero lo había deseado. Miguel había querido estar en sus zapatos, copiar cada aspecto de su vida.

Ahora la simple idea lo pone enfermo.

- Miguel...

La voz de mamá Coco es baja, pequeña y débil. Algo duele en su pecho pero el niño se obliga a respirar profundo, dejando de lado su propio dolor para enfocarse en la mujer de cabello blanco que lo miraba con paciencia.

Antes de ir con ella, Miguel toma su guitarra, después de todo tal vez Coco deseaba que cantara una vez más la canción que su padre creó para ella cuando era pequeña. Antes de que Ernesto lo asesinara para seguir el mismo sueño que él.

- Ya voy mamá Coco -responde Miguel. Su voz tartamudeante le dan ganas de darse una patada.

El niño corre dentro de casa seguido de Dante, quien desde que volvieron del otro mundo no a dejado su lado.

- Miguel...

- ¿Qué sucede, mamá Coco? -pregunta Miguel arrodillandose a su lado, posando su mano sobre su mecedora.

Ella no responde de inmediato a su pregunta, sus ojos arrugados por los años se fijan en su ser con tanta sabiduría que Miguel casi se siente abrumado.

Al final, la adorable anciana acuna su mejilla con cuidado, como si él fuera el más propenso a herirse de los dos.

- Miguel... -vuelve a decir- Tú eres Miguel... -dice, como si su nieto no lo supiera- Tú eres Miguel...

Al principio no lo entiende y cree que es sólo otra de las confusiones de su mamá Coco, que no sabe lo que dice. Pero luego...

Luego lo comprende.

Él no era Ernesto De La Cruz, él era Miguel. La música estaba en sus venas por herencia, no gracias a un asesino.

- Gracias... -murmura con los ojos con lágrimas, devolviéndole el gesto a su mamá Coco.

Tal vez costaría un poco más de tiempo eliminar la culpa, pero Miguel ya no volvería a dudar de quien era.

Porque él no era Ernesto, él era un Rivera.