Espero que os guste la historia. ;)
Guía para conversaciones:
-Conversación normal-
-Conversación mental-
-"hechizo"-
(A/N)= nota autora
-¿Cuánto falta para llegar a Carvahall, madre?-preguntó por enésima vez la muchacha elfa de diecisiete años sentada en el carruaje.
-Menos que la última vez que preguntaste, Arya. Si te aburres mira por la ventana-contestó la mayor elfa.
-Si tan interesada estás por saberlo faltan un par de horas, hija-añadió el hombre de pelo plateado y ojos verdes sentado en un enorme caballo de guerra al otro lado de la ventana.
-No sé por qué tenemos que ir, padre.
-Ya tienes edad para conocer a los muchachos dispuestos a casarse contigo y la mejor oportunidad es en la boda de lord Roran con lady Katrina.
-Sigo sin entender por qué tengo que casarme con alguien a quién no amo. Vosotros os casasteis por amor, ¿por qué yo no puedo?
El hombre rió y negó con la cabeza.
-No queremos casarte con alguien, solo que les conozcas y elijas tu misma.
Arya suspiró y miró por la ventana contraria a su padre.
Poco después un semental blanco a la carrera pasó a su lado y se detuvo para hablar con el cochero.
-¿Es este el carruaje donde viajan la reina Islanzadí de Ellesméra y su hija, la princesa Arya?
El hombre a caballo se adelantó.
-¿Y qué si lo es?
-Me envía el rey Brom para guiaros. Nadie conoce estas tierras mejor que yo-el desconocido le tendió una carta al hombre. Cuando terminó de leerla levantó la cabeza.
-¿Y cómo podemos llamarte?
-Evan, rey Evandar. Me llamaron así en su honor.
Un destello pasó por los ojos del rey y le indicó a caminar a su lado.
-Entonces el rey Brom te ha enviado a "custodiarnos" como dice en su carta.
Evan rió y desaceleró el paso.
Arya le miró con interés. Era un hombre fuerte y entrenado. Llevaba botas altas de color marrón oscuro, preparadas para montar a caballo. Los pantalones de tela oscura ocultaban los poderosos músculos de las piernas, capaces de saltar de una azotea a otra. Una cinta roja estaba atada a la cintura y sujetaba una daga con la empuñadura de cristal. Una coraza de cuero sin mangas, por el contrario, revelaban unos brazos musculosos. En su espalada había dos espadas cruzadas, los mangos sobresalían sobre los hombros. Dos guarders de cuero y metal protegían sus antebrazos. (A/N: Como el traje de Dastan en Prince of Persia). Había un guante sin dedos en su mano derecha. Su mandíbula era poderosa con algún rastro de barba y la nariz un poco larga. Tenía los ojos marrones, uno de ellos cruzado por una cicatriz blanca contrastando con su piel morena. El pelo castaño, clareado por las horas bajo el sol, recogido en una cola baja.
-"Custodiar" no es la palabra, mi rey. Más bien evitar que os atraquen.
-¿Hay muchos bandidos por aquí?-la reina Islanzadí entró en la conversación.
-Bastantes, pero todos saben que es mejor no atarme, mi reina.
-¿Hay alguna razón en especial, Evan?
-He sido entrenado desde que cumplí los cuatro años. La mitad de mi juventud se perdió en el campo de entrenamiento.
Todos se rieron.
-No creo que eso sea un problema-añadió Evandar.
-No puedo quejarme, pero necesito correr por los tejados para escapar de las miradas de las mujeres.
-Es la carga de un hombre.
-Imposible negarlo.
Continuaron el camino en silencio durante unos minutos, tras los cuales Arya preguntó por la duración del trayecto.
-Falta una hora y media, alteza-contestó Evan-. ¿Hay algún motivo oculto por vuestra pregunta?
-No soporto estar sentada mucho tiempo.
-Rey Evandar, ¿permitiríais que vuestra hija cabalgue conmigo?
-Por supuesto.
-¡Evandar! ¡Lleva un vestido!-interrumpió Islanzadí.
-Eso no es problema-corrigió Evan. Se adelantó para decirle al cochero que se detuviera.
Todos pararon y las mujeres bajaron. Islanzadí tenía el pelo negro y los ojos verdes. Su vestido era de color morado decorado con encajes blancos.
Arya se parecía mucho a su madre, pero el vestido era azul oscuro y no tenía adornos.
Evan bajó del semental blanco y le tendió la mano a la princesa. Ella la tomó y le permitió que la subiera a la silla. Él se subió de un saltó justo detrás y la rodeó con los brazos para coger las riendas. Ella se estremeció al sentir el poder que emanaba.
-Tened cuidado. Los dos-dijo Islanzadí.
-La cuidaré con mi vida-prometió Evan. Pateó los flancos del caballo y salieron corriendo.
-Es él, ¿verdad?-preguntó la reina.
-Es él-confirmó Evandar.
