Hellsing y sus personajes pertenecen a K. Hirano, blablá. Fic participante en el Reto Anual 2017 del foro La Mansión Hellsing.

Fic 4/14(?)

Actividad 1: Fic de una shipp que NO te guste.

Paring: Aluseras.

Aclaraciones: AU. Esta historia contiene un poco (quizá un poco mucho) de AxI, aunque de forma más bien unilateral. Eso sí, la "pareja" final, o más bien la que se consuma, es Aluseras. Tampoco se trata de un fic muy romántico y temo que me he ido al OoC con todos los personajes (ah sí, y Vlad -porque llamar Alucard a un magnate rumano no me convencía- es un poco hdp). Sin revisar, todos los errores son míos, ¡gracias por leer!


Mírame

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Apenas tuvo la certeza de que estaba sola, o al menos sin la presencia de su padre en la casa, Seras azotó la puerta de su habitación y se dejó caer tras esta, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con brotar, rebeldes a su mandato autoritario.

Aunque lo intentara —y de verdad lo hacía— no lograba comprender por qué su padre siempre prefería a Integra por sobre ella. Integra era la hija ilustre, la favorita, inteligente y mimada: el orgullo de la familia Hellsing. Mientras que a ella nunca le reconocían nada. Su padre había puesto sus esperanzas en su hija mayor, se le notaba el orgullo en los ojos cada vez que se refería a su preciada Integra… ¿y Seras? Ella era su muñeca, esa cosa linda que está ahí, arrumbada en algún rincón decorativo de la casa pero que no tiene mayor relevancia o utilidad que la de un simple adorno. Hueco y bonito. Como una muñeca de porcelana.

Arthur creía que con el banal hecho de dejarle a libre disposición una reluciente tarjeta de crédito sin límites podría solventar la evidente carencia de atención en su hija menor. A fin de cuentas, esa niña era igual a su difunta esposa, que en paz descanse; adorable a la vista, pero sin demasiado sustento; no como Integra, que había heredado una mente brillante y la lucidez de cerebro que él mismo tanto presumía tener. Como agua y aceite. Y mientras él vanagloriaba a su primogénita ante familiares y socios, Seras se hundía cada vez más en el anonimato: la chica linda a la que volteaban a ver más de una vez, eso hasta que la plática inteligente de la otra acaparara por completo sus atenciones y les hiciera olvidarse del majestuoso escote y los dulces ojos celestes.

No odiaba a su hermana, si bien no eran las personas más cercanas; Integra simplemente parecía pasar del asunto de su padre y siempre estaba distante, un poco fría en sus atenciones, rigurosamente protocolar y con una máscara de buena joven inglesa que nadie lograba descubrir y que utilizaba con todos, incluso con ella misma; Seras ya no recordaba el día en que ambas habían jugado libres por la casa, corriendo tras Walter para pedirle galletas de jengibre, colándose en la habitación de su madre donde ella se sentaba frente al espejo para que su hermana mayor le trenzara el cabello. Todo había dado un vuelco radical con la llegada de la adolescencia; mientras ella corría a los brazos suaves de su madre ante el menor problema, Integra se distanciaba cada vez más. Los sermones de la señora Hellsing acerca del poco cuidado personal que tenía como señorita terminaron por alejar a la rubia mayor del seno materno, refugiándose en sus estudios. También terminó por alejarse de Seras y, finalmente, se fue del país.

Al año siguiente de la muerte de su madre (había enfermado sin poder levantarse jamás de la cama) Integra regresó del extranjero: alta, con la piel levemente más bronceada, el cabello larguísimo y los ojos firmes, de mirada penetrante tras las gafas. Seras se sintió intimidada, en esos cuatro años de distancia su hermana había cambiado de forma externa y, como descubriría luego, mucho más de manera interna, mientras que ella parecía seguir estancada. Su padre estaba tan feliz de tener a su primogénita de regreso…

Tampoco odiaba a Arthur, pero sí le guardaba resentimientos. Era simplemente injusto que su padre la colocara siempre en el segundo eslabón en su cadena de importancia. Su mente joven llegó a la conclusión de que si su padre no le daba la atención suficiente, entonces era libre de hacer lo que se le diera la gana, incluso ser una rebelde maleducada cuando estaba fuera de la visión paterna. Y lo haría. Durante mucho tiempo, Seras también llevó una máscara: una muñequita de porcelana ante los familiares y amigos de su padre, una joven rebelde entre sus propios amigos. Asistió a fiestas, tuvo amoríos, visitó cada lugar del bajo mundo, ese al que Arthur despreciaba y al que jamás dejaría que sus hijas se acercaran, y recorrió todos los bares de Londres con los ojos delineados en kohl y pantalones ajustados.

A una semana de su cumpleaños número veinte, la situación en la mansión dio un vuelco inesperado. Mientras Seras repasaba en su mente la lista de cosas que necesitaba para su fiesta de cumpleaños su padre entró a su habitación luciendo bastante formal para la hora y le dijo que comenzara a arreglarse, que en dos horas más tendrían un invitado importante para la cena. No dio más detalles y ella no los pidió. Seguramente se trataba de alguno de los socios o posibles socios de su padre, algún vejete de humor anticuado al que habría que sonreír sin querer hacerlo y reírse de sus aburridos chistes, pretendiendo que en realidad lo escuchaban.

Veinte minutos antes de la hora acordada, Seras bajó las escalas vistiendo un lindo vestido color damasco con sandalias a juego. Una tiara discreta acomodaba sus cabellos rebeldes. Su hermana estaba ya en el salón. Por el ceño fruncido en la frente de la muchacha Seras supuso que Integra estaba haciendo un esfuerzo enorme por no echar mano a alguno de sus cigarrillos; y es que algún defecto debía tener su siempre impecable hermana: ese horrible hábito de fumar. A veces, cuando estaba nerviosa, parecía una chimenea humana. Su figura alta y delgada estaba embutida en un vestido verde sencillo, más elegante que llamativo, y se recargaba contra el respaldo del sofá con los brazos cruzados. Seras tomó asiento en el sillón del frente.

Hubo algunos segundos de silencio en los que ambas se observaron de forma discreta. Integra fue la primera en hablar.

—Te ves linda.

—Gracias —Seras sonrió, agradecida por el alago—. No sabía qué clase de cena planea papá, pero supongo que esto servirá.

Integra dejó salir un suspiro pesado, desenredando los brazos:

—Quiere pescar a un nuevo socio. Uno extranjero, bastante importante. Ha estado hablando de ello por un tiempo.

Seras hizo un sonido monosilábico, sin comprometerse. Ella nunca se enteraba de los negocios de su padre.

—Entonces… —titubeó—, espero que le demos una buena impresión.

Esta vez fue el turno de Integra de tararear sin comprometerse. A su juicio, su hermana mayor no se veía muy entusiasmada con la idea, al contrario de su padre. Aunque eso no era tan extraño para Seras; como ella ya lo sospechaba, Integra solía llevar una máscara la mayoría de las veces, que fuera tan inteligente no significaba que gustara de las mismas cosas que su padre pensaba.

El timbre de la casa elevó su melodía suave en el salón y los pasos rápidos de Walter cruzaron rumbo a la puerta. El invitado había llegado.

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Arthur hizo una pausa en el último peldaño de la escala, enviándole una sonrisa amplia a su invitado que en ese entonces le pasaba su abrigo a un solícito Walter.

—Bienvenido a la casa Hellsing, Sr. Drácula.

El hombre sonrió, inclinando la cabeza en un gesto apreciativo.

—Tiene usted una hermosa mansión, Sr. Hellsing.

El inglés terminó de bajar la escala para estrechar la mano del recién llegado antes de conducirlo por la casa. En el salón, Integra se puso de pie luchando por borrar el ceño fruncido. Seras la imitó.

—Permítame presentarle a mis hijas.

Seras observó al hombre con curiosidad. Era alto, ligeramente moreno y con el cabello muy oscuro. Sus ojos tenían un color verde templado. Sonrió al momento en que levantaba una mano para tomar la de Integra, que no se veía contagiada por la aparente alegría.

—Estoy encantado de verla de nuevo, señorita Integra.

Las palabras, casi susurradas y con un acento espeso, provocaron sensaciones extrañas en el estómago de Seras. ¿Cómo sonaría su propio nombre saliendo de esos labios? La mirada penetrante pasó de la rubia mayor hacia ella, y tuvo que luchar por no sonrojarse ante el escrutinio abierto del hombre.

Él se disculpó, avanzando hasta ella.

—Temo que a usted no la conocía, my lady.

Sonrió, pasándole la mano delicada que él tomó entre las suyas.

—Soy Seras. La hermana menor.

La sonrisa felina del rumano antes de rozar apenas los labios sobre su piel le provocó cosquilleos que duraron toda la velada.

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Seras se encerró en su habitación y se llevó las palmas a la boca, las mejillas roja indicaban la agitación presente en su pecho. La imagen del rostro atractivo del extranjero y su tono de voz estaban demasiado presentes en su memoria, provocándole rubores cada que lo pensaba. Se tiró de espaldas sobre la cama y miró el techo con infantil alegría.

—Oh por dios, por diooos.

Se revolvió, sonriéndole a la nada. Si su padre cerraba el negocio con el rumano, era seguro que podrían verlo más seguido por la casa. Por primera vez el interés por los negocios familiares cobró importancia para ella.

Continuará

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N.A: Sé que la trama/redacción no están bien, pero jodeeer, necesitaba sacar esto de mi Word ya antes de odiarlo. El próximo capítulo lo subiré en unos días ;)