A song of storm and fire
I. Dawn
Aquella mañana, el viento soplaba fresco y suave frente a las costas de Troya; el sol aún no se asomaba del todo en el cielo y a lo lejos sólo se podían percibir algunos destellos dorados que anunciaban su llegada. Justo en aquellas sublimes playas, un joven de no más de dieciocho años, larga cabellera rubia y dueño de una belleza que igualaba a la de los mismos dioses, observaba atento y en silencio el horizonte. Su cuerpo estaba cubierto por una manta hecha de lana adornada con algunos hilos de oro, un regalo de su anciano padre que, sin duda, esperaba impaciente su regreso a Ftía.
No muy lejos de él, otro joven de hermosos ojos azules y una belleza no menor a la del otro, le observaba atento tratando de adivinar lo que su señor pensaba, pues hacía no más de cinco días que había acontecido aquella disputa con Agamenón y desde entonces ninguno de los mirmidones se habían atrevido a pisar el campo de batalla, pues ni siquiera el más osado de ellos se atrevía a desobedecer las órdenes de su joven e impetuoso amo.
Resignado, Patroclo decidió acercarse para tratar de convencer, por quinto día consecutivo, a Aquiles de que dejara aquél tonto capricho y reiniciara la batalla en contra de los troyanos junto a las demás tropas aqueas, pues sabía de buena fuente que, luego de su desaparición en las batallas, los troyanos habían empezado a ganar terreno y si aquello seguía, pronto se verían atrapados entre las huestes troyanas y el inmenso reino de Poseidón.
-No esperes encontrar una respuesta donde no la hay- la voz de Patroclo había tomado por sorpresa al joven hijo de Tetis, quien giró levemente la cabeza para mirarle y luego de hacerlo, sin más, regresó su melancólica mirada al vasto océano, prolongando tan sólo un poco más su silencio.
-Pensé que aún te encontrabas en la cama- respondiendo de manera un tanto fastidiada, Aquiles esperó la respuesta de su amante, quien no tardó en adivinar lo que estaba sucediendo, después de todo, quién conocía a Aquiles mejor que él.
-Lo estaba… hasta que me di cuenta de que no estabas allí…-
-No podía dormir… eso es todo…-
-Y crees que el mar te arrullará como lo hace tu madre?-
-Si no puedo dormir, no puedo dormir y punto…!- la iracunda voz de Aquiles alertó a Patroclo, era obvio que el príncipe de Ftía no estaba de humor para interrogatorios.
-Últimamente has estado un muy… inestable…-
-Ah… lo siento, Patroclo… no fue mi intención…no me hagas caso… es sólo que…-
-Mi hermoso Aquiles, no hay nada que perdonar… después de todo, quién te conoce mejor que yo?- lentamente, Patroclo se acercó hasta Aquiles y rodeó su cuello con sus brazos, alzando su rostro para mirar con ojos inquisitivos a su amante y continuar hablando entre susurros- sólo tu madre… - tras susurrar esto, Patroclo depositó un suave beso en los labios de Aquiles, esperando que éste le diera alguna respuesta; sin embargo, al no obtener nada, continuó hablando- hay algo que te inquieta, puedo verlo en tu mirada…-
-Te equivocas…-
-Mientes- sin abandonar el abrazo de Patroclo, Aquiles desvió su mirada de nuevo hacia el océano; la verdad era que no tenía ganas de hablar sobre aquello, pero sabía que Patroclo no descansaría hasta obtener una respuesta por pequeña o simple que fuera, así que atrapado por su amante y cansado de aquella situación decidió hablar.
-No lo sé, desde que llegamos aquí hay algo que ha inquietado mi mente y mi corazón… es algo que… no lo sé, es algo que nunca antes había sentido.
-Un asunto de los dioses quizá?-
-No, sabes que eso me tiene sin cuidado… no… esto es… diferente…-
-Alguno de tus padres?, Agamenón?, tus compañeros mismos?-
-No lo sé, pero… pero es algo que hace que mi corazón se agite día y noche, es como… tener en el pecho una ardiente pasión acompañada siempre de un gran dolor; es como si algo nublara mi mente, rasgara mi corazón y me hiriera de muerte…-
-Extraño sentimiento el que alberga tu corazón mi hermoso Aquiles, sólo comparable quizá al amor- tras escuchar aquella palabra, Aquiles posó nuevamente su mirada sobre la de Patroclo, quien sólo se limitó a mirarle.
-No lo creo-
-Por qué?-
-Porque eso es algo que conocí entre tus brazos y no es lo mismo- después de decir esto, Aquiles besó los labios de Patroclo, quien gustoso regresó el beso; sin embargo, pronto abandonó sus labios y empezó a bajar lentamente por su barbilla besándola suavemente hasta llegar a su cuello, donde siguió depositando más besos.
-Aún puedes encontrar a alguien al que ames más que a mí…-
-Crees que eso sea posible?-
-Mmm… puede ser- abandonando sus caricias y besos, Patroclo acarició una de las mejillas de Aquiles, quien al sentir el tacto de la mano del otro se limitó a frotar su rostro en ella mientras la besaba- porqué no olvidas todo esto y regresamos a nuestra patria, a lado de tu padre…-
-Imposible-
-Pero Aquiles… vinimos a luchar y si ya no estás dispuesto a hacerlo entonces no tiene sentido que permanezcamos aquí- notablemente molesto, Patroclo se separó de repente de Aquiles. El de cabellera oscura comenzaba a impacientarse ante la necedad del rubio, si no deseaba luchar no tenía sentido que permanecieran en aquel lugar; no había honor ni gloria en permanecer todos los días varados frente a la playa contemplando el océano y mucho menos esperando los innumerables cadáveres que traían día con día, y él no era el único que pensaba de esa manera.
-Lo sé Patroclo… pero no, aún no podemos irnos de aquí, no así…-
-Así como Aquiles? Yo sé que lo que Agamenón hizo no estuvo bien y ya lo has castigado demostrando que vales más que ningún otro en el campo de batalla, pero hermano… es la primera vez que no entiendo qué es lo que buscas… cada día cientos de hombres mueren a manos de los troyanos, acaso pretendes terminar con todas las tropas aqueas para que así el rey de reyes venga a suplicarte…?
-No busco eso, la miseria de ese viejo es lo último que me interesa…-
-Entonces? Hasta dónde pretendes llevar este capricho tuyo? Aquiles… vinimos aquí por una razón, pero si tu ya no crees en eso embarquemos lo que hemos ganado y a nuestros hombres, y regresemos a casa, vámonos de este lugar… volvamos donde el rey Peleo y continuemos con nuestras vidas, olvida a los demás… deja ya descansar a tu corazón; desde hace días has permanecido en duelo contigo mismo y qué has sacado hasta ahora?- la voz de Patroclo denotaba no sólo molestia sino también preocupación, desde la disputa con Agamenón, y en realidad mucho antes, Aquiles se había comportado de manera extraña, pues aunque estaba más que dispuesto a no pelear más, se aferraba a seguir en las playas de Troya por una razón que ni siquiera él mismo conocía.
-No regresaremos a Ftía… no aún, no es tiempo… si quieres volver eres libre de hacerlo, yo no voy a detenerte y esa es mi última palabra- Aquiles respondió firmemente a su amigo y amante quien, un tanto frustrado y decepcionado, miraba como el hijo de Peleo daba media vuelta para dirigirse hacia el mar, inmerso en sus pensamientos; sin embargo la voz de Patroclo le hizo detenerse.
-Está bien, si esa es tu última palabra la respetaré, cuando salimos de Ftía juré volver contigo, pero no sin ti y si no quieres volver entonces no volveremos, pero… así como me diste la libertad para irme ahora te pido que me des la libertad para luchar… te cambió ese derecho de libertad por el derecho a pelear a lado mis hermanos en contra de los troyanos…-
-No-
-Aquiles! Por favor, entiéndeme…- Patroclo observó cómo Aquiles regresó hasta él para tomar su rostro entre sus manos y levantarlo, obligando a su joven amante a mirarle fijamente a los ojos.
-Y tú entiéndeme a mí, Patroclo! No puedo dejarte ir, no quiero… el simple hecho de saber que te puedes ir y no volver… no Zeus no lo permita!-
-Aquiles… yo te entiendo, pero, por favor, ya te lo dije antes, todos los días los aqueos son asesinados frente a nosotros! Héctor está acabando con ellos!- al escuchar aquél nombre fue como si Aquiles saliera de su ensimismamiento, el nombre del príncipe troyano resonó en lo más profundo de su ser y respondió a preguntas que ni siquiera se había formulado aún y fue entonces que escuchó con más atención las palabras del joven de castaña cabellera- no sé qué es lo que esté pasando contigo pero te guste o no iré a la batalla con los que quieran seguirme y no me harás cambiar de opinión… no hasta que me respondas qué es lo que estás buscando aquí-
Sin decir más Patroclo se liberó del agarre de Aquiles y dio media vuelta para regresar al campamento, dejando nuevamente solo a Aquiles, cuyo corazón se encontraba muy desesperado y latiendo emocionado tras haber escuchado el nombre del hijo de Príamo.
-Héctor… acaso eso es… lo que busco?
