Hey, hola. ¡Es el primer fanfic de BNHA que subo propiamente! ¡Y es el primer long-fic que voy a subir entero! Lo que, sin lugar a dudas, es todo un logro para mí. Debo hacer algunas advertencias por aquí y por allá. Primero, sí, creo que es inevitable que haya un poco (o un mucho) de OoC. Se supone que se retoman algunos sucesos canónicos del manga, así que adecuar una historia de temática homosexual para justificar mucho de lo que ha pasado es difícil... lo lamento por ello.

De la misma forma, hay algunos errores en cuanto a edades, ya que, al parecer, Yagi es más grande que Todoroki. Y ambos son más grandes que Tsukauchi. Todavía no me queda claro si este último tenía 36 en "Illegals" y ahora tiene 41... o tiene 36 en la actualidad. Sea como sea, en el fanfic sólo es de uno a dos años más chico que los protagonistas. ¡En fin! Para cuando me di cuenta de eso, estaba como a media historia y como en realidad me gusta, decidí continuarla. Por eso es que les pido que lo vean como una línea alterna en la que todo lo que se plantea pudo haber ocurrido, incluyendo esos graves errores de correspondencia temporal. ¡Me disculpo de antemano!

Sobre los spoilers del manga, lo mencionaré al inicio de los capítulos correspondientes. Y, sin nada más por aclarar, ¡gracias por darle una oportunidad al fanfic!


Damos la vida sólo a lo que odiamos


I

Lo primero que notó fue la similitud de su mirada; lo segundo, la impasividad reflejada en cada uno de esos rasgos, como si su dueño no experimentara expresión alguna; lo tercero fue su aura imponente. De no conocer a su predecesor, hubiera dudado que su quirk tuviera relación alguna con el fuego. Lo que estaba contemplando, en medio de esa pelea de práctica que él mismo había planeado para los estudiantes del nuevo curso no era tan distinto a lo que alguna vez había realizado desde el lugar del alumno y el hecho de encontrarse de frente con ese chico sólo sumaba a las expectativas que tenía de aquél grupo.

Ese joven resaltaba de la misma forma en la que su padre lo había hecho treinta años atrás.

Aunque sus cavilaciones apenas duraron un segundo, en el centro de las mismas se formó una interrogante tan terrible que sembró en él un profundo sentimiento de culpabilidad. Incluso podía decir que era algo poco profesional estar pensando en esa clase de cosas mientras enseñaba, pero evitarlo no parecían ser los planes de su mente, ese sitio sobre el que ni siquiera él tenía el control por completo. Si las cosas hubieran sido diferentes, ¿estaría el muchacho entre sus estudiantes? Un no hizo eco en su memoria y en el fondo de su pecho, la respuesta negativa a esa pregunta le generó una sensación agridulce, de quien mira al pasado y observa lo que pudo tomar y ante lo que decidió pasar de largo; de quien se mira en el presente y siente el golpe de la melancolía al pensar en las posibilidades que, una vez en su mano, ahora no eran nada; de quien se enfrenta al resultado de sus decisiones, excusadas años atrás por la idea de lo correcto incluso cuando no se está seguro de lo que eso significa. ¿Qué tan diferente sería el mundo si, en lugar de haberlo apartado, hubiera decidido caminar codo con codo? ¿Qué habría pasado si hubiera decidido aferrarse a él de la misma forma en la que él parecía querer aferrarlo? ¿Qué habría sucedido si nunca se hubiese marchado? Eran preguntas que quedaban mejor sin ser resueltas, pues cuanto más pensaba, más culpable se sentía.

Ese encuentro, inesperado y repentino, removió los escombros que creía haber dejado asentados desde hacía ya varios años. Cuando la puerta del edificio se abrió y el hielo del joven comenzó a esparcirse como si tuviera vida propia, su mente pensó en un fuego ardiente quemando a través de la longitud de un patio que ahora mostraba características distintas. Las chispas todavía parecían saltar en todas direcciones, consumiendo todo a su paso frente a sus ojos de adolescente de quince años, abiertos de par en par por el asombro ante semejante fuerza.

Sentía que era capaz de verlo con una claridad excesiva y de ponto le parecía que no había pantalla alguna desde la que debía monitorear un ejercicio, ni una clase llena de jóvenes esperando recibir una valiosa lección de su parte. Todo lo que persistía era el sentimiento cálido de las llamas amenazando con acariciar su piel en cualquier momento.

― Todoroki gana la primera pelea ―. Mencionó el profesor.

― Ha sido un gusto pelear contigo, Yagi-san ―. El pelirrojo hizo una reverencia educada en su dirección y se incorporó después. En su rostro no había alegría ni orgullo por haberlo vencido; tampoco había soberbia o burla. Su cara era una máscara inexpresiva y difícil de leer. El tono de su voz, por algún motivo que nunca alcanzó a entender incluso con el pasar de los años, le hizo pensar desde ese primer contacto en la lava hirviente que corre por debajo de las rocas, en la explosión latente que, más temprano que tarde, se encargó de abrasarlo por completo.

― ¡Ah, para nada, el gusto es mío! ¡Tienes un quirk increíble, Todoroki!

Fue ésa la primera vez de muchas en las que esos ojos azules parecieron cuestionarle lo que decía, como si murmuraran ¿qué diablos estás diciendo?, sobre el límite entre la ofensa y la verdadera duda. Pero no podía no sentir admiración por él, incluso cuando parte de su uniforme deportivo estaba quemado y una capa de ceniza negra le cubría el rostro. Había algo diferente en ese chico que no lograba encontrar en el resto de sus compañeros. Una sensación de fuerza innata, de determinación para alcanzar sus objetivos sin importar lo que tenía que hacer.

― Por supuesto que lo tengo. Es el resultado de la práctica ―. Le respondió finalmente ―. Al final de cuentas, un quirk tiene que desarrollarse con base en el entrenamiento. Deberías saberlo, porque eres un desastre.

Y lo era. Todo héroe lo había sido alguna vez. Aunque en ese momento sólo había alcanzado a rozarlo con el puño antes de verse envuelto entre lenguas de fuego, incapaz de moverse a ningún sitio. Aunque para muchos verse derrotados en menos de cinco minutos era algo demasiado frustrante, no pudo evitar sonreír. Que Todoroki fuera tan claro y directo era justamente lo que necesitaba. Quería ser un héroe, deseaba inspirar a las personas, salvar vidas y dar esperanza y estaba seguro de que no podría hacerlo si no se preparaba para ello en todos los sentidos. La lucha, el control de sus poderes, el conocimiento de sus fortalezas y debilidades; todo lo que el chico le había hecho sentir y le había demostrado en esos escasos minutos de lucha era eso, incluso a pesar de su clara falta de empatía.

Pasó a su costado mientras empezaba el segundo combate y avanzó hasta quedar del lado de los espectadores, antes de clavar su vista en los chicos que peleaban, como analizando cada pequeño detalle que alcanzaba a percibir con los ojos. Incapaz de resistirse a esa atracción que había despertado en sí, acudió a pararse a su lado, siguiendo el mismo punto que la mirada ajena aunque sin profundizar absolutamente nada.

― ¿Qué estás haciendo? ―. Murmuró el pelirrojo.

― ¡Nada, sólo me paro a tu lado!

― Es sinceramente incómodo.

Tal vez ésa era la señal para moverse de sitio y cambiar de actitud, pero su terquedad e interés eran más grandes que cualquier miedo que pudiera inspirarle, así que echó a reír y le dio una palmada en el hombro.

― ¡Vamos a ser compañeros los siguientes tres años, Todoroki! Además, creo que hay un montón de cosas que puedo aprender de ti.

No recibió respuesta durante unos instantes, luego volteó el rostro y Toshinori se enfrentó de nuevo a un par de ojos azules acompañado de un ceño ligeramente fruncido. Podría jurar que escuchó un pequeño chasquido saliendo de sus labios antes de que el rostro del contrario cambiara de dirección una vez más.

―No vine aquí a hacer amigos.

Se cruzó de brazos y no volvió a decir palabra alguna.

Muchas veces llegó a preguntarse si esa actitud áspera de Enji había sido el detonante para que esa curiosidad y asombro inicial se tornaran en un sentimiento cada vez más fuerte y complicado, porque esa insistencia suya para establecer un vínculo amistoso con Todoroki se había convertido en una necesidad de tenerlo tan cerca como le fuera posible, de romper sus límites y volverse invasivo si era necesario, con la única finalidad de poder estar a su lado.


Con el tiempo desapareció el san y comenzó a ser Yagi.

Toshinori cuando se encontró en sus brazos.

Maldito bastardo cuando le rompió el corazón.

All Might cuando se separaron.

Pero en esos días de juventud, casi siempre era Yagi a secas.

Junto al san desapareció también el aura educada de su primer acercamiento. De manera gradual (y un poco a la fuerza), las murallas que mantenían resguardado a Enji comenzaron a volverse más pequeñas, y le permitieron ver, por el rabillo del ojo, las llamas de una voluntad que brillaba como si fuera el sol, enorme y abrasadora; inextinguible. Toshinori, el único al que se le había concedido la posibilidad de observarlas luego de insistir con tanto ímpetu, pudo notar en medio de esa combustión pequeños detalles de su personalidad que parecía querer esconder a toda costa: su puerilidad, su negación ante la derrota, la facilidad para hacerlo enfadar, su dificultad para hacer amigos y una profunda sensación de soledad asumida que se expresaba por medio de una actitud orgullosa, construida tan metódica y detalladamente que, de ser otra persona, hubiera pensado que Todoroki no tenía ningún punto débil. ¿Quién iba a saber que el combustible de ese fuego no era sino el mismo corazón de su dueño, de una fragilidad insospechada?

― Oye, Todoroki, ¡ayúdame a estudiar para el examen!

― ¿Por qué lo haría?

― ¡Vamos, no seas así! No quieres que tu compañero de batalla repruebe, ¿verdad?

― ¿Quién dijo que eras mi compañero de batalla?

― Siempre hacemos equipo.

― Eso es porque no me queda de otra, Yagi.

Para ese entonces, más o menos a mitad de su primer año, se había dado cuenta de que Todoroki nunca decía . Simplemente daba respuestas ambiguas que no eran propiamente un no. Le pasó un brazo por los hombros y echó a andar en dirección a la salida de esa manera, despreocupado y sin intentar poner distancia. Las primeras veces el pelirrojo lo apartaba con fastidio, pero poco a poco comenzó a ceder hasta permitirle esa clase de contacto sin soltar más que algunos ruidos de molestia. Bien era cierto que nunca era el contrario quien se acercaba a él de esa forma, pero se conformaba con que no lo echara a golpes. Se sentía orgulloso de ser la única persona a la que no apartaba con una mirada o con una de esas frases que, aunque educadas, resultaban frías y cortantes.

― ¿Qué harás el sábado, Todoroki? ― Preguntó mientras andaban por el pasillo.

― Entrenar y estudiar.

― Realmente estás comprometido con eso, ¿eh?

No era como si él no lo estuviera, pero no dejaba de ser admirable y sorpresivo. Incluso él se daba tiempo para respirar un poco.

― Por supuesto que lo estoy. Quiero ser un héroe. Flojear no me va a llevar a ninguna parte. ¿No te dije que deberías hacer lo mismo? ― Cuando lo miraba así, con firmeza y un poco de reproche, sentía que quería hacer todo lo que le dijera ―. Eres fuerte, Yagi, pero sólo eso.

― Gané el festival deportivo, ¿sabes?

― ¿Y qué? Eso no significa que no te falte cerebro.

Era un buen punto.

― ¡Debes ayudarme con eso! ―. Determinó entonces. Lo cierto era que necesitaba excusas y sospechaba que Todoroki ya se había dado cuenta.

― ¿Debo?

― ¡Por favor!

El pelirrojo pareció pensarlo un momento. Las aletas de su nariz se dilataron y un ruido molesto escapó de entre sus labios. Parecía que estaba teniendo un debate interno hasta que, por fin, le respondió.

― Eres un fastidio… ―. Murmuró ―. …pero supongo que puedes venir al dojo de la casa cuando quieras. Avísame con anticipación, porque tengo cosas qué hacer, ¿entiendes?

Era más de lo que había esperado, así que no tardó en mostrar su alegría con una sonrisa amplia mientras apretaba el agarre alrededor de sus hombros. Esta vez sí que recibió un ligero empujón para que se apartara.

― ¡Genial! Te invitaré a salir el sábado como recompensa.

― Eso es lo que querías desde el inicio, ¿verdad? ―. Reclamó.

No iba a mentirle.

― ¡Bien, me atrapaste! Quiero presentarte a alguien.

― ¿A quién?

― A un amigo ―. Lo llevaba planeando desde unas semanas atrás.

― ¿Por qué querría conocer a tu amigo?

― Es una gran persona.

― Hay muchas "grandes personas" en el mundo, Yagi. No puedo, te dije que estoy ocupado ―. Insistió. Se preguntaba si aquello iba en serio o simplemente no sabía cómo ser sociable. Con el tiempo entendió que se trataba un poco de ambas cosas, con predominancia de la segunda.

― Si no entrenas un día no vas a morirte, Todoroki. ¡Vive un poco la vida!

― Sigo sin saber por qué diablos querría conocer a tu amigo, Yagi.

― Tú también eres mi amigo. Creo que eso es suficiente. Además, quiere ser policía. Quizás en algún momento pueda ser de utilidad. Las conexiones son importantes.

Incluso se detuvo y lo miró. Sabía lo que estaba haciendo y, en algún momento de sus vidas, se convirtió en un elefante en la habitación. Toshinori siempre ponía las excusas…

― …más te vale que no sea un idiota.

…y Enji siempre terminaba por aceptarlas.


Su nombre era Tsukauchi Naomasa y no tenía quirk. Años después sería un gran oficial de policía y el único puente entre ambos. Toshinori y él se conocían de tiempo atrás y habían formado una amistad basada en las mismas imposibilidades que habían tenido para llegar a ser héroes, hasta que a Yagi se le concedió el One for All. Este suceso, que pudo haber cimbrado su amistad, no hizo sino volverla más fuerte. Tsukauchi, en lugar de envidiarlo, había puesto sus esperanzas en su amigo y se había convertido en su más grande apoyo. Por eso sentía que debía presentárselo a Todoroki, quien comenzaba a volverse una parte importante de su vida.

― ¡Tsukauchi! ―. Exclamó cuando se encontraron afuera de la estación de tren.

A su lado venía Enji, serio, cruzado de brazos y observando al chico al que el rubio acababa de saludar como si estuviera decidiendo si valía o no la pena hablar con él.

― ¡Yagi, hola! ¡Tú debes ser Todoroki! ― Respondió.

El aludido hizo una reverencia ligera antes de erguirse nuevamente.

― Escuché que no tienes quirk y que por eso quieres ser policía ―. Soltó de pronto, sin emoción en la voz, como si hablara del clima.

Naomasa parpadeó un par de veces, asimilando la brusquedad con la que hablaba el pelirrojo. Toshinori sólo rio en disculpa. Era ésa clase de cosas que no se podían evitar; la dificultad de Enji para hacer amigos recaía, en gran medida, en esa forma tan directa de hablar que en ocasiones parecía desconsiderada y otro tanto en los nulos esfuerzos que hacía para ser más agradable. Cuando le había dicho que no iba a U.A. a hacer amigos, pensó que sólo estaba siendo un tipo duro, pero se sorprendió al saber que estaba siendo completamente serio. Según lo que entendía, su educación tradicional tenía algo que ver con la frialdad (oh, paradoja), que desprendía como persona. Tsukauchi sólo soltó una carcajada.

― ¡Así es! No puedo ser un héroe como lo serán ustedes, pero todavía puedo hacer algo que les sirva de ayuda. Cada quién puede pelear desde su trinchera―. Mencionó.

― Creo que es una gran aspiración ―. Comentó Enji. Y ése era, sin lugar a dudas, el comentario más amable que le había hecho a cualquier persona, él incluido.

― Gracias. Estoy orgulloso de que al menos Yagi pueda salvar el día en primera plana… Me dijo que eres muy fuerte y asombroso, que realmente tienes un quirk increíble y que…

― ¡Tsukauchi, para! ―. Interrumpió el rubio, agitando las manos y echándose a reír con nerviosismo ante la mirada de Todoroki que, como siempre, parecía preguntar si eso iba en serio.

En ese momento, sin embargo, no pudo entender ese brillo orgulloso que parecía salir de sus ojos. No con malicia, sino con algo que, comprendió luego, era cercano a la felicidad.


¿Te has enterado, Todoroki?

¿De qué?

De Yagi. Salvó a muchas personas ayer.

¿Hah? ¿Por qué me lo mencionas? ¿Quieres que me moleste, Tsukauchi?

Eh, cálmate, no es así en lo absoluto. Sólo pensé que quizás querrías saberlo.

¿No crees que es bastante obvio si sale en todos los malditos periódicos?

Bueno, tienes razón.

Es un fastidio.

Deberías hablar con él.

Vete al diablo.

Nunca me dijiste qué pasó…

― …

¿Qué pasa con esa cara?

¿Tú me estás preguntando eso? ¿…acaso no es bastante claro? …si tanto quieres saber los malditos detalles, ¿por qué no vas y le preguntas por ti mismo? ¿No es tu maldito amigo?

Nosotros somos amigos también.

― …no. No lo somos.

Todoroki…

Endeavor.

¿Eh?

Mi nombre de héroe es Endeavor. No me vuelvas a llamar de manera tan familiar.


El pago anticipado de las lecciones y el uso del dojo fue la salida con Naomasa, traducida en una comida en un local de soba. Sentados en la barra, Toshinori observaba gustoso las interacciones entre sus dos amigos. La manera en la que Todoroki hablaba con Tsukauchi era diferente a la forma en la que hablaba con él. Enji era un chico de modales demasiado correctos, pero con una mirada severa e imponente que parecía expresar todas las irritaciones que se tragaba. Cuando estaban solos, sin embargo, no parecía tener demasiado reparo en llamarlo idiota o en recordarle que su técnica de pelea era mala.

― Toshinori tiene una idea interesante de lo que es ser un héroe ―.Dijo Tsukauchi ― ¿Ah, sí?

― Sí. Piensa que un héroe debe de ser un símbolo, alguien que lleve paz a las personas y los haga sentir seguros, de tal forma que puedan vivir siempre con una sonrisa en el rostro. Es bastante inspirador, ¿no crees?

― Hey, Tsukauchi, ¿por qué le sigues contando esas cosas a Todoroki? ¡Seguramente no le importan! ― Interrumpió el rubio ―. Además, es vergonzoso.

Al menos así le parecía en ese momento, expuesto frente a su compañero y amigo.

― Es que recuerdo que cuando me lo dijiste pensé que era algo en lo que yo también quería creer. ¿No te causa ese mismo sentimiento, Todoroki?

Volteó a verlo sin poder evitarlo y lo que se encontró fue otra de las expresiones indescifrables de su rostro. Lo más extraño de todo fue cuando soltó una especie de risa extraña que no había soltado antes y levantó una ceja.

― Me lo causaría si fuera capaz de pasar sus exámenes sin dificultades. Pero al menos parece tener determinación ―. Resolvió al final. Se estaba burlando de él.

― ¡Hey, por supuesto que la tengo! ¡Voy a aplastarte en los exámenes! ―. Proclamó.

― Ya veremos.

A veces extrañaba esas peleas que terminaban con una única frase.

Frente al escritorio de la sala de profesores, ya no podía recordar con claridad cómo era la sonrisa de Enji. Por supuesto, había visto por televisión alguno de esos arranques incomprensibles y ligeramente histéricos de cuando parecía disfrutar ver que todo ardía a su alrededor, pero, incluso así, eran más bien contados y poco relevantes. La expresión de Todoroki, luego de poco más de 28 años, se había endurecido bastante. Cada vez que hablaba para la prensa, o incluso mientras luchaba, su rostro parecía sometido a un fastidio constante. Según Present Mic, que parecía conocerlo de algo, era realmente arisco. Lo mismo le había dicho Tsukauchi no mucho tiempo atrás. Dado que Endeavor y el Departamento de Policía tenían que trabajar juntos con bastante frecuencia, conocía de primera mano su frialdad y severidad actual, a pesar de que ésta siempre diera resultado a la hora de resolver casos. Muy en el fondo se preguntaba si ese hombre maduro de cuarenta y cinco años todavía era capaz de sonreír con tanta apertura como lo había hecho cuando habían sido estudiantes, o si todavía tenía ese brillo tan peculiar en la mirada que sólo podría reconocer directamente.

― ¡Enji, sonríe para mí! ― Le pidió un día durante su tercer año.

El pelirrojo lo miró como si se hubiera vuelto loco.

― ¿Qué estás diciendo?

― ¡Te estoy diciendo que sonrías! ¡No puedes salvar al mundo con una expresión de enfado!

― ¿Y quién lo dice?

― ¡Vamos, sólo hazlo una vez! Te llevaré a comer kuzumochi si lo haces.

Todoroki frunció los labios en esa ocasión. Hizo un gesto de desagrado, pero al final elevó sus comisuras con una clara incomodidad, antes de dejar expuestos sus dientes en una mueca que difícilmente podría considerarse una sonrisa. Se le daba fatal sonreír forzadamente, a pesar de que era increíble cada vez que lo hacía de manera natural. Yagi estalló en risas.

― Oye, ya basta, Toshinori. Deja de burlarte de mí. ¿Por qué pides cosas que sabes de sobra que no puedo hacer?

― Es sólo que pienso que es tierno que lo intentaras.

― ¡…! Que te quede claro que no voy a volver a hacerlo nunca.

Se limitó a sonreírle durante unos segundos, antes de acercarse a robarle un beso. El rostro de Enji se encendió, literalmente. Pero si decidió seguirle el juego por la promesa del kuzumochi o simplemente para cumplirle el capricho, eso fue algo que nunca supo.


Si además de las agradables personas que estuvieron leyendo mis borradores horribles y me hicieron creer que esta historia valía la pena, alguien más llegó hasta este punto, ¡gracias de nuevo! Pronto subiré el siguiente capítulo, espero. Si tienen algún comentario, de cualquier tipo, sería muy feliz de leer sus reviews... por otra parte, el título del fanfic (que cambió de una primera versión), es el título de una canción de Interpol. C:

Y nada, creo que es todo.