Resumen: Drable, Eren's POV. Angst. Apta para todo público. Solo una reflexión sobre la muerte.


Muerte, casa amorosa; muerte, pequeña familia.


Él es un hombre y yo soy un muchacho.

¡Qué digo! Yo soy… solo un niño. Débil, espantosamente débil: un niño propenso a la enfermedad y a la locura. Un niño rabioso, que se desborda, que no comprende su propio valor. Un niño que llora, ¡con cuánta facilidad llora este niño!

Él, en cambio, es un hombre. ¿Podré alcanzarlo alguna vez? ¿Llegará el día en que ya no seré un peso para él? ¿Seremos entonces iguales?

¡Es más! ¿Habrá ocasión en que sea yo quien cuide de él? ¿Estará alguna vez él débil y enfermo? ¿Envejecerá? ¿Lo lavaré y cambiaré su ropa cuando las piernas ya no le respondan?

Tonterías… difícilmente vivamos tanto. Nadie vive tanto en este mundo, ¿cuándo lo aprenderé? No soy bueno resignándome. Fue una sorpresa perder a mamá, pero luego también fue una sorpresa perder a papá. Fue una sorpresa cuando los abuelos de Armin murieron y también cuando perdí a mi primer grupo de compañeros el último día de entrenamiento como reclutas. Fue una sorpresa –fue un dolor– perder a Marco, perder a tantos amigos y amigas. Nunca me acostumbro a la muerte. Solo la mía propia me parece cercana y razonable. Si supiera que mi muerte resolvería algo, no dudaría un segundo. Es lo único seguro que tengo: puedo dar la vida.

Y sin embargo, tampoco eso tengo. Ya me lo decía Jean: si ellos van a morir para protegerme, entonces también yo debo cuidarme. Debo valorar mi vida sobre todas -¿puede haber algo más monstruoso para pedirme? ¿Ahora no solo debo lidiar con la muerte de todos, sino que además debo asegurarme de sobrevivir para sufrirlas hasta el final?

Mi propia muerte está en manos ajenas –en las suyas. Él, que es un hombre, que es racional, que sabe qué debe hacerse: o que está dispuesto a asumir las consecuencias fatales de sus actos. Él, que sin derramar una lágrima recorta el escudo de la chaqueta de cada subordinado muerto y lo guarda ensangrentado en su bolsillo, a pesar de su obsesión con la limpieza. Él será quien me mate cuando yo ya no sirva, cuando sea un problema, cuando pierda el control –algo que soy propenso a cometer.

El lazo de la probable muerte nos ata fuertemente. Esa muerte que de niño me ató a Mikasa (¿cómo explicarles a los demás que no hay hermandad más fuerte que la de quienes han matado juntos?) y esa muerte que me ata tan fieramente a mi padre. Acaso todos mis seres queridos estén conectados a mí tan solo por el hilo largo y duro de la muerte. Incluso Armin, ¿acaso nuestra amistad no se construyó sobre incontables peleas, sobre mis golpes en la cara a esos matones que lo molestaban, sobre el terror que sentimos juntos al ver por primera vez a los titanes devorando? ¿Acaso no nos unió definitivamente aquella vez que yo di la vida por él? Si bien también eso me ha sido arrebatado, pues regresé de esa muerte como de tantas otras y quizás nunca haya descanso para mí.

Solo este hombre puede otorgarme ese último sueño. Nadie más que él está autorizado -¿desde cuándo un niño precisa autorización para dormir? Puedo apoyar la cabeza sobre su espada cuando mi corazón ya no dé más. Sí, qué cálida esa espada y qué amable.

¿Durante cuánto tiempo seré un niño que él deba cuidar? ¿Durante cuánto tiempo mi poder será un peso insoportable?

Quizás no haya tiempos después de este y esta sea una realidad definitiva. Quizás yo seré por siempre un niño encorvado en el regazo de la muerte. Él me hará compañía en esta casa tan extraña. Un hombre, un niño: pequeñas heridas abiertas en la inmensidad de un mundo que nunca podremos conocer. No hay diferencia entre nosotros.

11 de Abril de 2017