Líneas de Sangre
Instinto protector
"Si tu me proteges a mi
¿Quién te protege a ti?"
"Ni lo se, ni me importa"
Mire a un lado. Nada. Mire a otro. Nada.
Encogí los hombros mentalmente y me volví a colocar los enormes cascos rojos del walkman. La música me taladraba los oídos y eso era algo que me encantaba. Envolvía todo mi mundo, y todos mis problemas. Me aparte el negro y corto pelo de la cara y seguí adelante.
Llegue a casa a los pocos minutos. Mama estaba viendo la tele, oía las voces del aparato desde la puerta.
-¡Ya estoy en casa! -Le hice saber a mi madre mientras me descalzaba las botas y las dejaba tiradas en un rincón.
Camine hasta mi cuarto y abrí la puerta de una patada, tire la especie de maleta-bolso, llena de chapas de grupos de música, que llevaba colgada al hombro al suelo y me deje caer en la cama con un ruido estruendoso.
Mama y yo vivíamos solas en un barrio del Bronx. Mama trabaja limpiando casas, casi no podíamos subsistir, pero, por lo menos teníamos comida caliente y un techo bajo el que dormir. Aquello era suficiente, al menos para mí que no pedía mucho.
Me descalcé y me quede boca arriba mirando el techo, la humedad le estaba ganando la partida a la pobre pared, y ya se notaba como la pintura se desprendía de ella.
Suspiré. Otro gran día había terminado.
Durante no se cuanto tiempo me quede así, sin hacer nada, en la cama, adormilada.
Los lobos corrían, y la luz de la luna iluminaban sus pelajes, mis patas veloces les seguían, y un aullido nació de lo más hondo de mi corazón.
La estruendosa melodía de mi móvil me sobresalto y con un ágil salto caí de la cama a cuatro patas, cogí el teléfono aun con un sensación rara por todo el cuerpo.
"¿Un mensaje?" mire la hora que marcaba el móvil, las 3:30 de la madrugada."¡¿Quién coño me llama a estas horas?" Teclee entre furiosa y adormilada y abrí el mensaje.
"Ambrosine, necesito ayuda, ¿Puedes venir? Estoy en la plaza. Karen"
Agudicé mis sentidos al máximo. La tele estaba apagada, mi madre dormía. Cogí mi maleta-bolso, una sudadera y mi Walkman, me calcé las botas y con el máximo sigilo, salí a hurtadillas de mi casa.
Cuando salí al frío del exterior, me coloqué los cascos, y me encasquete la capucha de mi sudadera. Salir a esas horas de la noche en este barrio mío era muy peligroso, pero Karen me pedía ayuda, ¿Qué pedía hacer si no?
Mire a todos lados antes de dar un paso, me había sentido observada durante todo el camino a casa, y ahora esa extraña sensación venia conmigo, era extraño pero cada poco tiempo siempre sentía lo mismo. Al no ver nada hice caso omiso a esa sensación, como ya había aprendido a hacer con el tiempo y corrí hacia la plaza haciendo sonar mis botas contra el asfalto.
Una sonrisa de autosatisfacción apareció en mi rostro cuando recordé, tras una canción, la pelea que había tenido esa mañana. Al maldito novio de Karen, Mike, se le estaba yendo la mano con ella, como era normal, no pude evitar mi instinto protector y me eche contra él, le pateé bien el culo, el chico sabia que yo protegería a Karen pero no pensaba que seria tan directa ni que una chica pudiera con él, después de todo no me había ganado el mote de "Gran Pantera" por nada.
"¡Quizás por eso Karen necesitaba mi ayuda!" Aligeré el paso mientras murmuraba entre dientes unos buenos insultos para Mike, sintiéndome culpable de mi maldita falta de razocinio, primero actuaba y luego sufría las consecuencias, debía pensar, por que no era solo mi seguridad la que estaba en juego.
Cuando llegue, estaba sin respiración, mire a la plaza, mientras me quitaba los cascos, y allí estaba Karen, sentada en un banco, tenia la cabeza gacha, con la melena color paja cubriendo su rostro.
Despacio me senté a su lado, apagando el walkman. Mi mano se poso en su barbilla con extrema delicadeza, y alce su rostro sabiendo que lo iba a ver no me gustaría, y lo que vi no me gusto nada. Su cara estaba deformada, hinchada, morada. Las lágrimas caían de sus ojos color caramelo.
-Lo siento Sine…. –empezó a sollozar y a temblar como una hoja- ellos me obligaron…
De repente me percaté de la presencia de ellos. Mike, y su pandilla.
-No te preocupes Karen… -le sonreí, locánica, sin darle la menor importancia al grupo, ni lo que significaba- ¿Recuerdas lo que te prometí? –Comente señalando una pulsera de hilos que había en mi muñeca derecha- No te preocupes… -Me levante pesadamente, las cadenas chocaron entre ellas, su sonido acompañó mi movimiento- La "Gran Pantera" se encarga de esto.
Mike torció la boca en un gesto que pretendía ser malicioso, parecía que de un momento a otro se iba a relamer. El avanzó hacia a mi, mientras los demás se quedaban a unos pasos detrás de su cabecilla, me miraban con ojos ávidos, desnudándome con rayos x. Como los odiaba.
-Parece que la pequeña panterita ha picado en la trampa, para que digan después que los felinos son animales inteligentes- se río como si hubiese echo un buen chiste, los demás también rieron.
-Y parece que a los de tu especie le gustan las palizas. –Gruñí.- lo que me extraña es por que no estas en peligro de extinción, será que la estupidez viene acompañada de la suerte.
El crispó el rostro, pero se tranquilizo, sabiendo que tenía todas las cartas a su favor.
-No olvides de que estoy acompañado también de siete buenas razones para que tengas miedo –sonrío señalando a sus compañeros, chasqueó los dedos y los siete se abalanzaron sobre mí.
Lo único que recuerdo es que fue todo muy rápido, aparté a Karen de un empujón, impidiendo que le hicieran mas daño, desgraciadamente cayó al suelo después de dar dos torpes pasos. Lo primero que sentí fue un golpe en el estomago que me dejó sin respiración. Karen me miraba desde el suelo con un par de ojos amoratados de color caramelo llenos de lágrimas. Con desesperación y rapidez barrí el suelo con mis pies, dos cayeron al suelo con ruidos sordos, pero los cuatro restantes saltaron sobre mí. Caímos al suelo, mordí, arañe, pataleé. En un momento me descubrí con la dentadura en la carne del cuello de uno. El chico gritó, su pelo rubio se me metió por los ojos, pero no solté la presa, los demás intentaron que lo dejara, me pegaban patadas en las costillas, intentaban provocarme dolor para que abriera la boca, pero yo no lo soltaba. Entonces desesperados, escuchando los gritos de su compañero intentaron separarnos mediante la fuerza. De repente sentí el sabor de la sangre en mi boca y como la carne se desprendía del cuello. Un chillido de dolor retumbo por toda la plaza. Por fin consiguieron apartarlo de mi boca, pero le faltaba un trozo de cuello y la sangre manaba de él en cantidades preocupantes.
Escupí la carne, y luego los miré con un brillo en los ojos.
Sonreí. Sonreí mostrando mis dientes y mi cara llena de sangre. Algunos retrocedieron, asustados, otros simplemente se quedaron en el sitio sin saber que hacer. Karen lloraba. En ese momento la mire, ¿La estaría asustando a ella también?
-¡No puede con todos! ¡Cogedla! –Mike gritó mientras movía en círculos una cadena.
Los demás miraron a su colega, en el suelo, desangrándose.
-¡Moveos!
A mi me daba vueltas todo, aunque no lo demostrara… me dolía todo. Mike me miró, parecía indeciso pero recordó la cadena que tenia entre las manos y se adelantó.
-Vas a morir esta noche zorra- Levantó la cadena y la estrelló contra mis piernas.
Un grito de dolor pugnó por salir de mi boca, no había podido esquivar el golpe, haberme movido había resultado peor, me había roto el tobillo. Los demás parecían mas valientes, mas decididos al ver que casi no podía moverme. Pero había algo que seguía intranquilizándoles, mi sonrisa.
Mi cuerpo ya se había acostumbrado al dolor. En mis escasos 14 años de vida ya había visitado el hospital más que cualquier otra persona.
Escuché una vez más unos gimoteos a unos metros. Karen sabia lo que iba a pasar, sabia que yo no podía contra siete hombres, sabia que ella era la siguiente, sabia que nunca mas volvería a reír, a ir al instituto, a ser feliz, sabia que íbamos a morir.
-Karen… no llores… tranquila…
-¡¿Te preocupas de esa zorra! –Destelló una vez más la cadena contra mis costillas, apreté los dientes y ahogue un pequeño grito en lo más profundo de mi garganta.
Mientras sufría en silencio Mike se montó sobre mí, los ojos le brillaban como a un maniaco, la baba se le resbalaba por una de las comisuras del labio. Con rudeza, tiró de mis pantalones, yo me removí y conseguí soltarme un brazo, con un grito de furia, casi un rugido, estampe mi mano como si de una garra se tratara en su rostro, dejándole tres marcas sangrantes en la mejilla.
Los demás ya no tenían miedo, me sujetaron, deseosos de que llegara su turno. De vez en cuando me golpeaban o lamían mi piel. Me encontraba atrapada entre seis cuerpos masculinos, atrapada contra el suelo, desnuda y rota, las fuerzas me abandonaron, con la frustración dibujada en mi rostro, sabiendo lo que iba a pasar.
"Adiós vida, adiós" fue mi último pensamiento de despedida "lo siento Karen…. Lo siento mama… no he sido lo suficientemente fuerte" la sonrisa no desaprecio, o al menos eso creía yo, ya no sentía mi cuerpo y las formas que había a mi alrededor se desdibujan con rapidez "Adiós…"
"Adiós…"
