Deseo
"Vivir. Sufrir. Sentir. Desear."

Todo a lo que un monstruo no podía llegar a aspirar. Noche tras
noche. Muerte tras muerte, el monstruo debe estar condenado
a volver entre los vivos. Volver a ser el lobo vestido de piel de
oveja. Ver como esos mortales viven, sufren, sienten y desean. Y
lo peor de todo, es esa cruel ironía de la naturaleza, el monstruo
sufre por no poder sufrir, o mejor dicho, cree sufrir por su falta de
sentimientos.

Que divertida resulta la humanidad.

Bestia y humano conviven en el mismo cuerpo. Nos aferramos
a lo que éramos sabiendo que ya no lo somos, sabiendo que
ahora, somos los monstruos que nos aterraban en las noches
de oscuridad absoluta, y por saber lo que somos, estamos más
asustados que nunca.

¿Y realmente que significa ser un monstruo? ¿Y realmente que
significar ser humano?

Míralos, tanteándose y olisqueándose como perros, no hacia
mucho tiempo yo era como ellos, llevados por el impulso, el deseo,
como las bestias que son. ¿Soy mas humana que ellos?

Si ahora me reuniera con la presa, nadie notaria la diferencia.
Me desearían, intentando impresionarme, intentando que los eligiera,
sin saber, que lo único que hacían era estar aun más cerca
de su depredador.

Soy un monstruo, no lo niego. Soy un monstruo y me encanta
serlo. Disfruto con mi papel, no siento miedo de ser lo que soy.
"Ven muchacha", le susurro a una de la ovejas desde donde no
puede escucharme, y siento el deseo de mostrarle el terror, de
alimentarme de ella, de ser el monstruo que soy.

La joven posa su mirada en mí. La miro con una sonrisa en mis
rojos y carnosos labios de bello monstruo, invitándola a acercarse.
Parece dudar, da un paso hacia mí, pero en el último instante
una mano la sujeta y la obligan a apartar su atención de mi
petición.

"Oh… que desilusión", susurré aun con la sonrisa imperturbable
en el rostro, pero el brillo de mis ojos se había perdido tras mis
pestañas desilusionadas.

Desear. Creo que aunque no seamos humanos, es algo que se
nos da muy bien.

Aburrida ya, caminé alejándome de allí. Unos pasos sonaron
para mi más diáfanos que los demás. Sonreí aun más, y mis
párpados volvieron a mostrar el brillo que había escondido la
decepción, y antes de que me llamaran me di la vuelta y clavé
mis ojos en los de la muchacha.

Le extendí mi mano, ofreciéndole algo que ni ella era capaz de
adivinar. La muchacha aceptó con una sonrisa en su ovalado e
inocente rostro.

"Perfecto…" susurré, me agaché hasta que mis labios casi rozaron
su oreja "Te voy a enseñar muchas cosas, pequeña".Y sin más la conduje fuera. Fuera de algo más que un edificio.

Los monstruos también deseamos.