Nota:Al principio esto va a parecer algo triste, pero les aseguro que cambiará, lo quería hacer un oneshot laargo, pero decidí que es mejor para mi y para los lectores que lo vaya desarrollando en varios capítulos cortos para darle una continuidad y ritmo a cada unidad de acción. Desde ya gracias por leer y comentar, quienes lo hacen.
1. A veces el destino de tus lagrimas asciende
Luego del Funeral, la residencia de los Kaburagi quedó en el más absoluto silencio y soledad. En Muramasa no era tan extraño, pero en Kaede y Kotetsu el silencio era un estado tan antinatural como una enfermedad. Barnaby lo sabía, pero también podría identificarse con ellos y comprender que en un momento como ese no había nada que decir. Ambos habían perdido a una madre, Anju Kaburagi había sido una madre también para Kaede. Muramasa sacó del envoltorio la foto que había mandado a enmarcar y la puso en el altar familiar, junto a Tomoe. Kaede dio una mirada rápida al mesón donde una luz de vela bailaba frente a su madre y su abuela y se fue a su habitación. Esta vez Kotetsu no hizo amago de seguirla, parecía comprender la necesidad de sufrir solo. Estaba comenzando a sentirla a menudo.
Solo que nunca estaba solo, Barnaby se había convertido en su sombra. Siempre atrás, adelante, a su lado, a una distancia suficiente para no ahogarle, pero también cerca, recordándole su presencia.
-¿A qué hora se van? - preguntó Muramasa cuando se vio con el amigo de su hermano a solas en la cocina.
-Mañana por la mañana, no sé si sea lo más conveniente, pero Kotetsu...
-Es lo mejor, no creo que sea bueno que ellos estén aquí por ahora
– Fue sorpresivo
-Pero no inesperado– contestó el mayor de los Kaburagi – ella trabajaba mucho, tenía problemas desde antes, su presión no estaba bien, debí estar ahí...
-Nadie tiene la culpa – le interrumpió Barnaby - tú estabas trabajando, Kaede en clases, Kotetsu salvando gente, estoy segura que ella pensaba igual que yo.
Había sido repentino. Una mañana que Aiju estaba sola arando tuvo una fatiga y entró a la casa, vino un accidente cardiovascular, estaba sola y no pudo estabilizarse a tiempo. Cuando Muramasa la encontró a la hora de almuerzo ya era tarde. Inmediatamente llamó al hospital, a Kotetsu y luego a la escuela. Cuando Kaede llegó acompañada de su maestra los trámites importantes habían sido hechos, muchas personas del pueblo habían ido a ayudar con el velorio y horas después, Kotetsu y Barnaby entraron.
Cuando la identidad secreta de Kotetsu dejó de serlo, la gente del pueblo había planificado invitarlo, a él y su compañero y hacer un festival en su honor, recibirlos como héroes, como hijos ilustres. Tal vez Barnaby no había nacido allí, pero no importaba. En ese momento entraron sin gloria, Kotetsu de cabeza gacha, Barnaby estoico como nunca se dejaba ver en público.
Kaede al ver a su padre, corrió a abrazarlo, si hubiese sido una situación normal tal vez hubiese podido reparar que su héroe favorito estaba en su casa de visita. En una circunstancia más alegre tal vez hubiese sido relevante. En este contexto Barnaby no era visita ni venía acomodarse y ser atendido; lejos de eso, se hizo cargo del resto del velorio, la comida, de dirigir los funerales y de mediar la conversación de su amigo con su hija. Ella no había puesto resistencia ante la idea de irse con ellos a Sternville, no estaba de ánimo de pelear y tampoco quería estar en esa casa llena de recuerdos.
-¿Seguro que estarás bien solo?, Kotetsu tiene espacio suficiente en su departamento para alojarlos a los dos – preguntó Barnaby al hermano mayor de su compañero.
-No se trata de eso- adujo Muramasa – tampoco se trata de la licorería, sino de seguir con el curso natural de las cosas, Kaede debe estar con su padre, yo debo seguir con mi vida, ustedes con la suya, no significa que nos vayamos apartar para siempre, es solo que si no volvemos a la normalidad rápido...
-... las cosas nunca van a aceptarse
-Exacto y debemos resignarnos, de una vez...
Kotetsu alcanzó a oír algo de eso, y pensó que una vez más su heroísmo en esa situación resultaba inútil; como cuando Tomoe estaba enferma. Pero aún podía hacer algo por Kaede. Se llenó de ánimo y subió al segundo piso. Tal vez ahora ella no se negaría a aceptar un abrazo o la simple compañía de su papá.
Seguro necesitaría ayuda para hacer las maletas.
