Aclaración, los personajes y algunas locaciones son propiedad de Hajime Isayama. La historia a continuación es de mi autoría hecha sin fines de lucro.
El capitulo contiene: Erehisu (Eren x Chrsita) | Ereri (Eren x Levi) | Slash, B. L. (chico x chico) | Situaciones inspiradas tenuemente en acontecimientos actuales del manga original, disculpen si se llegan a hacer spoiler
Capitulo I.
Behind the Stage
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− Muy bien, Eren. Ahora inclina un poco la cabeza. ¡Eso es! Hombre, que guapo.
El reflejo de las luces de la cámara frente a él, segaban sus ojos por segundos; la maldición de tener ojos claros era ser siempre débil ante las luces. Se maldecía en silencio el no haber traído sus lentes de sol que había llevado consigo cada día al trabajo, y que ahora, por culpa de su cretina pareja, no había llevado.
− Ilse, creo que es mejor tomar un descanso −sugirió la manager de Eren, una pequeña rubia de voz seria que hace paralizar a cualquier entusiasta.
− ¿Eh? Apenas hemos empezado −habló, la fotógrafa de la revista juvenil del momento, con un tono de desilusión en sus palabras.
− No te preocupes, Ilse −Eren habló con voz seductora, sonriendo a una colorada fotógrafa−. Ya continuaremos luego−. Le guiñó el ojo y ella dio brinquitos mientras caminaba hacia su colega.
Eren, quien se mantenía al margen con una sonrisa ante las cámaras, mostró la cara de fatiga que escondía por un momento, mientras hacía sombra con su antebrazo sobre sus ojos agotados. Ilse no lo notó, tan ocupada estaba con su cámara seleccionando las mejores fotos que paso por alto el aura somnolienta del joven.
− Eren, ¿te sientes bien? −preguntó entonces su manager, una vez estando sentados lejos de la fotógrafa y su equipo. Sirvió una taza de café, tan grande que era necesario llevarlo con sus dos manos, y lo dejó frente a un pensativo chico de ojos verdes−, esa cara deprimente arruinará tus fotos, tienes suerte de que esa chica sea tan despistada. Pero yo lo he notado.
Eren, suspiró, peinó su cabello achocolatado con ambas manos, mandándolo todo hacia atrás, despejando su frente y los ojos exóticos heredados por su padre.
− He peleado con Christa−musitó, acariciando la taza para llenar de su calor sus fríos y adoloridos dedos.
Christa era su pareja desde hacía un año y medio, Eren le conoció poco después de saltar a la fama con su banda, ella era una idol parte del grupo que acompañaba la presentación de apertura de su concierto. Se conocieron en la fiesta que aconteció al terminar el concierto, salieron un par de ocasiones y el carisma y dulzura de la misma lo atraparon. Sin embargo, ya llevando cinco meses viviendo juntos, la queridísima Christa sacó su verdadera identidad como la diva que es.
− Oh −dijo sin sorpresa la rubia, llevando un cabello suelto de la nuca a la perfecta coleta tan característica de ella. Ya conocía de sobra a Christa Lenz, o Historia Reiss como se llamaba realmente, una chica tan bella como impertinente.
− Si, pero fue mi culpa, así que terminando esto iré a disculparme.
− ¿Disculparte? −cuestionó, sorprendida. Hacia cuanto que Eren pasaba esto y aquello con Christa, ¿en serio iba a seguir con lo mismo más tiempo? −Ah, es tu vida −sentenció al final, con un suspiro cansado−, solo espero y no hagas nada estúpido.
− ¿Ah? Tampoco fue para tanto.
− No hablaba de eso −comentó, desviando la mirada de Eren, quien la veía consternado−. Debemos trabajar, una media hora más y nos vamos.
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− ¡Muchas gracias por su trabajo!
Eren caminaba apresurado tan pronto todos se despidieron. Annie, sosegada, le seguía desde atrás, leyendo y releyendo la agenda del día siguiente para poder recordarle a Eren a qué hora debía estar en la agencia mañana.
− Vamos Annie, que lenta −exclamó Eren, apoyado en el auto que le llevaría a casa.
− Tranquilo, titan. Solo leía tu agenda… ¿Qué haces? −Eren le había tendido su cara más mona, juntando las manos en suplica.
− Vamos, dejame conducir esta vez −suplicó.
− No. Y quita esa estúpida expresión de tu rostro, no soy una de tus locas fanáticas.
− Bien −suspiró, hastiado−. ¿Cuál es el siguiente trabajo?
− Ninguno, tienes libre hasta dentro de dos días.
Eren subió al carro, dando un suave portazo aun con la cara atontada por la noticia. Un descanso al fin después de dos meses de arduo trabajo. Annie también estaba contenta, pero no lo mostraba más que con una mirada relajada descongelando sus gélidos ojos azules.
− ¿Qué hay de los otros? −preguntó Eren, ansioso por saber si sus compañeros de grupo estaban con la misma suerte. Annie, por el retrovisor, lo observó, Eren estaba de mejor humor que antes.
− Armin tiene el día libre, pero prefirió ir con sus amigos de la preparatoria a su pueblo.
− ¡Ah! Mi corista me engaña con pueblerinos −chilló falsamente.
− Debo recordarte, querida celebridad, que de ese pueblo salió tu jodido trasero −Eren solo se echó a reír. Annie suspiró y siguió manejando−. Bertholdt debía practicar la percusión hasta que se le cayeran los brazos porque ha estado holgazaneando en los ensayos grupales.
− Lo traes con la correa apretada, ¿eh? −bromeó Eren, sabiendo que su amigo moría por ella.
− Púdrete −tajó, echando a andar el auto por la carretera−. Y Jean… ah, no sé si sea seguro contarlo −se vieron por el retrovisor, casi, casi a propósito para tentar la curiosidad de Eren.
El carro viró por la avenida y Eren se acercó al asiento de Annie, completamente expectante. Annie sonrió de lado.
− ¿Qué pasa con Jean? ¿Al fin necesitaremos otro bajista?
− Eh… no.
− ¿Entonces?
− Él hizo sus fotos en la mañana, poco antes que tú. Después de eso llamó a Shinganshina −el pueblo de Eren, que también era hogar del resto del grupo−, y viajó allá con Armin −Eren sonrió, travieso. Annie le dio un codazo en la frente en cuanto pudo −. No me refiero a eso, idiota. Fue a ver a tu hermana.
− ¿Qué? −exclamó, molesto−. ¡Ese hijo de…!
− Eren, cuida esa garganta, recuerda que en tres meses tienes tu presentación con No Name. Al señor Pixis no le gustaría que su estrella se arruinará, mucho menos cuando consiguió que la agencia rival hiciera equipo con nosotros.
No Name era el grupo de música alternativa del momento. Hacía más de cuatro años que permanecían en el anonimato, viniendo de una agencia independiente que también dio un gran salto gracias a su trio de oro, porque si, No Name solo tenía tres integrantes "conocidos" −si es que se le puede llamar conocido a un enmascarado. Con M en la batería, H en la guitarra y L en la vocalización. L era el más popular y controversial de los tres, pues siempre se la pasaba con la fachada del tipo rudo y grosero contraria a su apariencia formal y tranquila.
Eren los admiraba desde entonces y se sintió inspirado para dejar de cantar pop individualmente y convencer a su vieja banda de preparatoria para arrasar con Stohess, teniendo éxito después de algunos tropiezos. Su amigo de la infancia Armin como su guitarrista. Su rival de toda la vida, Jean como bajista y −realmente− segunda voz. Y Connie, su gran compañero de aventuras en la batería, aunque desafortunadamente este se casó hace once meses y dejó la banda, tuvieron que buscar a alguien más y así llegó Bertholdt a sus vidas.
El auto al fin llegó a su destino y Annie hizo bajar a Eren antes de que explotara en su pequeño Nissan. Camino a su piso, dentro del ascensor, Eren mandó un mensaje de texto muy salvaje a su amigo-enemigo:
«Eren J. 4:47 p. m.
Jean, maldito hijueputa, en cuanto llegues te golpearé tan fuerte que te arreglaré la maldita cara».
− No puedo descansar, maldito Jean estará en mi casa con mi hermana. Y en pocos meses haremos colaboración con No Name −pensó en voz alta, casi chillando de la emoción-frustración−. Christie, ya llegué.
− ¡Eren!
Un fuerte timbrazo se escuchó dentro de la cabeza de Eren y sus ojos despedían un vacío inquietante que dejaba helado al sujeto que se desprendía aterrorizado de la pequeña rubia que estaba tirada en el centro de mesa.
− P-puedo explicarlo… −tartamudeó el sujeto. Empero Eren no escuchó, solo oía el timbre agudo en su mente y algún que otro sonido ahogado cuando su puño se desgastaba en la cara mallugada del tipo.
− ¡Ya basta! − protestaba su novia, intentando sujetar a la fiera que había soltado.
− ¡Quitate! Maldita traidora −un gritó sofocado salió desprendido de su garganta, aun así, no tuvo el valor para hacerle algún daño a la chica, no era esa clase de hombre. Solo se apartó del sujeto que respiraba aturdido por la boca ya que, tenía la nariz rota y batida de sangre.
− Largate de mi casa o llamo a la policía, Eren −clamó la muchacha, completamente furiosa. Eren estaba atónito, esa era su casa y ella lo estaba echando. ¿Qué demonios?
− ¿Qué? −preguntó Eren, a punto de reír −. ¿Tu casa? Bien. Carajo. Bien. ¡Está perfecto! QUEDÁTELA. Zorra de mier/
Después de que Christa le hubiera abofeteado, partió lleno de frustración hasta el único lugar donde lo recibirían como uno más de la familia.
− ¡Eren! Que alegría −clamó una hermosa mujer de melena ondulada y negra, abrazándolo con fervor.
− ¿Qué tal están? ¿Y mi hermano? −preguntó, impaciente y su cuñada supo entonces que había pasado algo malo.
− En su estudio, adelante, pasa.
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− Eren, te dije que Christa era de ese tipo de mujeres −suspiró, su hermano mayor, Zeke. Mas bien medio hermano, parte del primer matrimonio de su padre. A diferencia de Eren quien era más parecido a su progenitor, Zeke era rubio como su difunta madre y de la misma forma, tenía unos intelectuales ojos dorados.
− Creí que conmigo sería diferente −quiso llorar al confesar aquello−. Creí que podría ser algo bueno para ambos, pero veo que no −. Le pesaba la lengua y es que hacía más de cuatro horas que llegó y nada más había bebido cervezas con Zeke. Se sentía fatigado, estresado y, sobre todo, adolorido. Sus ojos ardían de las lágrimas retenidas y su garganta quemaba del nudo sostenido. De pronto, mientras veía el bate de beisbol que tenía su hermano como pieza decorativa en su estudio, una idea salvaje cruzó su ebria cabeza−. ¿Y ese bate? ¿Es de Falco? −preguntó con interés.
Zeke volteó a ver, y con una sonrisa relató que era un premio obtenido en la universidad por ser un beisbolista excepcional durante su juventud.
− Aunque era mejor pícher que bateador. ¿Jugaste alguna vez?
− En primer año de preparatoria, yo si era un excelente bateador −comentó, con una escalofriante sonrisa.
− No hagas nada estúpido, ya no eres un mocoso −advirtió su hermano.
Sin embargo, con la testosterona y el alcohol a flor de piel, no pudo evitar actuar como un mocoso. Tomando el bate de acero que su sobrino usaba para practicar, llegó de vuelta hasta su departamento. Christa había roto su corazón, ahora Eren le rompería algo de igual valor para ella: su Audi carmesí.
− Esto… es… por… mi… mesa −con cada palabra, cada golpe acertado en el pobre coche que chillaba despertando a quien quiera que dormía a esa hora de la noche−. Maldita sea Lenz −aullaba, lanzando el bate hasta atravesar el parabrisas−. ¡Que bestia eres, mujer! Hacerle algo así… al auto que tu padre te regaló −. Tiró los retrovisores de un golpe limpió cada uno y entonces, una chica gritando se acercó al eufórico joven.
− ¡Carajo, Eren!
− Oh, signora, buonasera −habló galante, haciendo una reverencia con el bate en manos−, scusi la he levantado. Mi scusi.
− ¡¿Qué mierda te pasa?! −crispó ella, dando golpes al pecho al alto hombre frente a sí.
−Venga, no hay porqué ser tan groseros.
Eren seguía con su monologo, molestando e insultando con cortesía a Christa. Hasta que un oficial intervino, alarmado por un vecino de la rota pareja, no fueron gentiles con el pretencioso cantante quien solo se mantenía a la defensiva, hasta que finalmente sometido contra el capo del carro destrozado, otros dos oficiales lo retuvieron y al ver que estaba ebrio lo arrestaron.
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− Buenos días, princesa, vinieron por ti.
Eren salió de mala gana del lugar, con un feo moretón en la boca y una jaqueca de los mil infiernos. Afuera le esperaba un carro y un tumulto de paparazis que desde que se supo de su arresto, hicieron de todo para averiguar por qué razón sucedió, hasta dieron con su departamento, hostigando a Christa. Esta solo aprovecho la atención para dejar en mal a Eren quien era ahora tachado de violento por la prensa.
Annie le veía desde su asiento, él estaba mugroso y apestaba a cerveza. Ella había sido tan afectada como Eren en la agencia, así que, al verle, solo pudo regalarle una cara de decepción.
− Ann… −suplicó, intentando hablarle.
− Debemos irnos, este lugar es horrible.
En carretera abierta, mirando los edificios, Eren pensaba y desmenuzaba los sucesos de anoche, puesto que apenas recordaba algo. Se sentía avergonzado por no hacerle caso a Annie ni a su hermano. Había hecho una estupidez. Annie no le dirigió palabra en todo el camino, uno muy largo que extrañó a Eren, en especial al ver que los edificios se veían a lo lejos.
− Ann, ¿a qué hora llegaremos?
− Pronto.
− Creí que iríamos a la agencia.
− Pixis no quiere saber nada de ti −confesó, angustiada.
Eren estaba atónito, ¿se había acabado? ¿Hasta ahí llego todo para él? No pudo evitar sentirse al borde del llanto.
− O eso dijo −terminó de decir, mirándolo por el retrovisor como los ojos de Eren se humedecían− ¿recuerdas que tu próxima presentación será en Rose? Estarás ahí antes que todos, en parte para esconderte de los medios y en parte para que te relajes. Pixis está furioso, claro, sin embargo…
− El show debe continuar.
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Llegando al aeropuerto vecino, Eren se había escondido bien bajo una gorra oscura y sus clásicos lentes de sol que, gracias a Annie, recuperó de las garras de su maldita exnovia que ahora debía estar ocupada con el abogado de Eren para sacarla de su departamento. Ante la imagen de ello, Eren sonrió como nunca.
Después de recoger su única maleta, pasó a marcharse de ahí para encontrarse con el chofer que lo llevaría a su hogar temporal. Y ahí estaba, un sujeto tan alto como Bertholdt, de casi dos metros con un letrero minúsculo que decía en grande su nombre. Algunos curiosos se sorprendían un poco por ello y Eren solo podía mirar con odio al sujeto, ¿Cómo se atrevía a hacer eso? Costó mucho hacerlo desaparecer de Stohess y este sujeto le jodería su llegada de incognito a Rose.
− Hey −susurró él al acercarse por detrás al tipo−, ¿Qué mierda haces? ¿quieres que te despidan? −Pero le ignoró−. Carajo, soy yo, Eren Jaeger −se quitó los lentes por un segundo y el grandulón dio un respingo.
−Señor, lo siento mucho.
Afuera, en las calles pintorescas de la ciudad, comparada a la fría y moderna de Stohess, adornos de flores de vistosos y cálidos colores adornaban las casas y edificios. Las personas, llenas de alegría, pasaban bailando en caravana en la plaza central de la ciudad, donde el auto de Eren rodeó para ir al hotel. Eren, maravillado, se pegó al vidrio para observar de cerca como niños y adultos cantaban y bailaban descalzos al son de un ukelele y trompetas en la plaza.
− ¿Qué es esto? −preguntó curioso, con los ojos brillándole de tanta belleza.
− Es el carnaval de la cosecha, se hace cada año. ¿Nunca había estado en Rose?
− No, es la primera vez que vengo tan al sur del país.
− Ja, ja… llegó en pleno carnaval, que afortunado.
Se detuvieron cerca de las zonas suburbanas del distrito Trost, donde los esperaba una posada de estilo colonial que, contrario a sus vecinos, era de un austero color gris. Con unas marchitas flores en cada balcón, cayendo como cascadas negras, esa posada era la pieza perfecta para una buena película de horror contemporánea.
−Este lugar, da mala pinta −admitió, sin cuidado. Viendo desde el auto aquel lugar bello y misterioso.
− ¿Qué esperaba? ¿Un pent-house en el centro de Trost? Ni hablar, el señor Pixis dijo que necesitaba algo discreto. Solo pasé, diga el nombre de Pixis y le darán su habitación. Diviértase, pasaré por usted en tres días, cuando el resto del grupo este aquí para su presentación.
− ¿Me dejará aquí sin más?
− Lo siento.
El carro echó a andar, dejando a Eren con su maleta en la acera frente a la posada. Arrugó la frente y al fin se animó a entrar. El lugar era igual de bonito que afuera, pero sin perder su estilo lúgubre y misterioso que hacía retorcer el interior de Eren. Se acercó a un pequeño mostrador de madera negra, donde una muchacha le recibió con una sonrisa falsa, Eren, bien cubierto por sus gafas, le pidió la habitación que Pixis había encargado.
− Tercer piso, habitación número 5.
No pudo evitar sentir un pinchazo al ver a la recepcionista, le recordaba de algún modo a su exnovia.
− Gracias.
«Tercer piso sin ascensor, aquí vamos», pensó Eren, subiendo las viejas escaleras con los hombros cansados. Se sentía abatido, con todo lo sucedido, lo único que lo mantenía contento era su concierto con No Name, pensar en ello incluso lo hacía sonreír. Quizá tendría chances de disfrutar el carnaval en estos días y quizás conocer a alguien que le haga olvidar a Christa y su falsa sonrisa.
Al llegar al tercer piso, deseaba con ansias una ducha caliente y una cama limpia y grande. Necesitaba dormir y tal vez mañana iría al peluquero, su cabello estaba muy largo, aun así, a Ilse le gustaba, decía que le daba un look más rockero.
− ¿Ilse saldrá con alguien? No, con gente del trabajo no −se reprendió.
Entró a la habitación y se encontró con un bonito lugar, con una sala adornada con dos sofás y bonitos muebles de madera dándole más apariencia de cabaña americana que de un hotel de porte francés. Había dos habitaciones y en medio un baño, eso le agradó, que fuera grande. Tiró su maleta y dejó las gafas en una mesa. Se sentía tan tenso.
− Hey, ¿Qué mierda haces aquí? −bramó una voz a su espalda. Eren se volvió, sorprendido.
Era otro joven, más bajo en comparación de Eren. Tenía una penetrante mirada que hacía a Eren hormiguear el estómago. Se sentía expuesto.
− Yo… esta es mi habitación, la reservé antes de venir −logró decir, sin sus gafas se sentía plenamente desnudo ante el extraño, especialmente si no paraba de verle como si le conociera de algún lado, o esa impresión le daba a Eren.
− Imposible −gruñó, cruzándose de brazos−. Yo ya la había pedido antes.
Se miraron por un largo segundo, más bien él a Eren, directo a sus extraños e inusuales ojos verdes. Y Eren, viéndole el tatuaje del antebrazo, se leía claramente la palabra "Chel" envuelto entre humo y plumas de tinta. Después de ello, el extraño reaccionó, desviando sus agudos ojos azules de los verdes, andando con fiereza hasta la salida.
− ¡Hey! ¿A dónde vas? −preguntó Eren, atolondrado.
− A la recepción, esa idiota debió confundir nuestras habitaciones −estaba realmente molesto.
Eren se quedó estático, sin saber qué hacer. Realmente estaba muy agotado por todo lo que pasó, ¿ahora esto? Ah, lo mejor sería no entrometerse y ver que sucedía, o eso pensaba. Y lo hizo, se quedó en la sala, curioseando por todo el lugar, viendo retratos y pinturas, hasta que se encontró con una guitarra colgada en la pared. La tomó con suavidad entre sus manos, y acarició, con la misma delicadeza, las cuerdas tensas. Para su desgracia, tan amarga como su semana, las melodías eran arrítmicas y acidas, haciéndole apretar los dientes.
− Afinala −dijo una suave voz, sorprendiéndolo de nuevo.
− Eso iba a hacer −protestó, estaba harto de que siempre le fueran a dar mini infartos, ¿Por qué no avisaba de que estaba en la habitación? Que grosero era, pero él no sería de ese modo−. Lo siento, no quería hablarte así.
− La verdad es que me da igual.
Volteó a verle esperando decirle un montón de cosas, sin embargo, no lo hizo. Aquel joven traía unos lentes cubriendo sus ojos, se veía muy bien con ellos. Con la cara serena era realmente agradable, tenía una nariz respingada que le hacía ilusión a Eren, preguntándose ¿Cómo se sentirá tener esa nariz haciéndole cosquillas en el cuello?
− ¿Qué? −exclamó Eren, ruborizado, sorprendiendo a su compañero.
− ¿Qué de qué? −dijo él, con cautela.
− ¿Qué… te dijo la recepcionista? −se salvó, sonriendo por ello.
− La muy idiota de la recepción, confundió todas las reservaciones a distancia. Por el carnaval no tenemos opción que estar en la misma habitación −. Suspiró, pasando la mano por su lacio cabello negro.
− ¿Cómo mierda puedes estar tan tranquilo? −cuestionó, Eren estaba al borde de un ataque de ira, similar al que le llevo destrozar la cara del amante de su exnovia y después destrozarle el auto a la misma.
− Adáptate, no seas infantil. De todos modos, me preguntaba porque era tan grande el lugar −. Lo hizo retroceder, pasando de un empujón a lado suyo−. Puedes tomar la cama que esta al fondo, solo no me molestes con tus ruidos −señaló la guitarra haciendo una mueca.
Por un momento, Eren sintió que su padre hablaba, después de todo prefería que su hijo siguiera sus pasos y el de su hermano de ser médico, no un mugroso musico.
− No es ruido, ¡Es música! −clamó.
Levi sonrió, satírico.
− ¿A eso llamas música? Ni siquiera sabes afinar una maldita guitarra −. Oh, si supiera. Si supiera aquel tipo que está hablando con Eren Jaeger, el mejor guitarrista de su edad, solo superado por la guitarrista de No Name, H.
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Después de la ducha y dormir por un par de horas, Eren se levantó, hambriento. Salió de su habitación, mirando a todas partes y viendo que estaba oscuro todo a excepción de una pequeña lampara en la sala. Ahí, donde la luz cálida alumbraba un solo lado del sofá más grande, una figura pálida leía un montón de papeles que se sostenían débilmente por un clip. Con un pluma-fuente, seleccionaba, subrayaba y tachaba palabras y hasta oraciones completas y la facilidad con la que lo hacía, llamaba la atención de Eren que, sin querer, se acercó demasiado.
− ¿Pasa algo? −interrogó con voz ronca, haciendo sonreír a Eren. ¿Cómo es que su voz cambiaba de ese modo?
− Nunca me dijiste tu nombre, ¿eres escritor? −preguntó, fascinado por el brillo de la pluma, reflejo de la lampara.
− Tú no te presentaste, así que no me vengas con eso, ¿Cómo le diría mi nombre a un extraño que ni siquiera tiene el descaro de presentarse primero?
− Touché −sonrió, sentándose junto a él, en el sofá.
− Vous parlez français? (¿Hablas francés?)−dijo entonces, algo interesado en la respuesta de Eren.
Eren quedó boquiabierto por un momento, recobró de inmediato la compostura al ver que su interlocutor no bromeaba, aunque…
− Ya veo que no −dijo, burlón.
− Ah, e tu parli italiano? (¿Y tú hablas italiano?) −interrogó Jaeger, coqueto.
− Non tanto quanto te, ma se un po' almeno (No tanto como tú, pero sé un poco al menos) −Eren no pudo evitar sentirse satisfecho con eso.
− Eren −tendió él, con la mano dirigida al otro joven.
− Levi −recibió su apretón con firmeza.
− Levi, ¿quieres una cerveza? −el aludido alzo una ceja, Eren sintió que fue muy pronto para ello, quizá lo había arruinado.
− ¿Una cerveza? ¿No quieres una botella de vino, mi florentino amigo? −chistó, levantándose del sofá para ir a una de las muchas repisas de la habitación.
Eren echó a reír.
− Mi madre era veneciana. Yo no soy ni de Florencia, ni de Italia −confesó.
− Oh, que desilusión y también, que coincidencia. Mi madre era de Lyon, yo no soy ni de Marsella, ni de Francia −la sombra de una sonrisa asomo sus delgados labios, cautivando a Eren quien no paraba de verle moverse para abrir una botella de vino tinto.
¿Qué clase de escena era esa? Dos extraños en un mismo piso compartiendo dos tazas −porque no había copas− de vino. Eso era raro, pero hacía tiempo que Eren no se divertía y al parecer, Levi tampoco. Los dos se habían sentado en el suelo a charlar, Levi había sido obligado a ir ahí por orden de su editor puesto que deseaba que se tomará inspiración de la pintoresca Trost y así regresar a escribir estando todo fresco.
− Y quizá también porque le escupí en la cara cuando me rechazo mi manuscrito anterior −tan tranquilo como alegré, se llevó la taza a la boca para rebosarla del rojizo líquido. Eren se carcajeaba de mientras, colorándose del esfuerzo.
− Yo paré a prisión −soltó entre risas, realmente Eren se embriagaba rápido.
− Oh, mierda. ¿Por qué? – preguntó, divertido.
− Mi ex, me engaño con otro.
− Auch.
− Y en mi propia casa.
− Joder. Creo que, si mi ex hubiese hecho eso, habría parado también a prisión.
− Si, pero eso es algo triste, mejor… mejor dime qué escribes −sugirió Eren, tomando las notas de Levi que estaban en la mesa para el café.
− Aún no es nada, solo un sucio borrador. A veces, desastres como ese, me hacen querer volver a mi ciudad natal y ser policía como mi tío me dijo que fuera.
Eren se quedó en silencio, quizá Levi lo decía jugando, pero en ese momento no pudo evitar sentirse tocado por sus palabras.
− Yo no – aseguró, con la mirada fija en sus ojos, todo rastro de diversión exterminada de ellos−. No importa que pase, sea lo que sea, sea a mí o a la gente que amo, nunca me arrepentiré de ser lo que soy, porque este es mi sueño y he hecho de todo para cumplirlo.
Quizá era el alcohol nublándole el juicio, pero la determinación en sus ojos, esos exóticos y fulminantes ojos verdes, le hacía estremecer.
− Nada mal −suspiró, acercándose más a Eren−. Nada… mal… −calló al pegar su boca con la contraria.
Primero, fue un beso forzado, con Levi sosteniendo la nuca del incrédulo de Eren, quien no cedía a su boca, incluso, intentando separarlo de sí. Pero su terquedad era tanta como la suya y terminó por abrirle paso a esa lengua traviesa que, con todo orgullo, acariciaba su boca y el interior de la misma. Sintiéndose presa de sus brazos que lo forzaban a continuar con algo que era nuevo para él.
− Ah... −un jadeo ahogado se escapó de su boca, junto con la saliva que escurría de sus bocas.
− Levi… ¿Qué mierda haces? −Eren estaba abrumado, se sentía completamente confundido, esta semana se iba cuesta abajo conforme avanzaban los días.
− No sé −y era verdad, Levi no tenía idea de qué hacía, solo se dejaba llevar−. Tócame −pidió con suavidad, aun con sus manos aferradas a la nuca de Eren.
− ¿Que?
− Tócame.
− ¡No! Carajo, eres un hombre, yo no… −lo volvió a besar, tan intenso como le fue posible, y sin mucho mérito, comenzó a tocarle desde la cintura.
− Más… −musitó, colocándose sobre Eren, besándole y viéndole a los ojos, esos brillantes ojos. El rubor en el rostro de Eren ascendía mientras más sentía a Levi rosarle la hombría −. Necesitamos más −acertó, avergonzando a Eren quien a toda costa quería desviar los ojos, pero Levi lo retenía.
− Yo… no sé…
− Todo estará bien −lo consolaba, besándole la frente−, confía en mí. Déjamelo a mí. Dámelo a mí −Eren se sintió sofocado al sentir esas palabras acariciarle el oído, y esa lengua jugarle la oreja.
− Ah… Yo no… no soy así… −jadeaba, apretando la cadera de Levi para contonearlo más sobre su miembro.
− Sch… −siseó, intentando callarlo de otro beso hondo.
Entrando en desesperación, Eren apartó a Levi de un empujón. Apoyándose con frustración de la mesa para el café. No quería verlo, pero algo lo obligaba a hacerlo incluso desde que lo vio al entrar en esta habitación.
Con el brazo, tiró al suelo todo lo que estaba sobre la mesa, la botella, las tazas y los escritos de Levi que se tiñeron de carmín. Levi se posó sobre ella, bocabajo lamiendo sus dedos, desesperadamente para poder lubricar su entrada anal que quedaba expuesta a Eren gracias al tirón que le dio para bajarle los pantalones. Este, con frustración liberaba su erección de la estorbosa ropa, masturbándose un par de veces hasta que Levi le dejará penetrarlo.
− ¡Ah! −sollozó Levi, apretando los puños del otro lado de la mesa.
Eren se mantenía cabizbajo, dando embestidas torpes, acostumbrándose a la extraña sensación de estar dentro de un hombre.
− ¿Por… qué? −gemía en lo bajo, apretando la cintura contraria para sentirlo más a fondo.
No se preguntaba por qué se torturaba de ese modo, se preguntaba por qué se sentía mejor con Levi que con cualquiera en su momento.
Uno, dos, tres y se sentía arder, le dolía, necesitaba sacarlo de una vez todo, así que bajó la mano para tocarse él mismo, mientras que Eren le seguía embistiendo, ahora más fuerte y más seguido.
− Mierda… −gruñó Eren, mordiendo la nuca pálida de Levi.
− Eso duele, suéltame… ca-carajo −intentó apartarlo con el brazo, pero la camisa deshecha le estorbaba, Eren la había arrancado para despejarle la espalda, rompiendo unos botones en el proceso.
− Tienes una espalda, muy hermosa… −cantoneó Jaeger, frotando la mejilla sobre sus omóplatos, le mordió con fuerza, haciéndole gritar. Apretó el borde de la mesa, lado a lado de los hombros de Levi, para embestir más profundo, sacándole gritos ahogados y gemidos suplicantes que lo prendían aún más−. Tienes una hermosa voz…
Levi se sintió descubierto un momento, y como pudo, cubrió su boca con su antebrazo. Eren se molestó un poco y le agarró de los codos.
− ¡N-no! Mierda… ah… −volvió a cantonear, con lágrimas brotando de sus ojos, su cuerpo se sintió tenso y más caliente que antes.
Con el pecho inquieto y las piernas temblando, jadeaba con la frente perlada del sudor. Se había corrido, seguido del titan a su espalda que no paraba de morderle la nuca.
Cuando había pasado el calor, ambos quedaron exhaustos uno junto al otro, Eren sentado en el suelo como al comienzo y Levi recostado sobre la mesa de madera, recobrando el aliento. Conteniendo las náuseas por sentir el caliente liquido escurrirle del trasero.
− Eren… yo/
No escuchó, Eren se levantó como pudo y echó a correr a su habitación, cerrando con seguro la puerta. No sabía que pasaría a partir de ese momento ni mucho menos tenía intenciones de averiguarlo; estaba confundido. Completamente desconcertado.
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Proximo:
Capítulo II.
Resistance
"¿Nuestro secreto está seguro esta noche?"
Espero que les haya gustado. Quiero aclarar que algunas cosas no se profundizaran demasiado, como es el caso de la relación de Eren con Christa-Historia, al menos hasta ahora. Como adivinarán este fic será un tanto musical, casi, casi songfic, comenzando con el siguiente capítulo. nun
Ya saben, duda: review.
\._./
¡Hasta la próxima!
.K
