Título: Persiguiendo un sueño
Rating: M+
Resumen: Una historia sobre la vida de Usuki Yūgao como mujer y como kunoichi ANBU.
Disclaimer: Naruto y compañía le pertenecen al Sr. Kishimoto, la historia, mi interpretación del mundo ANBU y los personajes originales son sólo míos. No gano dinero, sólo satisfacción personal.
Notas de autor: Este fic transcurre en el pasado, antes de mi historia "Bajo las cicatrices", por lo que los que la hayan leído encontrarán algunos personajes y situaciones familiares aunque son historias diferentes y se pueden leer por separado.
Primer advertencia: En esta historia quise plasmar las vivencias y sentimientos de una mujer ninja, es por ello que el rating es elevado, aunque no serán situaciones demasiado gráficas o explícitas, pero como siempre en lo que escribo con un toque de realismo y humor.
Segunda y última advertencia: adoro a Kakashi, por eso escribo tanto de él, si el personaje no te gusta, entonces no lo leas.
Persiguiendo un sueño
La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días. Ben Franklin
Capítulo 1: Aquí me llaman Lobo.
Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento.
Oscar Wilde
Uzuki Yūgao levantó la máscara y posó una rodilla en el suelo inclinando la cabeza. Una vez más había acudido al cementerio a platicar con sus fallecidos padres. Se sentía contenta, había conseguido pasar el último examen para pertenecer al escuadrón ANBU; ese mismo día por la mañana había hecho el juramento y Sandaime le había entregado su primera máscara sin distintivos, junto con un pergamino de asignación a una misión solitaria de escolta hasta una aldea vecina dentro del territorio del Fuego para un diplomático de Tsuchi.
–No debieras hacer eso –escuchó una suave voz de barítono.
–Y tú no debieras meter la nariz en asuntos que no te corresponden –dijo volviéndose, casi al momento se arrepintió de sus palabras, ante ella estaba parado un ANBU, la máscara firmemente puesta.
Le respondió una risa tan leve que por un momento creyó haberlo imaginado.
–Capitán... mis disculpas.
No lo conocía, pero sabía que esa máscara le pertenecía al capitán general del escuadrón ANBU. Sería presentada con él al día siguiente por la mañana cuando tuviera que reportarse al cuartel. Mala manera de conocerlo. Cubrió su rostro con la máscara y posó la mano en el pecho inclinando la cabeza.
–A pesar de la hora podrían identificarte.
Antes que pudiera reaccionar, él había desaparecido entre un remolino de hojas, movió la cabeza sonriendo, Sandaime le había advertido entre bromas que el comandante era singular. Como fuera ¿qué estaba él haciendo ahí? El sol se había escondido en el firmamento y la mayoría de los shinobi estaban, o regresando de misiones tardías o descansando del trabajo del día.
Ella prefería el vacío del panteón al inicio del anochecer, era el momento adecuado para dar rienda suelta a sus sentimientos sin miradas indiscretas que la cohibieran. Dejó atrás la soledad del redondel, desapareció la máscara y se arropó en la túnica de viaje encaminando sus pasos hacia el cuarto que rentaba en un edificio cercano al complejo Uchiha, en pocas horas tendría que dejarlo y tomar una habitación en el edificio aledaño al cuartel del escuadrón. Según le habían dicho, había sido acondicionado para hospedar a aquellos ANBU que no tuvieran parientes vivos, o los que así lo desearan, por otro lado era la mejor manera de tenerlos a la mano para situaciones de emergencia.
Sarutobi Asuma, asignado como su tutor para los exámenes ANBU, había ingresado al cuerpo élite tres años atrás y le había dicho que vivir en ese edificio era una conveniencia y que a pesar de ser llamadas 'habitaciones', eran más bien pequeños departamentos, le aseguró que estaría bastante cómoda, medio en broma le comentó que a él no le habían permitido tener uno, Hiruzen se había opuesto en cuanto le planteó la idea.
Un policía se detuvo frente a ella.
–Oi Yūgao, ¿Regresando de misión?
–Algo así, ¿te toca la guardia Tenshi?
–Sí, Fugaku me asignó esta zona. Escuché que te mudarás.
–Difícil guardarles secretos, ¿eh?
–Me preguntaba si saldrías conmigo –dijo el joven tras una ligera vacilación.
Lo miró, Tenshi era un joven atractivo, de buen carácter, recién ingresado a la policía y perteneciente, como todos los de esa organización, al clan élite de Konoha: los Uchiha. Sonrió.
–Lo pensaré.
–¿De verdad?
–Sí.
Sin darse cuenta de la turbulencia emocional en que dejaba al joven, dio la vuelta en la esquina. Miró sin emoción la silueta de su hogar, apenas alumbrada por la luz de una trémula lámpara. Dejar el lugar no le ocasionaba mucha faena, sus escasas posesiones se limitaban a su cama, ropa civil y un par de uniformes desgastados, la casera le preparaba los alimentos en las pocas ocasiones en que no estaba de misión.
La anciana señora le había tomado cariño, consideraba que aún era muy joven para vivir por su cuenta y solía olvidar del todo que era una kunoichi calificada.
Entró a la casa con el sigilo característico de su profesión, sin embargo, la mujer estaba esperándola en el vestíbulo, con una taza de té verde en las arrugadas manos. Yūgao se quitó las sandalias.
–Buenas noches abuela Akiko –saludó.
–Bienvenida, dejé tu ropa sobre la cama –dijo la señora.
–¿Tanta prisa tiene de que me vaya? –preguntó sintiéndose levemente decepcionada.
–Tienes que seguir adelante –contestó la anciana mirándola con esos ojos benévolos que siempre la hacían sentirse apreciada– pero me refería a la ropa sucia, no te he visto desde hace un par de días, así que la lavé –agregó cloqueando alegre– anda, sube a refrescarte, llegaste apenas a tiempo para la cena.
Tras dejar el reporte en la oficina de Sarutobi se había dirigido al cementerio, así que no había estado consciente de la hora, el reloj sobre la mesita le recordó que hacía mucho había pasado el horario normal de la cena en el hogar de los Asawa. Tomó una ducha rápida, bajando unos minutos después. El jefe de familia estaba presente y ambos la esperaban sentados ante la mesa. La abuela había preparado un pequeño festín.
–Creímos que lo menos que podíamos hacer era despedirte de forma adecuada –explicó el hombre al ver su expresión de sorpresa.
–Una manera de celebrar tu independencia –agregó Akiko– pero siéntate.
–Abuelo Isao... no debieron molestarse –protestó débilmente, sentándose con timidez.
–No fue molestia, eres parte de la familia –respondió él, tendiéndole una taza de amazake.
–Y no sabemos cuándo te alimentarás como se debe, anda Yūgao, come.
Apenas ascendían a chūnin, el subsidio otorgado a los huérfanos por el rey del país del fuego les era retirado; los chicos se veían obligados a buscar alojamiento propio en razón a ese cambio de nivel. Había llegado al hogar de los Asawa tres años atrás, recién graduada de chūnin en busca de un cuarto para rentar. Los Asawa, que habían perdido a sus hijos en misión, la acogieron en su hogar de buena gana y cuando alcanzó el grado jounin un año después, le hicieron una cena parecida.
El tiempo cura las heridas, la de los ancianos sanó gracias a su presencia. Las de ella gracias al cariño de la pareja y sobre todo a no tener que pensar, comenzó a tomar todas las misiones que le fueran asignadas en el equipo en el que quisieran incluirla.
La cena transcurrió entre la animada charla de los dos ancianos, en tanto ella volvía a sentir esa admiración que siempre le causaba verlos juntos, compartiendo su vida por tantos años que le parecía un sueño. Permanecían unidos a pesar de las tragedias, a pesar de la vida.
Yūgao se prometió en silencio que algún día encontraría a la pareja ideal con quien pudiera compartir un lazo tan especial como el que ellos tenían.
En cuanto entró al cuartel, Asuma se le acercó, Yugaô no sabía qué esperar a su llegada, Sandaime se había limitado a decirle que se presentara ahí, su tutor se encargaría del resto. En su imaginación concibió locas ideas de bromas pesadas que le darían la bienvenida al escuadrón. Lo primero que la sorprendió fue la ausencia de máscaras en uno que otro de los presentes, reconoció a algunos de ellos y jamás habría creído que fueran ANBU. A otros los delataba alguna característica física particular.
Genma mascaba un senbon como siempre lo hacía, Gai recorría el lugar parado de manos, la estatura de uno de los enmascarados lo delató como Ibiki, entretenido en afilar un kunai con una piedra de amolar, Anko lanzaba shuriken con expresión indolente hacia un pergamino de misión que estaba sostenido por un kunai, la alta coleta rubia de Inoichi sobresalía de la máscara y el de porte perezoso era sin duda Shikaku. No esperaba verlos ahí, considerando que Inoichi acababa de ser nombrado jefe de Inteligencia y Shikaku ya formaba parte del grupo de asesores personales del Hokage.
–No muerden –dijo Asuma, dándose cuenta que su pupila había identificado correctamente a casi todos los presentes.
–Escuché eso Tigre –dijo Anko lanzando un shuriken hacia Asuma que sólo se hizo a un lado– quizá deberías reconsiderar tu afirmación.
–¿Por qué algunos no usan máscara? –preguntó ella, daba por hecho que los ANBU tenían que ocultarse bajo una.
–Aquí dentro no tiene mucho caso, la mayoría de los que viven en este complejo se ven casi diario, o al menos cuando lo permiten sus horarios. Es preferencia personal. –Sacó un cigarrillo, al momento Anko lanzó una pequeña ráfaga de fuego– gracias Anko.
–No hay problema –contestó.
Yūgao volvió la vista hacia ella, en la aldea había muchos rumores que hablaban de su inestabilidad, de lo peligroso que era agarrar a Mitarashi en un mal momento, de la sangre fría con que mataba y la obsesión compulsiva que tenía hacia la sangre, pero todo lo que ella podía ver era a una kunoichi de mirada pícara, vistiendo una reveladora camiseta de malla de red sin sostén abajo, cubierta precariamente con una especie de chaqueta larga.
–Jefe –saludó Asuma entrando con Uzuki a la pequeña oficina.
–Tigre –respondió el hombre alzando la mano y sin despegar la mirada de los papeles que revisaba les indicó que se sentaran.
Ambos se sentaron en silencio. Uzuki echó una mirada de reojo al recinto, una puerta corrediza aparecía entreabierta revelando un camastro de campaña malamente acomodado. Un furtivo vistazo a su nuevo capitán le hizo notar una melena plateada que parecía tener ideas propias de hacia dónde debía apuntar.
–¿Guardia nocturna? –preguntó Asuma buscando con la mirada dónde apagar el cigarro.
–Sí. Segundo nivel del estante a tu derecha.
–Ja, lo olvidé –dijo Asuma extendiendo la mano para tomar el cenicero.
–Terminé –dijo estampando una rápida firma.
–Era hora.
–Odio esta parte.
–¿Ahora no se dejó?
–Misión solitaria, debería haber regresado hoy en la madrugada pero todavía no llega.
–Uzuki Yūgao, él es el capitán del escuadrón –presentó Asuma sin mayor formalidad.
–Halcón, ya he visto tus garras –dijo haciendo una imperceptible seña a Asuma que salió de la oficina sin más.
–Capitán... –comenzó a excusarse Yūgao.
–La asignación de misiones es responsabilidad directa de Hokage-sama. Tú eres responsabilidad mía.
Yūgao asintió, incluso sin saber qué quería decir con eso, cada shinobi era responsable de mantenerse con vida para completar la misión, eso le habían enseñado en la Academia, era parte del manual de lo que tenía que ser un shinobi. Pero en el transcurso de sus misiones había descubierto que no era tan exacto, existían excepciones a las reglas, después de todo, la propia vida venía sin manual de instrucciones.
El encuentro de la noche anterior la había dejado con la idea de que recibiría una reprimenda, sin embargo el hombre se limitaba a hacer afirmaciones como si nada hubiera sucedido.
–Levanta la vista.
Desconociendo el protocolo había asumido que tenía que mantener la vista baja al ser un subordinado de rango inferior en una organización élite. El rostro cubierto parcialmente con la máscara de seda era alguien a quien conocía de sobra, había hecho un par de misiones con él como jounin y a pesar de saber que era considerado un prodigio jamás pensó que alguien tan joven fuera el comandante. Escuchó regresar a Asuma.
–¿Hatake Kakashi-san? –pensó en voz alta.
–Aquí me llaman Lobo –contestó, sin darle mayor importancia– ¿decidiste si te mudas?
–S-sí Lobo-sama.
–Sin el sama. Tigre, has los honores –se puso de pie. Yūgao le imitó al instante.
Asuma cubrió su propio rostro, se acercó a Yūgao y le retiró la máscara sin insignias que portaba, se apartó, hizo una ligera reverencia tendiéndole una nueva de porcelana, blanca, con garras negras pintadas a cada lado. Con una mezcla de emoción y temor, Yūgao la colocó sobre su cara.
–Halcón –declaró Asuma, coreado por Lobo.
–Lobo, Tigre –respondió ella.
–Aprende rápido. Bien, tu asignación... –la miró ponderándola– estarás en el equipo Dragón, tus compañeros a partir de este momento son Cuervo, Áspid y Dragón que será tu capitán.
–Entendido.
–Bienvenida, las llaves de tu habitación –le tendió un sencillo aro con dos llaves– ve con tus compañeros, Tigre y yo tenemos un asunto qué discutir.
–Sí capitán.
Salió de la oficina. Buscó ansiosa a Anko esperando que ella conociera a sus compañeros, y vio que estaba con otros dos hombres, la joven movió la cabeza llamándola. El equipo al que la habían asignado resultó ser bastante variado. Aoba le mostró su máscara y se señaló el pecho declarando "Cuervo", Anko sonrió de lado y deslizó la suya sobre el rostro: "Áspid", declaró. Un alto desconocido que no recordaba haber visto entre las filas de jounin la miró sonriendo, la máscara de Dragón colocada de lado sobre el rostro, parecía apenas un poco mayor que ella misma.
–Hyūga Atsui –saludó.
–Capitán.
–¡Ishin! –llamó Atsui, un momento después apareció uno de los jounin médicos que en alguna ocasión la habían tratado. Portaba un pequeño estuche plano.
–Siéntate, no tardaré –dijo Ishin mirándola sonriente.
Yūgao abrió mucho los ojos al verlo sacar sus instrumentos de trabajo, no recordaba que Asuma le dijera algo sobre un examen médico, mucho menos uno en público. Sintió la aprensión atenazar su estómago.
–Estira el brazo y relájate.
Miró a Atsui esperando su aprobación, él asintió. El primer pinchazo la tomó por sorpresa, seguidos de otros que ya no lo fueron, poco a poco la tinta negra fue tomando la forma del tatuaje ANBU y el chakra de Ishin forzando la cicatrización se sintió como un bálsamo sobre la piel pulsante. Soltó la respiración y un instante después su nombre código era coreado ruidosamente. Si había algún rito de pasaje, ese debería ser y ella lo había pasado casi sin darse cuenta.
–Recibí la petición de traslado. ¿Estás seguro de esto?
–Lo estoy.
–Podrías quedarte aquí como comandante, eres mucho más competente que yo.
–Conozco esa táctica, no funcionará.
–No es una táctica.
–Tan halagado como debiera sentirme lo cierto es que Konoha me está ahogando.
–¿Konoha? –la voz sonó incrédula.
–La aldea ha perdido su propósito, nuestro deber es proteger al rey.
–Oh. Ya veo, supongo que es una cuestión de semántica –afirmó encogiendo los hombros, la risa de Asuma le contestó.
–¿Y bien, no vas a tratar de disuadirme?
–¿Por qué habría de hacerlo? Nada de lo que diga hará que cambies de idea –alzó los hombros–. Cada cual tiene su propio camino. Si Sandaime no lo consiguió, yo no tengo oportunidad.
–Debí saber que te lo iba a comentar.
–No, pero has confirmado mis sospechas. Toma –le tendió el pergamino sellado– tu baja del escuadrón.
–Esto... ya no me pertenece –dijo Asuma; tomó el pergamino y depositó la máscara sobre el pequeño escritorio.
–No mueras, Asuma.
Asuma salió rápidamente de la oficina ocultando así su emoción. Kakashi le miró retirarse, tras incontables misiones juntos, ambos se leían perfectamente.
Asuma estaba atravesando una fase de definición personal; hasta cierto grado lo entendía, vivir bajo la sombra de su padre no era fácil, bajo circunstancias similares él mismo se había visto forzado a hacerlo, a cuestionarse sus motivos, a luchar denodadamente por superarse, reforzar su propia identidad y encontrar su propio camino Ninja.
–Los chicos piden permiso para ayudar a la mudanza de Uzuki –dijo Genma asomando la nariz.
–Hoy no hay misiones. Excepto las guardias normales que ya están asignadas, que hagan lo que quieran. Saben las condiciones.
Gritos de júbilo se escucharon de inmediato.
–No sé para qué te molestaste en venir de emisario.
–Creí que necesitarías compañía.
–¿Qué te hace pensar eso?
–Bien, vamos, ya que no hay trabajo, te invito un trago.
–¿Estás demente? Ni siquiera he desayunado.
–Entonces vamos a desayunar. Como sea, ¿cuánto hace que no tienes un día libre?
–¿Existen?
–Tch, no protestes.
Genma lo sacó casi a la fuerza de la oficina. Kakashi avanzó a regañadientes, no tenía caso oponerse, si se le ocurría hacerlo Genma era capaz de convertirse en una verdadera peste y sus ánimos no estaban muy altos como para soportarlo. Los trámites del traslado de Asuma y los ajustes que requería para llenar su ausencia lo habían alejado hasta cierto punto del hecho principal de que realmente lo extrañaría, de que Asuma era uno de los pocos shinobi que consideraba como amigo.
Era cierto que Asuma elevaría su estatus al convertirse en uno de los doce guardianes del rey del Fuego, guerreros escogidos entre lo más selecto de las aldeas ocultas del país, pero no creía que la gloria y la fama fueran lo que su amigo pretendía.
–¿A dónde van en esta luminosa mañana? –preguntó Gai, sacándolo de sus pensamientos.
–A desayunar, ¿vienes? –contestó Genma aún empujando a Kakashi.
–Paga el último –dijo, echando a correr.
–Ya ganaste –declaró Kakashi, mirando alejarse con incredulidad una ráfaga verde.
–¿Siquiera sabrá a dónde vamos? –comentó Genma.
–¿A dónde vamos?
–A tu casa. Hace años que no te paras por ahí, ¿no? y dudo que quieras comer en público. Vamos, no pongas esa cara, prometo cocinar.
–Eso es más aterrador.
Yūgao entró a la casa seguida de Aoba y Anko. Había rechazado la ayuda de los otros pensando que la abuela se infartaría si veía ANBU escoltando a su inquilina. Hasta donde la vieja señora sabía, simplemente había decidido irse a vivir sola, así que les había agradecido sus intenciones y declarado que no había necesidad de tantas manos extra. Al final acordaron esperarla para ayudarla a acondicionar su nueva morada.
La anciana miró con cara asustada a Anko, pensando que sin duda era una buscapleitos y comenzando a dudar del supuesto 'progreso' en la vida de Yūgao. Anko y el jovencito Umino eran una calamidad ambulante y continuamente se metían en problemas por las travesuras que inventaban, en cambio Yūgao era discreta, poco sociable, trabajaba con denuedo y solía ahorrar mucho, lo que le había permitido conseguir un departamento en uno de los edificios más famosos de la aldea, no podía concebir una amistad entre dos personalidades tan disparejas.
–Abuela Akiko, ellos son mis compañeros: Yamashiro Aoba y Mitarashi Anko, vienen a ayudarme a llevar las cosas –dijo Yūgao sacándola de sus pensamientos.
–¿Es tu abuelita? –preguntó Anko con curiosidad.
La anciana miró a Yūgao, esperando también su respuesta.
–Sí –dijo finalmente, dirigiéndose a su cuarto.
–¡Genial! –exclamó Anko dando un saltito de emoción.
–Oi Uzuki, no nos dejes atrás –reclamó Aoba, inclinando la cabeza ante la señora y saliendo disparado tras ella.
–Permiso –se excusó Anko, sorprendiendo a la señora.
–Adelante –murmuró, aún desconcertada por la exhuberancia de Anko.
No pudo evitar mirar con nostalgia el lugar, a pesar de lo poco que pasaba en él. Tres maletas y dos cajas de tamaño mediano contuvieron todas sus posesiones. Dejó un sobre con una carta de agradecimiento y una buena parte de sus ahorros sobre la cama, que había decidido dejar atrás.
Tras cargar a Aoba con todo, Anko la llevó de compras. Un colchón, ropa de cama, un refrigerador y algunos utensilios de cocina fueron sus primeras adquisiciones, después de aterrorizar al pobre civil dueño de la mueblería, la llevó a comprar alimentos. Yūgao no estaba segura de cómo reaccionaría el hombre cuando llegara un escuadrón ANBU a recoger las compras. Tampoco sabía si las cosas cabrían en su nuevo hogar.
El departamento del cuartel era, con mucho, más amplio que el cuarto donde había pasado los últimos años. Tenía una cocineta integrada, un ventanal que daba a un pequeño balcón, baño completo con tina y para su sorpresa un clóset amplio cuya utilidad le parecía ajena; al pasar a ser un ANBU, se convertía en una kunoichi prácticamente de tiempo completo, la paga era mucho mejor, cierto, pero dejaba poco espacio para la vida personal.
Gai, de hecho, estaba esperándolos en el departamento. Salió a recibirlos con un delantal que Kakashi no tenía ni la más mínima idea de dónde rayos había sacado, un pañuelo atado en el cabello y un trapeador en la mano. Ambos lo miraron pasmados.
–Mi estimado rival, aunque la primavera de la juventud es una etapa maravillosa que hay que explotar al máximo, también tengo que recordarte que es necesaria la higiene.
–¿Es que todo mundo tiene llave de mi maldita casa? –preguntó Kakashi, arrojando las llaves sobre el sillón.
–Uh, y parece que has cambiado tu alimentación, mira qué cultivo de hongos –comentó Genma abriendo la puerta del refrigerador.
–Sin contar con los gusanitos que había en las manzanas, pero ya las tiré.
–Tch. Y yo que prometí cocinar –dijo Genma examinando la despensa.
–Pueden irse cuando quieran –gruñó Kakashi tirándose en el sofá.
–Creí conveniente comprar víveres frescos –dijo Gai; enarbolando con enjundia el trapeador, lo usó para señalar bolsas de compras colocadas sobre la mesa que servía de escritorio a Kakashi.
–Senpai –saludó Tenzô apareciendo del suelo.
–Era hora –recriminó Genma sacando las cosas de las bolsas.
–El cliente pidió la entrega de un pergamino a Hokage-sama, tuve que esperar que lo preparara, Sandaime había ordenado que le entregara el reporte en cuanto llegara y luego me mandó a enfriarle las ideas a Iruka-kun, –encogió los hombros, disculpándose. Aún portaba el uniforme ANBU. Se sacó la máscara y procedió a quitarse la túnica– y luego... me dijo que viniera para acá.
–Difícil ocultarle algo, ¿ahora qué hizo Iruka? –preguntó Genma.
–Cambió las etiquetas de sellado de Castor por unas de tinta, el pobre acabó con el cabello verde limón.
–Ya decía yo que no podía ser tan juvenil como para cambiar su look tan a la moda –comentó Gai pensativo, haciéndolos pensar en la moda según quién.
–Llegas a tiempo para el desayuno. Genma se ofreció de voluntario –dijo Kakashi.
–¡Oi! No te sacaste las sandalias –reclamó Gai a todo pulmón.
–¡Lo siento, lo siento! –Tenzô corrió hacia la puerta– ¿Supongo que ya pensaste en el reemplazo de Asuma?
–¿Te envió Sandaime? –preguntó Kakashi, mirándolo perezoso.
–Uh, no, de hecho no comentó nada al respecto –respondió Tenzô rascándose la sien.
Sin esperar respuesta, Tenzô se dirigió a la alacena y sacó la vajilla, apilando los platos al alcance de Genma que comenzó a guisar los alimentos y Gai por fin se quitó el extraño delantal. Kakashi los miró disimuladamente, se estiró como un gato, se acomodó y se quedó dormido.
–Odio cuando hace eso –dijo Genma señalándolo acusador con la espátula.
–Terminó tres misiones solitarias esta semana, cubrió guardia nocturna anoche y lleva varios días sin dormir –comentó Tenzô.
–Siempre defendiéndolo, ¿uh? –dijo Genma.
–¡No es eso!
–Como sea, creo que tocaste un punto delicado –comentó Gai haciendo una mueca– por eso finge dormir.
–No está fingiendo, de verdad está dormido –dijo Genma echándole un rápido vistazo.
–De cualquier modo que lo mires, Asuma ya había tomado su decisión –dijo Gai sacando dos cervezas del refrigerador, le tendió una a Genma– ¡Ese maravilloso entusiasmo! –suspiró–... recorrer el mundo en busca de aventuras, romance, nuevas, poderosas técnicas y...
–Proteger al rey no es asunto de broma.
–Pero es la devoción de la mocedad, la edad de la rebeldía, la... –se interrumpió al ver la cara triste de Tenzô.
–Prácticamente él y senpai entraron al mismo tiempo a ANBU... –comentó Tenzô, abriendo una lata de cerveza.
–Uh... todos estamos preocupados por eso –admitió Gai bajando la vista– ¡Oye, tú aún no puedes beber alcohol! –le arrebató la lata.
–¡Ya casi cumplo quince! –protestó.
–Bebe este juguito –dijo Gai poniéndole un jugo entre las manos.
No protestó más, era inútil, Gai no le permitiría beber una sola gota de alcohol en su presencia. Se dirigió hacia el sofá y se sentó en el suelo a un lado de Kakashi. El movimiento pareció despertarlo, abrió el ojo descubierto y le agitó la cabellera con una mano para después seguir durmiendo, dejando reposar los dedos sobre el cabello de Tenzô.
–Desearía que dejara de hacer eso –refunfuñó, pero se quedó quieto.
–El día que no lo haga vas a extrañarlo –dijo Genma riendo, aún ocupado en la cocina.
Tenzô había ingresado dos años atrás al escuadrón e inmediatamente había sido integrado al equipo de Kakashi junto con Asuma y Gai. Al ser el más joven, al momento lo adoptaron como la mascota. La muestra de afecto más frecuente de su jefe era despeinarlo, aunque siempre lo hacía sólo en presencia del equipo y de Genma, que era quien cubría sin excepción la falta de Asuma o de Gai en misiones complejas.
–Yo creo que planea dejarte de fijo con nosotros –le dijo Gai a Genma.
–Tch, eso sería problemático, no ha ingresado ningún usuario de senbon para cubrir las T&I con Ibiki.
–Shizune puede hacerlo –comentó Gai.
–Uh, se pasa la mayor parte del tiempo rescatando a Tsunade-hime de cualquier lío en que se meta –respondió Genma.
Se quedaron en silencio. Tsunade iba y venía a la aldea, frecuentemente perseguida por acreedores. La legendaria sannin era una preocupación recurrente del Hokage, la única que conseguía aterrizarla era Shizune.
–Aparte de ser medi-nin su manejo de senbon es muy bueno –insistió Gai.
–Pero es difícil que se integre a un equipo, va y viene con la princesa –acotó Tenzô.
–Tampoco creo que le agrade la especialidad del equipo –comentó Genma.
–Podemos prestarte con Ibiki –dijo Gai sonriendo ampliamente.
–¡No soy un artículo!
–¿No quieres estar con nosotros, Gen? –preguntó Tenzô.
–Tch... paso más tiempo con ustedes que con mis compañeros –gruñó Genma– Raidô me dijo algo al respecto el otro día –agregó ausente, sirviendo las porciones de huevo con tocino sobre los platos que había dispuesto Tenzô.
–Eres parte del equipo –dijo Gai encogiendo los hombros, se acercó a Kakashi– Oi, Kakashi, abre el ojo, hora de alimentarse.
–Preferiría dormir –bostezó.
Atsui era el último que quedaba después de que terminaran de subir y acomodar los nuevos muebles y compras de Yūgao. Le ofreció una taza de té, que él aceptó de buena gana. Se sentaron en la mesita que él le había dado como regalo de bienvenida.
–Son algo ruidosos, me disculpo por ello.
–No tienes por qué disculparte, me ayudaron bastante hoy.
–Es lo menos que podíamos hacer, después de todo eres nuestra nueva compañera.
–¿Alguna recomendación?
–No. Pero cuando escuches que se refieren a nosotros como el equipo de fuego no te sorprendas –rió– todos, incluyéndote, somos usuarios de fuego.
–¿Entonces no fue al azar mi asignación?
–Lobo nunca hace nada al azar. Todos los equipos, excepto el suyo, se caracterizan por utilizar un mismo elemento, o especialidades afines entre sí.
–¿Quiénes son de su equipo? Si puedo saberlo.
–No es problema, eres un ANBU, tarde o temprano lo sabrías. Lobo, Asuma, Tenzô y Gai.
–¿Maito Gai?
Atsui rió divertido ante la evidente incredulidad de Yūgao. Ella lo miró desconcertada, no entendía cómo alguien tan estrafalario, que resaltaba más por sus rarezas y a quien pocos tomaban en serio podía ser miembro del equipo principal.
–No te dejes engañar por las apariencias. Gai es maestro de armas y especialista en taijutsu. No hay una sola arma que no maneje a la perfección, aunque su favorita es el nunchaku. Admito que es extravagante –agregó ante la cara de duda de Yūgao.
–Asuma no me comentó que formara parte de ese equipo.
–Ellos hacen las misiones de clasificación más alta. Asuma es experto en técnicas de viento. A Lobo ya lo conoces y Tenzô es el único shinobi vivo con capacidad para usar el mokutón.
–A él no lo conozco.
–Nadie lo conoce, Tenzô no existe.
–No existe... Espera un momento, ¿mokutón?, ¿la técnica barrera de Shodaime?
–Por eso digo que no existe. Él es un pequeño genio, pasó los exámenes genin y chūnin a los 6 años, jounin a los 9 y ANBU a los 13, su entrenamiento fue privado.
–Oh...
–Me pregunto quién ocupara el lugar de Asuma.
–¿Por qué?
–Fue solicitada su transferencia a los doce guardianes.
–Impresionante.
–En efecto. La mayoría apostamos que el reemplazo será Genma –se levantó, dispuesto a retirarse.
–¿Por qué te refieres a él como Lobo y no como Kakashi? –preguntó Yugaô, recordando de pronto un detalle que había notado: que ni una sola vez lo había llamado por su nombre.
Atsui se quedó un momento en silencio, luego la miró y sonrió, bajando la vista.
–Lobo no es Kakashi.
–Pero –Yugaô lo miró confundida.
–Lobo es Lobo, no Kakashi... ¿uh, creo que te confundí más? Ya lo entenderás –sonrió nervioso– bueno, me retiro, tengo una misión en pareja con Anko a primera hora.
Yugaô lo observó retirarse. Alto, piel muy blanca, largo cabello oscuro que caía en flecos sobre el rostro, casi ocultando sus pálidos ojos marca del clan y el vendaje sobre la frente. A diferencia de la mayoría de sus parientes, Atsui era alegre, con un entusiasmo adolescente que contrastaba enormidades con la capacidad de liderazgo que poseía. Había conocido pocos Hyūga así. Sonrió.
Lavó las tazas y se puso el pijama. Echó un vistazo a su alrededor, sintiéndose extraña entre tanto espacio. La emoción de la despedida de los Asawa aún roía los bordes de su memoria; ahogó sin piedad el recuerdo.
La vida shinobi era así, una sucesión constante de despedidas.
Se tiró en la cama, cruzando los brazos sobre la nuca y pensando que era la primera noche que dormía en lo que desde ese momento ya era su hogar. El vecino del departamento contiguo parecía tener una reunión, podía percibir voces distorsionadas por un discreto jutsu de aislamiento, sonrió, quizá algún día ella también tendría una reunión con sus amigos.
Su último pensamiento antes de quedarse dormida fueron las palabras de Kakashi esa misma mañana "aquí me llaman Lobo".
