La historia que presento es de mi invención, no así los personajes que intervienen en ella, los cuales pertenecen a Kioko Misuki y Yumiko Igarashi.

.:. Un verano inolvidable en el mejor febrero de mi vida .:.

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La Conferencia.

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Me encontraba en medio de una conferencia sobre teología, a diferencia de las conferencias en los días previos, esta vez no bostecé en ningún momento. Había apagado el celular cuando otras veces lo tenía en alerta de vibración por alguna emergencia. El ponente; un hombre bastante joven y atractivo se dirigía a nosotros mientras con micrófono en mano, su voz resonaba como una grave delicia que acariciaba a la gran mayoría activando la progesterona presente en todo el auditorio.

-Y entonces para ustedes, ¿qué es el paraíso? ¿podría alguien decirme en sus propias palabras?...

"En mis propias palabras paraíso"... -pensé- ...hasta hace unos momentos significaba mi almohada suavecita y unos pesados y cálidos edredones sobre mí, tal vez un día lluvioso y yo recostada en mi sofá viendo alguna de esas películas de romance que me hacen llorar hasta quedarme dormida... tal vez, un chocolate calientito y esos panquecillos de mamá Pony... sí definitivamente ese había sido mi paraíso toda mi vida. Después de todo no necesitaba haber muerto para descubrirlo... ahora mi paraíso era escucharlo, su voz retumbando en mis tímpanos, haciéndole el amor a mis oídos en cada vibración... y es que el hombre estaba como salido de un comercial para ropa... de playa. Sí, si con ropa hasta el cuello aquello era una cosa sublime, imaginarlo desnudo era casi un orgasmo para mi solitario corazón, ese hombre era simplemente una maravilla nunca antes vista por mis ojos... o quizás serían las hormonas, o quizás que me encontraba en pleno período de ovulación... porque primavera, no... todavía se hacía presente el invierno en las blancas calles de Chicago.

-Sí usted...

Se escuchaban murmullos en todo el lugar y miré extrañada y con una sonrisa de tonta a mi alrededor. Curiosamente, todas las miradas estaban puestas en mí.

-Candy, creo que quiere tu opinión... -fue el murmullo de Betsy a mi lado, el que me trajo de vuelta de la ensoñación de mis pensamientos pecaminosos a la inminente realidad.

-¿Yo...o?

-Sí, por favor. -¡su voz respondía a la mía! ¡Bendito el amor, bendita la vida!

Dijo el guapetón con una sonrisa preciosa mientras pasaba su mano por su brillante cabellera castaña y se recargaba despreocupado en aquél antiguo escritorio de madera, para cruzar de una forma irresistible una de sus piernas sobre la otra.

-Bien, yo...

Una jovencita de pronto se acercó y me extendió un pequeño micrófono para que mi voz se escuchara en todo el lugar al tiempo que me ponía de pie.

-Creo definitivamente que he conocido el paraíso en vida...

Lo primero lo dije con toda la intención, mirándolo fijamente. Después le imprimí más seriedad a la respuesta y pasé de pensar en mis anteriores devaneos a profundizar en mis sentimientos y hablar de las personas a las que amo, la alegría de haber coincidido con ellos en tiempo y espacio. Porque según yo, las posibilidades de que hubiese sido distinta mi vida y las personas en ella, eran infinitas.

-... Y es por eso, que estoy convencida que vivimos en el paraíso, todo es cuestión de enfoques ¿sabe?, de ser plenamente felices con lo que poseemos pero sobre todo, con quien tenemos alrededor. Eso es definitivamente el cielo para mí.

El hombre de la conferencia me miraba atento, me había concentrado en darle mi punto de vista olvidándome del auditorio completo. Me enfoqué exclusivamente en su mirada, en cómo se veía tan perfecto en ese look casual con sus jeans de mezclilla, su camisa negra de cuello de tortuga y el blazer gris que le daba a su aspecto ese toque por demás interesante e intelectual. Me imaginé intercambiando números de teléfono con él y sonriéndole de la manera más sexy para que no me olvidara entre tanta conferencia, entre tantas y tantas personas.

Al terminar de hablar, pareció convencido con mi respuesta, me agradeció y continuó con su diálogo, hizo otras preguntas indistintamente a los demás asistentes a la conferencia y al terminar todos lo despedimos con aplausos.

-¿Qué es lo que quieres preguntarle?

-Ya te dije Betsy... alguna bibliografía... no sé. Me pareció muy interesante el tema.

Mi compañera de junto hizo una mueca extraña.

-Sí, ya veo... bastante interesante.

Betsy sonrió de forma pícara y se despidió.

-¡Suerte con tu bibliografía Candy!

El conferencista se acercaba a paso lento mientras escuchaba atento a algunas personas a su alrededor. Sonreía divinamente, su lacio y castaño cabello deslizándose sobre su cabeza cada vez que pasaba una de sus manos sobre él para acomodarlo parecía estarle jugando una mala broma a mis neuronas, pues me quedé petrificada a medida que se acercaba hasta donde yo estaba.

A menudo se detenía y escuchaba atento lo que le decían, poco a poco se fue despidiendo hasta quedar solo y fue hasta que estaba a escasos dos metros de mi persona cuando me percaté que el momento de abordarlo había llegado.

Si a distancia ese hombre era un hermoso sueño hecho realidad, de cerca era un pecado con piernas, brazos y un rostro que dolía el corazón de tan sólo mirarlo.

Me sonrió de lado al tiempo que colocaba alrededor de su cuello una fina bufanda y extendía su abrigo preparándolo para el momento de salir, ese hombre era la reencarnación de un ángel cuya misión era hablar de Dios frente a la multitud, desde luego, bajo el pretexto de ser un teólogo.

Sus ojos zafiros me tenían absorta, su perfume había anestesiado por completo mi sistema neurológico, ¡qué Xenón ni qué nada! ¡éste hombre debería patentar su esencia para usarla como anestesia en el quirófano!. Me dejó perpleja, inmóvil. Escuché que decía algo y me quedé obnubilada con sus labios moviéndose de forma irresistiblemente seductora.

-¿Perdón?

-Le preguntaba si necesita decirme o consultar algo...

-Sí... eh... yo...

Mi neurona estaba enamorada, entumecida, definitivamente estaba perdiéndose en el océano enfurecido de testosterona frente a mí.

-Te escucho hija...

El sonido de un disco de vinilo rayándose con fuerza (como en las películas) se presentó en mi cabeza y me sacó de mi ensoñación. ¡¿qué era lo que había escuchado?! ¡¿hijaaaaa?!

-¡Pero, qué demonios! -exclamé sin pensar.

Su rostro cambió al escucharme, su gesto fue de desagrado. Frunció ligeramente el ceño y su sonrisa desapareció casi por completo dejando en su lugar un gesto de incomodidad.

-¿Sucede algo? -volvió a preguntar,- ¿quieres hablar... de demonios?

Hasta entonces me di cuenta... prendido al elegante blazer se encontraba un carnet de identificación. El paraíso debería estar con tremendas carcajadas riéndose en mi cara, sí, el paraíso completo, la corte celestial, los ángeles con todo y sus arpas, los santos y todo el chiquillerío de querubines retorciéndose de risa sobre las nubes, casi podía escucharlos...

"Sacerdote: Terrence Graham G."

-Nada padre, no sucede nada... sólo que hay partes de las sagradas escrituras que aún no me quedan claras.

-Y para eso nos ayuda la teología hija... leer la Biblia es como ver tu obra de teatro favorita, tienes un lugar en palcos... un lugar privilegiado pues no cualquiera tiene el deseo de conocer de cerca a su creador ¿no lo crees así?

Mientras hablaba, no pude evitar imaginarlo con sólo un paño blanco cubriendo debajo de su cintura, su torso desnudo, sus piernas firmes... unas alas blancas, enormes...

-Sí, supongo.

-Bien... al estudiar teología, tu acceso no se limita a palcos, puedes ir a camerinos, al back-stage, puedes conocer a los actores, charlar de cerca con ellos, entender sus personajes y la participación de cada uno de ellos en la magnífica obra. La Teología es en mi opinión personal, la forma de conectar la vida real con esa obra maestra que son las sagradas escrituras, la vida e historia del Creador... Si no me equivoco, eres médico.

-Ehh... sí, cardiología...

Respondí con una ligera sonrisa al momento que también le mostraba mi carnet de identificación.

-Bastante noble tu profesión. Creo que ustedes los médicos son ángeles...

-¡¿Ángeleees?! -pregunté sintiendo cómo un calor excesivo llenaba mi rostro de ese color púrpura que tanto odiaba cuando algo en verdad me avergonzaba. ¿Acaso ese hombre podía descubrir mis pensamientos?

-Jajajajajaja... jajajajaja...

Lo que me faltaba, escuchar su risa había sido el toque de gracia para terminar de matarme de amor.

-...Sí, ángeles... incluso se les permite vestirse de blanco, creo que sólo les faltan las alas. A través de las manos de ustedes actúa nuestro Padre celestial. Es por medio de ustedes que nuestro Padre encuentra la forma de restaurar y conservar la vida y la salud en algún cuerpo muy lastimado o muy enfermo. Este curso de tanatología los sensibilizará a muchos de ustedes, ya verás. Tendrán una visión más humana y más completa del proceso del paciente y sus familiares al momento de enfrentar lo inevitable. Aunque en lo personal te felicito hija; estoy seguro que si todos pensáramos como tú, en cuanto a que éste es el paraíso, haríamos en verdad de éste, un mundo distinto. Pocos son los que conozco que tienen un espíritu tan puro hija. Consérvalo así, puedo ver claramente una increíble bondad emanando de tu mirada.

Si hubiese sabido en verdad lo que emanaba de mi mirada, habría cubierto su cuerpo perfecto, su humanidad entera con un par de hábitos, bufandas y abrigos extras...

Me quedé francamente hipnotizada con la visión tan perfecta ante mis ojos. ¡Había recordado mi humilde opinión!, entre tantas conferencias, entre tantas y tantas personas había puesto atención a mi respuesta y me había ubicado aún a la distancia. Ese hombre era de otro mundo... no sé de donde venía, pero humano no era. Quise llorar en ese instante, en verdad sentí mis ojos humedecerse... ahora me preguntaba, ¿Por qué papá Dios, pudiendo elegir entre tantos hombres a buenos sacerdotes, había escogido precisamente a esta celestial criatura?

-Si necesitas despejar tus dudas, si quieres que sigamos hablando del tema. Puedes buscarme un día de éstos, podrás encontrarme en la Catedral de San John Cantius. Nuestro Padre bueno te bendiga, pequeña pecosa...

Y con un gracioso toque en mi nariz con su dedo índice me regaló la más extraña caricia, breve, imposible... volvió a sonreír y se dio la vuelta. Me quedé ahí, observándolo alejarse mientras algunos otros lo interceptaban en el camino y él pacientemente posaba una de sus manos en los hombros de aquéllos y ponía toda la atención del mundo a lo que le decían.

Entonces si me pareció un sacerdote, una divina tentación para aquellas mentes pecaminosas que navegamos por el mundo con facha de tener un corazón puro. Mi alma sintió una punzada de envidia, de impotencia. Tanta belleza hecha hombre, tanta perfección detrás de un altar, encerrado, haciendo oración, en seminarios, en retiros... casi podía ver aquella serpiente enredándose en mi cuello, sugiriéndome propinarle una buena mordida a ese hombre perfecto, como cuando incitó a Eva a comer del fruto prohibido, la misma serpiente forzaba a mi mente a verlo desnudo. No importaba si me perdía con ello del paraíso eterno...

Decidí retirarme y retirar de mi cabeza tanto pensamiento impuro. Llegué a mi departamento y arrojé con desgano mis apuntes sobre la mesita del recibidor. Me refugié en mi sofá, viendo una de esas películas que me hacían llorar hasta dormir, devorando el medio bote de helado de chocolate que me había coqueteado en cuanto abrí la nevera para consolarme por mis recientes aflicciones.

Distraje mis pensamientos a otro tema, hacia las actividades de mis siguientes días. Dos semanas completas de vacaciones a algún paradisíaco lugar en algún punto de mi redondo planeta. Éste día había terminado mi ciclo de conferencias sobre tanatología y estaba dispuesta a olvidarme de todo para pasar unos días de locura total con Annie y Patty...

Sí, eso sería perfecto para despejar mi mente de la increíble visión de minutos atrás. Ahora sólo faltaría decidir a donde volaríamos...

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CONTINUARÁ...