Resumen: "Venga Gil, tienes que disfrutar de los pequeños placeres de la vida"

Nombres humanos(que todos os deberíais saber ya xD):

España: Antonio
Prusia: Gilbert
Italia del Sur: Lovino

Advertencias: Sólo lemon :D (de momento)

En cursiva: Pensamientos de Prusia y palabras en otro idioma.

Canciones para escuchar: Hmmm... Vamos a ver...

No logic de Megurine Luka
Never de Len y Rin Kagamine

Para el lemon (Yay~) (Valen casi para todos los lemon que os encontrareís por ahí XD)

Flat on the floor y Animals de Nickelback

Vanilla de Gackt

Y, por alguna razón, lo escribí escuchando Given up de Linkin Park. No tiene sentido xD

Aviso: Hetalia no me pertenece~ Si lo hiciera tened por seguro que todas las yaoistas seríamos MUY felices XDD


Pequeños placeres

Aquel día, España se disponía a recibir a una visita importante, por lo menos para él. Tras bastante tiempo sin poder verse debido al trabajo, por fin iba a quedar con Prusia, su mejor amigo. Casi no había dormido la noche anterior del nerviosismo.
El moreno ya se encontraba en el aeropuerto, pero no veía al albino por ningún sitio, demasiada gente. Acto seguido sacó un cartel grande en el que ponía "GILBERT" y empezó a agitarlo, con la esperanza de que le viera.

Prusia, a pesar de, como dice él, "ser demasiado awesome para estar nervioso", estaba dando saltitos en el asiento del avión incluso antes de despegar. Cuando bajó del aparato, pensó que le sería imposible encontrar a su amigo, pero tras ver un cartel del revés con su nombre escrito en él, no tuvo ninguna duda.

— ¡Tonio! Kesesese~ Que poco awesome que eres, has puesto el cartel del revés.

El de ojos verdes mira el cartel.

— ... Joder. —Sonríe— ¡Bienvenido, Gil! —Le da un abrazo— ¡No veas lo que te he echado de menos!
— ¡Por supuesto! —Corresponde al abrazo— ¡Es imposible no echar de menos a alguien tan increíble como yo!

Antonio se le queda mirando mal y le pellizca un costado

— Se supone que tienes que decir que también me has echado de menos, Gilbo.
— Bueno... No eres tan awesome como yo, pero sí. ¡Y no me llames Gilbo! ¡Soy el increíble Prusia o el awesome Gilbert! —Comienza a reírse de forma estúpida.
— Hmm... Claaa~ro, Gil. Por cierto, quiero ir a un sitio antes de ir a casa. ¿Te importa?
— ¿Un bar?
— No. —Sonríe— Ya lo verás.

Tras montarse en el coche y comentar cómo les había ido la vida mientras que no se habían visto, llegaron a un campo muy grande, lleno de cerezos cargados de fruta.

Aunque no había tomates, el moreno revoloteaba por el campo, tocando los árboles y acariciando los frutos con una gran sonrisa. De pronto, el pruso se empezó a reír.

— ¿De qué te ríes?
— Pareces una colegiala emocionada. —dijo Gilbert entre risas.
— Eres crueee~el

Entonces España se colocó las dos manos cerradas en puños en la cara y comenzó a menear el trasero de un lado a otro, imitando a Francia. Dos segundos después, ambos prorrumpieron en sonoras carcajadas. Tras un rato, todavía no eran capaces de parar de reír, y acabaron tirados en el suelo, riendo como niños.

— Ah... —El de ojos rojos se limpia las lágrimas de risa— Nunca me cansaré de eso. ... Por cierto, ¿qué sabes del pervertido de Francis?
— Estuvo aquí hace dos o tres semanas, cuando había flores y eso.
— ¡Ah, muy bonito! ¡Quedas con ese francés pervertido antes que conmigo!

Estúpido Antonio.

— Te lo dije a ti primero, pero no podías venir.

Oh. ¿Y ahora qué digo?

— Te estaba poniendo a prueba para ver cómo de increíble eres.
— Sí... Ya. Se te había olvidado, no mientasss~

El español comenzó a pincharle en una mejilla con un dedo. Al cabo de un par de minutos, el albino se hartó y le lanzó un mordisco, que no le pilló.

— ¡Para ya! Tengo calor, ¿no tienes nada de beber? ¿Algo así como una cerveza?
— Voy al coche, creo que tengo una botella de refresco, si te sirve.

El moreno corrió hasta el coche y sacó de entre los asientos una botella de dos litros de refresco de cola. A la misma velocidad volvió hacia Prusia, que seguía sentado, pero esta vez a la sombra de un árbol. Se acercó a él sin que lo viera y le puso la botella enfrente de la cara de golpe, asustándole.

— ¡Toma!
— ¡Aparta ese trabuco de mi cara!

De pronto, los dos se quedaron sorprendidos de lo mal que había sonado todo. Antonio se puso rojo, al igual que Gilbert. El pruso solo era capaz de pensar: "¡Mierda!". Y el español por su parte pensaba: "¿eso ha ido con segundas? No me quiere ni ver."

Tras un par de minutos en silencio, Gilbert le arrebató la botella a Antonio de un tirón y comenzó a beber.

— Estas rojo, Gil. —ríe.

Prusia tragó ruidosamente

— ... Es que hace calor.

España se tiró al suelo a su lado.

— Yo también tengo caloo~r —Rueda— Este año el verano ha llegado muy pronto~
— West diría algo como "el verano empieza el 21 de junio". Pero eso no es cierto.
— Claro que no, porque...

Los dos se levantaron y hablaron al unísono.

— ¡El verano empieza cuando hace el suficiente calor para ir con pantalones cortos!

Tras un par de risas, el moreno se desperezó.

— Hay una fuente aquí al lado, vamos y me mojo la cara.

Andaron un poco hacia la parte trasera del campo, en la que había una especie de fuente que siempre corría, cuyo agua pasaba por dos grandes pilas antes de seguir su curso como un arroyo. Antonio metió la cabeza entera en una de ellas, disfrutando del frescor del agua. Cuando la sacó, comenzó a agitarla, mojando a Gilbert aposta.

— ¡Que me salpicas!
— ¡Venga, no seas así! ¡Tienes que disfrutar de los pequeños placeres de la vida!
— ¡Te voy a dar yo a ti "pequeños placeres"! ¡Ven aquí!

El de pelo blanco se levantó y comenzó a perseguir al moreno con un cubo que había allí cerca lleno de agua. Al cabo de un rato, los dos estaban empapados. España reía y Prusia seguía mirándole un poco molesto.

— Estarás contento ahora, ¿no?
— Pero, ¿a que no tienes calor?
— Pues la verdad es que no.
— Fusosososo~ ¿Ves como no ha sido tan malo? Anda, ayúdame a coger unas cuantas cerezas para llevarnos a casa mientras nos secamos.

Al cabo de un rato, el maletero del coche de Antonio tenía siete cestas de cerezas, y tanto él como Gilbert estaban reventados. El pruso suspiró.

— Madre mía, siendo tan grandioso como soy, estoy machacado.
— Te dije que no te subieras a aquel árbol... —Se sienta en el asiento del conductor mientras se estira— No me apetece cocinar... ¿Comemos en algún sitio de por aquí?
— Como tú veas... —Se deja caer en el asiento del copiloto.
— ¿Cuántos días tienes de vacaciones?
— Pues... Hoy, mañana y el lunes.
— Que poco...
— A mí también me gustaría honrarte con un mi awesome presencia más días, pero si no llego a tiempo West me asesinará.

Tras la comida y de que pasaran toda la tarde en un bar, ambos llegaron a la casa del moreno. Mientras entraban, Prusia se ofreció a llevar su maleta, que era "demasiado íncreible" como para que otro la llevara, aunque, en realidad, lo único que quería era librarse de cargar con las cerezas de nuevo. Cuando entraron, el pruso directamente subió las escaleras.

— Sabes donde está la habitación de invitados, ¿no? —Gritó España desde la planta baja.
— ¡Soy demasiado awesome como para no saberlo!

El moreno sonrió para sí mismo, contento con la presencia de la otra nación allí, aunque se estuviera escaqueando. La verdad es que habían pasado varios meses desde que se vieron por última vez, y le echaba mucho de menos. Quizá más de lo que nunca lo había hecho, pero era difícil de saber, así que se encogió de hombros, se encaminó a la cocina y dejó las cestas en la mesa.

— Iré preparando algo de cenar, ¿qué quieres?
— ¡TORTILLA DE PATATAS!
— Está bien...

Una sonrisa involuntaria apareció en los labios de Antonio, que ya había sacado huevos de la nevera. Sabía exactamente que iba a pedir el otro, así que no le habría hecho falta siquiera preguntar. Se puso manos a la obra, con la intención de hacer la mejor tortilla que nadie había hecho jamás.

Arriba, Gilbert deshacía su maleta, que solo contenía una muda, un "pijama" (una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos) y una botella de cristal. Tomó esta última entre sus manos y observó el reflejo de la luz en el líquido. Le había costado bastante conseguirla, pero quería alardear un poco. Y compartirla con Antonio. Se puso rojo ante algo que pasó por su mente y agitó la cabeza con fuerza.

Joder, otra vez no.

El de ojos rojos envolvió la botella en un periódico que había por allí y bajó a la cocina a guardarla en la nevera.

— ¿Qué es eso? —Pregunta Antonio
— Kesesese~ Algo que he traido para después de cenar.
— ¿Qué eeee~s?
— Ya lo verás~
— Jo... —Suspira al tiempo que sonríe— Mientras cocino, ¿podrías preparar la mesa? La del salón.

Después de cenar, ambos se levantaron y fueron a la cocina, pero uno a por un bol de las frutas que acababan de recoger y otro a por la botella. Gilbert la guardó durante un rato, creando toda la expectación que podía, hasta que finalmente la desenvolvió y la sostuvo delante de la cara del otro.

— ¡Tachán! Una botellita de kirsch que te ha traído tu awesome amigo.
— ¿A ver? —El otro se la da— ¿Licor de cerezas?
— Es el más antiguo de los aguardientes. —Comentó el albino, orgulloso.— Se prepara con cerezas de la Selva Negra. Que son mejores que las tuyas. Kesesese~
— No lo creo. —Le ofrece una, sonriendo— Anda, pruébala.
— ¿No debería ser más oscura, casi negra?
— No, granate está bien.
— Hmm... —La muerde— Está ácida...
— ¿A ver? —Se la quita y se la come— No tanto. Estas cerezas son así.
— Bueno... —Gilbert coge otra— Dejémoslo en que son diferentes.
— Eso quiere decir que te gustan~

El español sonrió feliz y el pruso se le quedó mirando, era como si no pudiera apartar la vista de él.

¿Qué demonios tiene en esos ojos? No puedo dejar de mirarlos... Es hipnóti-

— ¿Gil? Giii~iiil —El de ojos verdes le empieza a dar golpecitos con un dedo en la frente— ¿Estás ahí?
— ¿Eh? —Agita la cabeza— Sí, sí.
— ¿Cuándo me vas a dar un poco de kirsch?

Justo cuando Prusia se disponía a servir el licor, el teléfono sonó, y el moreno se levantó a cogerlo. Después de descolgarlo y oír la voz de la persona al otro lado de la línea, una sonrisa cruzó su rostro.

— Hola, Lovi.

Claro, Lovino, ¿cómo no? Lovino llama, y España va. Ese maldito enano italiano le trata como mierda, pero, por supuesto, Antonio siempre le sonríe. Y le quiere, no como a mí. Vaya mierda de vida... ... Espera. Esperaesperaespera. ¿¡Qué! ¿¡Que demonios estaba pensando! ¿Estoy yo, el increíble yo, YO, celoso de Romano? Imposible. Se me está yendo la cabeza, pero de una forma increíble. Y no en el buen sentido.
¡Por Gilbird, Antonio es mi amigo!

El pruso movió la cabeza frenéticamente, para deshacerse de esos pensamientos, mientras su pollito mascota revoloteaba por la sala y acababa posándose en la encimera de la cocina. Justo cuando paró de agitarse, sus ojos rojos se dirigieron automáticamente al trasero del español, que estaba de espaldas a él. De pronto se imaginó a sí mismo asaltándole por la espalda en ese preciso momento, recorriendo con sus manos blancas la piel morena y caliente bajo su camiseta, mordiendo su suave cue-

El albino se levantó del sofá y comenzó a darse cabezazos contra la pared.

— ¡Aaarg! Damn!

Antonio se giró y miró extrañado a Gilbert, que parecía haber perdido la razón.

— ¿... Gil? ¿Pasa algo? —El pruso para de darse golpes— [...] Mira, Lovi, ahora mismo no puedo ir. ¿Mañana, tal vez? Estoy seguro de que poner la baldosa puede esperar. [...] Sí, mañana voy. Adiós, Lovi.

España colgó el teléfono y se acercó a su amigo.

— ¿Estás bien?
— Sí... Yo... ... —Va a la mesa— Creo que necesito un trago. O dos.

Con movimientos robóticos se dirigió a la mesa, donde sirvió un vaso para él y otro para España; que se sentó en el sillón.

Eso es, Gilbert. De un trago, y seguro que se te pasa. Lo único que necesitas es un poco de alcohol para calmarte y ya está, tan increíble y grandioso como antes.

El pruso cogió el vaso y se lo bebió de un golpe. Antonio le miró entre extrañado, intrigado y divertido, y le imitó.

Adoraba esa cara que ponía cuando no entendía algo, se veía tan encantador. Tanto que le daban ganas de acariciarle... De besarle... De hacerle... cosas. Cosas que no debía hacerle. Madre mía, necesitaba otro trago ya.

Al moreno, por otra parte, le estaba pasando algo parecido. Esos ojos rojos que parecían ascuas y le miraban tan fijamente, y ese torso... Dios mío, o el alcohol le había subido muy rápido, o tener a Gilbert cerca le hacía tener cierta serie de... Sensaciones extrañas... Vale, sí. No quería admitirlo, pero estaba comenzando a sentir algo por su amigo. Que no sabía si debía sentir.

— Otro.
— Por favor. —Pidió el español.

Aunque, quizá, alcohol, justamente alcohol, no era lo que necesitaban. Una ducha fría les habría venido mejor.

Al cabo de una hora, estaban a punto de acabarse la botella, y ni podían pensar con claridad, ni habían alejado esos pensamientos extraños.

— ¡La úúúltima y acabamos la botella! Kesesese~
— ¡Por tiii~ y por mííí~!
— ¡Sí! A ver si dejo de pensar cosssas extrañas con esta.

El español sirvió de nuevo.

— Eso, eso.

Chocaron los vasos y se dispusieron a beber, pero la coordinación de Gilbert no estaba en plenas facultades, y un poco se le deslizó por una comisura de la boca.

— Fusososo~ Se ha caido~

El de ojos verdes se fue a acercar a él para quitárselo, pero la mano que tenía apoyada en el sofá se le escurrió y cayó encima de él.

Y sus labios se encontraron. Al principio no se atrevieron ni a pestañear, pero ya se sabe lo que pasa cuando uno lleva demasiado alcohol en el cuerpo... Que se deja llevar sin pensar en las consecuencias. Se sorprendieron a sí mismos deseando más, ya que aquella era la mejor sensación que habían sentido jamás. Prusia comenzó a moverse despacio, temiendo que España no le acompañara. Pero no fue así, y rápidamente hizo suyos sus labios.

Cuando se separaron en busca de aire, lo hicieron mínimamente, y el de ojos rojos aprovechó para invadir la boca contraria con su lengua, recorriéndola por completo. Antonio no se quedó atrás, y sus lenguas comenzaron una lucha que ninguna de ellas quería abandonar. Una parte de ellos quería seguir bajo los efectos del alcohol, por si algo salía mal, pero otra quería despertar por completo y grabar cada instante en su memoria. Se separaron un par de centímetros, lo justo para poder mirarse a los ojos.

El de ojos rojos se sorprendió de lo que sentía por dentro en ese momento. Todo aquello que desde hacía unos meses intentaba ocultar, lo que había tratado de ahogar en alcohol hasta hace unos instantes, estaba saliendo a la superficie. "Y de una forma grandiosa" se permitió añadir. Sus dedos se entrelazaron en el pelo del moreno, acercándole a sus labios de nuevo. Si aquello paraba, no sería porque él quisiera.

El español no se lo podía creer. Se hallaba encima de su mejor amigo, besándole, y aquello no terminaba ahí, él le correspondía. Algo dentro de su pecho estaba a punto de explotar, no sabía si de felicidad o de deseo, aunque en ese momento esa no era la parte de su cuerpo que más sangre estaba recibiendo. Sus manos se deslizaron lentamente por la espalda del albino, acariciando la piel blanca y atrayéndole hacia él. Como si le gustara hacer las cosas con calma, acercó poco a poco la boca a su cuello y comenzó a besarlo y lamerlo.

A Gilbert le ardían las mejillas, y ese calor estaba empezando a extenderse por todo su cuerpo. Al notar la lengua del español arrastrarse despacio contra su piel, se estremeció, y empezó a impacientarse. En respuesta, sus manos se agarraron a la espalda del moreno, que comenzaba a abrirle la camisa y a avanzar hacia abajo. El español le tenía enteramente a su merced. "Y parecía tonto" pensó.

Antonio comenzó a succionar aquí y allá, dejando marcas por todo el pecho del otro. Le notaba estremecerse entre sus brazos, anticipando lo que vendría después. Aunque no había imaginado eso exactamente así, le gustaba llevar el control. Tumbó a Prusia sobre el sofá completamente y se colocó sobre él, mirándole a los ojos. Quería que le viera, que se diera cuenta de que aquello iba en serio. Que a partir de ahí no iba a haber vuelta atrás. Aunque tampoco era como si alguno de los dos se arrepintiera de lo que estaba pasando.

Cuando los ojos rojos del pruso se encontraron con los verdes de España, se dio cuenta de que en realidad esto era lo que él mismo había estado esperando desde que llegó.

—¿Arriba?

Con una voz aún más grave y profunda debida al deseo, el pruso respondió.

Nein. Aquí y ahora.

El español se sorprendió de lo repentino que era todo, pero sólo quería dejarse llevar y devorar sus labios, besar su pecho, marcar su piel... Oh, Dios, quería hacerle suyo YA. Quería proclamar que el cuerpo del de ojos rojos ahora le pertenecía sólo a él, que nadie más tenía derecho a tocarle, no de la forma en la que lo estaba haciendo.

Gilbert no se lo esperaba así; jamás en toda su vida alguien había conseguido tenerle de esa forma bajo su control, sin resistencia alguna, y no podía evitar desear más, y más. Según el moreno lamía su cuello y sus manos comenzaban a desatarle el cinturón, pequeños gemidos se escapaban entre sus labios, excitando cada vez más al otro. Finalmente, España consiguió lo que se proponía, y los pantalones del albino acabaron en el suelo.

Con sólo la ropa interior puesta, Prusia miró fijamente al de ojos verdes, como tratando de decirle que se desnudara también. Éste, o bien no lo comprendió, o bien pasó de él, y comenzó a bajar por el torso del otro de nuevo, pero esta vez con un objetivo definido.

El de pelo blanco ahogó un gemido cuando notó la boca española por encima de sus boxers, y sus dedos en el borde de estos, bajándoselos poco a poco. La cabeza le daba vueltas, y su mente pensaba con menos claridad que nunca, pero no era debido al alcohol, se debía a los cuidados que cierto moreno le estaba dando, que en ese momento acababa de desnudarle por completo y estaba a punto de... En ese preciso instante, Gilbert perdió toda conexión con la parte racional de su cerebro.

Antonio hacía rato que la había perdido, justo después de que oyera la voz del otro, tan marcada por el ansia. Por ansia de él. Lentamente se introdujo el miembro del de ojos rojos en la boca, y comenzó a hacer fricción con su lengua. Un vistazo hacia arriba le permitió comprobar que Gilbert tenía la cabeza echada atrás, y que su espalda se arqueaba en la misma dirección debido al placer. Satisfecho con lo que vio, prosiguió con lo que hacía, hasta que, en algún momento, las manos de Prusia tantearon su cuello, le agarraron de la camisa y le atrajeron hacia arriba otra vez. Con una ferocidad que el moreno todavía no había tenido el gusto de ver, le arrancó la camiseta de un tirón y comenzó a marcar y lamer su pecho. Parecía que ahora era el momento de que el de pelo blanco marcara que era suyo a partir de ahora, que no se lo daría a nadie más.

El de ojos rojos se dio la vuelta y aprisionó a su ahora amante bajo él, besando y en ocasiones mordiendo levemente su piel color caramelo. Sus manos estaban torpes, debido a que el ansia le podía y a que no era capaz de parar de mirar la cara del moreno, que tenía los ojos cerrados y ahogaba pequeños gemidos en lo que el albino creía que era la expresión más erótica que había visto en su vida, y eso que había visto bastantes. Tan pronto despojó al español de sus pantalones, metió una mano bajo su ropa interior, y comenzó a pasarla por la erección del de ojos verdes.

Tras unos momentos en los que España creyó que se moriría allí mismo, recobró fuerzas y rodó hasta volver a dejar al de ojos rojos bajo él. Mientras ambos jadeaban de deseo, el moreno acercó su mano a la boca prusiana, que comenzó a lamer sus dedos de forma frenética, mientras trataba de bajar la única prenda de ropa que les separaba. Cuando su ropa interior ya descansaba en el suelo —o en cualquier otro sitio, ya no le importaba— Antonio retiró su mano y la remplazó por su boca, besando apasionadamente a Gilbert. En ese instante, introdujo uno de sus dedos en el albino, que soltó un gemido aún en medio del beso. Tras un momento, metió otro y comenzó a moverlos en forma de tijera. Prusia ya no era capaz de hacer nada, sólo jadeaba en respuesta a cualquier movimiento de los dedos del moreno o a cualquier roce de su mano en alguna parte de su cuerpo. El español introdujo otro, mientras lamía la clavícula del de ojos rojos. Aunque éste no se conformaba y quería más, sabía que sólo debía esperar, pero se le estaba haciendo eterno. Al cabo de un par de segundos, España retiró su mano y llevó su erección a la entrada del otro y, de un sólo movimiento, le penetró por completo.

El grito del albino, mezcla de dolor y placer, no tardó en hacerse escuchar. Jadeando y gimiendo como nunca había hecho ni imaginado que haría, rodeó la cintura española con las piernas, en un gesto silencioso con el que pedía que el otro comenzara a moverse. El de ojos verdes no le hizo esperar y comenzó a moverse en su interior, a la vez que le besaba y notaba como las manos de Gilbert se agarraban a su espalda, clavándole las uñas.

Una fina capa de sudor empezaba a recorrerles, pero poco les importaba, eso, y todo lo que no tuviera relación con ellos dos. Gemidos, jadeos, y el sonido sordo del vaivén de sus cuerpos llenaban la sala y la casa entera.

Justo cuando Prusia creyó que no podría sentir nada mejor, las embestidas del español ganaron fuerza e intensidad, a la vez que la mano de este envolvía su miembro y comenzaba a masajearlo. El albino, en respuesta, comenzó a gemir el nombre de su compañero y a clavar sus manos con más fuerza, haciendo que pequeños hilitos de sangre brotaran de la espalda de España. Entonces, a un gemido en que el moreno casi gritaba su nombre y a la sensación de algo cálido en su interior le siguió un flashazo de luz blanca con el que él también terminó.

Antonio se dejó caer sobre él con suavidad, jadeando ambos por el esfuerzo.

— Ahh... Te quiero, Gil.

No obtuvo respuesta del otro en ese instante, ya que estaba demasiado ocupado tratando de conseguir aire.

— ¿Y-y tú?

El de ojos verdes comenzaba a asustarse, ¿y si había metido la pata hasta el fondo con todo aquello?
Pero, finalmente, Gilbert fue capaz de restablecer su respiración.

— ¿Crees que si no lo hiciera, haría esto?

Y por sorpresa, volvió a besar al moreno.

— Por si no lo pillas, eso significa sí. —El albino sonríe de forma maliciosa— Eso, y que ahora me toca a mí.

Tras que el de pelo blanco proclamara aquello, el español abrió mucho los ojos de sorpresa, pero una pequeña sonrisa adornó su rostro.

— Ya lo veremos, Gil...

A la mañana siguiente, ambos seguían tirados en el sofá, sin ropa. Cuando el sol comenzó a asomar por la ventana, les dio en toda la cara y les despertó. Prusia miró a su compañero, que sonreía de forma tonta mientras le miraba, y sonrió también.

— ¿Qué dices ahora de lo de "los pequeños placeres"?
— Tienes razón, ahora prefiero —le abraza por la espalda y le susurra al oído— los grandes placeres

En ese momento Gilbert se puso de un color al que tan solo alcanzaban a parecerse las pocas cerezas que quedaban en el plato que había en la mesilla, acompañando a la botella vacía de kirsch.


Lejos, una mujer morena estaba sentada en una silla cuando sonó el teléfono.

Helló, Hungría al habla.
Bom dia, Hungría, soy Portugal, la hermana de España. Te llamaba porque tengo cierto material que podría interesarte...


Diccionario:

·Alemán:

Damn! - ¡Maldita sea!
Nein - No.

·Portugués:

Bom día - Buenos días

·Helló - Hola

Traducciones by google xD Si algo está mal, decídmelo y lo arreglaré en cuanto pueda.

Y ahora, la nota de la autora~

Antes de nada, es la primera vez que escribo yaoi con lemon así que puede que sea un poco raro... Yo aviso xD

En un principio, la historia iba a acabar aquí, peeeeero a doña Inspiración le dio por visitarme, y a esa mujer no se le puede decir que no xD Y, como oí una vez: "una buena historia necesita todos los sabores: dulce, salado, picante, amargo y ácido." Bueno, pues como aquí sólo tenemos dulce y picante... Habrá que añadir más cosas, digo yo :D

Además... todas las parejas discuten, ¿no? -sonríe maliciosamente-

Por cierto, esta historia va dedicada a mi one-chan, Poisoned Vanilla, con el único propósito de ukearla (ella es el Prusia de nuestro grupal), pero la muy golfa se me adelantó, y ha pubicado su pomato antes que el mío -.-U
Lo de "aparta ese trabuco de mi cara" está basado en hechos reales, y ella también tiene la culpa xD

Pues, ya acabo de ser cansina xD Si habeís llegado hasta aquí, es que lo habeís leido así que: ¡Gracias!

Y, dejadme reviews, por favorrr~ ¡Prometo solemnemente contestar a todos!