Casi todos sabéis el origen de esta historia, así que no voy a insistir, pero en las correcciones no lo he modificado. Eso sí, hice el epílogo que pedíais y que mi Beta me convenció para escribir.

--- Láudano ---

Draco y Blaise le observaban desde el otro lado de la galería. Como de costumbre, Harry estaba sentado en el alfeizar de la ventana abierta dejando que el sol tibio del mes de febrero le diese en la cara, disfrutando ese instante con los ojos cerrados. El rubio dejó caer uno de sus libros, rompiendo el momento. Harry le miró sorprendido y antes de que le dijeran nada, cogió sus cosas y desapareció por los pasillos.

- Empieza a parecer un fantasma – Dijo el moreno.

- En realidad creo que lo es desde hace tiempo… desde que murieron sus amigos.

- Mejor los suyos que los míos – Respondió el otro encogiéndose de hombros mientras Draco recogía su libro.

- Sí, es verdad.

Al rubio no le extrañó no verlo en las clases de la tarde, solía faltar normalmente. Estaría colgado en algún aula abandonada, o haciendo cualquier trabajito para conseguir lo que necesitaba para huir de la realidad. El suicidio estaba descartado, ya que su primo Dursley aún vivía y El Consejo presidido por Severus había amenazado con matarlo de intentar algo, y Harry tenía ya muchas muertes a su espalda. Le necesitaban vivo de cara al pueblo. Al año siguiente le pondrían un pequeño despacho en el ministerio y un par de dosis a buen precio para que aparentara trabajar feliz.

Llegó la hora de la cena, y apareció solo como siempre, los profesores tenían la obligación de vigilar que no muriese de hambre, se sentó en una esquina aislada de la mesa de su casa y cenó algo con rapidez para desaparecer pronto. Draco sabía de memoria sus costumbres y a dónde iba con tanta prisa.

Torció el pasillo a la derecha y observó a los cinco chicos que sonriendo pero sin hacer mucho ruido esperaban a que él apareciera. Se acercó y extendió la mano hacia el primero de la fila. Depositó dos pastillas con un extraño dibujo y después se bajó la bragueta.

- ¿No prefieres en el aula? – Preguntó el moreno guardándolas en su bolsillo.

- ¿Estás de coña? Te he dado dos… quiero tener público.

Harry asintió con la cabeza y se arrodilló. Con tranquilidad, sacó el miembro de aquel chico y lo frotó un par de veces con la mano, luego se lo metió en la boca y comenzó su trabajo. El chico le agarró del pelo y comenzó a empujar con más fuerza, mientras le insultaba.

- Vamos puta, traga que para eso es lo único que vales.

El moreno ya ni se molestaba por las cosas que le decían, seguía tranquilo intentando no atragantarse y esforzándose por que todo fuera lo más rápido posible y pasar al siguiente.

Un fuerte tirón de pelo le tumbó hacia atrás. Sorprendido cayó al suelo, y observó como Malfoy apuntaba enfurecido con su varita al cuello del sorprendido chico de Ravenclaw. Los demás miraban también sorprendidos pero no se atrevían a intervenir, tocar a Draco Malfoy era ir a Azkaban directo.

- Lárgate de mi vista y no vuelvas a acercarte a él… ¿me has entendido?

- Pero ¿qué pasa contigo Malfoy? Sólo me divertía… no está prohibido divertirse.

- Desde hoy sí… - El chico le miró contrariado, pero abrochándose el pantalón se fue con los amigos de allí. Harry se puso en pie. Iba a decir algo pero se lo pensó mejor y guardó silencio. Estiró la mano hacia el rubio.

- ¿Qué quieres que te haga? – Preguntó esperando que le diera algo.

- ¿Qué harías por esto? – Sacó una pequeña botella de su bolsillo.

- ¡Láudano¿Cómo lo has…? – Estaba clara la respuesta - Lo que me pidas… - Respondió con ojos desorbitados.

- Cualquier yonqui mataría por unas gotas… creo que produce unos buenos viajes… pero es peligroso, una gota de más…

- No puedo suicidarme, lo sabes bien. Mi primo…

- En realidad no sería un suicidio ¿verdad?… sino el error de un colgado… Te conozco Potter… es lo que estás pensando… pero allá tú. El precio por esto es alto.

- Dime qué quieres – Dijo con algo de ansiedad sin apartar la vista del frasco que el rubio mantenía en la mano.

- Te quiero en mi cama hasta final de curso… sereno y en exclusiva. Son tres meses aproximadamente hasta la fiesta de fin de curso… - Harry dudó unos instantes - ¿Dudas? Al menos no tendrás que estar cada vez con uno diferente… o rebajar tus tarifas cuando nadie te busque… porque créeme que nadie lo hará.

- ¿Tengo otra opción?

- No – Respondió sonriendo con superioridad.

- Lo que quieras entonces – Aceptó. No tenía otra – Seré tuyo hasta esa noche, total me da igual una cama que otra.

- A partir de hoy – Anunció guardando la botellita – Así que ya puedes ponerte en marcha… Y te aseguro que mi cama no es ni parecida a ninguna otra.

Harry caminó despacio delante de Draco que le miraba con cierta tristeza. No sabía si en tres meses iba a conseguir que el moreno deseara vivir… y quedarse con él. La guerra había acabado en una falsa tregua. En realidad, Harry había destrozado al Señor Tenebroso, pero en el otro lado no quedaba nadie con vida… y con poder… Así que como siempre ha ocurrido en la historia, los ricos impusieron sus normas… y Harry quedó como mero objeto decorativo que tranquilizaría al pueblo. Después de todo, si alguno de aquellos ex mortífagos se sublevaba, aún quedaba el todo poderoso Harry Potter para protegerlos.

En la puerta de Slytherin se encontraron con Blaise, que les miró sin sorpresa. El moreno no estaba de acuerdo con la idea de Draco, y no por celos o porque el chico no le diera pena, sino porque le parecía una batalla perdida.

- Sabes las reglas Draco. Si quieres meter mascotas aquí antes hay que bañarlas.

- Tienes razón. Vamos al baño de prefectos… siempre me gustó el sexo acuático.

- Harry – Dijo Blaise con suavidad – Adelántate… por favor… tengo algo que hablar con Draco – El moreno miró a Draco que afirmó con la cabeza y sin decir palabra se adelantó rumbo al baño de prefectos.

- Estás loco, Draco… sólo acabarás haciéndote daño.

- Tengo tres meses para que cambie de opinión

- No lo hará…

- Pues entonces, podré dormir tranquilo sabiendo que no está en los brazos de otro – Respondió algo dolido.

- Está bien… hablaré con el resto… Pero creo que te equivocas.

Draco llegó intentando olvidar las palabras de Blaise, que eran las mismas que su padre le había dicho cuando le entregó la botella de láudano y que, a su vez, eran las mismas que Severus, Narcisa, Bella y todo aquel que supiera de su plan le habían repetido hasta la saciedad.

Harry le esperaba apoyado en la pared, dando pequeñas pataditas al suelo. Draco le sonrió y antes de abrir la puerta le besó por primera vez.

Como Draco esperaba, el moreno se mostró dócil, dejando que le guiara y más bien poco participativo. Pero si había algo que se le daba bien a Draco Malfoy era salirse con la suya, y al final, mientras le penetraba de espaldas en la bañera, el moreno gimió rindiéndose y dejándose llevar por las caricias y atenciones del rubio.

Cuando se despertó por la mañana no reconoció el lugar… que estaba en Slytherin lo sabía pero no era la habitación de ninguno de sus clientes habituales. Miró a su izquierda y vio al rubio durmiendo con tranquilidad, entonces los recuerdos se agolparon en su cabeza. Buscó sus gafas y despacio fue hacia la capa de Draco, para rebuscar en los bolsillos… le había visto guardar ahí el láudano… pero no estaba. Buscó en los del pantalón y tampoco. Se sintió frustrado…

- Harry – El moreno le miró – Esa es mi ropa… comprendo que necesites un ropero nuevo, pero mejor me lo pides.

- ¿Quieres algo más de mí? Tengo que ir a mi habitación por mis libros…

- No, ve a por ellos, pero no busques el láudano. Hechicé la botella, aparecerá el día que acaba nuestro trato.

Afortunadamente sabía esconder bien las cosas, pensó mientras Harry se vestía deprisa. Parecía algo nervioso.

- No vas por tus libros ¿verdad? – Preguntó acercándose por la espalda para abrazarlo – Vas a colocarte.

- Eso no es asunto tuyo – Respondió secamente.

- Sí lo es. Dime ¿has pensado cómo vas a colocarte a partir de hoy? No puedes volver a tus anteriores… formas de conseguir las pastillas… Y te aseguro que me encargaré de que nadie te las regale o te las venda.

- Tengo guardadas… - Se puso en pie soltándose con algo de brusquedad – Lo siento… necesito… irme – Draco sólo hizo un leve gesto de asentimiento.

Miró con ansiedad su pequeño cofre. A penas tenía para tres días, estaba realmente jodido si lo que Malfoy había dicho era cierto… pero sabía de alguien que no temía al hijo del Primer Ministro, si hacía falta recurriría a él.

Se sentó en su sitio del gran comedor solo, como siempre. Estaba mucho más tranquilo, y sus pupilas brillaban con luz falsa, hasta su sonrisa era falsa. Draco le miró con rabia.

- Es un yonqui, Draco… y es Potter… no se rendirá a tus encantos, tiene otras metas en la cabeza – Le dijo Pansy – Dale su veneno y termina con todo esto.

Pero él no se iba a rendir con facilidad. Consiguió que los profesores hicieran una redada en Gryffindor, dejando a Harry sin nada que llevarse a la boca. Soportó sus nervios y sus chantajes. Los pequeños robos de dinero para escaparse al pueblo y comprar droga. Resistió porque había conseguido tenerle sólo para él. Porque sus ojos verdes brillaban cuando él le tomaba cada noche y cada vez con más intensidad y deseo. Porque ya no se resistía y ya no era tan dócil por las noches… Resistió porque le amaba demasiado y no podía soportar el hecho de perderlo. Resistió hasta que vendiera alguna de sus joyas familiares a cambio de una dosis… Pero al final ganó.

Consiguió que Severus le suministrara una pócima que calmaba la dependencia física, y que asistiera a todas las clases. De la psicológica se encargó él a base de polvos y mucho cariño. Cogió un par de kilos, pero no le importó. Harry ya sonreía con franqueza alguna vez, y gemía su nombre por las noches demandando más.

Cuando se cumplían los tres meses, el moreno parecía otro, siempre pegado a Draco, sonriente, amable y limpio por dentro y por fuera. Lucius les miraba desde el despacho del director satisfecho.

- Jamás creí que lo conseguiría – Murmuró.

- Bueno, esta noche termina el plazo – Le dijo Severus ofreciéndole una copa de Jerez.

- Pero se le ve estupendo. Y mi hijo está más feliz que nunca… - Cogió la copa agradeciéndola con un gesto de cabeza.

- Tu hijo tiene su juguete… Pero sigo pensando que debiste negarte.

- Pues yo creo que te equivocas. A la vista está.

- Lucius… tú y yo sabemos que no nos podemos fiar de lo que vemos… - Lucius le miró preocupado.

- Tú sabes algo…

Draco miraba los trajes colgados en las perchas. Esa era la noche de fin de curso… pero no tenía miedo, Harry estaba a su lado, iba a ir con él al baile con aquel maravilloso traje negro, lo había conseguido. El chico quería vivir y quería estar con él… Nunca le había dicho que le amara… ni había respondido cuando él sí que se lo había reconocido, pero tenían planes para mañana y para la semana que viene y para el año siguiente… tenían planes para un futuro juntos.

Llamaron a su puerta.

- Adelante – Su padre entró seguido de Severus.

- ¡Padre! Que feliz me hace verte aquí… - Observó como Lucius miraba a Harry - ¿Pasa algo?

- Eso quiero saber… si pasa algo de lo que deba preocuparme – Seguía con la mirada fija en el moreno.

- No señor Primer Ministro – Balbuceó éste mirando al suelo.

- Dime Harry – Se sentó sobre la cama mientras que Severus seguía apoyado en la puerta - ¿Qué planes tienes ahora?

- Pues… Draco quiere que estudie, señor Primer…

- ¿El qué? – Cortó.

- Arte – Respondió Draco algo molesto – Se le da muy bien pintar… creo que Bellas Artes sería una buena carrera para él, dejaría que sus fantasmas salieran fuera…

- Ya… - Chasqueó la lengua – Dime Harry ¿cuánto hace que no te drogas? – Harry levantó la cabeza sorprendido.

- 75 días, señor Primer Ministro.

- ¿Y crees que estás curado?

- No, señor Primer Ministro… pero con la ayuda de su hijo yo creo que…

- ¿Cuándo fue la última vez que compraste, Potter? – Preguntó Severus. Harry guardó silencio.

- ¿Harry? – Draco le había cogido del brazo.

- No era para mí… compré hace tres días, pero no era para mí… yo no la tomé… me la encargaron.

- ¿Quién? – Preguntó Draco enfadado - ¿Me has mentido?

- No… no te miento… no era para mí… yo no puedo decirte… pero estoy limpio… tienes que creerme.

- Vacía tus bolsillos… - Ordenó Severus. Harry obedeció, no había nada – Esos no, los de tu capa – Una bolsa con media docena de pastillas blancas estaban en el bolsillo derecho de su capa de lluvia. Draco jadeó disgustado.

- Hijo… no te enfades… ya habíamos hablado de esto… los yonquis siempre mienten… - Harry miró a Severus que sonrió de forma extraña.

- Draco… Draco… - El moreno se arrodilló agarrándole de las manos – Te juro que fue un encargo… no pude decir que no… pero no la probé… me haré todas las pruebas que quieras… créeme por favor… no la probé… Alguien ha metido eso en mi bolsillo…

- Está bien – Dijo Severus ante las dudas del rubio – Mañana te haremos un par de análisis. Será mejor que os preparéis para el baile. Lo siento Lucius…

Les dejaron solos. Draco le dio la espalda en silencio y comenzó a prepararse. Harry estaba quieto tras él.

- Me han hecho una encerrona… Draco… Él me mandó al pueblo a por Sueños de Ángel… y me dijo que si no iba… me dio el dinero y una nota para que me vendieran… pero yo…

- Déjalo ya…

- Pero es que…

- No quiero seguir hablando de este tema Harry. ¿Quieres que me crea que te han traicionado¿Dime quién¿Dime cómo?... ¡Merlín Harry! Acabamos de encontrar una docena de pastillas en tu bolsillo.

Harry le miró con tristeza. Agachó la cabeza y descolgó su traje de la percha para despacio comenzar a vestirse. Draco le miró satisfecho, era tan hermoso. El moreno vio de nuevo la sonrisa en sus labios y se tranquilizó, le sonrió e intentó acercarse para besarlo, pero el rubio le rechazo.

- Vamos tarde Harry… luego, tal vez.

- Necesito saber que me crees, Draco…

- Me has mentido, engañado y robado tantas veces… Entiéndelo, Harry… ¿quién iba a querer hacerte una encerrona así?

- Pero yo…

- No te preocupes, volveremos a intentarlo, sé que no es un camino fácil… - Le sonrió colocándole un mechón desordenado - Pero tienes que empezar por reconocer la verdad Harry.

- Al menos dame un beso – Draco sonrió depositando un suave beso en sus labios.

Bajó tras el rubio al comedor, pensativo. Esta vez Draco no le había ofrecido su mano… y él no se atrevía a pedirla, ya le había rechazado esa noche… Todo el mundo estaba con sus mejores galas y sus mejores sonrisas para la fiesta, y todo el mundo saludaba al Primer Ministro y a su hijo que los recibía con una gran sonrisa mientras él aguardaba esperando en un segundo plano. Estaba claro que él no entraba en los planes del rubio para esa noche.

- Me olvidé los gemelos – Dijo en voz baja a Draco.

- No tardes – Respondió sin mirarlo saludando a una chica de quinto.

Harry corrió hacia la habitación. Sacó los gemelos del bolsillo y los tiró sobre la cama.

- Tarda mucho – Comentó Pansy – Así no hay forma de empezar el baile. Será mejor que lo abras bailando conmigo o la gente se enfadará.

- Este Harry…no sabrá dónde los habrá guardado – Comentó distraído cogiendo a Pansy de la mano y saliendo al centro del salón para abrir el baile.

- ¿Qué ha ido a buscar? – Preguntó la chica en medio de un giro.

- Sus gemelos.

- Pero si los llevaba puestos – Dijo la chica sacando a Draco de su distracción – Yo vi como se los quitaba antes y los guardaba en el bolsillo.

Blaise salió corriendo detrás de su amigo. Draco bajaba los escalones de cinco en cinco, esperando llegar a tiempo.

Harry parecía dormido. Tumbado en la cama con la corbata desabrochada y la copa de absenta caída al lado de su mano. Draco le zarandeo y golpeó hasta que su padre y su amigo le sujetaron lejos del cuerpo…

- ¡Harry…¡Harry…! Por Merlín ¿qué has hecho, Harry?... Vuelve conmigo… Harry…

- Draco hijo… - Intentó calmarlo.

- Padre… que vuelva… que vuelva… - Respondió histérico intentando soltarse del abrazo - ¡Harry¡Vuelve¡Te quiero¡Harry! No me dejes aquí solo… por favor – Rogó llorando - ¡Harry! Vuelve.

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Antes de entrar en el gran comedor ya lo había decidido. Si Draco no le creía no había nada ya que le mantuviera allí. Su primo Dursley estaba ingresado en un hospital psiquiátrico, así que si acababan con su vida tal vez también le hicieran un favor. De todas formas él sí confiaba en que Draco cumpliese su palabra y le dejasen en paz con la excusa de que se le fue la mano al colocarse… después de todo era un drogadicto, un yonqui, un colgado…

Se quitó los gemelos y los guardó en el bolsillo… Engañar al rubio fue fácil estando tan distraído.

Ya en la habitación empezó a prepararlo todo. La botella de láudano aparecería de un momento a otro, el hechizo que la mantenía oculta se terminaría con el plazo de los tres meses que cumplía esa misma noche. Buscó mientras un licor con el que mezclar y esperó unos minutos. La copa con pie y ribetes de fina plata, el terrón de azúcar en el que echar las gotas del opiáceo… dos… tres…. cuatro… Mezcló el terrón con Absenta… y se acostó tranquilo en el sofá. No quería morir en el mismo sitio en el que había sido amado.

Si seguía con Draco Severus les jodería la vida a ambos, se lo acababa de demostrar haciendo que pareciese un mentiroso… y él ya no quería hacer daño a nadie más. Era lo mejor… Draco merecía algo mejor, pensó mientras se animaba a beber del licor.

--- Fin (Continúa. Gracias por leer ---

A Santi, no sé porqué lo hiciste, y no lo entiendo, espero que lo leas allá donde estés y te arrepientas de haberme dejado sola otra vez. No te olvidaré.

Sophia.

Lo siento, no quería crear malos entendidos. Santi sigue vivo, al menos eso creo y espero, pero tiene un problema de adicción a la coca y en vez de querer la ayuda de los que le apoyamos, al fracasar en su último intento, cogió sus cosas y desapareció. Creo que fue al extranjero ya que se llevó el pasaporte. Ésta, sólo era mi manera de decirle que hay más salidas que desparecer, y que si me lee que me escriba. Si pensase que él está muerto, no creo que hubiese llegado a publicar. Lo siento. Bss. S.