Una generación antes de los merodeadores, entre una de sus muchas historias de la época, Dumbledore había comentado a alguno estudiantes que cuando el era joven, en el lugar donde vivía se hacía un baile pre-navidad. En el debían asistir todos los jóvenes desde los quince hasta los veinte años. Se tocaban ocho piezas durante toda la noche, en las cuales podrías bailar con cualquier doncella que fuera de tu grado y éstas, según la tradición del pueblo, no podían rechazar las propuestas de baile. Si alguna doncella resultaba ser en especial encantadora al joven, éste debía entregarle una diadema de flores blanca para coronar a la muchacha y, si ésta aceptaba, se los declaraba pareja oficialmente.

Dumbledore explico que desafortunadamente el jamás encontró a una chica a quien darle su diadema, pero que si había tenido que rechazar muchas.

Los estudiantes al escuchar esto se sintieron conmovidos y, con la aprobación de Macgonagall y otros profesores, decidieron organizar un baile al honor de Dumbledore, donde podían participar los estudiantes de cuarto año en adelante.

En este también se tocarían ocho piezas de baile, pero como los tiempos ya no eran tan anticuados, tanto hombres como mujeres debían asistir con una diadema de flores blancas. Una vez la diadema era aceptada, trasmutaban los colores de las flores por el de la casa de tu pareja y la propia, dejando ver hermosas formaciones de flores que solo se marchitaría si el amor entre ambos moría.

Para el final de la generación, este baile se había vuelto el segundo día de San Valentín para los estudiantes.

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- ¿Estas emocionado, Remsie? -Preguntó James, pazando un brazo por los hombros de Remus- ¡Tu primer baile! Una lastima que no hayas podido ir al del año pasado por la luna llena...

- Si, te perdiste ver a Cornamenta ebrio- Se rió Petter.

- Y cuando lo rechazó Evans -Agregó Sirius riéndose- ¡Era penoso estar cerca!

- ¡Cállate! -Gruñó James- ¡Este año será diferente!

Sirius puso los ojos en blanco y miró a Remus

- Andromeda me dijo que su a miga de ravenclaw te ha estado echando un ojo- Sonrió Sirius.

- ¿Quién? -Preguntó James, más interesado que Remus.

- Vanessa Kenwras.

- ¡Bastardo afortunado! -Exclamó Petter.

- Ya basta, chicos -Se rió Remus tímidamente- No voy a dar una diadema a nadie ni tampoco planeo recibirla.

- ¡Que aguafiestas! -Le sacudió James.

- ¿Por que no, Lunático? -Pregunto Petter.

- "No quiero ser un lastre para nadie" -Contestó Sirius con voz de retrasado- Ya sabemos tu historia, Remsie. Deberías darle una oportunidad a alguien alguna vez.

- Mi plan de vida, por el momento, es morirme solo- Dijo Remus como si nada, luego se acomodó la mochila a los hombros y, agregó- Me voy a la torre, me olvide un libro.

Antes de que cualquiera de los merodeadores pudiera decirle algo, Remus desfiló a toda prisa por uno de los corredores y se perdió entre la multitud.

- Iré por él- Dijo James.

Pero antes de dar un paso, Sirius extendió un brazo frente a él para que se detuviera.

- Necesito un poco de especio, James- Dijo éste- Seguro se salta la clase de encantamientos.

Y dicho y hecho, Remus jamás volvió de la torre gryffindor, saltándose la clase de encantamientos. James nuevamente se ofreció para ir a buscarlo, pero Sirius insistió en que iría él, ya que se sentía culpable por haber mencionado a Remus el tema de las parejas en el baile, a vece simplemente no pensaba lo que decía.

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Mientras subía al cuarto se puso a pensar en lo que dijo Remus antes de irse "Mi plan, por el momento, es morirme solo" y sintió una fuerte punzada en el pecho. Sirius no creía que el castaño realmente pensara eso, pero estaba seguro que todos los días se convencía de aquello.

Entró al cuarto con cautela y automaticamente pudo percibir un ligero sollozo. Se acercó en silencio al cuarto de baño y vió a Remus frente al espejo, con las manos apoyadas sobre el tocador y temblando. Sirius apretó el puño con fuerza, deseaba que Remus se viera de la misma que Sirius podía verle, pero cada vez que se veía al espejo solo podía ver garras y colmillos.

Sirius entró al baño haciendo que Remus pegará un respingo al verlo a través del espejo, lo tomó de la muñeca y, a los empujones, lo llevo hasta la habitación. El castaño tenía las mejillas hinchadas y tanto los ojos como la nariz rojas, probablemente llevaba un buen rato llorando.

Sirius sentó a Remus sobre una de las enormes camas adoceladas y se agachó en el suelo hasta quedar a la altura de su rostro.

- Bien, quiero que repitas después de mi -Dijo Sirius, tomándole de las muñecas para que no se tapará el rostro- Soy inteligente...

Remus tenía los ojos cerrados mientras negaba con la cabeza, con los puños mu cerrados y dejando escapar finas lagrimas.

- Vamos, tu puedes- Animó Sirius y Remus abrió los ojos- Soy inteligente...

Remus despegó los labios apenas, casi como un susurro y con voz quebrada, repitió.

- Soy in-inteligente...

- Soy amable...

- S...Soy...Amable- Remus temblaba ligeramente y Sirius soltó sus muñecas para tomarle del rostro y que le miré a los ojos.

- Soy importante- Dijo Sirius, mirando fijamente a los ojos miel de su amigo, los cuales se llenaban de lagrimas.

Remus no pudo contenerse más y terminó por abrazar a Sirius, llorando muy bajito y teniendo fuertes convulsiones en sus hombros. Sirius escondió su rostro en el hombro de su amigo y le acarició el cabello con delicadeza, mientras que envolvía su cintura con uno de sus brazos, sin presionarlo mucho contra si, por que tenía la sensación de que si lo hacía podría quebrarlo.

A partir de ese momento, Sirius supo que lo único que quería era hacer sentir a Remus especial, que éste se viera como se veía antes los ojos de Sirius.