Trenes, al final todo se reduce a trenes. Son los que traen la alegría pero también los que se la llevan. Son los que te dejan sin nada. Perdón, no me presenté. Me llamo Sora y el que viaja conmigo en este tren… Bueno, ya llegaremos a esa parte. La historia que os voy a contar narra los sucesos que viví este verano, bueno, que vivimos yo y él. Pero para contarla bien tenemos que retroceder a antes del verano. Empiezo.

Una cálida tarde de principios de junio, de esas en las que descubres que ya va siendo hora de guardar la ropa de invierno definitivamente, estaba paseando con un amigo mío cerca del río. Mi amigo se llama Riku, tiene un año más yo, dieciocho. Es alto, apuesto, protector, maduro y responsable. Vamos juntos al mismo instituto pero no al mismo grado, de todas formas vamos juntos hacia allí todas las mañanas, volvemos juntos por las tardes y almorzamos juntos. Riku es mi mejor amigo.

No obstante, la vida escolar no es importante en lo que pasó, de hecho, todo ocurrió cuando las clases estaban a punto de terminar.

Mientras paseaba con Riku cerca del río, como solíamos hacer, vimos llegar el tren. La estación está muy cerca del río y nos acercamos para ver quién venía y quién se iba.

Y entonces, bajando del tren, le vi. Un misterioso chico, rubio, con el pelo corto, bajó cargado de maletas. No era demasiado alto, era prácticamente igual de alto como yo, pero era muy guapo.

Cuando el tren se marchó nos fuimos de allí. En realidad nosotros no teníamos nada que hacer, simplemente pasábamos las tardes juntos haciendo cualquier cosa por la ciudad. No nos gustaba demasiado estudiar, bueno, sigue sin gustarme. De hecho, aborrezco totalmente estudiar. Siempre he soñado con abandonar los estudios e irme a conocer el mundo, tener aventuras, hacer muchos amigos… Siento que mi ciudad es como una celda.

Cuando volví a mi casa me dejé preparados los libros para las clases del día siguiente y me acosté.


-¡Roxas! –Me levanté gritando ese nombre.

-¿Qué? ¿Roxas? –Me pregunté a mí mismo. -¿Quién es Roxas? ¿Acaso he conocido a alguien que se llame así?

Aquella mañana me levanté sobresaltado, había estado soñando toda la noche con un chico llamado Roxas, aunque yo nunca había conocido a nadie que se llamara así. Y era curioso, ya que más tarde, recordando los sucesos del día anterior, me di cuenta de que ese tal Roxas de mi sueño era idéntico al chico misterioso de la estación.

Se dice que cuando soñamos nuestro cerebro nos presenta hechos del día usando a personas que hayamos visto como actores. Quizá mi cerebro usara al chico misterioso como actor para protagonizar una historia en mi mente, eso pensé al principio, pero luego me di cuenta de que esa noche soñé con cosas de mi pasado. Estaba muy confundido, lo que había soñado era demasiado real, más que sueños parecían recuerdos. Me vi a mí mismo con aquel chico. De pequeños, jugando juntos en una especie de parque o de bosque, aunque lo vi borroso. Estaba seguro de no haber visto nunca a ese chico.


Los días pasaron y dejé de soñar con aquel misterioso chico. Llegaron los días de los exámenes finales que por suerte aprobé, al igual que mi amigo Riku, y en poco tiempo volvimos a estar perdiendo el tiempo por la ciudad.

Un día de la última semana de instituto antes de las vacaciones, Riku me llevó a la azotea para darme una supuesta buena noticia.

-Sora, tengo que contarte algo –Me dijo un poco nervioso, mirando al suelo.

-¿De qué se trata? Puedes contarme lo que sea, ya lo sabes –Respondí. Riku estaba nervioso y ruborizado, parecía que tenía algo muy importante que decir.

-Me gusta una persona, Sora –Respondió al final.

-¿Quién es? –Pregunté sorprendido. No me esperaba para nada que fuera a decirme algo así, Riku siempre había sido callado y distante con las otras personas.

-Es una chica de tu edad, se llama Kairi –Me dijo esperando ver mi reacción.

Yo conocía a esa chica, había venido muchos años a mi clase. Era bastante amable con todo el mundo, simpática, agradable y risueña. Mi relación con ella se reducía a simples compañeros de clase. Ella siempre estaba con una amiga suya, una chica rubia llamada Naminé.

-Me alegro por vosotros –Le respondí. La verdad es que me era un poco indiferente.

-Hoy he quedado con ella para estar juntos todo el día, así que no podré estar contigo. ¿Te molesta? –Me preguntó preocupado.

-No, de verdad, no pasa nada. Encontraré algo que hacer –Le dije. Decidí decirle que no me importaba para que no se sintiera mal, no podía estar limitando su felicidad por la mía.

-Bueno, ya hablaremos más tarde. Hasta luego –Dijo mientras bajaba las escaleras.

Me quedé en la azotea un rato, mirando hacia el cielo, hacia las nubes, pensativo. Así es como me volví a quedar solo. No era ni la primera ni la última vez que me abandonaban. Por mucho que Riku prometiera que seguiría todo igual yo sabía que era mentira, ahora tenía novia, tenía a otra persona a la que querer, nada le ataba a mí.

Esa noche, influenciado por el abandono de Riku, soñé con una despedida de hace mucho tiempo. Volví a soñar con el chico misterioso del tren, aquel que en mi sueño se llamaba Roxas. Soñé que me despedía de él. Por la mañana me desperté llorando y no supe porque. Me abandonan hasta en los sueños.

El último día de clase me despedí de Riku con un "hasta luego", aunque yo sabía que era mentira y que le vería poquísimas veces en todo el verano. Pese a ello empecé el verano feliz, esperaba poder pasarlo bien aunque estuviera solo.


Al salir de clase por la tarde no volví a casa directamente, fui un rato a un parque para sentarme a pensar en mis cosas con tranquilidad. Me encontré con un pequeño gatito subido a un árbol, noté que no podía bajar solo y como no tenía nada que hacer escalé el árbol y lo bajé.

-¡Miau!

-De nada –Le dije, supuse que me había dado las gracias.

Aquel pequeño gatito era de color blanco y peludito. Lo cogí en brazos y lo acaricié un poco. Cuando paré de acariciarlo saltó de mis brazos.

-¿Dónde vives? –Le pregunté.

El gatito se puso remolón y se restregó en el suelo, ignorándome totalmente. Me di cuenta de que era un poco de locos hablarle a un gato. Dudé acerca de cuánto daño me estaba haciendo la soledad y finalmente decidí dejar al gato en aquel parque.

-¡Hasta luego gatito!

-Miau.

Cuando me dirigí hacia mi casa, pensando en si los gatos pueden entenderme o no, me encontré con carteles en varias farolas y tablones de anuncios. En los carteles ponía: "Busco a mi gato desaparecido hace una semana, es de color blanco y responde al nombre de Momu" y además, había una foto del gato, un teléfono de contacto y una dirección. Me di cuenta inmediatamente que el gato que había bajado de aquel árbol era Momu, el gato desaparecido y volví rápidamente al parque.

Al llegar allí me lo encontré tirado en la hierba.

-¿Eres Momu? –Le pregunté.

-¡Miau! –Me respondió de forma alegre y cariñosa, diferente a las anteriores, quizá sería porque reconoció su nombre.

Sostuve a Momu en brazos y saqué mi teléfono móvil para contactar con sus dueños.

-Hola –Dije cuando me respondieron.

-¿Sí? ¿Quién llama? –Me respondió una voz, seguramente era la madre de la casa.

-¿Es la casa de Momu? Creo que he encontrado a su gato –Respondí.

-¿Eso es cierto? ¡Qué alegría se va a llevar mi hija! Espera, voy a avisarla –Me dijo eufórica.

-¿Has salvado a Momu? –Me dijo otra voz, esta vez de la hija.

-Sí. Voy a traéroslo ahora a vuestra casa, ¿Es la dirección del cartel? –Pregunté.

-¡Sí! Vamos a prepararte una merienda para cuando vengas –Dijo la niña. -¿Que zumo prefieres, el de piña o el de manzana? –Preguntó inocentemente.

-El de piña –Respondí feliz. Aquella niña tan pequeña y tan inocente hacía que me sintiera feliz.

-¡Qué bien! –Dijo. –Como a mí.

La dirección que ponía en el cartel era la de un barrio que estaba lejos de aquel parque, Momu tuvo que caminar mucho para llegar allí. En un rato llegué a su casa y les entregué a Momu. La madre y la hija estaban muy felices, al igual que el gato, se notaba que se habían echado de menos. Me invitaron a merendar y bebimos zumo de piña. Después de un rato me fui y volvieron agradecérmelo todo.


Al salir de aquella casa me encontré con el chico misterioso de mis sueños que estaba paseando por aquel barrio. Me lo encontré de frente y reuní todo mi valor para hablarle.

-Oye –Dije para llamar su atención.

-Hola –Dijo tímidamente. -¿Quién eres? –Aquel chico era tímido y se le notaba cuando apartaba la mirada y se agarraba las manos.

-¿Te llamas Roxas?

-Sí, ¿Cómo lo sabes? –Preguntó ruborizado.

-Creo que te conozco.


Nota: He vuelto a subir los primeros tres capítulos ya que empecé este fic hace dos años y decidí retomarlo. Había algunas cosas sin importancia (puramente estilísticas) que quería modificar.