Título: Silent Hill: De puño y letra, con alma y corazón.

Autor: Yukari Sparda

Disclaimer: Silent Hill, su historia, personajes y sus referencias no me pertenecen, son de Konami Digital Entertaiment Inc.

Aclaración: Múltiples personajes, múltiples géneros. Viñetas, Drabbles u One-Shots.

Advertencias: Algunos capítulos pueden contener lenguaje soez, humor negro, temáticas de adultos, uso de alcohol o drogas, sangre, muy poco de OOC.

Antes de comenzar: Basado en tópicos literarios o formas recurrentes del pensar, sin embargo, los títulos no hacen referencia a que el tópico está presente literal o implícito. En su versión edición entrarás que he tratado de enmendar la mayoría de los errores ortográficos y gramaticales, si bien no puedo decir que esto fue a cabalidad, la mayor parte fue restaurado, incluso el error de narración. Las ideas y temáticas siguen siendo las mismas o eso espero que les guste.

Let's start, shall we?


Silent Hill: De puño y letra, con alma y corazón.

Chapter I – Ubi Sunt.

To: Alessa Gillespie.


"Del latín «¿Dónde están?» Se usa para preguntar algo que ya desapareció, variable del Tempus Fugit."

Tenía miedo, lo tenía que admitir.

Era apenas una niña.

Tenía ganas de llorar, gritar, desaparecer. Cualquier cosa que detuviese su sufrimiento se convertiría, de pronto, en un alivio y finalmente sabría que habría dejado de existir, pero cayó en cuenta de que esto no era normal, como si algo fuese normal desde aquel incidente.

No, no lo era.

Ya nada era normal.

Respiró hondo, tan hondo que creyó ahogarse con el aire viciado del lugar, tal vez si hubiese forzado más la inspiración, ahora estaría muerta. Los médicos que solían socorrerla vendrían de inmediato a su encuentro y la reanimarían con masajes cardiacos nuevamente. Dios, cómo dolía. Y como odiaba sentir la fricción de las manos sobre su pecho y el desfibrilador descargando electricidad sobre su pequeño y quemado cuerpo.

Entonces los dolores regresaban como un látigo que sin previo aviso golpea una espalda desnuda.

Calmantes, sedantes, analgésicos ¿Qué le suministrarían esta vez? ¿Y es que acaso funcionarían?

La mesa de noche al lado de la cama yacía abarrotada de frascos rotulados con nombres médicos cada uno más complicado de nombrar que el anterior y a un lado, una fotografía suya, algo borrosa, como si fuese una alegoría a un futuro no muy lejano. El tiempo no tenía piedad con ese tipo de cosas y a ella no parecía importarle en absoluto, incluso cuando la sonrisa enmarcada se estaba difuminando paulatinamente.

Ya nada importaba. Nada importaba. En absoluto.

Dejó de pensar en el tiempo, en las horas, en las semanas, en los meses, en los años. Acumuló rencor, ira y odio, pero incluso así ella conservó su tranquilidad y su anhelo de algún día ser rescatada de ese horroroso infierno sin igual en el cual se había visto sumergida sin opción a negarse. Mientras seguiría aguantando.

Aguantando.

En raras ocasiones, no muchas desde un tiempo a esta parte, solía imaginarse a sí misma libre de todo, su mente inocente aún, le permitía soñarse jugando en algún lugar lejano, con amigos reales, parecido al resto de los otros niños, como las personas y no como monstruos que vienen y van dejándola asustada sobre una cama hospitalaria sin vías de escape.

No como los monstruos, que vienen y van.

Otras veces, más frecuentes, creaba un universo alterno en su mente, donde todas y cada una de las personas que le hicieron daño eran bestias, horrendas, grasientas y viscosas bestias. Atormentando a las personas que se lo merecían, las que ella odiaba. Entonces fijaba la vista en el techo de la recámara y apretaba la sabana con su puño. Las heridas se abrían nuevamente y podía sentir claramente un líquido caliente fluir de la piel desgarrada, manchándolo todo.

Gritó, pidió ayuda, pero nadie vino.

Ya nadie viene, en realidad.

Le rogó a Dios, pero sus palabras no alcanzaban a ser escuchadas. Encerradas en esas cuatro paredes lo único que podía ser oído era el silencio. El dolor se agudizó sobre su vientre, alzó su mano hasta su abdomen y luego, con cuidado, hasta su mejilla, sintió algo áspero y le dolió el contacto de la piel contra la piel, la carne reseca y viva aún estaban allí, intentó imaginar cómo se veía, pero una imagen horrenda vino a su cerebro altamente funcional.

Y lo entendió.

Dios. El culpable de todo era él.

La abandonó y la dejó merced de su madre.

Su mano cayó inerte sobre el colchón y las lágrimas brotaron, deslizándose silenciosas hasta la almohada, un camino tortuoso que Alessa no esperó.

— ¿Dónde están? —Se preguntó en un susurro tan bajo como salido desde las entrañas de la tierra seca de un cementerio—. ¿Dónde? ¿Dónde están los ángeles que suelen visitarme? ¿Mami… mami dónde estás?

Mami, dónde, dónde estás.

Cuando lo preguntó una vez más, todo se volvió oscuro y el dolor se amortiguó, pero no desapareció. Creyó que estaba alucinando otra vez, aunque todo lo que le rodeaba era tan real como para ser tocado con su mano, ahora, sana. Su mundo se transformó en rejas, paredes, pisos, ventanas, puertas, todo eran de rejas.

Rejas oxidadas, con restos de sangre en ellas.

Sangre representativa de su propio dolor, rejas representativas de su cautiverio y oxido representativo de los años que pasaron y que el tiempo degasto como un veneno corrosivo sobre el metal.

En aquel mundo ella era libre, vestía su traje azul del uniforme escolar. Su piel estaba sana, volvía a ser ella.

Volvía a ser Alessa, la de siempre, la que nunca debió irse en primer lugar.

Alessa Gillespie. Parada en medio de la carretera atestada de monstruos, de personas convertidas en monstruos. Dio un paso y se descubrió inmaterial, fuera de serie, mágico, suave y por sobre todo cautivador.

Increíble.

Ella era una aberración humana, tan humana como bestial. Ella era igual que aquellas criaturas de las aceras que se veían desafiantes y dispuestas a atacar. Su vista se posó en el cartel de bienvenida a aquel horroroso pueblo, a un costado.

WELCOME TO SILENT HILL

Sonrió sinceramente, pobre de aquel gusano insignificante cuyo corazón estuviese lleno de pecados por pagar que se atreviese a pisar el pueblo.

Miró por encima de su hombro un minuto antes de darse la vuelta para comenzar su marcha en medio de la neblina espesa que no dejaba ver sus manos.

No había duda, aquel era su hogar, ella pertenecía allí, su infierno.

El infierno en donde ella era Dios.

"Por desgracia la superabundancia de sueños se paga con un número creciente de pesadillas."

From: Sir Peter Ustinov.


N/A:Bueno, no sé cómo habrá quedado, a mí por lo menos me gusta, jamás me creí encarnando a Alessa y eso es todo un gran reto. Se ve fácil, pero es muy difícil, internalizarse en un personaje que no es de tu propia autoría, debes captar algunas cosas que simplemente no existen en el canon, créanme.

Ponerse en el lugar de alguien que ha sufrido tanto, aunque sea ficticiamente, es horrendo. Quise dar también mi visión de cómo veo a Alessa, pienso que detrás de todo aquel infierno se encuentra aún la inocencia de una niña. No sé.

En cuanto a los capítulos, serán así de cortitos, no quiero darles la lata de mil quinientas hojas, tampoco es la idea aburrirlos con cosas que no vienen al caso. Pero espero que opinen, tal vez ustedes sí quieren que indague en detalles, como elementos físicos, atmósfera, etc., o incluso pensamientos. También quiero que me digan si están bien así de extensos los capítulos o los alargo más o los acorto.

Ah y, por cierto, por si no lo habían notado, me gusta usar cursivas xD

Bueno, bueno, bueno, ustedes envíenseme un review, que tendré en cuenta todas sus opiniones

Próximo capítulo: Locus Amoenus para Claudia Wolf

¡Un beso para todos!