Letanías de un rubio sabio
[Recuerda a quién sirves]
Hace mucho tiempo, en los años dorados en que un helado costaba mucho menos, un niño alegre y escandaloso entró en un establecimiento de dulces y se sentó a una mesa. Miró a los lados, inconscientemente, buscando a los chistosos y disfrazados meseros.
El trabajador se acercó lentamente a la mesa, con cara de hastío y un atisbo de cansancio psicológico. Miró su lapicero de anotaciones para pedidos mientras se preguntaba el porqué de la vida injusta y poco fructífera. Unos nacían clavos y otros, simplemente, martillos.
Se detuvo frente al chiquillo hiperactivo que había escogido la mesa más cercana a la ventana. El viento un tanto soflamado, le barrió de la cara algunos cabellos lacios y azabaches, refrescándole el cuello, atisbado de ropa colorida.
Odiaba ese trabajo. Odiaba su vida. Pero a veces las cosas sólo eran así, y en el fondo le temía al descontrolado cambio.
— ¿Cuánto cuesta un helado con lluvia de chocolate y maní? — Preguntó sonriente el niño, un tanto sonrojado.
— Cincuenta centavos — respondió impaciente el joven, de un poco más edad que el rubio cliente.
El niño sacó la mano del bolsillo y examinó con dudoso cuidado las monedas.
— ¿Cuánto cuesta un helado solo? — Volvió a preguntar. El joven trabajador agotado mentalmente le miro con desaprobación.
— Veinticinco centavos — dijo bruscamente. Aguantando las inmensas ganas de gritar de pura irritación.
El pequeño rubio volvió a contar las monedas.
— Quiero el helado solo, dattebayo— dijo. Atontándolo con una sonrisa radiante y una mirada que más que inocente era estúpidamente sabia.
Sasuke le trajo el helado, puso la cuenta en la mesa y se retiró.
El niño, de nombre Naruto, termino feliz el helado, pago en la caja y salió alegremente.
Cuando Sasuke se acercó a la mesa para limpiar los restos de dulces, le costó tragar saliva al ver lo que había allí, ordenadamente junto al plato vacío, estaban veinticinco centavos: su propina. Junto a una pequeña hoja contenida por una desastrosa letra.
"No juzgues, acepta.
No odies, mejora"
Sasuke respiro profundo, se quitó la gabardina de colores altaneros que le obligaban a vestir, sonrió y se marchó sin mirar atrás de aquel lugar. Había ciertas cosas que tenía que decirle a cierto niño rubio que le había abierto al fin los ojos.
Dáliva, fin.
