Una Nueva Esperanza
Hello!! aquí estoy con esta nueva historia, que antes que nada debo aclarar, la idea NO ES MÍA, yo sólo la escribo pero es original de inumoonhp05 (tmb se publica en su cuenta). Es un inuXkag que involucra también sesshXlin y sanXmir. Creo que será muy buena pero ustedes juzguen.
Acotaciones:
- Diálogos
" " Pensamientos
&&&&& Cambio de escena
Los últimos rayos de sol iluminaban las calles de Tokio, como era costumbre algunos niños jugaban en las pocas calles tranquilas y las avenidas estaban algo congestionadas por el tráfico usual. Una joven de cabellos largos regresaba sosteniendo su mochila en el hombro, estaba sólo a unos cuantos escalones de llegar a su casa, el templo Higurashi. Era un lugar con ambiente antiguo, famoso por una perla y el árbol sagrado que albergaba.
Al entrar se quitó los zapatos y anunció su llegada, ese día en especial había sido pesado y sólo quería tomar un baño y dormir, por desgracia sus planes se vieron interrumpidos de tajo al ver en el comedor a toda su familia cenando con un invitado.
- Buenas noches hija –la saludó su madre sonriendo como siempre.
- Hoy si te tardaste hermana, tuvimos que empezar sin ti –agregó su hermano menor mientras el abuelo continuaba más interesado en la comida sobre su plato y otros dos pares de ojos se posaban sobre ella haciéndola sentir incómoda en más de una forma.
- Buenas noches –saludó con la vista sobre el suelo.
- Pero no te quedes ahí parada, ven y siéntate, supongo que te dará gusto ver a Inuyasha –escuchó la voz fría de su hermana mayor y el color rojo se apoderó de su rostro sin que lo pudiese ocultar, por fortuna el aludido era bastante despistado en cuanto a esas cosas.
Kagome fue hasta la mesa y tomó asiento sin mirar a nadie, sólo escuchando la conversación algo banal que sostenían los otros y concentrándose en no parecer nerviosa. Sirvió en su plato algo de comida, apenas una probada para que no le dijera nada su madre y continuó intentando no ser notada. El ambiente era tranquilo como cualquier noche normal en la que Kikyo llevaba a su novio para cenar, al igual que en muchas otras ocasiones en las que Kagome preferiría saberlo antes y estar prevenida para verlo.
- Creo que es hora de que me vaya –la sacó de sus pensamientos la voz de Inuyasha y fue hasta entonces que se dio cuenta de que era tarde, quien sabe cuánto tiempo había pasado sumida en sus pensamientos. La familia se despidió del chico y Kikyo iba a acompañarlo hasta la puerta pero el teléfono sonó.
- Debe ser para mí, pero creo que Kagome estaría más que encantada de guiarte –dijo la hermana mayor mientras le daba un beso en los labios a su novio e iba para atender la llamada.
Kagome se sonrojó y se puso de pie junto con Inuyasha, caminaron en silencio hasta la puerta y él la besó en la mejilla diciendo adiós, ella respondió con un tímido –Hasta luego- y permaneció en la entrada hasta que se le perdió de vista el auto.
- Inuyasha… -suspiró melancólica y mordió sus labios intentando contener todas las emociones que siempre guardaba en su interior, así regresó al interior sin mirar a nadie y sin darse cuenta de que su madre la vio sabiendo lo que sentía y reprochando en cierta forma a su otra hija por siempre hacer eso a Kagome.
El día siguiente inició como cualquier otro, clases en la universidad, maestros y compañeros, pero algo en la chica de cabello negro lucía diferente, su mirada no mostraba el brillo usual sino que se veía apagada y triste. Probablemente todos lo notaron pero sólo alguien le tenía la confianza para decírselo.
- ¿Qué te sucede Kagome? –le preguntó uno de sus amigos más cercanos.
- N… nada… estoy bien… sólo algo cansada, anoche no pude dormir muy bien
- ¿Por qué?
- No… no lo sé –sonrió intentando parecer normal y cambió el tema sin saber que Kouga como todos los demás hacía tiempo que notó los sentimientos que ella tenía por el novio de su hermana, quien para él era un idiota que la hacía sufrir y a quien le gustaría darle una buena lección por ello.
Inuyasha llegó a la oficina sin muchas ganas, no ocupaba un puesto importante ni le gustaba estar ahí pero debía hacerlo para mantenerse él mismo y a su mamá. Como todos los días se topó con su confidente y mejor amigo, un chico que fue con él a la universidad y era un par de años mayor a causa del tiempo que pasó entrenando para convertirse en monje. El joven Miroku era un hombre bastante atractivo y competente en su trabajo pero tenía un gran defecto, debilidad por las mujeres y falta de voluntad para serles fiel.
- ¡Inuyasha! –lo saludó con un tono festivo que desapareció al notar el semblante de su amigo- ¿Pero qué te pasó? Te ves bastante mal.
- Ya cállate Miroku –respondió pasando de largo.
- Déjame adivinar, la señorita Kikyo canceló la cena de anoche porque no encontró su lápiz de labios o quizás se le rompió una uña y como siempre tú terminaste pagando por ello.
- La cena estuvo perfecta.
- ¿Fue después que se le rompió la uña?
- No digas tonterías –lo atacó cerrando la puerta de su oficina con un golpe que más de una persona notó, pero no estaba de buen humor y la razón sí era Kikyo.
Al parecer para Inuyasha el detalle del teléfono había sido bastante significativo –Ya has soportado demasiado – le decía siempre Miroku pero por primera vez lo veía de esa forma, aunque al mismo tiempo se reprochaba por darle tanta importancia a un "detalle", como siempre llamaba a las descortesías y faltas de atención de su novia. Sin embargo un poco más tarde una llamada de la misma joven le regresaría el buen ánimo.
- Anoche ya no pude despedirme de ti, así que por qué no vamos a comer hoy y te compenso por ello… -dijo la joven haciendo una cita para ese mismo día en la que tendría el mejor pretexto para pasar un buen rato con él y quizás después convencerlo de llevarla a otro sitio por la noche.
La reunión tuvo lugar en un centro comercial, claro que antes debió pasar por ella a su casa y esperar casi veinte minutos a que estuviera lista. Luego de pasar un buen rato en el restaurant, el más caro del lugar, dieron una pequeña caminata por los pasillos rodeados de tiendas, en especial joyerías. En un aparador Kikyo vio un dije de oro blanco y diamantes, al instante sintió que debía tenerlo a cualquier precio y de preferencia en ese mismo momento, sin duda se vería bien en ella y sería el perfecto pretexto para llevar consigo y mostrar una foto de su apuesto novio.
- Inuyasha debo tener ese dije… es hermoso… para poner una foto de nosotros.
- Ya sé que darte para tu cumpleaños –respondió él mostrándose indiferente y reanudando sus pasos.
Ella le siguió el juego aunque por dentro lo tomó como una clara señal de su grave problema "Inuyasha nunca me va a dar todo lo que quiero…". Tal vez tenía al chico más apuesto que hubiese visto y todas la envidiaban por eso, pero no le gustaba que no costeara todos sus gastos, además, era el soporte de su madre y eso quizás nunca cambiaría.
Esa tarde Kagome entró a su recámara luego de otro pesado día, por fortuna no se había topado con su hermana y prefería mantenerlo así, no era el mejor momento para escuchar lo mucho que Inuyasha la amaba. En realidad no tenía deseos de hacer nada pero tampoco podía dormir, así que revisó uno de sus cajones, ahí encontró un pequeño cuaderno decorado por ella misma, lo tomó y fue al escritorio para actualizar su diario. Ese silencioso confidente era el único a quien mostraba abiertamente sus sentimientos, el único que podía guardar sus secretos y no tener lástima por ella. Fue un largo rato el que pasó escribiendo y derramando un par de lágrimas solitarias, en un momento se acostó sobre el papel encontrando el punto en el que finalmente podría desahogarse por completo y dejar ir algo de sus penas, pero fue interrumpida por alguien que llama a la puerta. Muy de prisa ocultó la libreta y se secó el rostro suponiendo que era su madre para pedirle que la ayudara con la cena, sin embargo al abrir se topó con Kikyo. La joven entró sin más y se miró en el espejo.
- Necesito que me prestes tu abrigo blanco, Inuyasha ya no debe tardar, va a llevarme a cenar… es un lugar excelente, bastante costoso y el único de su tipo en toda la ciudad. Ojala un día conozcas a alguien como mi Inuyasha. –después la miró y sonrió burlona y triunfante mientras Kagome intentaba ignorar sus palabras y se dirigía al armario para darle el abrigo.
- Espero que se diviertan –le dijo intentando ocultar en vano sus sentimientos pero Kikyo sólo encontró una forma más para tomar ventaja, pero su madre entró en ese momento interrumpiendo el momento.
- Inuyasha te espera abajo, no tardes.
- Gracias, dile que suba. –la mujer mayor salió negando con la cabeza, las tres sabían por qué esa petición pero ninguna dijo nada, ni siquiera Kagome. –Gracias por el abrigo, creo que hoy volveré sola a casa así que me cubrirá bien del frío.
- ¿No te va a traer Inuyasha? –preguntó inocente y desconcertada cayendo en la trampa.
- No creo... ¿no te lo había dicho? –se hizo la inocente y su hermana negó con la cabeza- esta noche voy a terminar con Inuyasha. –las palabras de Kikyo fueron simples y directas, como si estuviese hablando de usar otros zapatos, la otra joven no podía creerlo, tenía al hombre más maravilloso del mundo y pensaba romper con él.
- ¿Por… qué? –preguntó apenas pudiendo articular palabra.
- Es lo mejor… no tiene nada que ofrecer… claro que me ama a mi pero… ya se repondrá y yo encontraré un mejor partido.
Kagome iba a decirle algo, tal vez intentar hacerla entrar en razón o algo así, ella sabía que Inuyasha iba a sufrir con eso, sabía que estaba enamorado de su hermana y lo que ella pensaba hacer lo lastimaría. "No quiero que inuyasha sufra…" –pensó aguantando las ganas de llorar, por desgracia no parecía que ella pudiese hacer nada.
De repente él pareció en la puerta y su novia lo invitó a entrar a una habitación que no era suya. Inuyasha saludó con cordialidad a su cuñada y luego fue tomado por sorpresa, Kikyo lo besó abrazándose a su cuello, no era común ella esos desplantes de pasión en público, pero éste tenía una misión muy específica.
Kagome se mordió el labio inferior y desvió la mirada hacia afuera, donde el viento sacudía los árboles con fuerza en protesta, como si ni la misma naturaleza estuviese de acuerdo con ella soportando tal cosa. Pero no podía hacer nada, pensaba que cualquier otra cosa que no fuera "indiferencia" la delataría.
- Nos vamos –dijo al fin su hermana mayor, tomando del brazo a Inuyasha sin dejarlo despedirse. Los vio salir y cerró la puerta, parecía que el destino le estaba jugando otra cruel broma o por lo menos así lo tomaba, sin pensar que la autora de tal cosa era su hermana.
La joven pareja abandonó la casa tomados de la mano, Kikyo hablaba sobre cosas triviales como era su costumbre, pero esta vez él no la escuchaba, estaba inmerso en sus propias ideas pensando en que cada momento que pasaba al lado de ella compensaba todo lo que lo hacía sentir mal, las veces que ella no aparecía a las citas, o cuando debía dejar todo para ir a atender alguna "emergencia" de su novia, que resultaba ser algo sin la menor importancia. En verdad la amaba, tal y como era sin importar cualquier defecto Inuyasha estaba seguro de haber encontrado a la mujer de su vida, aquella con la que deseaba pasar el resto de sus días y compartir cada momento.
El lugar era más que encantador, Inuyasha y su novia eran conocidos ahí como clientes asiduos e inclusive él le había mandado dedicar un par de canciones del grupo que tocaba casi todas las noches. Pasaron momentos tranquilos, ella estaba algo distante pero él no le dio importancia ya que así era algunas veces y no significaba más que algún capricho momentáneo que pasaría al día siguiente, sin embargo algo tarde ya ella soltó una bomba que lo destrozaría en pocos segundos.
- ¿Cómo van las cosas en la oficina? –preguntó la joven tanteando por última vez el terreno antes de llevar a cabo su decisión.
- Como siempre. –respondió él sin muchas ganas.
- Hace mucho que estás ahí y las cosas no cambian.
- Y no creo que lo hagan, sabes que no me gusta ese lugar.
- ¿Y por qué no buscas algo mejor por otro lado?
- En cualquier sitio va a se lo mismo.
- Inuyasha… creo que… bueno… tal vez te parezca algo apresurado pero… lo he pensado mucho y aunque todo lo que hemos pasado juntos ha sido maravilloso, hemos llegado al punto en el que no estamos avanzando. –dijo indiferente ante una mirada confundida de él.
- No te entiendo ¿qué quieres decir?
- Lo mejor es que terminemos nuestra relación y continuemos sólo como amigos. –habló tranquila y fría para luego darle un sorbo al vino mientras Inuyasha trataba de entender lo que escuchó.
Cómo podía sólo decirlo así, cómo era posible que la mujer que amaba, quien lo amaba, o por lo menos así lo creyó hasta ese momento, dijera eso y terminara todo así.
- No te entiendo ¿qué pasa¿Por qué dices eso?
- Ya te lo expliqué, simplemente no podemos continuar juntos.
- Kikyo te amo… ¡No te das cuenta¡Cómo es posible que sólo lo digas así! –golpeó la mesa lleno de desesperación y llamó la atención de todos los comensales sin que le importara mucho, pero ella parecía bastante molesta por ello.
- No necesito que me armes una escena –sonrió y se puso de pie para salir del lugar, él dejó unos billetes sobre la mesa y fue tras ella, la encontró en la calle subiendo a un taxi.
- ¡Kikyo no te puedes ir así! –le gritó cuando el auto arrancaba, pero probablemente ya no logró oírlo.
Inuyasha se quedó de pie en el pavimento como esperando que algo pasara, que todo resultara ser mentira o por lo menos encontrar una razón para lo que acababa de pasar. Cuando por fin se dio cuenta de que todo era real y Kikyo no estaba ahí, no lo esperaba y conociéndola no querría volver a verlo, no le quedó más opción que pedir su auto y marcharse sin rumbo fijo. Deseaba ir a buscarla, tal vez podría hablar con ella "No me recibirá…"-pensó mientras daba la vuelta en una calle más y pisaba el acelerador.
Una ligera lluvia rociaba el pavimento y los autos, pero él no se dio cuenta, continuó encerrado en mundo de ideas hasta que se detuvo justo al pie de las escaleras del templo, él no quería ir ahí pues sabía que el intentar hablar con ella sólo lo heriría más… pero ya estando ahí su cuerpo pareció haber tomado vida aparte de sus pensamientos y cuando recapacitó de nuevo estaba rodeando la casa para ir directamente a la habitación de Kikyo.
En un árbol grande había una casa hecha para Souta, subió por los peldaños improvisados y trepó al techo de la misma, el cual lo llevó hasta una rama en apariencia fuerte y ésta hasta la luz apagada de un dormitorio. Golpeó en el vidrio para ser escuchado, en un principio no recibió respuesta pero luego de insistir la luz se encendió y una asustada chica se asomó. Al verlo Kikyo se sorprendió bastante y abrió la ventana.
- Inuyasha te dije que todo acabó, éstas no son horas de venir a buscarme y mucho menos de esta forma. –habló en tono bajo para no despertar a nadie y luego cerró de nuevo y apagó las luces decidida a ignorarlo.
Él se quedó ahí sosteniéndose de la rama mientras veía la forma de bajar sin llamar la atención de nadie más, lo último que necesitaba era a toda la familia haciendo preguntas, para su desgracia escuchó el ruido de la madera romperse lentamente y lo siguiente que supo fue que había tocado el suelo. Se quedó sólo recostado por un momento, la lluvia comenzaba a ser más fuerte y el dolor de su espalda se hacía notar, cerró los ojos esperando que pasara pero una voz femenina que lo llamaba de cerca lo trajo de vuelta a su realidad "Seguramente todos están aquí… maldición" –pero para su sorpresa la única arrodillada sobre la hierba era Kagome.
- ¿Estás bien? No te muevas voy a llamar una ambulancia…
- Espera –la detuvo tomándola de la mano- Estoy bien… no llames a nadie… no quiero que sepan que estoy aquí.
- De acuerdo… pero voy por el botiquín par curarte esa herida –la joven nerviosa se puso de pie y se perdió detrás de la puerta, fue hasta entonces que él sintió una punzada en la frente, se llevó la mano hasta ella y descubrió algo de sangre brotando, pero no le importó, ahora sólo pensaba en una cosa "Kikyo…".
Momentos después Kagome regresó con una pequeña caja llena de venditas y algunas medicinas, limpió la herida de Inuyasha con cuidado y en silencio, no quería decir nada y definitivamente él tampoco tenía palabras. Al terminar lo examinó con la mirada en busca de alguna otra herida pero estaba bien, sólo algo adolorido y bastante mojado al igual que ella.
- Mañana ve con un médico para que te revise –dijo tranquila y en voz baja.
- Feh! Si estoy bien… gracias… espero que no te enfermes. –el comentario la hizo sonrojarse desviar los ojos que mantenía sobre el suelo.
- No te preocupes… y no fue nada… te pediré un taxi.
- Vine en auto.
- Hueles a alcohol… no te dejaré ir así.
- Vine hasta aquí, estoy bien, no necesito que me cuides tanto –respondió casi agresivo mientras se levantaba y acomodaba algo la ropa, ella lo imitó.
- Entonces puedo despertar a mamá y pedirle que te lleve, o hacerlo yo misma, no regresarás conduciendo –respondió en una forma imperativa que Inuyasha no conocía.
- Que necia eres –comenzó a caminar hacia las escaleras mientras un par de ojos castaños observaban la escena desde arriba sin que ninguno de los dos se diera cuenta.
- Tú eres peor, no entiendes que es peligroso –pero Inuyasha pareció no escucharla, sólo siguió caminando sin siquiera mirarla, hasta que se detuvo al pie del primer escalón.
- Gracias por lo que hiciste Kagome… estaré bien –habló por fin viéndola a los ojos y ya más calmado, con la tristeza a flor de piel nuevamente sin poder aparentarla, una vez más la joven sintió que se le rompía el corazón sólo de verlo así.
- Ella te quiere… sólo dale tiempo para que reflexione… -en verdad no pensó sus palabras ni la reacción que él tuvo, una mirada dolida y una sonrisa mal fingida que le dedicó antes de caminar y perderse lentamente bajo las gotas de lluvia y la oscuridad de la noche. –Kagome eres una tonta… no debiste decir eso… -se regañó a sí misma mientras se volvía y entraba a la casa en silencio.
Con cuidado regresó el botiquín a su lugar y subió a su recámara donde un estornudo la llevó hasta la regadera, tomó un baño caliente mientras continuaba pensando en Inuyasha y en su hermana, en lo mucho que el la amaba y sufría por ella. Todavía no era capaz de entender la decisión de Kikyo y tal vez nunca lo haría, pero por desgracia no había nada que ella pudiese hacer para cambiar las cosas, para aliviarle la pena al hombre que amaba y no lo sabía. Esa impotencia parecía comérsela de apoco junto con las esporádicas lágrimas que era capaz de derramar.
Salió del baño y se asustó al ver a su hermana sentada en su cama limándose las uñas de lo más tranquila. Kikyo la miró fría y calculadora escudriñándola como si la fuese a juzgar por traición.
- Veo que no tienes horario para dejar de ser la buena samaritana. –Kagome no respondió, sólo fue a un cajón por algo de ropa. – Mira, el que no esté conmigo no quiere decir que me haya dejado de amar y que puedas acercarte, sabes que Inuyasha nunca te verá como algo más que la niña ingenua que eres.
- No sé a qué te refieres, sólo le limpié una herida –respondió mal aparentando ingenuidad.
La mayor sólo la vio negando con la cabeza y se marchó sin decir más, ambas sabían a que se refería, pero Kagome no era capaz de afrontarlo, prefería guardar silencio y conservar para ella todo, además Kikyo era su hermana y no podría acercarse al hombre que ella sabía amaba, aunque no lo dijera. "Ellos se aman… yo jamás podría…" –se repitió una vez mas antes de ir a la cama e intentar dormir sin mucho éxito.
Los siguientes dos días fueron bastante tensos, el teléfono sonaba en la casa Higurashi y todos sabían que si era Inuyasha no debían atender, o aunque lo hicieran Kikyo no hablaría con él. Kagome pasaba el menos tiempo posible ahí, sólo viendo a su hermana estar como si nada sucediera y escuchando repicar el aparato sin poder atender, sin saber qué podría decirle en caso de hablar con él. Y para terminar de empeorar las cosas la chica tenía un resfriado terrible desde aquella noche.
Inuyasha iba y venía como un alma en pena que paga por un castigo, sin saber que su único error era no tener dinero suficiente, o más bien haberse fijado en la mujer equivocada. Miroku pretendía animarlo y sacarlo por las noches para conocer alguna jovencita que le sacara a Kikyo del corazón pero su amigo sólo lo rechazaba y se quedaba en su departamento llamando y manteniendo esperanzas de que su novia reaccionara y le dijera qué había hecho mal. "Soy un imbécil… ni siquiera sé qué hice… qué sucedió…" –se culpó mil veces ingenuo de la realidad.
Una noche la espera fue demasiada y no pudo resistir más el no verla, el no saber de ella en lo absoluto, si estaba bien, si lo extrañaba, si todavía sentía algo por él, y aunque quizás le costara otra caída, fue a buscarla. Pensó en hacer lo mismo que la vez anterior pero consideró más prudente llamar a la puerta, de inmediato la madre de las chicas atendió y lo hizo pasar antes de subir por Kikyo, la señora sabía que no lo recibiría pero igual debía intentarlo. Inuyasha esperó intranquilo y ensimismado hasta que una voz femenina lo distrajo.
- Inuyasha…
- Kagome –se acercó para saludarla con un beso en la mejilla, por fortuna la fiebre ocultó el intenso calor que se le subió al rostro a la chica, pero eso le hizo recordar que estaba enferma y lista para ir a dormir, no era una forma en la que le gustara ser vista, en especial por él. Estaba buscando qué decir cuando un estornudo la interrumpió. – Te enfermaste… por mi culpa el otro día, lo siento… -dijo el joven algo apenado por la situación.
- No fue tu culpa –sonrió tímida mientras daba un paso hacia atrás aproximándose a las escaleras.
- Feh! Eso dices pero sabes que es cierto, te mojaste por mi culpa y por eso estás enferma.
- Entonces digamos que me debes una –sonrió algo tranquila y también lo calmó a él, aunque fuese por unos segundos antes de que la señora Higurashi regresara diciendo que Kikyo estaba dormida, cosa que todos sabían no era cierto.
- Gracias… será mejor que me vaya… -se despidió de ambas y salió con la cabeza baja mientras la mujer mayor se retiró a su habitación, pero Kagome sabía que es no era todo y salió de la casa sabiendo que Inuyasha continuaba ahí. No le tomó mucho tiempo dar con el chico que ya buscaba la escalera hacia el techo.
- ¿No es suficiente con una vez? Supongo que quieres ver si te rompes algo –le dijo procurando no llamar la atención de nadie más.
- Kagome… feh¿Por qué me sigues?
- Por que sabía que ibas a intentar una locura y no me voy a ir hasta que te vayas tú. No quiero que termines en el hospital.
- Eso no va a pasar, mejor sé buena niña y regresa a tu habitación… además… te hace mal estar aquí –la reprendió al final.
- No entraré hasta que no te vayas… tú decides si me enfermo más o no… - Inuyasha hizo una mueca de desaprobación y lo pensó por un segundo, pero sabía que ella lo haría y no quería que se pusiera peor por su culpa, de cualquier manera Kikyo seguramente no lo recibiría.
- Está bien… -respondió apenas y comenzó a caminar siendo seguido por ella hasta el pie de las escaleras. – No tenías que seguirme… -le dijo viéndola apenas para luego comenzar a bajar los escalones.
- Inuyasha… mañana a las siente treinta de la noche… en la calle de atrás del templo, mi hermana está yendo al gimnasio –habló en un suspiro sin terminar de entender qué hacía, siempre le dolió verlos juntos y saber que no la amaba, pero que él estuviese así era demasiado, si para verlo feliz debía reunirlo con su hermana, entonces lo haría.
- Gracias… -murmuró sonriendo y casi regresando para abrazar a la joven- te debo dos.
Luego desapareció bajo la luz de la luna casi llena mientras Kagome se reprochaba en parte por lo que hizo. Regresó a su habitación en silencio y casi de inmediato Kikyo entró sin llamar.
- ¿Qué te dijo Inuyasha?
- Nada… no debiste negarte.
- Mientras más pronto entienda, mejor… hace las cosas más fáciles para ambos. –habló perdiendo un poco la frialdad por instantes, como si en el fondo también le doliera estar separada de él. – Pero no lo niegues, te saliste detrás de él.
- Olvidó sus llaves, sólo se las entregué. Y ahora si me disculpas, por favor quiero dormir. –abrió la puerta y se esperó ahí hasta que Kikyo salió con una sonrisa burlona en los labios y la mirada calculadora y vacía de siempre.
CoNTiNuaRá...
Helllo otra vez, espero que les haya gustado el primer capi, apenas es una pequeña introducción a la temática general. Muchas gracias a todas y espero que sigan la historia de verdad. y por último si tienen un segundo les pido un comentario, cualquier tipo de crítica es buena. MIL GRACIAS.
