Descargo de responsabilidad: The Powerpuff Girls le pertenece a Craig McCracken.

Aclaraciones: Los protagonistas no tiene poderes y jamás han tenido.


Chapter 1: No estamos en París.

La rubia de coletas ya había desayunado, ahora se encontraba revisando toda la cantidad de ropa de su armario.

—Esto es viejo —dijo observando un bello vestido azul—. Esto es feo —dijo, ahora observando una falda de tablas de color rosa—. Esto se lo vi a princesa —dijo al ver una playera amarilla, luego de hacer una mueca de desagrado, arrojó la playera por la ventana.

Después de unos minutos de arrojar toda su ropa por la ventana, se tumbó sobre su cama.

—¡No tengo ropa! —gritó exaltada mientras cogía una almohada y la ponía sobre su cara.

—Bubbles, ¿me dejas usar tu falda rosa? —una chica pelirroja entró a la habitación, pero se detuvo en seco al ver semejante desorden que mantenía la adolescente—. ¿Y ahora qué pasó?

—¡No tengo que ponerme!

—¡Yo tampoco! —una tercera voz se hizo oír desde la siguiente habitación, luego unos pasos apresurados se escucharon—. ¡Todo lo que tengo es de la temporada anterior!

—¡Tenemos que ir de compras! —exclamó Blossom—. ¡Hoy es la fiesta de Robin y tenemos que estar fabulosas!

—¡Pero hoy las tiendas están cerradas!

Las tres hermanas se quedaron en silencio. De un momento a otro, todas corrieron a buscar sus computadoras portátiles. Regresaron nuevamente a la enorme habitación y se sentaron en diferentes lugares, las tres con una tarjeta de crédito en las manos. El sonido que emitían las teclas al ser tecleadas inundo la habitación, sólo se podía oír los leves chillidos de emoción que emitía Bubbles al ver la ropa que estaba en venta por Internet.

Un sonido diferente se oyó desde las tres computadoras, seguido de llantos exagerados.

—¡Las tarjetas no tiene crédito!

Para ellas significaba el fin del mundo.

—¡Profesor! —gritaron a unisonó, y luego corrieron escaleras abajo a buscar a su padre, el cual era un famoso científico.

El hombre de cabello negro se encontraba sentado en el sofá, leyendo el diario y bebiendo café. Al momento en que los tres gritos de sus caprichosas hijas se oyeron, se sobresaltó y luego suspiró.

—¿Qué sucede, chicas? —apenas terminó la frase, las tres adolescentes comenzaron a gritar.

—¡Nuestras tarjetas no tienen crédito!

—¡Y necesitamos comprar ropa!

—Si dejan de gritar les explicaré —dijo serenó, las tres jóvenes callaron—. Bueno... —continúo—, me informaron del banco que ustedes tres han sobre girado sus tarjetas.

—¡¿Qué?! —exclamó Buttercup—. ¡Eso no es posible! ¡Sólo las hemos usado unas veinte veces!

—¡Eso no es nada, profesor!

—¡Deben estar mintiéndole!

—No están mintiendo, Blossom —les miró serio—, me mostraron todo lo que han comprado... Blossom, ¿de qué rayos te sirve un abrigo de invierno si estamos en pleno verano?

—Eh..., bueno, es que...

—Buttercup, ¿y de qué te sirve un paraguas y unas botas de agua? —Buttercup se encogió de hombros—. Y Bubbles, ¿era necesario comprar otro teléfono siendo que ya tenias uno?

—¡El que tenía era muy viejo! ¡Es de hace dos semanas!

—¿Cuándo se volvieron así? —se preguntó a sí mismo en un murmuro tan bajo que no fue audible para el trió de chicas que aun discutían sobre las tarjetas de crédito. Al ver a sus hijas adolescentes, tres palabras se le venían a la mente: Caprichosas, engreídas y superficiales. No sabía en que momento ellas habían cambiado tanto sus personalidades.

—¡Profesor, necesitamos ropa!

—¡Y la necesitamos ahora!

—¡Tiene que cargar nuestras tarjetas!

—Chicas —llamó, pero ninguna de ella hizo caso alguno al llamado del hombre—. ¡Chicas! —las tres jóvenes le miraron con una ceja arqueada.

—¿Qué? —respondió la morena que se había cruzado de brazos al momento en que él habló.

—No les devolveré el dinero a sus tarjetas, así que ya dejen de gritar —dijo, y en cuanto vio que las adolescentes abrieron la boca para protestar, continúo—, y tampoco les compraré ropa con efectivo.

—¡Pero profesor! —chilló la caprichosa rubia—, ¡hoy es la fiesta de Robin!

—¡Sí! —apoyó la pelirroja—. ¡Tenemos que estar perfectas!

—¿Y a quién le han pedido permiso para esa fiesta? —les preguntó desafiante, él no recordaba haber dicho que sí a alguna fiesta.

—A nadie —dijo la azabache, como si fuera algo obvio, pero luego de ver el gesto de enfado de su padre, sonrió nerviosa—. Jaja, es broma. Le íbamos a pedir permiso a usted, profesor, ¿a quién más?

—Sí, claro —rodó los ojos—. Pues, lamento informarles que no irán a ninguna fiesta —los ojos rosas, azules y verdes se ampliaron a más no poder.

—¡¿Qué?! —exclamaron incrédulas.

—Lo que han oído.

—¡Profesor, no puede hacer éso!

—¡La fiesta de Robin es la más importante del año!

—¡Tenemos que estar ahí!

—Ya podrán ir a la próxima fiesta que ella haga —las tres chicas bufaron y subieron enfurecidas a sus cuartos. Logró oír como una sola puerta era azotada, por lo que supuso que las tres habían ido a la habitación de la mayor, Blossom.

Bebió de su café y suspiró pesadamente.

Un recuerdo fugaz pasó por su cabeza, un recuerdo de su niñez, por ahí cuando vivía en el campo junto con su madre y su padre. El lugar donde él vivía era hermoso y sereno, un lugar en donde los animales convivían en paz con los humanos, no como en la ciudad, donde siquiera que mirase había gente maltratando a los animales sólo por que éstos buscaban comida. También recordó que cuando sus tres hijas eran más pequeñas, les encantaba ir a visitar ese lugar, ya que ahí estaban sus dos queridos abuelos, pero con el paso del tiempo, ellas le perdieron interés alguno, preferían quedarse en casa junto con la tecnología en vez de ir a visitar a los abuelos.

Cerró el diario y se levantó. Subió escaleras arriba y se dirigió al cuarto de la hermana mayor pelirroja. Tocó la puerta, pero nadie respondió. Volvió a tocar y solo se escucho un leve murmuro que indicaba que se fuera.

—Chicas —dijo él—, abran.

—No.

—Si me abren, les diré dónde iremos de vacaciones este verano —la puerta se abrió de inmediato, dejando ver a tres jóvenes que permanecían cruzadas de brazos mientras golpeaban levemente el suelo con sus pies.

—¿A dónde iremos?

—A París —a las tres se les iluminó el rostro.

—¡¿París?!

—Sí, París —asintió con la cabeza—. Y nos vamos mañana por la mañana, así que hagan sus maletas —se retiró.

Las tres adolescentes se miraron entre sí y comenzaron a chillar de la alegría.


—Chicas, la limusina ya está aquí —anunció el profesor—. ¡Bajen de una buena vez!

—¡Ya vamos! —exclamó Bubbles desde la segunda planta. Luego de unos minutos, tres chicas corrían escaleras abajo sujetando unas enormes maletas. El profesor rió al ver como iban vestidas. Blossom tenía puesto un hermoso vestido rosa con lentejuelas, unos tacones altos, un abrigo de piel sintética sin magas y un bello listón rojo que sujetaba su cabello en una coleta alta. Bubbles llevaba una playera blanca pegada al cuerpo, una falda negra a la cintura, con un cinturón también a la cintura y unos tacones altos. Buttercup vestía una playera pegada al cuerpo de un bello color negro, unos pantalones ajustados azules, unos botines altos negros, una pañoleta de animal print y una linda boina azul.

—¿De qué se ríe, profesor? —preguntó inocente la rubia.

—De nada, niñas —dijo serenó—. Mejor vayámonos ya.

La familia salió a las afuera de la mansión Utonium y se encaminó a la limusina.


Luego de unas cuantas horas de viaje en el jet privado, llegaron a su destino. Las tres chicas dormían plácidamente, la primera en abrir los ojos fue la rubia de coletas altas.

—¿Ya llegamos? —preguntó entre medio de un bostezo.

—Sí —afirmó el profesor.

—¿Tan pronto? —preguntó la pelirroja que había despertado hace algunos segundos atrás.

—Nos demoramos mucho en llegar, pero como se la pasaron durmiendo, ni cuenta se dieron —mintió—. Despierten a su hermana.

—Ahá —Bubbles se levantó de su asiento y fue hacia el de Buttercup, en cuanto estuvo junto a ella, comenzó a zarandearla—. Buttercup... Buttercup, despierta, ya llegamos.

—Cinco minutos más.

—Llegamos a París —los ojos verdes de la morena se abrieron de golpe.

—¡¿Llegamos?! —la rubia asintió—. ¡Fabuloso! —se levantó y corrió hacia la salida del jet junto a sus dos hermanas. En cuanto la puerta se abrió, abrieron los brazos, cerraron los ojos y de un saltó bajaron del jet.

—¡Oh, parís! —exclamaron a unisonó, imaginando que cuando abrieran los ojos, verían la torre Eiffel junto con guapos franceses, pero todo eso se esfumó al momento de abrir los ojos.

—Profesor, ¿qué hacemos aquí? —preguntó Blossom, extrañada.

—Creo que el jet se equivocó de lugar —comentó la rubia de coletas.

—¿No qué íbamos a París? —preguntó Buttercup, desilusionada.


Qué tal, bellezas mías.

Este fan fic es uno de los primeros que hice, no sé porque no lo había publicado... o creo que sí sé, como les había dicho, fue uno de los primeros que hice, por lo tanto, mi ortografía y mi forma de narrar era peor que ahora:cc, pero ya lo arreglé lo máaaaaaaaaas que pude. La verdad es que, para esta historia tengo muchas ideas, no sé, como que me emociona owo.

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